LAGO LEMAN - DIA 2. De Chaplin a Mercury pasando por Chillón

1 de Mayo de 2014.

La verdad, que en esta ocasión todos los compañeros de habitación fueron unos santos y no se oyó ni una mosca, ni un ronquido, ni el más mínimo ruido en toda la noche. Aun así no conseguí descansar del todo bien y me levanté a una hora que no quería, las siete, debido a que la luz entraba ya por las ventanas al tener unas cortinas que prácticamente no servían para nada. Así que esta vez el cuerpo me pedía tomarme el día con calma y eso es lo que iba a hacer. Me ceñiría a menos lugares de los que llevaba en la cabeza y a profundizar y pasear más tranquilamente por aquellos que consideraba imprescindibles.

El hecho es que cuando uno se levanta y se asoma a la ventana y se encuentra con la gran plaza de Vevey y el lago Leman a continuación, por un lado, y con las estribaciones de los Alpes, por otro, cuanto menos que se te pone una sonrisa en la cara. Ante este panorama que mejor que empezar el día, paseando por la ribera de este inmenso lago, considerado el mayor de la Europa occidental.

Grande Place y Lago Léman.Vevey

Efectivamente no desayuné, pues al menos de momento no me apetecía, sólo quería relajarme mientras caminaba pausadamente, viendo a los cisnes sumergir sus largos y elegantes cuellos en las todavía gélidas aguas y observar como mucha gente, a pesar de que tan sólo eran las ocho y poco pasadas, estaban ya de lo más activas haciendo deporte, unos corriendo, otros montando en bici, algunos haciendo yoga, etc. Ahora entendía que la atracción que el agua cristalina de la gran masa de agua había provocado en mí, no era un fenómeno particular y era un efecto de lo más extendido y al que sucumbían gran cantidad de personas.

Lago Léman desde Vevey

Paso a paso y tras encontrarme, presidiendo una pequeña escalinata, con unas esculturas de lo más curiosas llamadas “Les hippocampes et leur fontaine” y con el río Veveyse, me plantaría en las puertas de la sede internacional de Nestle, donde después de observar un ajetreo constante de vehículos entrando en sus instalaciones, al ser la hora punta de acudir al trabajo, también pude comprobar que además de ser de lo más normal, no estaba hecho de chocolate, por lo que le di la espalda y volví de nuevo al centro de la ciudad, hasta la Grande Place, el que había sido mi punto de partida. Aquí me fijaría más detenidamente en el edificio que más destaca: La Grenette, un edificio de estilo clásico situado en el norte de la plaza y que en el pasado hacia las veces de granero.

Escultura Les hippocampes et leur fontaine.Vevey

Sería el momento de tomar el sentido contrario al de esta mañana y de esta manera introducirme en el casco antiguo, propiamente dicho.  Por sus estrechos callejones me iría encontrando restaurantes elegantes, tiendas de recuerdos, mansiones y edificios históricos y cafeterías refinadas, donde en una de estas últimas me animaría a llenar, ahora sí, la tripa con un gofre de chocolate bien caliente y un vaso de leche fría (8 francos). Al terminar seguí pululando sin una ruta determinada, perdiéndome por sus calles y pudiendo así encontrarme con algún que otro edificio interesante como el Ayuntamiento con su soberbia torre y la casa donde vivió Dostoievski.

Centro Histórico.Vevey

Centro Histórico.Vevey

Ahora sí y completamente adrede, volví  a las orillas del lago, para tras otro breve paseo, encontrarme cara a cara con el cómico de los cómicos, el genial e irrepetible Charlie Chaplin. Bueno a decir verdad, no era él, que en paz descanse, sino una escultura en su honor, pues sería aquí donde residiría los últimos 25 años de vida hasta su muerte, junto con su esposa y sus hijos. En la escultura se le puede ver vestido de vagabundo con su inconfundible bastón.

