La región de Valonia se encuentra en el corazón de Europa y desde la guerra de la Galia se ha caracterizado por hacer de frontera entre los mundos latino y germánico. Esto además le ha permitido poder desarrollar un rico patrimonio militar, artístico y religioso del que yo me quería llevar una pequeña idea visitando dos de las ciudades más importantes de esta región belga: Dinant y Namur.
No hay que olvidar que los habitantes de esta zona del país
hablan francés y valón, a diferencia de Flandes de habla neerlandesa, pero aun así casi todo el mundo habla bastante bien inglés y hace
por entenderte, lo cual demuestra el alto nivel cultural que existe en el norte
de Europa, una vez más.
Si quería ir con calma y que me diera tiempo a hacer las
cosas con tranquilidad, no quedaba otra, que madrugar a pesar de las horas a
las que me acostaba ayer, por lo que a las 06.30 estaba sonando el despertador
y a eso de las 07.40 ya me encontraba en la estación norte comprando el billete
de tren que me llevaría al primer destino de hoy: Dinant.
Lo que yo no sabía y que me enteraría por el simpático
encargado del hostal, es que hay muchos recorridos que los fines de semana
están a mitad de precio por lo que este trayecto directo me saldría por 13,80
euros.
El tren no salía hasta las 08.13, lo que me permitiría
desayunar algo tan tradicional de la gastronomía belga como un gofre con
chocolate y un croissant, como no, relleno también de chocolate y es que hoy
había que estar fuerte para aguantar bien todo el día.
Estación de Bruselas Norte |
A la hora indicada salía el tren, tardando una hora y tres
cuartos en llegar a Dinant. El trayecto se me pasaría volando pues me dedicaría
a dormir y la última parte del viaje a observar, a través de los amplios
ventanales, el monótono paisaje que se iba sucediendo, sin apenas variaciones
en ningún momento. Llanuras y prados para hartarte era lo que se podía
apreciar.
La estación de Dinant se encuentra muy cerca de su centro
histórico por lo que en un breve paseo te plantas en el puente desde donde se
contempla la famosa imagen de la localidad con la ciudadela, la iglesia de
Notre Dame y otros edificios colindantes y con el río Mosa, afluente del
Rin, compartiendo protagonismo.
Ciudadela y Colegiata de Notre Dame |
La principal peculiaridad de esta pequeña ciudad es que se
encuentra empotrada entre un acantilado y el río, lo que le confiere un
carácter realmente pintoresco. En el pasado sólo se podía acceder a ella en
barco, pues por un lado existía una leprosería y por el otro un inmenso peñón
bloqueaba totalmente la orilla.
Ni que decir tiene que me tiraría un buen rato por la ribera
del Mosa, disfrutando de las preciosas vistas que tenía delante de mí, lástima
que fuera un día gris.
Colegiata de Notre Dame y Río Mosa |
Río Mosa a su paso por Dinant |
Otro de los referentes en Dinant es que en ella nacería
Adolphe Sax, el inventor del saxofón, algo de lo que se sientes muy orgullosos
sus habitantes y prueba de ello son todas las esculturas de saxofones de
diferentes países que adornan el puente que atraviesa el río Mosa.
Escultura Saxofón en el Puente sobre el Río Mosa |
No habían estado nada mal los primeros impactos visuales de
la localidad por lo que, con la intención de no dejar de sorprenderme,
decidiría realizar la primera visita de la jornada a su ciudadela que fue
edificada en 1051 por el Príncipe – Obispo de Lieja e importante enclave
defensivo y estratégico en muchos momentos históricos y, especialmente, en la
primera guerra mundial.
Para subir a lo más alto se puede optar entre afrontar 408
escalones o algo más rápido y cómodo como es un teleférico, pegado a la
Colegiata.
