CHILE - DIA 03. Géiseres del Tatio y valles de la Muerte y de la Luna

17 de Agosto de 2014

Así era, no quedaba más remedio que levantarse a las 04.00 de la madrugada para estar listo a las 04.30 que pasaban a recogerme. Y es que si uno quiere ver como Dios manda, o mejor dicho, si uno quiere ver las inmensas fumarolas que brotan del suelo en el campo geotérmico de los Géiseres del Tatio, no queda otra.

Sería media hora la que tardaríamos en recoger a todos los miembros del grupo y es que en esta ocasión el transporte iba a ser un autobús en toda regla, algo que no me sorprendería al ser El Tatio una de las mayores atracciones naturales de los alrededores de San Pedro de Atacama. Nuevamente coincidía con los españoles, residentes en Santiago de Chile, que se habían venido a pasar el fin de semana largo, por ser fiesta el viernes, a conocer esta zona del país y con los que había pasado todo el día de ayer. Así que tan contento, la pena que ya sería la última vez que les vería pues su vuelo partía por la tarde - noche.

Eso sí, siendo las horas que eran, era evidente que tampoco nos apetecía mucho hablar a ninguno, por lo que la hora y medio de trayecto que se tarda en recorrer los algo más de 80 kilómetros hasta llegar hasta ellos, nos la pasaríamos durmiendo.

El camino hasta allí se caracteriza por estar sembrado de socavones, baches, agujeros, algún que otro río, badenes y no demasiadas indicaciones, lo que me hizo comprender a las primeras de cambio porqué recomiendan, si no conoces el lugar, no hacerlo por tú cuenta con un coche de alquiler. Y es que tienes bastantes papeletas de hacerle algo al coche y luego sufrir las consecuencias económicas al respecto.

Un poco antes de las siete, llegábamos a la caseta de entrada del parque (5000 pesos la entrada), donde tras hacer los trámites pertinentes de compra de entradas y avanzar unos metros más adelante, por fin, tenía ante mí, el tan increíble fenómeno.

Géiseres del Tatio

Géiseres del Tatio

Comentaba que la razón por la que se madruga tanto es para poder ver en su máximo apogeo las fumarolas de vapor y es que cuando el agua hirviendo surge a borbotones de las entrañas de la tierra y entra en contacto, unos metros más arriba, con el gélido ambiente exterior, esta se vuelve vapor de agua. Según va avanzando el día y las temperaturas van ascendiendo, pues estas son mucho menos intensas o desaparecen.

Géiseres del Tatio

Géiseres del Tatio

La temperatura exterior debía rondar los siete grados bajo cero, lo que hizo que a pesar de ir abrigado cual esquimal, los dientes me empezaran a castañear sin parar y mi cuerpo a tiritar. Daniel, tocayo y guía que nos había correspondido para la mañana de hoy, nos había advertido que por mucho frío que tuviéramos no nos acercáramos a calentarnos a las fumarolas, ya que con las precauciones oportunas y no sobrepasando las líneas de seguridad, se puede hacer sin problema. El motivo es que aunque esa primera función de calentarte si que la cumplirían, es sólo algo ficticio, ya que al ser vapor de agua, te impregna la ropa de este y luego se congela y lo único que consigues es tener más frío y más humedad en tú cuerpo.

Géiseres del Tatio

Al final el cuerpo se habitúa a todo y pronto superé los primeros instantes de congelación con la ayuda del incremento progresivo de la temperatura en el ambiente. Esto me permitiría disfrutar mejor del espectáculo sublime que se estaba produciendo en todo el campo de géiseres.

Cuando Daniel nos contaba que habían estado a punto de acabar con esta maravilla, no pude evitar poner un gesto de ira en mi rostro. Ello casi sucede como consecuencia de las explotaciones que empezaron a realizar empresas como Codelco y Enap con el objetivo de conseguir energía geotérmica. De hecho causarían una fumarola de unos sesenta metros que no consiguieron controlar hasta que un científico que venía de turista les dio la brillante idea de que era tan sencillo como enfriarla. A partir de este suceso y de las presiones indígenas y de la comunidad atacameña parece que se olvidaron del asunto, al menos de momento, en beneficio de todos aquellos que quieren seguir disfrutando de esta zona tan increíble.

Géiseres del Tatio

Géiseres del Tatio

Todas las fumarolas están perfectamente delimitadas por círculos de piedra a su alrededor, por lo que es evidente que si no quieres abrasarte, no hay que hacer el memo, como de hecho pude ver que lo hacían algún que otro japonés y algún joven europeo.

