INDONESIA - DIA 05. Yogya: capital cultural de Java

11 de Septiembre de 2013.

Hoy habíamos decidido quedarnos en esta ciudad de casi 1.600.000 habitantes, donde el ritmo e intensidad del día a día de sus gentes no decae ni un segundo. La fuerza y vitalidad que se respira en cada rincón de esta urbe cultural es incansable y en cuanto sales a la calle tienes que andarte con mil ojos para no tropezar con alguien o que no te lleve por delante una moto, un coche o una carroza tirada por caballos. Pero es todo esto lo que más caracteriza a Yogya, como la llaman aquí los javaneses, su trasiego constante de vehículos y personas.

Comenzamos a caminar según salimos del hotel en dirección a Malioboro Street, la arteria principal de la ciudad, donde pudimos comprobar en primera persona el ajetreo y ritmo infernal de la población, con un constante de atascos y un número incontable de cibercafés, tiendas y comercios donde te ofrecen todo lo inimaginable. Fuimos recorriendo la larga avenida, relajada y pausadamente, para así poder fijarnos en los locales y puestos callejeros y los cientos de curiosidades que te brinda una ciudad tan diferente a las de occidente y es que eran los primeros momentos reales en una urbe asiática de lo que llevábamos de viaje, por lo que cada detalle y cada curiosidad nos sorprendía.


Malioboro Street


Seguíamos caminando mientras observábamos como fluían los encantadores becak, tantas veces vistos en las películas orientales, es decir los ciclotaxis donde el conductor pedalea hasta la extenuación para llevar a sus clientes al destino solicitado; Veríamos el alocado tráfico motorizado o pedalero, que roza los edificios coloniales y las fachadas de los edificios gubernamentales y que nunca se detiene. Y así, andando y andando y sudando como auténticos pollos, llegaríamos a la primera visita del día, el llamado Kratón o Palacio de los Sultanes. (12500 rupias por entrada y 1000 por cámara).


Kratón o Palacio del Sultán

El príncipe Mangkubumi sería el que fundara Yogyakarta y también el que construiría  este enorme e inmenso palacio. Adoptaría el título de Sultán y crearía el estado más poderoso de Java desde el siglo XVII. Además de ser un símbolo de resistencia al gobierno colonial, pues ni siquiera los holandeses cuando ocuparon la ciudad se atrevieron a actuar contra el sultán, que se encerró en su Kratón, por miedo a levantar la ira de millones de javaneses que le consideraban casi un dios.

Quitando una pequeña parte que está destinada a ser todavía la vivienda del Sultán, que aún gobierna, y de su familia, el resto se puede visitar y a ello que nos pusimos durante las dos horas siguientes. Aunque la entrada incluye un guía gratuito, nosotros preferimos rechazar sus servicios y hacer la visita a nuestro aire. Así, comienzas con un pabellón dorado con suelo de mármol, para continuar después con un montón de habitaciones que contienen objetos de la familia real y muchos de los retratos de la dinastía del sultanato. La verdad que esta exposición no es gran cosa y, al menos a nosotros, nos resultaría un auténtico pestiño, por lo que acabaríamos entrando y saliendo de cada sala sin detenernos mucho a contemplar lo que se exponía.


Kratón o Palacio del Sultán

Kratón o Palacio del Sultán

Donde ya sí que nos pararíamos más sería para ver un nuevo espectáculo de marionetas o de Wayang Kulit, que era algo distinto al de ayer, al menos en cuanto a la música y al tipo de figuras que utilizaban.

También tendríamos oportunidad de hacernos alguna foto con algunas de las personas encargadas del cuidado del palacio y que iban vestidos con el traje tradicional del lugar. Pero lo que no podíamos esperar es que, a los pocos minutos de habernos hecho las instantáneas con estos amables señores, fuéramos a ser nosotros los que seríamos objeto de la misma petición por parte de tres chicas orientales, estaban realmente emocionadas y no paraban de repetir fotografías con nosotros, que sí con uno a solas, luego todos juntos, luego con el otro, luego posando de esta manera, después de esta otra. Me sentía cual Ronaldo y tengo que reconocer que me gustó eso de sentirme famoso, al menos por unos minutos.


