16 de Marzo de 2013.
Dado que mi
amiga tenía que trabajar los tres días en los que iba a estar en la capital
inglesa, decidimos que mientras ella se
ganaba el pan, yo me dedicaría a redescubrir Londres durante ese tiempo y una
vez acabada su jornada, dedicaríamos el resto del tiempo a tomárnoslo con más
calma y hacer planes más tranquilos.
De esta
manera hoy tenía prácticamente todo el día, hasta las siete de la tarde, para
andar de un lado a otro, por lo que mi idea inicial era comenzar andando y
hacer un recorrido hasta determinados puntos turísticos que llevaba en la
cabeza, pero como no podía ser de otra manera, nada más desayunar el
espectacular buffet del hotel, y al cruzar la puerta de la calle del mismo, me
encontré con una llovizna constante que me hizo desistir de mis planes
iniciales, dado que no tenía ganas de ir ya calado desde primera hora de la
mañana. Así que reestructuré el planning en mi cabeza y decidí comenzar
cogiendo el metro hasta la abadía de Westminster.
Opté
entonces por comprarme la tarjeta travelcard para los tres días que me iba a
mover por el centro. Y dado que no había una en concreto para este número de
días, decidí adquirir la diaria que me salía por 7,30 libras. Por lo que al final
el transporte, para moverme por el suburbano y coger los autobuses de la zona 1
durante los tres días, me saldría por 21,90 libras.
Como decía,
en esta joya de la corona inglesa, Westminster, comenzaría mi andadura
matutina. A ella llegué a las 09.15 y ya estaba abierta, de hecho yo creo que
la acaban de abrir, porque todavía estaban preparando los últimos detalles de
vallas y demás y casi no había gente, lo que me sorprendió bastante. Decidí
aprovechar este increíble momento y entrar directamente, ya me entretendría
luego viendo el exterior y haciendo fotos.
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Abadía de Westminster |
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Abadía de Westminster |
La entrada
cuesta 18 libras y nada más entrar te dan un audio guía en tú idioma y un
pequeño plano y te advierten que no se pueden hacer fotos, lo cual realmente me
parece una vergüenza para el precio que pagas. De acuerdo que no admitan flash
para que no se deterioren los monumentos, pero esto ya es exagerado. Además hay
vigilancia por todas partes y realmente es complicado poder tirar alguna sin
que te pillen, yo conseguiría hacer sólo dos y sudando la gota gorda.
Bueno pues
ahora sí, que por fin me encontraba en este lugar sagrado lleno de
espiritualidad, misticismo e historia, en el que se respiraba un ambiente
especial por sus cuatro costados, la verdad que no sabía muy bien por dónde
empezar, yo creo que todavía no me había hecho a la idea de estar donde estaba,
tenía cierta ansiedad por querer disfrutar hasta el último recodo de la abadía
y observar todas las tumbas, mausoleos y esculturas de tantos y tantos
personajes históricos que reposaban aquí, por lo que necesité todavía de unos
minutos hasta que por fin me puse en marcha en dirección hacia la tumba del
soldado desconocido, por el corredor derecho de la iglesia, hacia la gran
puerta oeste, por el llamado paseo de los estadistas, donde están enterrados
políticos de gran importancia, y en este camino ya pude ir viendo tumbas de
personajes tan ilustres como Darwin.
Después
continuaría por la nave central y tras atravesar el coro llegaría hasta el
altar mayor, donde se han producido los solemnes actos de coronación de gran
parte de los monarcas ingleses y ceremonias tan importantes como bodas y
funerales de estado. A partir de aquí sería el momento de retroceder unos
cuantos siglos atrás e ir desempolvando importantes acontecimientos históricos
de la mano de los reyes que descansan a lo largo de las diferentes capillas. De
esta manera fui recordando hechos como las decapitaciones de dos de las mujeres
de Enrique VIII, que aunque él está enterrado en el
Castillo de Windsor, algunas de ellas sí que lo están aquí; las luchas de poder
durante 30 años en la famosa guerra de las dos rosas entre los Lancaster y los
York, encontrando los sepulcros de Ricardo II y Enrique VII, protagonistas
entre otros de las mismas; y así continuaría repetidamente, repasando la
historia inglesa una vez tras otra con el constante y sucesivo paso por
espectaculares tumbas como las de Isabel I, María I, Carlos II, María Estuardo,
etc. etc.
