15 de Julio de 2012.
Amanecía cubierto en el mayor
parque de las Montañas Rocosas, el cual
ofrece un paisaje escarpado y un ambiente menos turístico que otros lugares en
los que ya habíamos estado. El cielo estaba plomizo y las temperaturas habían
descendido unos cuantos grados, lo que nos obligaba a ponernos unos
chubasqueros en previsión de que en algún momento del día una gran tromba de agua pudiera caer sobre nuestras
cabezas. Eso con suerte, ya que mis presagios eran que todo invitaba a que se
pondría a llover en breve y ya no pararía durante todo el día. Al final, no
ocurriría ni una cosa ni la otra, por lo que pudimos seguir con nuestros planes
sin el mayor inconveniente. Los dioses seguían de nuestra parte.
Como nuestro alojamiento, perdido
de la mano de Dios, estaba cerca de las cascadas de las que toma el nombre, las
Sunwapta Falls, pues nos acercamos con el coche hasta el aparcamiento de las
mismas y nos pusimos a hacer la ruta de las dos caídas: la alta, que está casi
al lado del parking y la baja, que está sólo a dos kilómetros de ida y otros
tantos de vuelta. Ambas caídas están bastante chulas e impresionan ante el
caudal con el que baja el río.
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Sunwapta Falls |
Nosotros continuaríamos un poco más
allá de ambas caídas, ya que tuvimos una pequeña confusión y creíamos que una
de ellas estaba más adelante, continuando por una pequeña senda, que poco a
poco se iba estrechando, hasta perderse entre la vegetación, los arbustos y
algunos árboles caídos, por lo que nos dimos cuenta que el salto que creíamos
que no era, sí que lo era, por lo que nos dimos la vuelta en cuanto llegamos a
este punto. Fue este un momento de intranquilidad, ya que entre la densa
vegetación parecía que algo o alguien nos acechaba, no sé si era nuestro
subconsciente que nos jugaba un mala pasada entre aquella soledad y silencio,
sólo roto por la corriente del río cercana, o si era real, pero lo que sí sé es
que empezamos a acelerar el paso, a un buen ritmo y que no miramos para atrás y
así llegamos de nuevo al que creíamos que no era el salto, dándonos cuenta de
nuestro error al ver ya a varios turistas haciendo fotos desde una de las
barandillas.
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Sunwapta Falls |
Retomamos, después, nuestra
conducción por la Icefields Parkway, y al poco rato de ir conduciendo, veo en
la distancia un bulto negro empezando a cruzar la carretera, sigo hacia
delante, voy disminuyendo la velocidad y ¡Dios!, ¡un oso negro enorme! Fui
deteniendo el vehículo poco a poco y él acabó de cruzar y bajó hasta la pequeña
pradería que estaba debajo del arcén de la autopista, allí entre la maleza y
los pequeños arbustos se pondría a saciar su apetito con las pequeñas vayas que
colgaban de muchos de estos, ¡era un gozada ver a estos enormes animales
moverse en total libertad!
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Oso Negro camino hacia las Athabasca Falls |
Después de estar como veinte
minutos viendo sus movimientos, continuamos y ¡joder! En la parte derecha de la
carretera había un montón de vehículos parados y la razón no podía ser otra que
había, de nuevo, otro oso por allí rondando, un poco más lejos, pero se le veía
perfectamente.
Poco después de estas dos
sorpresas, pararíamos de nuevo, para acercarnos a contemplar las Athabasca
Falls, una de las grandes cascadas y que con más fuerza van de las montañas
rocosas. Tienen una caída de 23 metros y corren a través de una garganta
arrastrando todo lo que se encuentran a su paso. Desde donde dejas el coche te
encuentras seis miradores desde los cuales puedes ver distintas perspectivas.
Fuimos parando en cada uno de ellos y leímos en paneles informativos,
dispuestos en los mismos, que cada dos años se produce una muerte en las
cataratas, ya que la gente se acerca demasiado a las orillas del río,
ocurriendo la desgracia. Cada vez está más seguro y vallado, pero sigue
habiendo recovecos por los que puedes acercarte hasta el borde de las cascadas
y, la verdad, que impresiona bastante.
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Athabasca Falls |
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Athabasca Falls |
Bajaríamos después por unas
escaleras para llegar hasta el fondo de un cañón, donde el río recupera la
calma. Paseamos unos minutos por la orilla y volvimos al coche para seguir por
esta misma carretera, por la que nos acabábamos de desviar para ver las
Athabasca Falls, con dirección al Monte Edith Cavell, una enorme montaña a la
que se llega después de hacer 18 km, primero, y luego otros 12 km en continua
subida y con constantes curvas hasta el parking.
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Jasper desde el Monte Edith Cavell |
Su nombre se debe a una enfermera
británica que fue condenada a muerte por los alemanes durante la primera guerra
mundial por haber escondido en su hospital de Bruselas hasta a doscientos
soldados belgas, franceses e ingleses y haberles ayudado a huir de Bélgica y
reintegrarse después en sus puestos de combate.
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Cartel Informativo. Monte Edith Cavell |
Una vez en el aparcamiento,
realizaríamos una pequeña ruta (4 km de ida y vuelta) que te lleva hasta un
pequeño lago azul turquesa repleto de icebergs, provenientes del glaciar Cavell
y, justo encima de este, el espectacular glaciar Ángel. El panorama era
sobrecogedor y decidimos estar por allí disfrutando del entorno unas dos horas,
ya que el espectáculo lo merecía. Decir que esos cuatro kilómetros son la suma
de la ruta más sencilla hasta el lago Cavell y de otra llamada Cavell Meadows,
que se encontraba cerrada a la mitad por nevadas. Si esto no es así, el
recorrido si se quieren hacer ambas, es mayor.