Escultura de Charlie Chaplin.Vevey

Justo en frente, se encuentra un inmenso tenedor plateado, que es ciertamente difícil que pase desapercibido, pues emerge de las aguas con autoridad y parece que en cualquier momento puede aparecer un gigante comensal para pegarse un festín a tú costa. Al final se puede estar tranquilo pues resulta que este no es más que la representación de la buena comida, ya que en el palacio que tiene delante hay un museo dedicado a la nutrición y a todo aquello que se puede comer.

Escultura The Fork de Jean-Pierre Zaugg.Vevey

Mis pasos me acabarían de llevar por el pequeño puerto, por las tres iglesias más importantes de la villa: la de Notre Dame, la de San Martín y la Ortodoxa Rusa, para terminar mi caminata matutina en la estación de tren, habiendo pasado antes, por supuesto, a recoger mi mochila, que con amabilidad me la habían guardado en el hostal.

Iglesia Ortodoxa Rusa. Vevey

Era el momento de empezar a utilizar el transporte suizo, de la misma manera que ya hice la vez anterior que estuve en el país. Para ello saqué un pase llamado Regional Pass Leman Lake – Alps en la página http://rail.myswitzerland.com/regionalalpspass.html y que me costó 105 francos o 95 euros, que me permitía moverme por toda la región del lago Leman y, curiosamente, un poco más allá, como ya explicaré en su momento. Este pase es para cinco días. También hay otro de siete. Pero el pequeño problema es que no sirve de forma gratuita todos los días, como si ocurría en el que adquirí en el Oberland Bernés. En esta región es sólo gratis los dos primeros a partir de que empieces a utilizarlo y el resto te cobran la mitad de precio de lo que valga el correspondiente billete, ya sea de tren, de autobús, de barco o de funicular. Por todo ello es muy importante organizarse y ver cuándo vas a moverte más en transporte público, para así pagar lo menos posible. Esa es la razón principal por la que el primer día de Ginebra a Vevey, pagué el billete, ya que el pase lo saqué del 1 al 5 de Mayo.

En el billete, que te mandan por correo o puedes pasar tú a recogerlo en los puntos habilitados en los aeropuertos, además de rellenar tus datos personales, hay dos casillas donde, supuestamente tú tienes que poner el primer día que lo utilizas o el primer revisor que te lo pida tendría que hacerlo por ti. Si no es así, esa suerte que has tenido y así lo puedes utilizar de forma totalmente gratuita otro día más. Yo no lo rellené y este primer día que me tenía que haber contado, no lo hizo y así pude utilizarlo gratis tres días, ya que al segundo día el revisor que me lo pidió sí que me lo selló, por lo que ya quedaba constancia de cuando fue utilizado por primera vez. Cuando te lo mandan a casa también te mandan un mapa de toda la zona en el que es válido. Esto teóricamente, porque como contaré en el siguiente capítulo esto no es así, al menos en lo que a mi experiencia se refiere.

Después de todo este rollo, me había quedado contando que en Vevey tomé un tren con dirección a Montreux, donde llegué en muy pocos minutos ya que se encuentran muy cercanas una ciudad de la otra. Por supuesto, que no faltó el correspondiente revisor para pedirte el título de transporte correspondiente, por lo que bajo ningún concepto hay que cometer el error de no sacarlo pensando que no te lo van a pedir. Casi siempre están al acecho, así que cuidado con tratar de escaquearse.

Cuando se habla de Montreux lo primero que viene a la cabeza, especialmente para los aficionados, es su festival de Jazz que tiene lugar en verano y que además de este estilo musical, también se puede escuchar blues, samba o soul. Por lo siguiente que tiene tanta fama es, sin lugar a dudas, por su famoso castillo de Chillón, que lleva haciendo de vigía, a las orillas del lago Leman, durante siglos. Y aunque lo mencionado se lleva gran parte del protagonismo, no sería justo hacer de menos a la excelente ubicación de la villa, a su clima benigno en comparación con otras zonas de Suiza y a su costa plagada de mansiones y hoteles del S.XIX.