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Tumba de Isabel I. Abadía de Westminster |
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Abadía de Westminster |
Si con todo
esto no había tenido bastante, no había problema, todavía me quedaba encontrarme
con tumbas de personajes tan insignes como Newton o Livingstone y, cómo no, con
en el famoso rincón de los poetas donde se encuentran tanto las tumbas de los
grandes escritores, como los monumentos a la memoria de los que no pudieron ser
enterrados aquí. Así entre unos y otros pude ver nombres tan célebres como
Chaucer, Byron, Dickens, Charles Olivier, Shakespeare, Wilde, etc. Casi nada.
Era el
momento de dejar el interior y salir al claustro, la verdad que hacía tiempo
que no disfrutaba tanto con la visita a un lugar y es que Westminster es mucho Westminster.
Por aquí estuve paseando un rato, además de entrar en la espectacular sala
capitular con sus enormes cristaleras. De esta manera me despedía de uno de los
más emblemáticos monumentos de la ciudad.
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Claustro.Abadía de Westminster |
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Sala Capitular. Abadía de Westmister |
Cuando salí
al exterior eran nada más y nada menos que casi las doce, es decir que me había
pasado dentro casi tres horas, una exageración, pero sinceramente ni me había
enterado, pero esto hacía que nuevamente me tuviera que replantear los planes,
así que lo que hice fue disfrutar un
rato de los exteriores de la abadía y del parlamento con el famoso Big
Ben, así como cruzar el Támesis y ver las vistas desde el otro lado, que son
realmente espectaculares. Todo ello, por supuesto, cantando a cada minuto, “que
llueva, que llueva la virgen de la cueva”, joder que coñazo de lluvia, no
paraba la muy cansina.
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Casas del Parlamento y Big Ben |
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Big Ben |
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Casas del Parlamento y Big Ben |
Seguí
avanzando por la orilla contraria hasta llegar hasta la famosa noria gigante
London Eye, a la cual me hubiera gustado subir, pero ya no me daba tiempo, así
que nada pasé por debajo y continué hasta el puente Golden Jubilee, el cual
atravesé para contemplar desde él una fantástica vista de los principales
monumentos por los que un rato antes había paseado, la verdad que es una vista
que merece mucho la pena y que la recomiendo.
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London Eye y Río Támesis |
Atravesado
este y siguiendo en línea recta acabaría desembocando en la famosa plaza de
Trafalgar Square, otro de los símbolos de Londres y uno de los lugares
preferidos por los londinenses para realizar las grandes manifestaciones
ciudadanas sobre cualquier tema candente. Esta plaza conmemora las grandes
victorias del almirante Nelson, entre ellas la más importante de todas, la de
Trafalgar de 1805, donde nos dio bien para el pelo tanto a nosotros, la flota
española, como a la francesa, y aunque seguía exactamente igual que hacía
quince años, cuando estuve por primera vez, siempre te impresiona.
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Trafalgar Square |
Además daba la casualidad que estaban
patrocinando a Rusia y habían montado un escenario donde había un montón de
niños rusos cantando y había unos cuantos puestos de comida tradicional rusa,
así que la cosa estaba bastante animada. Sería aquí, en uno de esos puestos,
donde me tomaría en un momento un perrito caliente con una botella de agua (5
libras) y acto seguido me metería a visitar la National Gallery (entrada
gratuita).
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Trafalgar Square y National Gallery |
Disponía de,
aproximadamente, hora y media para recrearme con los cuadros de una de las
pinacotecas más importantes del mundo, tiempo, evidentemente, más que
insuficiente para poder ver tantas obras pictóricas que cuelgan de sus paredes.
Por lo que como ya sabía que esto iba a ser así, venía preparado desde Madrid,
donde lo que hice fue meterme en su página web: www.nationalgallery.org.uk y buscando, buscando encontré un apartado que decía
cuáles eran las 30 obras que no podías perderte, de las cuales, a su vez, hice
una selección de las 20 que más me interesaban a mí, por lo que me ceñí a estas
y fui al grano para no perder tiempo, aunque en los paseos por las galerías me
fui fijando más o menos en otras obras, pero sin detenerme demasiado. De esta
manera pude disfrutar de algunas obras como el “Autorretrato de Rembrandt a la
edad de 34 años”, “Los Girasoles” de Van
Gogh, “El Matrimonio Arnolfini” de Van Eyck, “La Venus del Espejo” de
Velázquez, etc. Así hasta completar mi colección de las veinte elegidas.
