Si existe un país del que guarde un recuerdo especial, ese
es sin duda Bélgica, pues sería en él donde haría mi primera escapada en
solitario por la vieja Europa y donde dejaría de lado buena parte de mis miedos
viajeros, ya que a partir de entonces se sucedieron un sinfín de nuevos viajes
que, hoy por hoy, continúan.
Comenzaría conociendo, como no podía ser de otra manera, las
joyas de la corona, es decir, las siempre encantadoras Brujas y Gante, que son
casi de visita obligada en la primera estancia en este país. Quedaría
sorprendido por el embrujo de sus canales y por tener la sensación de haberme
trasladado unos cuantos siglos atrás. Quedaría prendado de sus encantadoras
casas de piedra, del aire romántico que se respiraba a cada paso en lugares
como el Beaterio y los molinos de Brujas y el muelle y las torres de Gante.
Disfrutaría de su afamada cerveza en algunas de las cervecerías de más
tradición e incluso podría compartir algún brindis con improvisados amigos
aparecidos por sorpresa.
En aquel viaje también tendría la oportunidad de conocer la
capital belga, Bruselas, la cual y en contra de los que muchos opinan, me
causaría una buena impresión, pues sin poder llegar a competir con otras
capitales europeas, sí que es cierto que tiene lugares y rincones de lo más
interesantes, más allá de la Grand Place y del niño meón.
Es verdad que aquella escapada dejaría el listón muy alto en
este país, pero me resistía a dejar de conocer otras ciudades y pueblos a los
que también se les reconoce un encanto y un prestigio importante y aún a riesgo
de no volver con el mismo entusiasmo de aquel viaje, sí que quería darles una
oportunidad a ciudades de renombre como Amberes, Lovaina, Dinant y Namur. De
esta manera tocaba la parte oriental de la región flamenca y dos de las
ciudades más famosas de la zona valona, que siempre va por detrás en lo que al
turismo se refiere y es que es complicado competir con semejantes pesos pesados.
También es cierto, no lo vamos a negar, que el empujón final
para acabar por estos lares me lo daría la oferta de la compañía aérea Bruselas
Airlines, de la misma manera que ya sucediera
en el primer viaje y es que en esta ocasión conseguiría un vuelo al
aeropuerto central de Bruselas por 78 euros, oferta imposible de rechazar,
aunque hubiera sido para volver a repetir lugares.
Me preguntan muchas veces que como diablos consigo esos
precios en puentes y en compañías como estas y siempre respondo lo mismo. Mirar
los vuelos con siete y ocho meses de antelación y además de esto, estar
pendiente de los precios durante varias semanas hasta conseguir semejantes
chollos. Si no es evidente que es imposible algo así.
Otro de los factores que juegan a favor de este tipo de
ofertas es la hora a la que vuelas y es
que no es lo mismo coger un avión de 15.00 a 19.00 que a partir de esta hora,
aunque depende también de cada compañía. Mi vuelo en este caso salía a las
21.10, lo que iba a suponer que llegara a la capital belga a las tantas y más
exactamente a las 23.30, debido a un
pequeño retraso de quince minutos en el despegue.
Debe ser que los años y la experiencia te van volviendo más
sensato y en está ocasión no quise arriesgar como en otros viajes, pues cualquier
imprevisto me hubiera condenado a tener que buscarme la vida casi a media noche
y a perder seguramente el importe de la primera noche en Bélgica. Digo esto
porque mi idea en un principio no era otra que recién aterrizado tratar de
tomar el penúltimo o el último tren hacia Amberes o Namur, pero tras valorar un
poco la situación y aunque en otras ocasiones, como en Suiza, me había salido
la cosa bien, tampoco haya que tentar a la suerte.
Por tanto esta primera noche la pasaría en Bruselas, con el
objetivo de partir al día siguiente hacia mi primer destino: Namur
Me alojaría en el Hostel que ya me acogió en mi primera
estancia en la capital belga, el Brussels Hostel Grand Place situado en una de
las calles que van a desembocar en la Grand Place (Haringstraat). Más vale lo
bueno conocido y, por tanto, para que irme a otro cuando tan buen recuerdo me
había quedado de este. (29 euros en habitación de cuatro personas).
Ya contaba en el diario de Flandes Occidental que antes de
dirigirte a los aledaños de la soberbia plaza, para tomar posesión de la cama
asignada, el check in se realiza en las oficinas situadas a unos diez minutos
de este lugar, en el Boulevard Emile Jacqmain, 99.
Para llegar hasta aquí desde el aeropuerto central de
Bruselas, sólo tienes que dirigirte a la planta -1, nada más salir a la zona
común y tomar cualquiera de los trenes que hagan parada en la estación de
Bruselas Norte, que son la gran mayoría, independientemente del destino al que
vayan. El resto de indicaciones las explican de maravilla en su página web:
La vez anterior me colé por completo cogiendo el metro desde
la estación norte de Bruselas, lo que me supuso más tiempo y más dinero, sin
ser para nada necesario. Fue una tontería, pues en diez minutos andando, desde
dicha estación, te has plantado en el hostal.
Llegaría a las 00.20 entre unas cosas y otras y cuando ya
pensaba que tendría que seguir las instrucciones que hay en la puerta para la
gente que llega a horas intempestivas, cual sería mi sorpresa que estaba uno de
los encargados, el cual me haría pasar a recepción para hacer el check –in. La
siguiente sorpresa sería que hablaba español, así que más fácil todavía.
Gracias a esto me enteraría que había tenido una suerte enorme pues todo el
personal de trenes había estado en huelga hasta las 22.00 y habían causado
grandes problemas a mucha gente para conseguir llegar. Si alguien se ha leído
el diario de Flandes Occidental, habrá visto que las huelgas me persiguen en
Bélgica.
Aunque en principio tenía reservada una cama en el edificio
que se encuentra al lado de la Grand Place, me dio a elegir entre eso o una
cama en el edificio en el que me encontraba y como era tardísimo y mañana
pensaba madrugar para dirigirme otra vez a la estación, me pareció una gran
idea el quedarme en este lugar.
Las habitaciones cuentan con cuarto de baño incorporado y
con ducha, algo atípico en los hostels, ya que casi siempre tienes que salir de
la habitación para algo. Todo muy limpio y te facilitan las sábanas. La toalla
supone un euro más.
Tras organizarme un poco, lo cual me supondría plantarme en
la 01.00, daría por finalizado el intenso día.
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