Mi visita comenzaría, tras dejar la mochila en una de las taquillas de la estación por seis francos, por la zona alta de la localidad que es donde está el casco antiguo y la parte más bonita como conjunto urbano. Se tarda como quince minutos y cuesta arriba en llegar hasta él desde la estación, pero una vez en él, el pequeño esfuerzo habrá merecido la pena, pues cuando te pones a callejear te encuentras con mansiones de siglos pasados, calles y edificios con encanto y, lo mejor de todo, unas espectaculares vistas del lago Leman.

Mansión Barrio Antiguo de Montreux

Analizando un poco el mapa, pude comprobar que si seguía desde esta zona descendiendo poco a poco, podría llegar hasta el archifamoso castillo de Chillón, por lo que a ello que me puse. Tras unos 45 minutos conseguiría llegar hasta sus inmediaciones. Eso sí, hay que tener cuidado con la vía del tren que está en medio del agradable paseo, ya que si no te andas con cuidado, puede suceder que no la atravieses por donde se puede y luego tengas que retroceder. Esto, claro está, si se elige llegar hasta él desde las alturas, ya que por el paseo normal al lado del lago, no hay ningún problema.

Cuando gané el camino de la ribera de la gran masa de agua y cuando todavía me quedaban unos cientos de metros por caminar, de repente allí estaba la silueta romántica y poderosa de la soberbia fortaleza, el monumento más fotografiado de Suiza. Lord Byron, el gran poeta y escritor inglés, lo inmortalizaría en “El prisionero de Chillón” y desde entonces se convirtió en leyenda y como tal me moría de ganas por descubrirlo. Aun así, todavía me entretendría bastante hasta llegar a la misma puerta, pues aunque la fortaleza la tenía a tiro de piedra, no pude evitar detenerme una vez tras otra para fotografiarlo desde distintas perspectivas y desde las pequeñas calas que me iba encontrando a cada paso que daba.

Lago Leman y Castillo de Chillón

Los muros del castillo se adentran en el agua y las olas del lago baten el embarcadero y aunque imponente, seguro  que ya no resulta tan terrible como debía parecer entonces, en los tiempos de la familia de Saboya, los primeros inquilinos del mismo.

Tras sacar mi entrada (12,50 francos), me dispuse a echar la mirada unos siglos atrás y adentrarme en los secretos y misterios que esconde tras sus paredes. Junto con la entrada te dan una guía con la que te puedes orientar perfectamente por su interior, por lo que rechacé el ofrecimiento que me hicieron del audio guía, por la cual había que pagar.

Casi dos horas estuve entre sus mazmorras góticas, sus patios, sus salones con mobiliario de época, sus torres. Todo es espectacular y puedo afirmar que después de su visita lo he incorporado a mi lista de castillos preferidos.

Castillo de Chillón

Castillo de Chillón

Lago Leman desde el Castillo de Chillón

Cuando salí, me sentaría un largo rato en un banco desde el que tenía una excelente perspectiva de la construcción y del lago y aquí me deleite con ambos hasta que consideré que era el momento para volver a Montreux, para lo cual opté por hacerlo por el conocido como Chemin Fleuri o camino florido, acompañado en todo momento por cientos de flores de diversos colores. De todas maneras para quien no le apetezca andar está la opción del tren y del autobús, pues ambos llegan hasta aquí.

Castillo de Chillón

Paseo Florido de Montreux a Chillón

Justo a medio camino de mi agradable paseo y justo al lado de la escultura de la Emperatriz Sissi, por detrás de la iglesia que se encuentra pegada a ella, me di cuenta en el mapa que había un funicular, el cual cada cuarto de hora hace el trayecto automáticamente hasta el pueblo de Glion, por lo que como tenía tiempo y el pase de transporte, pues lo tomé. El resultado serían unas vistas espectaculares del lago Leman y Montreux, dado que este pequeño artefacto sube, sube y sube hasta lo alto de la montaña con un desnivel espectacular.

