21 de Julio de 2012.
Nuestro último día en Vancouver
nos lo tomaríamos con muchísima calma, pues necesitábamos reponernos del día de
ayer, que nos había fundido bastante. Así que, de momento, nos levantaríamos a
las nueve, todo un record para lo que estábamos acostumbrados durante todo el
viaje, así que nos supo de maravilla.
Hoy lo primero que tocaba, era
despedirse de nuestro fiel compañero de viaje durante estos últimos doce días,
es decir nos fuimos a devolver el coche de alquiler a la sucursal de Dollar, en
el centro de la ciudad. Después de que comprobaran que todo estaba correcto,
nos marcharíamos a desayunar a un Starbucks cercano y luego nos dedicaríamos a
dar una tranquila vuelta por la zona financiera de la ciudad, entre los enormes
colosos que nos rodeaban, encontrándonos entre las moles de ladrillo, la
pequeña Catedral que ciertamente pasa desapercibida, aunque con cierto encanto.
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Rascacielos Zona Financiera |
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Rascacielos Zona Financiera |
A tan sólo cinco minutos de este
lugar, se encontraba el Vancouver Lookout, otro rascacielos que te permite
subir hasta la plataforma situada en lo más alto y desde su acristalado
mirador, poder disfrutar de las panorámicas de 360 grados de Vancouver (16,50
cada entrada). Como no teníamos ninguna prisa, decidimos quedarnos por las
alturas algo más de una hora, recreándonos y disfrutando de las vistas.
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Vancouver Lookout |
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Vistas desde Vancouver Lookout |
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Vistas desde Vancouver Lookout |
Cuando volvimos a posar nuestras
playeras sobre el suelo, tiraríamos por otra de las calles céntricas de la
zona, que estaba cortada, y en la que habían montado improvisados campos de
Hockey donde todo tipo de gente se
entretenía jugando a este deporte, uno de los que más gustan y más tirón tiene
entre los canadienses, por lo que no dudamos en apoyarnos en una de las
barandillas que hacía de lateral de uno de los campos y quedarnos un buen rato
entretenidos, viendo lo bien que se manejaban con los enormes palos los
componentes de ambos equipos. Me gustó bastante la deportividad que todo el
mundo tenía y como se mezclaban los mayores con los más jóvenes y como
aceptaban, sin problema y dándoles ánimo, los errores de los peores jugadores.
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Jugando al Hockey en las Calles del Centro |
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Jugando al Hockey en las Calles del Centro |
Y de esta manera y a lo tonto,
era ya la hora de la comida, por lo que paseando y buscando algún sitio que nos
llamara la atención, por casualidad nos dimos de frente con un mexicano llamado
The Mexican (20 dólares por persona), por lo que como todavía no nos habíamos
metido en ninguno en todo lo que llevábamos de viaje, pues decidimos probar.
Mira por donde que este estaba regentado por tres socios, dos mexicanos y un
español de Barcelona, Roger se llamaba. Así que en una de las ocasiones que
pasó por nuestra mesa para atendernos, rápidamente se dio cuenta de que éramos
de la madre patria y nos pusimos a charlar con él un largo rato. Estuvimos
contándonos un poco de nuestras vidas porque hicimos buenas migas desde el
primer momento. La verdad que me hizo
ilusión porque casi no habíamos coincidido con nadie que hablara castellano en
todo el viaje, y menos de España, por lo que estuvo muy entretenida la comida.
Además ésta estaba bastante buena.
Después de despedirnos de nuestro
amable anfitrión, continuaríamos caminando hasta llegar a una antigua casa
victoriana convertida en museo llamada Roedde House, pero al llegar y mirar los
horarios en la puerta, vimos que esta cerraba a las cuatro y nos habíamos
pasado quince minutos de la hora, por lo que tuvimos que aguantarnos sin poder
entrar.
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Roedde House Museum |
Dado que este era uno de los
últimos planes de hoy y nos sobraba bastante tiempo y ya estábamos bastante
cerca del hotel, nos subiríamos a este un rato a descansar y con las pilas
cargadas saldríamos, de nuevo, a eso de las seis a dar un paseo, en esta
ocasión andando, por Stanley Park, que
tanto nos había gustado el primer día. Fue una caminata breve porque el día se
había vuelto soleado y ello invitaba a aprovecharlo para pasar el resto de la
tarde, tirados a la Bartola en la playa de English Bay. Parecía que Vancouver
quería despedirse de nosotros con su mejor sonrisa y dejarnos un buen sabor de
boca, como ya de por sí había conseguido.
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Stanley Park y Playa de English Bay |
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Stanley Park y Playa de English Bay |
Para cenar, hoy queríamos repetir, de nuevo, el sitio
en el que tenían la oferta de la pizza y bebida por seis dólares, Panago, de
hace dos noches, así que para allá que nos fuimos cuando empezó a anochecer.
Después y para concluir la jornada, que mejor que una buena tarrina de helados
italianos, de vuelta al hotel.
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