15 de Marzo de 2013.
Habían transcurrido quince años, que se dice pronto, desde la primera vez que pisé suelo británico, en aquella recién estrenada primavera del mes de Abril de 1998. Desde entonces han sido muchas las veces que he querido dejarme volver a caer por la capital londinense, pero por unas cosas o por otras, nunca encontraba el momento apropiado o me podía más el querer descubrir un nuevo lugar antes que repetir un destino en el que ya había estado.
Habían transcurrido quince años, que se dice pronto, desde la primera vez que pisé suelo británico, en aquella recién estrenada primavera del mes de Abril de 1998. Desde entonces han sido muchas las veces que he querido dejarme volver a caer por la capital londinense, pero por unas cosas o por otras, nunca encontraba el momento apropiado o me podía más el querer descubrir un nuevo lugar antes que repetir un destino en el que ya había estado.
Iba a ser,
por fin, en este fin de semana largo del día del padre donde podría quitarme
una de esas espinas que llevaba clavada desde hacía mucho tiempo y la gran
culpable de ello iba a ser mi buena amiga Sayu, que llevaba ya dos años
viviendo y trabajando en la ciudad del Támesis y que por activa y por pasiva me
había dicho que a ver cuando me animaba a ir a verla. Así que unos meses antes
empezamos a cuadrar una fecha y por fin esta había llegado. Casualidades de la
vida, la primera vez que viniera a Londres también estaría motivada por la
misma razón: el venir a visitar a buenas amistades. Así que podemos decir que
para mí es la ciudad de los reencuentros.
Bandera Inglesa desde la Columna del Duque de York |
Si a todo esto
le sumamos que en mi primera estancia en la ciudad no pude ver el interior de
ningún museo, ni monumento, ni edificio famoso, como consecuencia de lo
ajustado del presupuesto en aquellos días y necesario para poder invertirlo en disfrutar
del gran objetivo en aquella ocasión que era ver el musical de CATS, pues tenía
además el aliciente añadido de todo ello y poder, por fin, descubrir tantos y
tan importantes lugares trascendentales de la historia inglesa y a la vez, por
qué no decirlo, mundial, pues si hay una nación que tiene algo que decir en
muchos de los acontecimientos que han sucedido en muchas partes del mundo, esa
nación es Reino Unido.
Así que sin
más preámbulos, el viernes cuando salí de trabajar me dirigí hacia el aeropuerto
de Barajas para tomar el vuelo de Easyjet (100 euros) que había sacado unos
cuatro meses antes. Afortunadamente este saldría puntual a las 19.40 y tras dos
horas y media de viaje, me encontraba en la terminal sur del aeropuerto de
Gatwick, donde me dirigí hacia la planta baja de los aparcamientos, donde se
encuentran un montón de paradas de autobuses, aquí busqué la número 6 y esperé
unos diez minutos al autobús que me llevaría al centro de Londres, el llamado
Easybus, una pequeña furgoneta con capacidad para unas doce personas. Aunque
cuando haces la compra por internet tienes que seleccionar un horario, hay
cierta flexibilidad por parte de los conductores, por lo que si llegas antes o
después de tu hora, no hay ningún problema a la hora de cogerlo, siempre y
cuando queden plazas. Además estos pasan cada quince minutos, por lo que
tampoco pasa nada si no puedes conseguir subir en el que venga primero.
Los tickets
de este los saqué por internet tan sólo una semana antes. La página es www.easybus.es y los precios del trayecto los
puedes conseguir desde las dos libras en adelante, dependiendo de las franjas
horarias y de la antelación con la que saques tus billetes.
A mí la ida y la
vuelta me saldrían por 15 libras, por lo que si te pones a comparar es menos de
la mitad de lo que te sale el www.gatwickexpress.com. También es cierto que tardas más
del doble en llegar, en condiciones normales, como una hora y 20 minutos,
frente a la media hora que tarda ese tren en llegar a la estación de Victoria,
por lo que como siempre aquí ya entra la elección personal de cada uno y de lo
que prefiera y se pueda permitir.
Dado que ya
eran las 21.40 de un Viernes, hora británica, prácticamente, no había nada de
tráfico, lo que sumado a la afición de nuestro conductor por la fórmula I,
haría que casi a dos ruedas llegáramos a Londres en tan sólo 50 minutos, es
decir media hora antes de lo estimado, por lo que aunque un poco acojonado, a
la vez que ilusionado por probar la conducción tipo Carlos Sainz, significaba
que todo se estaba dando de maravilla en el largo viaje hasta mi destino final.
El autobús
me dejó a sólo unos minutos andando de la estación de metro de West Brompton,
de la línea verde, así que nada, saqué en esta el billete normal (4,50 libras)
ya que no tenía muy claro cuáles iban a ser los planes de los días consecutivos
y tenía que hablar con mi amiga, y tras sólo una parada, me bajé en Earls
Court, para aquí ya tomar la línea azul, la llamada Piccadilly line, hasta la
estación de Holborn, destino final de mi interminable trayecto.
Por cierto, que
las libras ya las traía cambiadas desde Madrid ya que es lo bueno que tiene el
tener amigos hasta en el infierno, en este caso el favor me lo hizo uno que
trabaja en un banco y por tanto no me cobraron comisión.
Cuando salí
al exterior de la estación, me encontré con un frío helador y una pequeña
lluvia intermitente. No podía ser de otra manera, había llegado a la ciudad del
eterno cielo gris y encapotado, a la del constante chirimiri, por lo que tenía
que empezar a mentalizarme rápido de que en esta ocasión la suerte no iba a
estar de mi lado y el buen tiempo iba a brillar por su ausencia, no iba a andar
muy lejos de mis pesimistas pensamientos, pues sería esa la tónica general de
los días sucesivos, como iré contando. Tras esperar como uno diez minutos fuera
de la estación y ver el trasiego de gente y especialmente de jóvenes dispuestos
a arrasar la noche, había un ambientazo tremendo, por fin llegaría Sayu a
recibirme.
Desde esta
estación tan sólo restaban cinco minutos para llegar hasta el que iba a ser mi
alojamiento los próximos tres días, el hotel Bloomsbury Park, A Thistle
Associate, situado en el 126 de Southampton Row, así que tras los saludos
iniciales, para allá que nos encaminamos para poder dejar mi equipaje. Este
hotel forma parte de un conjunto de hoteles asociados, que viene a ser como una
cadena en sí y tratan de establecer precios asequibles y buena calidad y servicio.
Yo no tenía ni idea de que existían y el descubrimiento fue gracias a mi amiga,
que por uno de sus contactos que trabajaba en esta cadena pudo hacerme la
reserva con un precio especial, por lo que no es significativo el mismo, ya que
no sé el coste real de lo que puede salir la estancia en el establecimiento. Pero
vamos lo que sí sé es que me dieron una habitación amplísima, muy limpia y con
el desayuno incluido, lo cual estaba fenomenal.
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