Teleférico de la Ciudadela |
Optaría por sacar una entrada conjunta que incluía el teleférico,
el acceso a la ciudadela y un paseo en barco, a realizar en la hora del día que
uno quiera en el muelle número diez. La broma me costaría 14 euros. Sin el
paseo en barco se queda en 8 euros.
La visita, supuestamente, es guiada, pero la verdad que hubo
cierto descontrol y confusión, al menos en lo que a la hora de mi turno se
refiere. Cuando bajé de la cabina del teleférico me perdí por el patio
principal de la gran edificación y comencé a entrar en muchas de las salas y
habitaciones, a las que se tiene acceso desde él, como las troneras, una sala
donde se recrea un ataque a la fortaleza con luces y sonidos que emulan
explosiones y disparos entre ambas partes, varios miradores, etc.
Ciudadela |
Ciudadela |
Dinant desde su Ciudadela |
Tan sólo ya en la última parte, donde se tiene acceso a la
sala de armas y a estancias donde se encuentran maquetas de soldados emulando
diferente momentos de la época, me acoplaría a alguno de los grupos que estaban
por allí y todo esto ante la parsimonia total del guía.
Ciudadela |
Menos mal que había leído en qué consistía la visita
completa porque sino esto último me lo hubiera perdido y creo, sinceramente,
que es lo más interesante y curioso y lo que compensa, realmente, el desembolso
realizado. Esto es porque te conducen hasta unas habitaciones donde tienen
montada una recreación de la primera guerra mundial, en un área donde, junto a
maquetas de soldados, se simulan los disparos de las ametralladoras, los sacos
apilados de las trincheras, el ruido de las explosiones, los efectos de luz, etc.
Bunker de la Ciudadela |
Pero si lo recién comentado es impactante, no lo es menos la
siguiente y última visita: la del bunker. Nada te hace pensar que las inocentes
escaleras que te conducen hasta el subsuelo son casi que una trampa mortal o,
si no es para tanto, sí que pueda servir para pasárselo en grande al que
presenciara las reacciones de los que hemos vivido esta experiencia. El motivo
es que según vas descendiendo, las escaleras se van inclinando de una forma muy
rara, haciendo que pierdas la referencia de las líneas rectas y causándote esto
cierto mareo o inestabilidad, pareciendo incluso una atracción de feria.
Bunker de la Ciudadela |
A mí me resultaría divertido, tanto por la experiencia en
sí, como por ver como lo pasaban un montón de gente, incluidos un grupo de la
tercera edad que iban con las caras desencajadas. Me hizo gracia porque, es
verdad, que no hubo ningún incidente, pero es cierto que no me extrañaría que
algún desmayo o caída haya podido suceder ya.
La experiencia de los párrafos anteriores y las magníficas
vistas de la ciudad de Dinant y el río Mosa, son sin duda lo más destacable de
este enclave y es por ello que tras deleitarme un buen rato, de nuevo, con las
panorámicas, decidiría realizar la bajada por las escaleras, para alargar un
poco más ese impacto visual. Estas me dejarían a muy pocos metros de la puerta
de entrada de la Colegiata de Notre Dame, que sustituye a la anterior iglesia
románica, que quedó destruida por un desprendimiento del acantilado en 1227 y
fue reedificada poco después.
Dinant desde su Ciudadela |
Colegiata de Notre Dame |
Si de su exterior lo más llamativo es la torre con forma de
bulbo, en su interior lo que más llama la atención es su inmensa vidriera, una
de las más altas de Europa.
Tras esta visita pasearía por la ribera del Mosa hasta
encontrar el muelle número diez, donde se encontraba el barco que nos llevaría
a mí y a otras dos chicas a realizar el pequeño crucero por el río. Tengo que
reconocer que la primera impresión que tuve no sería del todo buena, pues era
un barco completamente cerrado, incluidas las ventanas y hacía bastante calor
en él, por lo que es evidente que ni podría hacer casi fotos y encima iba
acabar sudando como un pollo. Afortunadamente me equivocaría, pues casi antes
de zarpar, la mujer encargada empezó a abrirnos las ventanas con una manivela
especial y a los cinco minutos de empezar a navegar, y al ser tan pocos, nos
invitó a colocarnos en las escaleras de entrada con medio cuerpo fuera del
barco. Si a todo esto le sumas que el día estaba abriendo y un hermoso cielo
azul nos daba, por primera vez, la bienvenida, pues no se podía pedir nada más.