Kratón o Palacio del Sultán

Cuando terminamos la sesión fotográfica y el resto de la visita, nos iríamos paseando a nuestro siguiente destino que se encontraba tan sólo a diez minutos: el castillo del agua o Taman Sari (10000 rupias por entrada y 2000 por cámara), un complejo de ocio construido para el Sultán y su séquito y formado por palacios, estanques y canales, para su exclusivo disfrute y que en su día debió ser espectacular y que sin embargo, hoy por hoy y debido a las distintas guerras y terremotos, queda un conjunto que sigue resultando  de lo más interesante, pero que ha perdido el lujo y la espectacularidad de su época dorada.

Cuando nos encontrábamos tan sólo a dos manzanas de la entrada principal, de repente, seríamos abordados por un simpático hombrecillo de avanzada edad que comenzó preguntándonos que de donde éramos, para pasar después, como no podía ser de otra manera, a hablarnos del Real Madrid y del Barcelona y a decir de carrerilla a los jugadores, de esta manera tan sutil comenzó a seguirnos en todo momento, notándosele a distancia que quería quedarse a hacernos compañía durante un largo rato. Nosotros queríamos ir a nuestra bola y estar tranquilos por lo que antes de que fuera demasiado tarde, si es que no lo era ya, yo le dije que lo sentía pero que no queríamos ir con guía y que se lo agradecía pero que preferíamos ir a nuestro ritmo y parándonos las veces que hiciera falta para tomar fotografías.

 Ante esto y sin perder la sonrisa, el buen hombre sacó un pequeño carnet del bolsillo y nos lo mostró, diciéndonos que era voluntario, que vivía en el Kampung o Barrio tradicional que rodea el castillo y que quería enseñarnos el complejo porque le servía para estar entretenido y ejercitar la memoria y que, por supuesto, sin cobrarnos absolutamente nada y respetándonos nuestros tiempos de parada. Ante estos argumentos, nos daba bastante reparo decirle que se fuera, por lo que acabamos aceptando que nos acompañase. Lo primero que hizo fue empezar a callejear por las intrincadas callecitas, torciendo a izquierda y derecha, subiendo y bajando algunas escaleras, hasta salir a la puerta de entrada de las catacumbas, donde comenzaría contándonos que el motivo de que fuera tan baja no era otro que el tener que postrarte como señal de respeto al entrar a su interior.


Catacumbas.Taman Sari o Castillo del Agua

Catacumbas.Taman Sari o Castillo del Agua

Tras algún dato más pero no demasiado relevante, pues seguía empeñado en querer hacernos ver que sabía un montón del futbol español, nos condujo al recinto propio de Taman Sari, donde nos explicó que las dos piscinas que allí existen servían para el baño de los niños y las mujeres y que al bañarse estas últimas, el Sultán desde el balcón de la torre superior que da al recinto, tiraba una flor a la dama que más le había gustado. Si esta recogía la flor, que siempre era así porque suponía un auténtico honor para cualquier mujer, entonces pasaba a formar parte de su harén, que llegaba a estar formado por más de cuarenta mujeres. Realmente curioso.


Taman Sari o Castillo del Agua

En el último recinto, en un gran patio que hacía funciones de jardín, nos explicaría las propiedades de las plantas que allí se encontraban, además de enseñarnos cuál era la famosa flor con la que hacía de Romeo y conquistaba a sus Julietas. Nos contaría también que sería en esta plazoleta donde el mismo Sultán decidía cual sería el trabajo al que se dedicaría cada uno de los ciudadanos que allí habían acudido, en base a las cualidades, habilidades y aptitudes que cada uno le mostrase.


Taman Sari o Castillo del Agua

Taman Sari o Castillo del Agua

Sería en una pequeña tiendecita que aquí se encontraba, donde no pude evitar entrar, pues quedaría prendado con algunos grabados y máscaras que se exponían en el exterior. Dentro como era de esperar, todavía había más genialidades y al final acabé comprándome una máscara de recuerdo, pues además en ningún momento el señor de la tienda me agobió, lo que hizo que aún me convenciera más comprar aquí.