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Glaciares Cavell y Angel.Monte Edith Cavell |
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Glaciar Angel.Monte Edith Cavell |
Como decía aquí estaríamos un
buen rato, cada uno a su bola. Yo me entretendría paseando por la orilla del
pequeño lago a rebosar de enormes trozos de hielo, cogiendo alguno de ellos y
haciendo fotos hasta hartarme. También me entretuve acercándome hasta el
glaciar Cavell, hasta tenerlo muy muy cerca. Para ello pasé por debajo del
glaciar Ángel, lo cual impresiona bastante, al tener esa inmensa mole helada,
encima de ti y porque además ves un montón de rocas y trozos de hielo como
pelotas que se han ido desprendiendo de este. No permanecí mucho tiempo allí,
ya que era bastante peligroso y hay carteles que no aconsejan hacerlo.
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Glaciar Cavell.Monte Edith Cavell |
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Glaciar Cavell.Monte Edith Cavell |
Cuando estábamos a punto de
irnos, de hecho ya le habíamos dado la espalda al glaciar y nos encaminábamos
hacia el camino de vuelta, de repente escuchamos el sonido de un trueno. Pensé
“mira, va a caer una tormenta de la leche”, Pero no, no era una tormenta. Las
voces de asombro y de emoción de la gente, nos hicieron darnos cuenta de que
estaba equivocado. Nos dimos la vuelta y vimos lo que pasaba, se estaba
produciendo un pequeño desprendimiento del glaciar Ángel, pudiendo observar
como arrastraba rocas, piedras y pedazos de hielo de todo tipo hacia abajo con
una tremenda fuerza. Todo ello con dirección hacia donde unos veinte minutos
antes había estado haciendo unas fotos. Se me pusieron los pelos de punta.
Después de ver algún que otro desprendimiento más de mucha menor intensidad,
nos encaminamos hacia el coche y como eran ya las tres, tocaba lo de siempre:
los sándwiches, los iba a acabar aborreciendo.
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Glaciar Angel.Monte Edith Cavell |
Pequeñas gotitas empezaban a caer
de camino hacia la siguiente ruta, pero afortunadamente sería sólo una falsa
alarma, por lo que pudimos empezar sin problema la famosa caminata de los cinco
lagos. Aquí nos encontramos que podíamos elegir entre dos variantes, la larga y
la corta. Ya que no queríamos tentar a la suerte con el tiempo, decidimos hacer
la segunda de ellas, que eran 5 km de ida y vuelta, además la primera de ellas
lo único que tiene con respecto a la segunda es que rodeas por completo el enorme
primer lago, dedicando para ello otros 6
o 7 km más, por lo que creímos que tampoco iba a aportarnos nada nuevo el
hacerla, ya que este también lo ves desde una de sus orillas en la ruta corta.
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Ruta de los Cinco Lagos |
Pudimos disfrutar de todo tipo de
tonalidades de colores: turquesa, esmeralda, azules más o menos intensos, etc.
Fuimos por una tranquila vereda, bordeando por sus orillas los lagos y
disfrutando de la paz y tranquilidad que había, ya que al estar entrada la
tarde y el hecho de que el cielo amenazase tormenta, hacían que no hubiera casi
nadie.
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Ruta de los Cinco Lagos |
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Ruta de los Cinco Lagos |
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Ruta de los Cinco Lagos |
A las 18.30 acabaríamos la
excursión y como sólo se encontraba a veinte kilómetros en coche, retrocedimos
estos y nos acercamos a ver el Horseshoe Lake, un lago en forma de herradura,
por el que puedes pasear por su orilla. Pero la sorpresa que este nos tenía
guardada, era que tanto por un lado como por otro, la senda estaba inundada y
si queríamos evitar esos encharcamientos para retomar el camino, nos tocaba
meternos hasta las rodillas en el agua. Así que desistimos y nos conformamos
con las vistas que teníamos de él, desde el principio de la ruta donde
comienzas a bordearlo y con la perspectiva que tienes desde el arcén de la
carretera.
Estábamos bastante cansados, ya
que tantos días y tan intensos empezaban a pasarnos factura, por lo que
decidimos irnos hacia el pueblo de Jasper y así llegar un poco antes de lo
normal y descansar algo. Pero quien nos iba a decir a nosotros que, al final,
casi tardamos una hora más en llegar de lo previsto. El motivo sería que en el
lado derecho de la carretera, en un pequeño bosquecillo, pudimos ver a una osa
con sus dos crías. Así que claro, allí
estuvimos viendo como jugaban e iban de un lado para otro. Intentamos sacar
alguna foto pero como se encontraban un poco lejos, tampoco salieron muy allá.
Y como las rocosas son mejor que cualquier zoo, no pudimos avanzar ni diez
kilómetros, al encontrarnos en esta ocasión con una manada de ciervos pastando,
a los que casi pude acariciarles el lomo, pues se encontraban rodeados de una
marea de turistas y prácticamente ni se inmutaban. Ellos tan tranquilos y
pastando que era lo suyo.
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Ciervo en Jasper |
Después de tantas emociones, por
fin llegaríamos a nuestro hotel en Jasper, donde pasaríamos las dos siguientes
noches: el Whistler´s Inn, muy confortable y céntrico. Nos relajamos un buen
rato en la habitación, fuimos a cenar a una pizzería, la Jasper Pizza Plaza (22
dólares por persona) y a descansar, que ya no podíamos con nuestras almas.
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Cartel de Bienvenida a Jasper |
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