Dinant desde Paseo Fluvial por el Río Mosa |
Dinant desde Paseo Fluvial por el Río Mosa |
El paseo fue de lo más agradable pudiendo ver perspectivas
increíbles de la ciudadela y la iglesia de Notre Dame, además de las muchas
casas con arquitectura tradicional que se van encontrando a lo largo de la
ribera del río, un inmenso viaducto y diferentes accidentes geográficos como
una inmensa mole de piedra cortada en dos partes y haciendo una v, llamada
Rocher Bayard, así hasta llegar a unas exclusas donde se da la vuelta.
Paseo Fluvial por el Río Mosa |
Rocher Bayard desde Paseo Fluvial por el Río Mosa |
Paseo Fluvial por el Río Mosa |
Fueron cincuenta minutos, diez más de lo estipulado, de
paseo fluvial, por lo que le dejaría una pequeña propina al capitán y a su
acompañante por los detalles que habían tenido y ser tan flexibles para que
pudiéramos disfrutar.
Para finalizar mi visita a Dinant decidiría pasear por su
centro histórico y sobre todo por la Rue Grande, la calle principal y más
importante de las tres que tiene. Mis pasos me llevarían a ver edificios como
la iglesia de San Nicolás, el palacio de Justicia, la bonita fachada del Hotel
de Ville, con sus jardines y sus esculturas dedicadas a los fallecidos durante
la primera guerra mundial y al inventor del saxofón. También me encontraría con
la famosa casa Jacobs que vende unas galletas tradicionales con mil formas y
tamaños y que se caracterizan por cómo hay que tomarlas pues hay que partirlas
primero para después pasar a chuparlas y luego ya comerlas. No las probaría
pues no tenía ninguna gana de galletas en estos momentos.
Hotel de Ville y Escultura 1ª Guerra Mundial |
Hotel de Ville y Escultura Saxofón |
Eran ya la una pasadas y de lo que sí tenía ganas era de
comer y mira por donde que muy cerca de la tienda de galletas encontré un
restaurante que me llamó la atención por su bonita fachada y que ofrecía sándwiches
, ensaladas y pastas, así que no lo dude y para dentro que me metí. Se llamaba
“La Petite Pause” y su interior es acogedor y la comida está muy rica. Yo me
pedí un sándwich de jamón, queso y huevo
con ensalada y estaba de muerte, pues el pan es tradicional y el huevo frito
está servido encima del pan, además la ensalada viene con una salsa especial
que me encantó. De beber tomaría coca cola. Todo me saldría por 9,50 euros.
Restaurante La Petite Pause |
Restaurante La Petite Pause |
De esta manera terminaba mi estancia en la bella localidad
belga, dirigiendo mis pasos, de nuevo hacia la estación para dirigirme a pasar
la tarde a la capital valona: Namur, la cual se encuentra ubicada entre los
ríos Sambre y Mosa y ha tenido un importante papel estratégico y militar a lo
largo de los siglos.
El billete de tren me costaría 4,70 euros y en media hora me
encontraba saliendo por las puertas de la estación, visitando la oficina de
turismo, que se encuentra pegada a esta, y donde me darían un plano de la
ciudad y me indicarían los principales puntos de interés. Todos ellos cercanos
y asequibles para llegar hasta ellos caminando.
El día se había vuelto a nublar y la temperatura había
bajado unos grados, pero nada que un forro polar no pudiera solucionar.