Géiseres del Tatio

Géiseres del Tatio

Géiseres del Tatio

Cuando el espectáculo llegó a su fin y sólo quedaban ya pequeños hilos de humo en puntos muy concretos del campo, daba pena verlo en comparación con tan sólo unos instantes atrás, llegó el momento de ponernos ciegos con el desayuno que nos había preparado nuestro guía y que sería igual que el del día anterior, con la excepción de que esta vez también contábamos con chocolate bien calentito, lo cual fue de agradecer.

Géiseres del Tatio

Cuando terminamos volvimos a montar en el bus y nos desplazamos sólo unos metros más adelante para poder ver por un lado, los grandes géiseres en activo del campo y que no dejan de brotar del suelo, y por otro, para que todo aquel que lo deseara pudiera bañarse en la piscina termal. Ante esta oportunidad, por supuesto, que no quería dejar de experimentar el sentir el agua caliente, mientras me bañaba, mientras afuera hacía un frío que pelaba. Así que me puse el bañador y muerto de frío me introduje en la piscina por su parte media. ¡Joder, que frío! Es cierto que el agua estaba algo templada, pero no lo suficiente como para mitigar la sensación de estar helado que tenía. Me fui, rápidamente, hasta la esquina desde donde brota el agua con mayor temperatura, pero esta estaba completamente a rebosar de gente y costaba abrirte un hueco para conseguir llegar hasta la zona confortable. Cuando, por fin, conseguí el ansiado hueco, la verdad que era terrible el tener que estar soportando patatas, empujones y el sobaco de quien tenías al lado casi en tú boca, por lo que no duré ni dos minutos allí y me largué a los vestuarios a cambiarme. Sinceramente no me gustó nada la experiencia. Tanta historia para estar en una piscina cutre con un montón de gente peleándose por un chorro de agua caliente.

Piscina Termal. Géiseres del Tatio

Piscina Termal. Géiseres del Tatio

Así que como me sobraba tiempo, me uní a los españoles, que optaron por no bañarse, y nos fuimos a ver los géiseres. Estaban bastante curiosos, aunque no me impresionaron tanto como los que tendría oportunidad de ver en Yellowstone, en USA. Al final no puedes evitar comparar unas cosas con otras. El más espectacular, sin duda, fue el llamado Géiser asesino, que ya se ha cobrado la vida de varias personas.

Géiseres del Tatio

Géiseres del Tatio

La siguiente parada sería en el vado del río Putana, proveniente del volcán donde nace. En él se pueden observar, en sus frías aguas congeladas, algunas especies de avifauna características de esta zona.

Vado del Río Putana
Vado del Río Putana

Y la última parada de la mañana iba a ser en el poblado de Machuca, donde apenas vive gente, aunque tres veces al año se reúnen todos los propietarios de las casas para celebrar importantes días festivos. Es una forma de no dejar que las tradiciones decaigan, como la más interesante de todas ellas, donde provisionados de huevos se dedican a lanzarlos contra la campana de la iglesia, hasta ver quién es el primero que consigue dar en el objetivo. Aquí también tendríamos oportunidad de probar unas riquísimas brochetas de carne de llama por el módico precio de 2000 pesos cada una. Muy recomendables.

Poblado de Machuca

Poblado de Machuca

Preparando las brochetas de carne de llama

Llegaríamos a San Pedro sobre las 13.30, donde me despediría de los que habían sido mis amigos, durante este día y medio, y como tenía tiempo me iría a comer una hamburguesa y un jugo a la plaza del pueblo en un café llamado Iko Iko (5400 pesos). Aquí me podría tomar la cosa con calma y descansar algo antes de la excursión que tenía por la tarde.

A las 15.00 volvía, al igual que el día anterior, a la puerta de la agencia Desert Adventure, para hacer con ellos, otros de los tour más conocidos y populares en estos lares. Está claro que hablo del Valle de la Luna y del Valle de la Muerte. Nuestra guía en esta ocasión iba a ser, por primera vez, una agradable chica llamada Magdalena.

La primera parada que realizaríamos sería en el mirador Likanantay, desde donde pudimos obtener una perspectiva general del entorno en el que íbamos a movernos, viendo la Cordillera de los Andes, la cordillera de la Sal y la cordillera de Domeyko. La parada sería bastante breve, cinco minutos escasos, lo que hacía que por primera vez tuviera la sensación, que tan poco me gusta, de no poder disfrutar lo suficiente de un gran paisaje. Está claro que tendría que ponerle remedio de alguna manera, ya veríamos como.

