CANADA - DIA 22. Vancouver: un día de relax

21 de Julio de 2012.

Nuestro último día en Vancouver nos lo tomaríamos con muchísima calma, pues necesitábamos reponernos del día de ayer, que nos había fundido bastante. Así que, de momento, nos levantaríamos a las nueve, todo un record para lo que estábamos acostumbrados durante todo el viaje, así que nos supo de maravilla.

Hoy lo primero que tocaba, era despedirse de nuestro fiel compañero de viaje durante estos últimos doce días, es decir nos fuimos a devolver el coche de alquiler a la sucursal de Dollar, en el centro de la ciudad. Después de que comprobaran que todo estaba correcto, nos marcharíamos a desayunar a un Starbucks cercano y luego nos dedicaríamos a dar una tranquila vuelta por la zona financiera de la ciudad, entre los enormes colosos que nos rodeaban, encontrándonos entre las moles de ladrillo, la pequeña Catedral que ciertamente pasa desapercibida, aunque con cierto encanto.


Rascacielos Zona Financiera



Rascacielos Zona Financiera

A tan sólo cinco minutos de este lugar, se encontraba el Vancouver Lookout, otro rascacielos que te permite subir hasta la plataforma situada en lo más alto y desde su acristalado mirador, poder disfrutar de las panorámicas de 360 grados de Vancouver (16,50 cada entrada). Como no teníamos ninguna prisa, decidimos quedarnos por las alturas algo más de una hora, recreándonos y disfrutando de las vistas.


Vancouver Lookout

Vistas desde Vancouver Lookout

Vistas desde Vancouver Lookout

Cuando volvimos a posar nuestras playeras sobre el suelo, tiraríamos por otra de las calles céntricas de la zona, que estaba cortada, y en la que habían montado improvisados campos de Hockey  donde todo tipo de gente se entretenía jugando a este deporte, uno de los que más gustan y más tirón tiene entre los canadienses, por lo que no dudamos en apoyarnos en una de las barandillas que hacía de lateral de uno de los campos y quedarnos un buen rato entretenidos, viendo lo bien que se manejaban con los enormes palos los componentes de ambos equipos. Me gustó bastante la deportividad que todo el mundo tenía y como se mezclaban los mayores con los más jóvenes y como aceptaban, sin problema y dándoles ánimo, los errores de los peores jugadores.


Jugando al Hockey en las Calles del Centro

Jugando al Hockey en las Calles del Centro

Y de esta manera y a lo tonto, era ya la hora de la comida, por lo que paseando y buscando algún sitio que nos llamara la atención, por casualidad nos dimos de frente con un mexicano llamado The Mexican (20 dólares por persona), por lo que como todavía no nos habíamos metido en ninguno en todo lo que llevábamos de viaje, pues decidimos probar. Mira por donde que este estaba regentado por tres socios, dos mexicanos y un español de Barcelona, Roger se llamaba. Así que en una de las ocasiones que pasó por nuestra mesa para atendernos, rápidamente se dio cuenta de que éramos de la madre patria y nos pusimos a charlar con él un largo rato. Estuvimos contándonos un poco de nuestras vidas porque hicimos buenas migas desde el primer momento.  La verdad que me hizo ilusión porque casi no habíamos coincidido con nadie que hablara castellano en todo el viaje, y menos de España, por lo que estuvo muy entretenida la comida. Además ésta estaba bastante buena.

Después de despedirnos de nuestro amable anfitrión, continuaríamos caminando hasta llegar a una antigua casa victoriana convertida en museo llamada Roedde House, pero al llegar y mirar los horarios en la puerta, vimos que esta cerraba a las cuatro y nos habíamos pasado quince minutos de la hora, por lo que tuvimos que aguantarnos sin poder entrar.


Roedde House Museum

Dado que este era uno de los últimos planes de hoy y nos sobraba bastante tiempo y ya estábamos bastante cerca del hotel, nos subiríamos a este un rato a descansar y con las pilas cargadas saldríamos, de nuevo, a eso de las seis a dar un paseo, en esta ocasión andando, por  Stanley Park, que tanto nos había gustado el primer día. Fue una caminata breve porque el día se había vuelto soleado y ello invitaba a aprovecharlo para pasar el resto de la tarde, tirados a la Bartola en la playa de English Bay. Parecía que Vancouver quería despedirse de nosotros con su mejor sonrisa y dejarnos un buen sabor de boca, como ya de por sí había conseguido.


Stanley Park y Playa de English Bay

Stanley Park y Playa de English Bay

Para cenar, hoy queríamos repetir, de nuevo, el sitio en el que tenían la oferta de la pizza y bebida por seis dólares, Panago, de hace dos noches, así que para allá que nos fuimos cuando empezó a anochecer. Después y para concluir la jornada, que mejor que una buena tarrina de helados italianos, de vuelta al hotel.

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