4 de Septiembre de 2015.
Era un hombre nuevo, después de haber dormido casi diez
horas como un lirón. No me podía haber venido mejor el tomarme el día de ayer
con calma, terminándolo con la experiencia relajante del onsen, porque gracias
a todo ello me levanté como nuevo y con todas las fuerzas recuperadas y como si
empezara el viaje en este punto, por lo que estaba pletórico y con muchas ganas
de llevar a cabo los planes de hoy.
Con esta ilusión, recogería todo y me encaminaría hacia la
estación pues a las 08.50 salía el autobús hacia Shirakawa-go.
Unos bollos y un zumo (300 yenes) serían suficientes para
coger fuerzas antes de afrontar la hora de viaje que tenía por delante hasta
llegar al espectacular valle de Shokawa, donde se encuentra la hermosa aldea de
Ogimachi, perteneciente al distrito de Shirakawa-go.
Recordar que tanto este billete como el del autobús que
tomaba por la tarde, los había adquirido el día anterior para evitar quedarme
sin ellos y creo que hice bien, porque no iba ni un solo hueco libre, lo que me
extrañaría al esperarme que ya en estas fechas no fuera tanta gente. Por cierto que como ya dije, el pase del
Japan Rail no es válido para realizar estos trayectos por lo que hay que sacar
la cartera y dejarse la pasta.
Otra de las cosas que me sorprenderían es el escaso tiempo
que tardamos en realizar el recorrido y es que como no, también las carreteras
las tienen impolutas, independientemente del tipo de vía que sea.
Así que me plantaba en la misma estación de Ogimachi a las 09.45,
dirigiéndome, nada más bajar, a las taquillas que allí se encuentran, para
dejar la mochila que llevaba e ir casi con lo puesto y la cámara, pues todo
parecía indicar que el día iba a acompañar y los pequeños claros que se iban
viendo, se convertirían después en un cielo, más o menos despejado.
Una vez que me hice con un mapa en castellano, pues aquí sí
que hay en un montón de idiomas, abandonaría la consigna y cruzaría justo en
frente para llevar a cabo la primera visita de la mañana al museo al aire libre
Gassho-Zukuri Minka-en (600 yenes), donde se conservan en perfectos estado
casas tradicionales traídas de diferentes lugares del país en las que destacan, como característica fundamental, sus
tejados de paja. Estas construcciones con sus singulares techos escarpados se
desarrollaron en zonas de copiosas nevadas y son un tipo de vivienda que sólo
puede verse en esta región. Los tejados tienen forma de gassho que significa
manos en oración, motivado porque el clima exige protecciones robustas y en
pendiente que soporten las pesadas nevadas del duro invierno.
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Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen |
Otra característica importante es que tenían que ser lo
suficientemente grandes, generalmente de tres o cuatro plantas, para poder
acomodar a familias de 20 o 30 miembros de diferentes generaciones. Solían ser
artesanos o agricultores.
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Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen |
El recorrido me fascinaría, pues era como retroceder en el
tiempo siglos atrás y poder ver el Japón más feudal y más cerrado. Gran parte
de las viviendas pueden visitarse al completo, permitiéndote subir hasta el
último de los pisos y apreciar, en sus diferentes niveles, un gran conjunto de
herramientas agrarias y de curiosos objetos de esa apasionante época histórica.
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Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen |
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Interior Casa Tradicional. Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen |
También se puede apreciar cómo era el típico hogar rural
japonés, en el que se cocinaba y se realizaba la vida cotidiana, sin faltar un
viejo molino, un pequeño arroyo que te acompaña en la práctica totalidad del
circuito y hasta una pequeña cascada en la parte final de la visita.
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Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen |
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Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen |
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Museo al Aire Libre Gassho Zukuri Minkaen |
El recinto es enorme y en mi recorrido apenas me encontraría
a nadie, pues la gran mayoría de personas que van llegando a la aldea se
marchan directas a cruzar el puente que te lleva al centro de la población,
donde están las casas auténticas del lugar. Como mi intención era pasarme aquí
todo el día y no tenía ninguna prisa, prefería ir con calma y llevarme esta
otra perspectiva que me hacía bastante ilusión.
Ese puente al que me refería en el párrafo anterior es el
llamado Deai y atraviesa el río Shogawa, permitiéndote, nada más cruzarlo,
entrar de lleno en el corazón de la población y encontrarte rodeado por gran
cantidad de viviendas con las mismas características que las que había visto en
el museo, pero esta vez emplazadas en sus lugares originales en las que fueron
construidas.
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Puente Deai y Río Shogawa |
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Casas Tradicionales al estilo Gassho |
El lugar es soberbio y una de las primeras cosas que no pude
evitar pensar es en cómo sería esta imagen en pleno invierno, con todo el valle
cubierto de nieve.
Estaría un buen rato paseando y deteniéndome a observar los
viejos caserones y sus inmensas estructuras, antes de dirigirme a visitar el
templo budista Myozenji, pues no podía faltar el lugar destinado al culto en la
aldea. Desde uno de los laterales de este, una vereda de tierra se internaba
por un bosquecillo de lo más agradable, la cual seguiría y tras un sencillo
paseo, en ligero ascenso, de unos 20 minutos, llegaba hasta el fabuloso
observatorio Shiroyama que te permite ver la aldea y las montañas que la rodean, casi a vista de
pájaro.