Mirador Lican Antay
Mirador Lican Antay

La segunda parada tendría lugar, tan sólo unos kilómetros más allá de este, y tras bajar una fuerte pendiente. Aquí estaba la entrada al valle de la Muerte. El autobús se adentraría unos metros por este, nos bajaríamos y tras unas breves explicaciones, Magdalena, nos daría escasos diez minutos para poder hacer unas fotos del espacio en el que no encontrábamos. Algo que, evidentemente, tan sólo te da para subirte a dos lomas, andar a dos rincones, hacerte cuatro fotos y para de contar. Había leído que este valle es el gran sacrificado por las agencias, teniendo algunos parajes inconmensurables y dignos de contemplar y era evidente que con esta parada no podías hacerte ni una ligera idea de los secretos que guarda. Al igual que en el anterior mirador, habría que poner remedio a la casi nada observación de este lugar tan denostado.

Valle de la Muerte

Valle de la Muerte

Valle de la Muerte

Y ahora sí que nos íbamos en dirección al Valle de la Luna. Una primera recta de unos seis kilómetros te lleva directa hasta el centro de interpretación del Parque, donde además de información te venden las entradas. (2000 pesos cada una). A partir de este punto, once kilómetros te conducen a través de parajes que parecen sacados de películas de ciencia ficción: cuevas de sal, cañones, anfiteatros naturales, grandes dunas, etc.

Ahora entendía porque las otras dos paradas habían sido tan breves y es que hay tanto aquí para disfrutar que falta tiempo por todas partes. El primer punto interesante y espectacular en el valle de la Muerte es el de las Minas de Sal y el Cañón. Se trata de dos recorridos diferentes pero que comienzan ambos en el mismo punto. Uno hacia la derecha y otro hacia la izquierda, con una duración de unos cuarenta minutos el primero y de unos 25 el segundo. Magdalena nos dijo que haríamos el de las minas de Sal, ya que es mucho más emocionante que el del cañón. Y tenía razón porque a través de un intrincado camino te vas encontrado con cavernas donde tienes que hacer malabarismos para pasar entre las barreras naturales de roca, agachándote, trepando, haciendo contorsionismo, etc. Parece difícil pero no es así. En mi grupo había todo tipo de personas y todos lo pasaron en grande. Además pudimos observar cristales de sal gema, generados por la cristalización a alta presión y ambientes sin humedad.

Minas de Sal.Valle de la Luna

Minas de Sal.Valle de la Luna

Minas de Sal.Valle de la Luna

Minas de Sal.Valle de la Luna

Después de esta parada nos marcharíamos directos al final del valle, dejando atrás paisajes sobrecogedores que bien hubieran merecido un paseo sosegado para la contemplación de los mismos. El tiempo mandaba y así llegamos hasta las famosísimas Tres Marías o Los Vigilantes, unas rocas erosionadas  que parecen tres mujeres rezando. Bueno, en honor a la verdad, dos, ya que la tercera se la cargó un turista tirándola abajo al subirse a ella. Una lástima.

Los Vigilantes o Las Tres Marías.Valle de la Luna

Volvimos a atravesar de nuevo el camino en sentido contrario para así llegar a la parada estrella de la tarde y donde, ahora sí, podemos decir que íbamos a tener todo el tiempo del mundo. Era el momento de subir hasta la gran Duna para disfrutar de la puesta de sol. El sendero que te conduce hasta lo más alto está perfectamente adaptado para todo el mundo y el tiempo que se suele tardar, a un paso relajado, es de unos quince a veinte minutos. Una vez llegas al filo de la duna, no hay palabras suficientes para describir lo que uno tiene delante de sus ojos. Las formaciones del valle de la Luna han sido esculpidas por el agua y el viento a lo lardo de millones de años y el resultado es un paraje más parecido, como su propio nombre indica, a la Luna, a Marte u a otro planeta que a cualquier otro que se pueda ver en la Tierra.

Sendero hacia la parte superior de la Gran Duna.Valle de la Luna

Valle de la Luna desde Gran Duna

Pero todavía quedaba lo mejor. Una vez que el sol se escondía por detrás del gran anfiteatro, sólo restaba darse la vuelta, mirar hacia la cordillera de los Andes y contemplar el ocaso del día con un desfile de tonalidades que provocaban una hipnosis difícil de explicar en todos lo que allí nos encontrábamos. Fueron varias las veces que Magdalena nos tuvo que decir a todos que había que comenzar a bajar la gran duna y dirigirse hacia el autocar. Una prueba más de la magia de este lugar que hace que no lo quieras dejar.

Cordillera de los Andes desde Gran Duna

Cordillera de los Andes desde Gran Duna

Ya en San Pedro decidiría cenar en un Café Bar llamado H2O, donde a un módico precio de  4450 pesos podría tomarme un mega sándwich de ternera y vegetales y una coca cola.

Otro gran día había pasado y muchas sensaciones pasaron por mi cabeza antes de quedarme dormido, segundos después, de enterrarme bajo mis sábanas.


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