Con eso y
con todo salí de allí con el tiempo más que justo para llegar hasta mi siguiente
destino. Quien haya llegado hasta aquí, ya merece un premio y todo por
aguantarme, y lo mismo también se habrá preguntado en algún momento porqué
parecía en algunos momentos que si no prisa, sí parecía que tampoco me podía
eternizar en algunos lugares por los que iba pasando. La razón no es otra que a
las 15.15 tenía mi entrada sacada para entrar al Palacio de Westminster o más
conocido como las Casas del Parlamento, sede de las cámaras del Parlamento
Británico, casi nada.
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Monumento a Oliver Cromwell.Casas del Parlamento |
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Casas del Parlamento |
La entrada
(15 libras) la saqué, como tres meses antes, en la página www.parliament.uk/visiting. En principio, sólo se puede visitar los sábados de
todo el año y en verano, pero parece que suele haber cambios y lo mejor es
informarse en su página, de acuerdo a las fechas en que se quiera visitar. En
mi caso elegí el horario de visita de acuerdo al idioma, ya que hay distintos
turnos en base a estos. Esto en la teoría, porque luego en la práctica son
mucho más flexibles en este sentido.
Como decía
llegué casi en punto y súper agobiado porque creía que perdía mi preciada
entrada, pero una vez en la puerta de acceso, me dijeron que tranquilo, que no
me preocupase, que llegaba con tiempo de sobra, así que nada me puse en la fila
que había y esperé a que empezara a moverse. Tras un rato avanzando lentamente
pude atravesar la puerta por la que entras al control de acceso, el cual es muy
similar al que pueden hacerte en cualquier aeropuerto, y una vez realizado
este, por fin accedes al inmenso Westminster Hall, el único lugar donde se
permite realizar fotografías, por razones evidentes de seguridad. Se terminó en
1099 y fue diseñado para impresionar e intimidar a otros miembros de realezas
europeas y a día de hoy sigue siendo uno de los espacios medievales más grandes
e indivisos que existen en el mundo. El techo de madera, en forma de navío
invertido, realmente te deja con la boca abierta.
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Westminster Hall. Casas del Parlamento |
Aquí se han
celebrado banquetes de coronación desde tiempos de Ricardo I, ha servido de
velatorio a muchos de los reyes ingleses y excepcionalmente a una figura tan
importante como Winston Churchill, ha sido objeto de inundaciones, bombardeos e
incendios y a pesar de todo ha sobrevivido, por lo que, sin duda se trata de un
lugar excepcional. Además de ser el lugar donde se ha recibido a líderes
mundiales de la talla de Nelson Mandela o Barack Obama. Aquí fue donde los
presentes estuvimos colocados en filas, según el idioma, esperando a que nos
recibiese nuestra guía, que nos llevaría por los entresijos de este increíble
palacio. Además de no poder hacer fotos, también te exigen que desconectes
totalmente los móviles y que tires los chicles a una papelera antes de comenzar
la visita, por lo que realmente te das cuenta del control que existe.
Nuestra
guía, una profesional como la copa de un pino, comenzó a introducirnos,
mientras avanzábamos por los interminables pasillos, en la historia del
edificio y de la corona inglesa, hasta llegar a otras dos espectaculares salas,
la Stephen´s Hall y la Central Lobby, donde nos introdujo en cómo funciona el
sistema político inglés y nos contó algunos de los entresijos de la complicada
política británica, aparte de contarnos cosas tan interesantes de como la reina
realiza la apertura parlamentaria cada año, con una ceremonia llena de
formalismos y de tradiciones.
Pero sin
duda las guindas del pastel iban a ser las cámaras de los Lores y de los
comunes que tantas veces hemos visto en la televisión y son el corazón de la
democracia de este país, donde se toman las más importantes decisiones que afectan
a todos los ciudadanos. Aquí nos explicarían como se eligen a los
representantes de cada una de ellas. Por ejemplo, cuando se convocan elecciones
en Inglaterra el pueblo está votando para elegir sólo a los representantes de
la cámara de los comunes, mientras que la de los lores está compuesta, una
parte por miembros vitalicios, por religiosos otra y por personas de arraigado
prestigio en su profesión, el resto. Siendo elegidos estos últimos por los
partidos políticos y además, sus decisiones sólo tienen un carácter consultivo
y no son vinculantes.