Mucha gente me había comentado, además de leerlo en muchos
foros, que Namur era una ciudad fea y que no ofrecía nada interesante, pero quería
darla una oportunidad y juzgarla por mí mismo y a eso iba a dedicar toda la
tarde.
Comenzaría tomando la Rue de Fer, la principal calle
comercial de Namur, para a las primeras de cambio desviarme por las calles
aledañas y dirigirme hacia la Catedral de Saint – Aubain, construida a
principios del siglo XIII. Ni por dentro, ni por fuera, me causaría gran
impacto, por lo que tampoco duraría mucho en ella y me iría a visitar, que
estaba a muy poco minutos, la iglesia barroca de Saint – Loup, la cual se
erigió entre 1621 y 1645. La sobriedad de su exterior no se corresponde con lo
que te encuentras en el interior, que te ofrece columnas de mármol púrpura,
arcos de piedra negra y un techo repleto de motivos vegetales. Con razón
sorprendería, dos siglos más tarde, a Baudelaire.
Catedral de St. Aubain |
Iglesia de Saint Loup |
Iglesia de Saint Loup |
La plaza de Armas sería mi siguiente destino, encontrándomela
ocupada por una gran carpa como consecuencia del Festival de cine francófono
que se celebra en esta ciudad. Afortunadamente no afectaba para ver la fachada
del Palacio de Congresos, antigua Bolsa, y las esculturas que representan a D
Joseph y Fracwés, dos personajes del comic belga.
Edificio de la Bolsa.Plaza de Armas |
Esculturas D Joseph y Fracwés.Plaza de Armas |
Atravesando el gran arco que hay justo detrás de ellos, se
puede encontrar uno de los restos medievales más importantes de Namur: el
Belfroi, una torre, cuya campana, en el siglo XVI, anunciaba el cierre y
apertura de las puertas de la ciudad.
Beffroi.Plaza de Armas |
Muy cerca de este lugar me encontraría con una nueva plaza
donde se encontraba el edificio del teatro, el cual se construiría en 1825 y
sería destruido, pasto de las llamas, hasta en tres ocasiones y aun así sigue
siendo de las construcciones más bellas del centro histórico.
Plaza del Teatro |
Y cuando ya pensaba dirigirme hacia el otro lado de la Rue
de L´Ange me encontraría, de casualidad, un nuevo torreón llamado Marie Spilar
que formaba parte de los elementos de protección de la vieja ciudad y que se
reconstruiría tras haber sido casi destruida durante la primera guerra mundial.
Torre de Marie Spilar |
La Place Marché aux Légumes se caracteriza por ser uno de
los lugares de congregación de la gente joven de Namur y pude dar fe de ello
cuando me planté aquí en apenas cinco minutos desde donde me encontraba. Está
repleta de bares y terrazas, me imagino que ya no por mucho tiempo las
segundas, y ya había ambiente siendo sólo las 16.15. También en esta plaza se
encuentra la iglesia de San Juan Bautista con una espectacular torre.
Plaza Marché aux Légumes |
Iglesia de San Juan Bautista |
De esta manera completaba la visita al centro histórico y
aunque es cierto que posee algún que otro edificio interesante, no voy a negar
que en su conjunto tampoco me llamaría demasiado la atención. Es una ciudad
prescindible y que no puede competir, ni compararse al resto de tesoros belgas.
Si además se tiene en cuenta que el llegar hasta aquí supone casi una hora y
media, creo que uno se la puede perdonar, aunque es cierto que se puede
aprovechar para visitarla si se llega al aeropuerto de Charleroi, que pilla más
a mano. Sin embargo creo que es imprescindible conocer Dinant, por lo que puede
ser un complemento a esta.
Aunque había terminado la visita al casco antiguo, todavía
me quedaba por descubrir los entresijos del emblema principal de Namur: su
Ciudadela, por lo que me dirigí a cruzar el puente sobre el río Sambre,
encontrándome aquí el parlamento valón, y en pocos minutos más estaba delante
de la llamada rampa verde, el principal acceso para conquistar este coloso de
piedra. Esta entrada se construiría en el S.XVII y sería utilizada asiduamente
por carruajes y caballos.