Funicular Territet–Glion

Lago Leman desde Glion

En el pequeño mirador situado nada más salir al exterior en Glion, me volvería a recrear, con unas nuevas vistas, por si no llevaba ya suficientes, y como todo lo que sube tiene que volver a bajar, pues eso fue lo que hice y continué con el resto de la caminata hasta llegar al meollo de la ciudad y a la zona de más ambiente de Montreux, al lado del lago. Por aquí me encontraría con el Casino, hoteles de lujo, un mercado cubierto y la siempre venerada escultura del inigualable Freddie Mercury, con la que, como no podía ser de otra manera, me haría unas cuantas fotografías. Y es que sería aquí donde el músico inglés compondría muchas de sus afamadas canciones, junto a las cristalinas y mansas aguas que tanto le inspiraron.

Escultura de Freddie Mercury.Montreux

Eran las 17.00 de la tarde y había concluido mi mega paseo por Montreux, por lo que para celebrarlo, y aunque con un poco de retraso, me metí en un Mac Donald a tomarme un menú con algún que otro capricho que me salió por 19 francos, terminado el cual, me acercaría a la estación a recoger la mochila y volví hasta el puerto.

Al final entre ambas cosas se me iría otra hora y, la verdad, que por hoy ya no me apetecía visitar nada más, por lo que decidí terminar la jornada tomando el barco que te lleva hasta Lausanne que era donde tenía el alojamiento las dos siguiente noches. El pase de transporte también incluía este pasaje.

Nada más embarcar me iría a situarme a los bancos colocados en la proa del barco y ocuparía uno de ellos. Esta vez no iba a haber problemas de espacio como sería el caso del año pasado en el mes de Julio cuando navegué por los lagos de la Suiza central y es que la temperatura era bastante más baja con el añadido de la pequeña brisa que soplaba, lo que invitaba a muchos a quedarse dentro resguardados y calentitos. La navegación por el lago Leman fue, sencillamente, sobrecogedora ante las estribaciones de los Alpes a la espalda, los pueblecitos franceses a babor, en la lejanía, y la ribera Suiza a estribor, en la cual íbamos haciendo paradas en pequeños y encantadores pueblecitos como Lutry, Cully, etc.

Navegando por el Lago Leman

Tras hora y veinte minutos de crucero llegaba al puerto de Lausanne-Ouchy, donde tras andar cinco minutos llegaba a la oficina de turismo en la que me darían un plano de la ciudad y me comentarían como llegar hasta mi alojamiento. Algo tan sencillo como tomar el metro que se encontraba pegado a la misma y después de cuatro estaciones bajarme en la estación central de la ciudad. Desde aquí y después de andar menos de diez minutos, llegaría hasta el Lausanne Guesthouse & Backpacker, en el que dormiría las dos próximas noches.

Lausanne desde el Crucero por el Lago Leman

El chico de la recepción chapurreaba algo de castellano por lo que me explicó, como siempre, que tenía derecho a taquilla, edredón y wifi gratuitos. También te dan una tarjeta que te permite montar de forma gratuita en todo el transporte de la ciudad durante tú estancia. En este caso las sábanas no estaban incluidas. Todo estaba muy limpio y bien cuidado, así que de diez. Además tuve la suerte de que aquí la habitación era de cuatro y casi ni vi a las personas con las que compartía cuarto, por lo que la tuve sólo para mi gran parte del tiempo. Las dos noches más las sábanas me saldrían por 77 francos.

Tras acercarme a comprar algo para cenar a un supermercado llamado COOP situado en la primera planta de la estación de trenes que se encuentra tan sólo a cinco minutos, (Batido, un bocata y un yogur por 9 francos), no quedaba más que retirarse a los aposentos tras un día aparentemente intenso, pero que, realmente, me tomé con mucha calma y relax.

Opiniones:

Lausanne Guesthouse & Backpacker: Muy buenas instalaciones, limpias, ordenadas y espaciosas. Pegado a la estación de tren, lo que te permite poder tomar este en cinco minutos escasos desde el hostal. Tarjeta de transporte para moverte por la ciudad incluida en el precio. Yo me encontré de lo más a gusto.

Consejos: Para llegar hasta el castillo de Chillón puedes ir caminando pero conviene saber que hay trenes y autobuses que te dejan en la misma puerta.

El barrio antiguo de Montreux, en muchos casos se pasa por alto. Creo que es una pena y bien merece la pena una visita.

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