Entre otras
muchas cosas, igual de interesante resultó cómo se realiza el sistema de
votaciones, por el cual los diputados parlamentarios pasan, según el sentido de
su voto, por el pasillo del no y por el pasillo del sí, contabilizando los
encargados del recuento, el número de votos de acuerdo con el número de
personas que pasan por cada pasillo.
Y así infinidad de curiosas anécdotas más, con
muchísimos y concretos detalles, y todo ello escuchándolo desde las famosas
bancadas, eso sí, siempre sin sentarte, pues es un derecho sólo reservado a los
miembros de las cámaras.
Realmente
todo en este lugar, hasta el más mínimo detalle de cualquier sala, merece
muchísimo la pena, unido a ser, probablemente, el lugar más importante del
país, te hace que salgas de allí con un sentimiento muy especial de haber
estado en un lugar único. Fueron, al final, una hora y cuarenta minutos
apasionantes, donde también tuvo mucho que ver la forma y la pasión con que nos
contó todo nuestra excepcional guía, que por qué no decirlo se pasó en 25
minutos del tiempo estimado en la visita, lo que demuestra la profesionalidad y
la dedicación que determinadas personas ponen en su trabajo.
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Big Ben desde Casas del Parlamento |
Eran ya las
17,30 cuando salía por las puertas de hierro del Parlamento, por lo que apenas
quedaba poco más de una hora para que se hiciera de noche y sorprendentemente
no llovía e incluso algún rayo de luz se dejaba ver entre los nubarrones
amenazadores londinenses, por lo que quise aprovechar esta última parte de la
jornada para dar un paseo que me llevaría por la importante y amplia avenida Whitehall,
donde se encuentran muchos de los ministerios gubernamentales del país además
del famoso número 10 de Downing Street, residencia del Primer Ministro, cargo que
ostenta en la actualidad, como todos sabemos, James Cameron.
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Whitehall |
Algunos de
esos edificios y monumentos que me fui encontrando eran: el Cenotaph, que
recuerda a los caídos de la primera guerra mundial; el arco de la King Charles
Street; las Cabinet War Rooms, que fueron el bunker donde se instaló el cuartel
general de Churchill durante la II Guerra Mundial; el ministerio de Economía;
el monumento a las mujeres de la II Guerra Mundial y el Horse Guards, es decir,
el cuartel general del ejército de tierra. Aquí atravesaría un pasaje
abovedado, que me sacaría a una descomunal plaza, la Horse Guards Parade, que
se encuentra justo en frente del St. James park. Sería aquí donde Enrique VIII
organizaba sus juegos y torneos y donde hoy en día se realiza un interesante
cambio de guardia a caballo, que me quedé con las ganas de ver, pero está claro
que todo no se puede.
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Horse Guards Parade |
Después de
acercarme hasta el otro extremo de la plaza para ver de cerca el Guards Memorial, un monumento
conmemorativo a los caídos durante la primera guerra mundial, y dado que ya
estaba anocheciendo, tomé una pequeña avenida hasta una escalinata con una gran
columnata al final de ella, dedicada al Duque de York, y subiendo la misma
desemboqué primero en la pequeña plaza de Waterloo, para llegar unos metros
después a la famosa Piccadilly Circus con sus luminosos carteles publicitarios
de neón y su fuente con el pequeño Eros en lo más alto de la misma. Estaba a
rebosar de gente, sobre todo jóvenes que la utilizan como punto de encuentro, y
había un ambientazo tremendo. Aquí decidí sentarme un rato en las escalinatas
para descansar un poco y especialmente para recordar que sería en esta conocida
plaza, donde pondría por primera vez los pies cuando vine por primera vez a
Londres con tan sólo 21 años. Es increíble cómo pasa el tiempo, porque parecía
que había estado hacía nada.
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Picadilly Circus |
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Picadilly Circus |
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Picadilly Circus |
Sería este un buen momento para poner fin a la jornada
turística de hoy y dirigirme en metro desde aquí hasta mi hotel, donde había
quedado con Sayu, con la que me dedicaría lo que quedaba de tarde y de bien
entrada la noche a cenar en un subway (8,70 libras los dos), a tomar buenas
pintas y a ponernos al día de nuestras vidas, pues teníamos mucho que
contarnos. Un día de lo más intenso y completo.
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