Río Sambre a su paso por Namur |
Parlamento Valón |
Cuesta Verde. Ciudadela |
La empinada cuesta se me resistió lo suyo y es que últimamente
estoy algo más bajo de forma, pero con algo de esfuerzo extra conseguía llegar
hasta la parte alta, donde podría presenciar unas vistas espectaculares de la
ciudad y de sus dos ríos. Es esto, sin duda, lo que más merece la pena, pues
aunque de proporciones descomunales no hay nada que, realmente, te haga
sorprenderte. Puedes pasear por los pasillos de las murallas, sus túneles, sus
amplios espacios verdes, pero, para mi gusto, todo resulta monótono y no tiene
ningún aliciente especial.
Namur desde su Ciudadela |
Ciudadela |
Ciudadela |
Lo mejor, como ya comentaba, las diferentes e increíbles
perspectivas que te puedes llevar desde casi cualquier ángulo. Sólo por esto
merece la pena subir.
Desperdigados por toda esta extensión de terreno, también
puedes encontrarte con un montón de edificios y barracones que hacen de salas
de exposiciones, algún restaurante y un centro de información al visitante,
pero nada reseñable.
En uno de los extremos se puede visitar una tienda de
perfumes de quien es toda una celebridad para los belgas, Guy Delforge, pero
tengo que decir que no duré allí ni cinco segundos porque este es un tema que
me aburre sobremanera.
Para finalizar mi visita llegaría hasta la explanada, donde
hay un enorme parking y un monumento con columnas simétricas dedicado a la
patria, pero bastante mal conservado, la verdad que da pena, así que eché un
vistazo rápido y comencé la bajada por el lado contrario por el que había
venido hasta llegar a la ribera del río Mosa.
Teatro de Verdure.Ciudadela |
Aunque me encontraba cansado, el pasear con el inmenso
caudal de las aguas a mi lado era algo que me relajaba. Hacía un frío
soportable y no había casi ni un alma por esta zona, por lo que se me hicieron agradables
los casi dos kilómetros que me separaban de mi hostal de hoy, el Auberge de
Jeunesse, situado en Avenue Felicien Rops, 8.
Río Mosa |
Este ocupa una preciosa casona en perfecto estado y se
encuentra en frente del río Mosa, lo que permite desde cualquier habitación que
dé a este, poder contemplarlo. Me recibiría un señor y una de sus hijas,
indicándome las instrucciones de siempre, que casi no varían en cualquier
alojamiento de este tipo. Además me comunicarían que había sido afortunado
porque la habitación de cuatro personas que había reservado por 28 euros, la
tenía toda para mí, por lo que más feliz no podía estar. El dormitorio era
inmenso, limpio y con ducha y un pequeño lavabo incorporado, teniendo sólo que
salir fuera de él para ir al servicio. Además daba al río y las vistas eran
inmejorables. Por ese precio y con todo esto, era para considerarse agraciado.
El único pero, que está, como ya he comentado, a dos kilómetros del centro
histórico y a tres de la estación de trenes, pero hay autobuses que te dejan
casi en la puerta.
Auberge de Jeunesse |
Tras descansar un rato, me animaría a bajar a la zona común
y pedirme una buena cerveza. Me recomendarían una que se llama Galouise y
mientras la saboreaba, me entretendría descargando las fotos y viendo como un
grupo de más de veinte jóvenes se lo pasaban en grande.
Eran ya las nueve y el estómago empezaba a hacer estragos,
por lo que no lo haríamos esperar mucho y, como servían cenas, por supuesto,
que lo aprovecharía. Me pediría dos salchichas blancas, con compota de manzana
y croquetas de patata. Estaba todo riquísimo y en buena cantidad. Lo mejor de
todo el precio, seis euros la comida y tres la cerveza.
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