Había sido hora y media de visita con este gran conocedor de la historia y eventos de este lugar y tengo que reconocer que mi escepticismo y desconfianza inicial se convirtieron al final en un entusiasmo por lo que nos narraba y una admiración por la persona. Para terminar nos llevaría hasta su vivienda, donde uno de los miembros de su familia, vendía telas bordadas y  zuñidas con motivos de distintos dioses de la religión hindú, algo irónico si tenemos en cuenta que es únicamente en Bali donde mayoritariamente se practica esta religión, pero está claro que de esta manera debía vender más. Una vez más caería en la tentación de comprar, pues uno de los grabados que me mostraron me fascinó y no pensaba irme sin él.

Tras acabarnos el té que nos había servido nuestro improvisado guía, nos acompañaría hasta la entrada principal de Taman Sari. El hombre iba contento pues sin comerlo ni beberlo se encontró con que habíamos comprado algo, sin que él ni si quiera nos insistiese y nosotros también por llevar un rato largo sin sentirnos presionados por nadie para consumir o adquirir ningún objeto, habiendo conseguido lo que queríamos, simplemente, porque nos apetecía. 

Llegaba ya el momento de la despedida, donde le daríamos las gracias por todo, sorprendentemente, también él nos las dio a nosotros y tras un apretón de manos, se perdería entre el laberinto de callejuelas.


Kampung o Barrio Tradicional de Taman Sari

Justo allí mismo había un restaurante – café llamado Castle Water Café y como eran casi las 14.00 decidimos sentarnos a zampar algo. Era un sitio de lo más agradable con la parte frontal del establecimiento abierta totalmente, lo que hacía que soplara una pequeña brisa refrescante que hacía sentirte enormemente relajado. Para comer nos decantaríamos por Noodles con pollo y verduras y dos cervezas Bintang bien frías (92000 rupias todo).


Comiendo en Water Castle Café

Comeríamos con mucha tranquilidad y al acabar decidimos tomar un becak para llegar hasta el siguiente destino, pues no nos apetecía demasiado andar ya que hacía bastante bochorno y teníamos muchas ganas de montar por fin en un transporte tan curioso. Decidiríamos contratar los servicios con un hombre que tenía pinta de buena persona y con el que pactamos la cantidad de 20000 rupias por llevarnos al Mercado de las Aves o Pasar Ngasem, que estaba como a unos diez minutos pedaleando del Castillo del Agua. Al final acertaríamos con nuestro conductor pues era un cachondo mental y no paró de bromear y hacer gracias durante todo el trayecto y como guinda, al bajarnos, nos ofreció montarnos como conductores de la peculiar bicicleta y hacernos unas fotos y todo sin pedirnos ni una rupia más por todo ello.


Becaks en las cercanías del Castillo del Agua

Después nos dedicaríamos a caminar por este gran recinto repleto de todos los pájaros habidos y por haber, siempre puestos a la venta con la finalidad de ser adiestrados y no consumidos. Veríamos infinidad de jaulas de todos los tamaños y formas y muchas de lo más trabajadas y que podían considerarse  artesanales sin ningún problema. Pero es que también pudimos observar otras especies tales como lagartos, iguanas, conejos, perros, gatos e incuso una enorme pitón y una tienda donde vendían varios tipos de insectos y lombrices y se exponía todo ello como si fuera fruta. Bastante desagradable, pero de lo más impactante.


Pasar Ngasem o Mercado de las Aves

Pasar Ngasem o Mercado de las Aves

Pitón en Pasar Ngasem o Mercado de las Aves

Después de pulular un rato más por el mercado y dado que lo del becak nos había gustado y no teníamos ninguna gana de deshacer todo lo andado, decidimos cogernos uno para regresar hasta el centro de la calle Malioboro (40000 rupias). El caso es que nos encontrábamos como a un poco más de media hora del destino elegido y como el conductor que nos había tocado estaba bastante enclenque y en el camino encontraríamos alguna que otra pequeña cuesta, el pobre nos pidió en dos ocasiones que si podía bajar al menos uno de los dos para afrontar estas, pues no podía con su alma. Al final acabaríamos bajándonos ambos, pues la verdad que se nos partió el corazón de verle hacer los esfuerzos que estaba haciendo.


