2 de Septiembre de 2014.
Dormí como un lirón y, la verdad que cuando me recosté en el pedazo sofá a eso de las 23.00, no podía pensar que no me despertaría hasta las 09.00 y es que se estaba la mar de a gusto entre la comodidad del asiento, la manta y la almohada. Esto suponía que en sólo hora y media más ya estaría en Puerto Montt, por lo que me entretuve mirando el paisaje por la ventanilla, el cual suponía un cambio abismal de todo cuanto llevaba visto, ya que del clima semi tropical de la Isla de Pascua o del desértico de Atacama, pasaba a grandes espacios de un verde intenso y la frondosidad de grandes árboles y esto acompañado de una lluvia incesante que no dejaba de caer. Respecto a esto último ya me habían advertido hasta la saciedad, los guías de San Pedro, ya que muchos habían vivido y nacido en el sur, en más de una oficina de información turística y más de una persona que me iba encontrando por el camino, que si no quería amargarme lo que quedaba de viaje, fuera muy mentalizado de que me iba a llover gran parte de mi recorrido por el sur, pues se trata de zonas de una pluviosidad anual de las mayores del planeta y más en invierno. Así que traté de ir concienciándome días atrás y ya venía algo preparado para lo que, supuestamente, me esperaba.
Dormí como un lirón y, la verdad que cuando me recosté en el pedazo sofá a eso de las 23.00, no podía pensar que no me despertaría hasta las 09.00 y es que se estaba la mar de a gusto entre la comodidad del asiento, la manta y la almohada. Esto suponía que en sólo hora y media más ya estaría en Puerto Montt, por lo que me entretuve mirando el paisaje por la ventanilla, el cual suponía un cambio abismal de todo cuanto llevaba visto, ya que del clima semi tropical de la Isla de Pascua o del desértico de Atacama, pasaba a grandes espacios de un verde intenso y la frondosidad de grandes árboles y esto acompañado de una lluvia incesante que no dejaba de caer. Respecto a esto último ya me habían advertido hasta la saciedad, los guías de San Pedro, ya que muchos habían vivido y nacido en el sur, en más de una oficina de información turística y más de una persona que me iba encontrando por el camino, que si no quería amargarme lo que quedaba de viaje, fuera muy mentalizado de que me iba a llover gran parte de mi recorrido por el sur, pues se trata de zonas de una pluviosidad anual de las mayores del planeta y más en invierno. Así que traté de ir concienciándome días atrás y ya venía algo preparado para lo que, supuestamente, me esperaba.
A las 10.30 estaba ya con la mochila a cuestas en la
terminal de buses de Puerto Montt. Mis planes eran conseguir un coche de
alquiler por no más de 30000 pesos, presupuesto máximo al igual que en Rapa
Nui. Tras irme a la avenida principal de la ciudad e intentarlo con agencias como
Avis o Europcar, ninguna de ellas cumplía con mis expectativas ya que insistían
en que no les quedaban coches pequeños que era de la única manera de que pudieran ofrecerme el precio que yo quería. Todas me pedían de los 35000 a los 45000
pesos por coches como el Picasso y de categoría similar. Así que seguí buscando
y entré en la sucursal de Econorent. Allí le conté al agente que me atendió lo
que quería y tras hacer una llamada me dijo que tenían un Hyundai Accent HB por
27000 pesos al día. Lo que me pareció perfecto. Me haría con este por cuatro
días, por lo que tendría que devolverlo el sábado a las 12.30, ya que entre
todo el papeleo y encontrar el sitio idóneo me había dado esta hora. Pero
bueno, ahora ya lo tenía todo listo, así que activé el GPS que traía con los
mapas de chile metidos en él, gracias a mi amigo Nacho y me dirigí dirección
Pargua, que se encuentra como a una hora de Puerto Montt y casi todo el rato
autovía y en muy buenas condiciones. Tuve que pagar un peaje de 1650 pesos. El
motivo de dirigirme hasta esta pequeña aldea no era otro que tomar uno de los
transbordadores que te llevan hasta la isla de Chiloé, donde quería pasar que
menos que dos días. Bastante poco para todo lo que ofrece, pero el tiempo
siempre juega en contra de los viajeros. El precio por el vehículo fue de 10700
pesos y un trabajador pasa directamente por tu auto para cobrarte. El trayecto
dura media hora y en él puedes bajarte del vehículo y subir a una pequeña
pasarela desde donde vas viendo el estrecho canal de Chacao que es realmente
bonito. Mucha gente se quedaba en los coches pero yo creo que merece la pena
subir y ver el espectáculo. La frecuencia de las embarcaciones es de media
hora, las 24 horas del día.
La corta travesía termina en Chacao, del mismo nombre que el
canal, y una vez que se abren las compuertas del barco ya te encuentras en la
maravillosa isla de Chiloé.
Inmensos Parque Nacionales con densos bosques, paisajes
azotados por el viento, 16 iglesias declaradas Patrimonio de la Humanidad, los
peculiares palafitos sostenidos por estacas
sobre el agua del mar, etc. Todo esto y mucho más ofrece esta inmensa
isla.