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Casas Tradicionales al estilo Gassho |
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Mirador de Shiroyama |
Tampoco podría evitar aquí, sentarme a contemplar el
panorama y es que me encanta recrearme con lugares tan increíbles todo lo que
puedo, lástima que muchas veces no pueda hacerlo tanto como me gustaría, por no
disponer del suficiente tiempo y es que ya se sabe que este es el gran enemigo
del viajero.
Pero hoy no era el caso y tenía todo el tiempo del mundo y
un sol espléndido que cada vez brillaba con más fuerza, así que cuando me di
por satisfecho en la contemplación del paisaje, empecé la bajada por el lado
contrario de donde había subido, acompañado por una flauta rellena de algo
parecido a arroz triturado y un refresco
(350 yenes).
Saciando el imprevisto apetito que me había entrado, llegaba
hasta un estanque de nenúfares y muy cerca de este me encontraba con la casa de
la familia Wada (300 yenes), una vivienda de estilo Gassho-Zukuri, cuyo
interior sería el primero que visitaría de las construcciones originales de la
población. Este era uno de los clanes más ricos del pueblo y por tanto su casa
era una de las más grandes y mejor conservadas. Además sus miembros se
dedicaban al comercio de la seda, por lo que en su azotea se pueden ver
utensilios y herramientas que se utilizaban para este fin a través de la cría
del gusano de seda. Por cierto que desde los enormes ventanales de esta última
planta se tienen también unas estupendas vistas de las granjas de los
alrededores.
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Estanque con Nenúfares |
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Casa de la Familia Wada |
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Casa de la Familia Wada |
Acabada la curiosa e interesante visita, aprovecharía para
comer algo sobre la marcha, para ser más exactos, sería una empanada de carne,
que ofrecían en un puestecillo, acompañada de un zumo de Kiwi (400 yenes).
Se notaba que tenía las pilas cargadas y un claro ejemplo de
ello es que me seguía apeteciendo visitar más lugares, por lo que aunque era
probable que se pareciera bastante a la casa que acababa de visitar, decidiría
entrar en una nueva vivienda, en esta ocasión la de la familia Kanda (300
yenes). En el centro de su vestíbulo pude encontrarme con una hoguera encendida,
sobre una superficie de arena, que la hacían de lo más acogedora, además de
tener la función de evitar un posible incendio, pues los materiales de este
tipo de viviendas son bastante inflamables. En la sala contigua, hallaría una
mesa con una tetera, donde no dudaría en servirme en una taza un poco de la
misma, pues era gratis. Allí estaría un rato antes de continuar con la visita
por las plantas superiores donde se vuelven a mostrar nuevos utensilios del
quehacer diario en estas tierras.
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Casa de la Familia Kanda |
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Casa de la Familia Kanda |
Y ya que estaba casi al lado, no podría evitar entrar en la
tercera casa importante de la aldea, la del clan médico Nagase (300 yenes),
donde la principal diferencia, con respecto a las otras construcciones, son la
cantidad de utensilios médicos que hay en su interior, dado que sus miembros
eran doctores de importantes familias de los alrededores. Por lo demás todo era
casi idéntico a lo que ya llevaba visto.
Eran las 16.00 cuando salía de la última visita que
realizaba, por lo que todavía tendría más de una hora por delante para perderme
por las diferentes calles de la aldea y seguir deleitándome con estas
increíbles viviendas y su entorno. Todo ello mientras entraba y salía de muchos
de sus comercios y tiendas, donde no podría evitar comprar algún que otro
recuerdo.
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Casas Tradicionales al estilo Gassho |
Aunque yo me tomaría con mucha calma tanto este como el día
anterior, es cierto que siendo un poco selectivo y si se va falto de días, es
factible poder visitar en una sola jornada Takayama y Ogimachi. Pero como acabo
de comentar, ciñéndose a los lugares más principales y sin recrearse demasiado.
No obstante mi consejo sería dedicar un día para cada lugar y así disfrutar más
de todo lo que ofrece cada uno de ellos.
A las 17.30 tomaba el autobús que me llevaría en una hora a
Kanazawa, donde pasaría la noche y ciudad a cuya visita dedicaría la jornada de
mañana.
Llegaría a la estación principal bajo un enorme aguacero que
me haría no poder moverme de allí hasta pasada otra hora más, por lo que aprovecharía
para comprarme la cena en un supermercado que había en el interior, optando,
como ya casi era una tradición, por los bollitos de arroz y una bandeja de
makis, unos zumos y algo de dulce (1050 yenes).
Afortunadamente escamparía y podría marcharme para mi
alojamiento de esta noche, el hotel Castle Inn Kanazawa (3800 yenes). Se
encontraba a no más de diez minutos andando de la estación central. El personal
de la recepción, como siempre, sería de lo más amable y me facilitaría un mapa
en castellano de la ciudad. La habitación que me correspondería estaba situada
en el edificio viejo y es cierto que se la veía antigua, pero para pasar una
noche, si no eres muy pijotero, es más que suficiente.
A las 22.30 estaba apagando la luz, pues no quería que
el cansancio me volviera a pasar factura como en Takayama.
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