Motos por Yogyakarta

A diez minutos de llegar encima seríamos testigos de un accidente protagonizado por una moto en la que iban tres miembros de una familia, yendo encima la mujer y la hija sin casco. El hombre al hacer un giro no sé lo que hizo que le derrapó la moto y como consecuencia de ello fueron todos al suelo, con la suerte de que pudieron ser esquivados por otras motos que se aproximaban muy cerca. No pudimos ver nada más, pero seguramente alguno de ellos seguro que necesitaría algún punto de sutura.

Por hoy ya lo único que queríamos era descansar, pero no sin antes dejar cerradas algunas cuestiones para los días siguientes, por lo que nos fuimos a la oficina de turismo de Yogya en la calle Malioboro, entre las calles Dagen y Pajeksan, a informarnos sobre algunos asuntos.

Para los dos siguientes días lo que queríamos era un coche con conductor y pensé que antes de acudir a cualquier agencia, lo mismo aquí te lo facilitaban y más barato. Y efectivamente así fue. Aquí te enseñan un listado con lo que te cuesta un taxi según el trayecto de lugares a visitar y el número de horas estimado para recorrer cada circuito. Además los precios son cerrados y no hay posibilidad de negociar, por lo que nos pareció perfecto. Nosotros queríamos hacer dos:
  1. Prambanan y los templos de alrededores, que salía por 450000 rupias por 7 horas + 75000 rupias por cada hora que te pases en la utilización del coche.
  2. Borobudur y templos cercanos, que salía por 350000 rupias por 5 horas + 75000 rupias por cada hora, si también te pasas de él horario establecido.
En cualquier caso el taxi te recoge y te deja en tú hotel y tú estableces la hora de recogida y los tiempos que quieres permanecer en cada lugar. Creo que los precios están bastante bien y son bastante justos si los comparas con lo que te ofrecen otras agencias. Hay que tener en cuenta que es algo personalizado y por muchas horas, con total disponibilidad para ti durante ese tiempo.

La otra cuestión que tratamos y que también acabamos contratando aquí fue el tema de la excursión a los volcanes de Java, Bromo e Ijén, pero de esto ya hablaré en el capítulo correspondiente.

Con los deberes más que hechos, ahora sí, que nos marcharíamos al hotel a descansar y que mejor para ello que haciéndolo en la piscina situada en la azotea, con unas vistas increíbles de toda la ciudad iluminada, por lo que terminamos la tarde - noche de lo más relajados.


Yogyakarta desde azotea del  Ibis Styles Hotel

Azotea del Ibis Styles Hotel

Para cenar al final nos animaríamos por un restaurante típico llamado Legian Garden donde pudimos probar los famosos Satays, pinchos de ternera, pollo y oveja a elegir con salsa de cacahuete o de caramelo, acompañados de arroz blanco. Estaban realmente buenos.

También nos pediríamos de entrante unas rebanadas de pan con queso fundido y especies. Aunque todo estaba rico, hay que decir que las cantidades tampoco es que fueran excesivas. Por supuesto que tampoco faltarían dos buenas Bintang bien frías. Todo nos acabaría saliendo por 130000 rupias.


Satays

Y del restaurante tocaba irse a dormir pues mañana teníamos que empezar con un madrugón del bueno, con el fin de intentar evitar las hordas de turistas que se apoderan de Prambanan. A ver si conseguíamos lograrlo, al menos durante los primeros momentos.

A TENER EN CUENTA:
  • A la hora de tomar un becak en todo el entorno de las atracciones turísticas de Yogya no dejes que te pidan más de 30000 rupias por 30 o 40 minutos, pues aunque nosotros llegamos a pagar 40000 es excesivo, según pudimos enterarnos luego. En distancias cortas por 10000 o 15000 rupias es más que suficiente.
  • No dejes de acudir a la oficina de turismo de Yogyakarta para informarte de cualquier cosa que necesites saber o cualquier servicio que quieras contratar, te evitarás fraudes y engaños y conseguirás buenos precios y una atención de auténticos profesionales.


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