Yo comenzaría desplazándome hasta Ancud, donde no tenía
intención de parar pero al ver una oficina de turismo, 2 km antes de entrar a
la población, me detuve a preguntar algunas cosas y, al final, salí convencido
de que esta localidad también tenía mucho que ofrecer, por lo que sería aquí
donde me detendría para hacer la primera visita.
Me encaminaría, por tanto, hacia el Fuerte Real San Antonio,
uno de los últimos lugares fortificados hispánicos de América. Aquí caerían los
españoles ante las tropas chilenas, después de cinco días de batalla por tierra
y mar. Firmando una capitulación honrosa para
los españoles y consolidando la independencia de Chile.
El sitio se encuentra rodeado por cañones y las vistas del
mar y de una parte de Ancud son extraordinarias. Si a esto le añadimos que no
llovía y el sol se dejaba ver de vez en cuando, pues que mejor manera de
comenzar la estancia en la isla. Un poco más arriba de esta fortificación
también se puede visitar lo que se conoce como Polvorín, otra parte del Fuerte
de San Antonio y también núcleo fundacional de la ciudad de Ancud.
Ancud desde Fuerte de San Antonio |
Polvorín.Fuerte de San Antonio.Ancud |
Océano Pacífico desde Fuerte de San Antonio.Ancud |
Tras estos lugares de tanta importancia histórica me
acercaría a ver las iglesias de San Pio y San Francisco, que aunque no están
declaradas Patrimonio de la Humanidad, son realmente bonitas. Hay que tener en
cuenta que en la isla hay unas 150 iglesias y muchas merecen también bastante
la pena aunque no cuenten con el gran galardón.
Muy agradable
sería también la pequeña caminata que daría por el paseo marítimo de la localidad
con bonitas vistas sobre la bahía y las embarcaciones pesqueras reposando sobre
sus aguas, las colinas a rebosar de vegetación con mil tonalidades diferentes, nuevas
perspectivas de las casitas de colores que conforman el pequeño pueblo y hasta cañones
apuntando al horizonte, fiel muestra de los gloriosos tiempos pasados.
Ancud desde su Costanera |
Bahía de Ancud desde su Costanera |
Cañones en la Bahía de Ancud |
Tras otra breve visita a su museo donde podría ver
instrumentos como puntas de proyectil de grupos de cazadores, cerámica
prehispánica, imágenes de Chiloé en papel y negativos, etc, tome el vehículo y
me fui dirección Castro, del que todavía me separaban unos 90 kilómetros. Pero
aunque empezaba a llover con fuerza, que pronto se acabó la alegría, decidiría
que como ya no anochecía hasta las siete, me iba acercar a ver una de esas
iglesias galardonadas con el título de Patrimonio de la Humanidad. La elegida
sería la de Tenaún que significa en el idioma nativo “tres montes”. Se piensa
que las tres torres de la iglesia simbolizan este concepto. También posee dos
estrellas celestes pintadas en su frontal, lo que la hace aún más bonita.
Iglesia de Tenaún |
Tanto esta iglesia como las del resto del archipiélago son
el resultado de un rico diálogo intercultural, y de un profundo mestizaje.
Estas capillas tienen la peculiaridad de haber sido construidas por la
comunidad de fieles. Los lugareños aportaban su trabajo o bien materiales de
construcción, y procedían a edificar las capillas en conjunto con los
misioneros. Lo que las hace únicas.
Hay que tener en cuenta que el medio chilote ofreció
especiales condicionantes a la conquista, colonización y evangelización
española tales como su excepcional aislamiento, la dispersión de la población
indígena, la comunicación natural por mar,
la pobreza relativa de recursos y una gran riqueza maderera.
La lluvia y el hecho de que empezara a anochecer, harían que
no permaneciera allí más de un cuarto de hora. Además el camino que te lleva
hasta aquí, es de ripio con una gran cantidad de baches y zonas encharcadas, lo
que hizo que me preocupara bastante a la hora de volver, pues con un coche
como el mío no era muy aconsejable andar por esos caminos con la que estaba
cayendo, bueno y sin que cayera, tampoco, pero esta iglesia me hacía especial
ilusión conocerla. Así que ya casi de noche comencé el regreso a duras penas y
rezando por no destrozar el vehículo. Varias veces temí por ello y los
escalofríos que me entraban sólo de pensar lo que hubiera tenido que pagar, me
dejaban mal cuerpo, pero gracias a Dios conseguía salir ileso del camino y
tomar la carretera de asfalto hasta Castro, donde llegaría sobre las 20.00.
Aquí me iría directo a uno de los hostales que recomendaba
Lonely Planet, el llamado Palafito Hostel, donde no tendría problema para
conseguir una cama. De hecho en la habitación de cuatro personas estaba yo
sólo. Sabía que en el sur y en esta época no habría problema de alojamiento por
lo que en esta etapa del viaje lo fui haciendo todo sobre la marcha. El precio
por cada noche era de 13000 pesos con desayuno incluido. Lo mejor era su ubicación,
al lado de los famosos palafitos, por lo que mañana tendría oportunidad de
comenzar el día con ellos. Pero además de esto, su interior era acogedor,
limpio y daba gusto estar en él. Afortunadamente la cosa se empezaba a igualar
y junto con el de Valpo, ya eran dos buenos lugares en los que iba a dormir.
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