7 de Julio de 2012.
Tras varios días perdidos en esos
remotos parajes, volvíamos a la civilización con una ciudad como Quebec –“donde
las aguas se estrechan”, en lengua algonquina-, una de las urbes más hermosas
de América del Norte. Declarada Patrimonio de la humanidad por la Unesco,
creció alrededor de la confluencia de los ríos Saint Charles y San Lorenzo, en
torno a una colina, el Cap Diamant, sobre cuya cima se alza el impresionante
castillo Frontenac, del que luego hablaré.
El Explorador Jacques Cartier
llegó a Quebec en 1535, cuando sólo existía el poblado indio de Stradacona.
Cincuenta años después, Samuel de Champlain creó un puesto comercial. Durante
los siglos XVII Y XVIII, el núcleo fue testigo de interminables conflictos
entre colonizadores franceses e ingleses y sufrió hasta seis sitios. No es de
extrañar, por todo ello que la ciudad tenga un marcado carácter europeo
mostrándose en su cultura, su centro histórico y en muchos de sus edificios y
monumentos.
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Quebec y Río San Lorenzo |
Nuestro hotel, como ya comenté
ayer, se encontraba a unos 5 km del centro histórico, por lo que tuvimos que
tomar el coche para llegar hasta él. Una vez allí, la única opción viable es
meterlo en un parking, ya que la ciudad está llena de parquímetros y con
tiempos muy limitados, por lo que si no te quieres volver loco, creo que esta
es la mejor opción. Nosotros lo metimos en el de la plaza D´Youville y nos
salió por 10 dólares, doce horas, por lo está bastante bien de precio.
En cuanto salimos a la
superficie, nos dirigimos a paso ligero, ya que empezaba a las diez, a la que
iba a ser nuestra primera parada: el cambio de guardia de la Ciudadela. La
entrada al interior de esta para ver el espectáculo y la visita guiada a la
inmensa fortaleza cuesta 10 dólares por persona. A la hora en punto comenzó el
curioso ritual procesional entre las distintas formaciones de la Guardia Real,
la orquesta y demás miembros de tan honroso cuerpo durante un poco más de
cuarenta minutos. Se realiza toda ella en un patio inmenso que hay en el centro
de la Ciudadela. He leído muchas opiniones acerca de lo aburrido que resulta a
mucha gente y de que al cuarto de hora de comenzar ya no aguantan más, sin
embargo a mí no me pareció ni mucho menos así, todo lo contrario, me resultó de
lo más interesante, especialmente la emoción y la solemnidad que ponen los
guardias que la realizan, se nota que sienten lo que hacen.
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Cambio de Guardia de la Ciudadela |
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Cambio de Guardia de la Ciudadela |
Cuanto terminó el acto, los guías
vestidos de rojo, distribuidos por toda la fortaleza, te van separando en
grupos reducidos, dependiendo de si quieres la visita guiada en francés o en
inglés y una vez hecho esto, te asignan el correspondiente guía que te
acompañará por la historia y los recovecos de la edificación. Nuestro guía,
Samuel, nos contó (traducciones realizadas por mis pacientes amigos), que esta
construcción es una de las más importantes de América y que fue levantada por
los ingleses. Nos narró interesantes anécdotas acerca de las victorias de la
segunda división canadiense, emplazada en este lugar, de sus medallas y
condecoraciones, de los edificios que forman parte de ella como el cuartel de oficiales,
la antigua cárcel o bunker, el polvorín francés, etc. Vimos, además, los dos
pequeños museos con exposiciones de material bélico en el que ha participado el
ejército canadiense y cuidadas maquetas sobre importantes acontecimientos
históricos del país. Total, que al final nos tiramos como una hora y media
dentro, entre unas cosas y otras.
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Residencia del Mayor II.Ciudadela |
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Tanque de la Ciudadela |
Al salir de esta visita,
decidimos irnos hacia el encuentro de una de las guías vestidas de blanco que
se encontraban por allí y apuntarnos para hacer la visita guiada gratuita de la
residencia del Gobernador General, que se encuentra también dentro de la
Ciudadela. Te enseñan la casa de éste cuando viene a Quebec de visita oficial y
te cuentan como está constituida la vida política el país y alguna que otra anécdota
sucedida entre las paredes de esta importante residencia, incluida alguna que
otra de Isabel II, viendo además un cuadro bastante feo de esta pero de una
gran importancia ya que es el único donde aparece vestida de la manera más
humilde y sin joyas, algo que no se encuentra en ningún otro lugar, según nos
dijo la guía. Es una visita curiosa pues ves donde y como vive una de las más
altas instituciones del Estado.
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Residencia del Gobernador.Ciudadela |
A mí me gustó incluso un poco más
que la de la Ciudadela. Duró como unos cuarenta minutos y a lo tonto nos
habíamos plantado ya en las 13.30 y con bastante hambre, así que nos iríamos
por la calle Saint Louis, una de las arterias principales de la parte alta y
nos meteríamos en una pizzería con un patio interior muy tranquilo, llamada “La
Primavera” (30 dólares por persona). Las pizzas están buenas pero algo pequeñas
para el precio.
Cuando terminamos nos sumergimos
por las calles empedradas, casas de piedra con tejado de pizarra, encantadores
comercios, que te hacía dudar por unos instantes si te encontrabas en la
antigua Francia al ser casi una réplica perfecta de alguna de sus ciudades.
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Calle Saint Louis |
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Calle Saint Louis |
En un rato nos daríamos de bruces
con el famoso hotel Château Frontenac, el símbolo de la ciudad, que domina el
horizonte desde lo alto del cabo Diamard, el punto más alto de la urbe. Su
diseño se inspira en los castillos del valle del Loira francés y parece que
lleva ahí toda la vida, aunque tiene poco más de un siglo de antigüedad. Su
exterior está formado por torreones de piedra y ladrillo, tejados de cobre verde
y ventanas abuhardilladas, lo que hace que probablemente, forme la estampa más
europea de este lado del Atlántico. Además, como anécdota curiosa, aquí se
reunieron en la segunda guerra mundial Churchill, Roosevelt y el Primer
Ministro Canadiense. Entraríamos en su interior y en la recepción pregunté
acerca de las visitas guiadas que se hacían según la Lonely Planet, pero,
¡sorpresa!, desde hace un año que han dejado de realizarlas, por lo que tuvimos
que conformarnos con dar un paseo por el vestíbulo principal y sus tiendas
comerciales.
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Chateua Frontenac |
De nuevo en el exterior,
pasearíamos por la terraza Dufferin, una muralla peatonal flanqueada por viejos
cañones y el mejor lugar para admirar la fortaleza y el río San Lorenzo en todo
su esplendor, donde casi quemaríamos la cámara, antes de subir por una
escalinata cercana a los jardines Des Gouverneurs, hasta un alto desde donde se
veían unas nuevas y estupendas vistas de la ciudad y del río. Aquí nos
tumbaríamos un rato a relajarnos con la panorámica y así reponer fuerzas.
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Terraza Dufferin |
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Río San Lorenzo desde Terraza Dufferin |
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Chateua Frontenac desde Jardines del Gobernador |
Como no estábamos demasiado
cansados y como teníamos cerca la Ciudadela y el paseo de las murallas, que
comienza muy cerca de esta, decidimos entretenernos realizándolo. Este rodea la
parte alta de la ciudad, casi por completo y te brinda unas vistas estupendas
de algunos sitios, desde perspectivas diferentes. Son unos cuatro kilómetros,
pero se hacen muy agradables y ni te enteras.
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Paseo de las Murallas |
Cuando acabamos la pequeña ruta
urbana, salimos a la parte contraria de donde empezamos y dado que por aquí
había alguna que otra cosa interesante, pues nos acercamos a verla. Así nos
encontraríamos con el edificio de Correos, el Seminario, el Hotel de Ville y,
en frente, la catedral de Notre Dame, la más antigua del subcontinente, con 350
años de historia, la anglicana Holy Trinity y algún que otro monumental
edificio más. Parece mucho pero está todo bien cerca, casi pegado.
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Antiguo Edificio de Correos y Escultura de Laval de Montmorency |
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Catedral de Notre Dame |
Ahora sí, que por hoy habíamos terminado de ver cosas,
por lo que para acabar la tarde, decidimos relajarnos, con unas bebidas bien
frías y algo de picar, en uno de los bancos de la terraza Dufferin con vistas
al Río San Lorenzo, mientras veíamos anochecer y disfrutábamos del ambientazo
que había por todas partes. A eso de las nueve, nos recogeríamos, ya que al día
siguiente tocaba madrugón.
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