14 de Julio de 2012.
Y es que como dice el título de
este capítulo, no podría definir mejor esta carretera de 230 km, considerada
por muchos como, posiblemente, la más bella del mundo. Y no les quito razón, ya
que las vistas de montañas de más de tres mil metros, las cumbres plagadas de
glaciares, los valles alpinos, lagos de una pureza virgen, picos nevados,
cascadas, bosques, ríos con poderosos caudales, fauna de lo más diversa, hace
que sea merecedora de este título.
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Icefields Parkway |
Entramos por el puesto de control
situado en la villa de Lake Louise, donde habíamos dormido. Aquí mostraríamos
nuestro pase anual y la simpática guardia nos facilitó un mapa de lo más chulo,
donde se te describe todo lo que puedes ver pormenorizadamente y kilómetro por
kilómetro. Yo ya llevaba la lección aprendida desde España, pero me sirvió para
compaginar la información y añadir algo más.
Muy pronto, en una de las rectas
de la fabulosa carretera, encontraríamos el primer mirador, el del lago Héctor,
rodeado por un enorme bosque. Pararíamos para hacer las fotos de rigor y
seguiríamos el camino sin demorarnos demasiado, ya que queríamos hacer muchas
cosas en el día de hoy.
En cuanto al tiempo, parece que
fue una falsa alarma el aviso de ayer porque aunque amaneció nublado y gris, al
final se quedó en claros y nubes, por lo que tampoco llovió, así que tan
contentos, ya que salvábamos otro día.
Al cabo de un cuarto de hora,
llegaríamos hasta la señal que indicaba Bow Glacier Falls, donde nos
desviaríamos para aparcar, justo delante, del majestuoso lago Bow. Desde aquí
parte una ruta que te permite ver una gran cascada ocasionada por el deshielo
del glaciar Bow. Son 9,2 km de ida y vuelta. Pero aquí nos encontraríamos de
nuevo con un pequeño problemilla de nada y es que había carteles que indicaban
que era zona de peligro porque hacía unos días se habían avistado osos Grizzly
en unos cuantos kilómetros a la redonda. Ante esta advertencia, Javi dijo, inmediatamente,
que no realizaba la ruta por precaución, lo cual es muy lícito y respetable,
pero a mí sí que me apetecía mucho hacerla, por lo que como a él no le
importaba que yo me animara con la caminata, pues aparte, se encontraba algo
cansado y de esta manera aprovechaba para descansar por aquel entorno idílico,
pues, rápidamente, me puse en marcha y comencé a andar. Unos minutos antes de
dar los primeros pasos pude ver como otro senderista que estaba unos cuantos
metros por delante de mí se rociaba todo el cuerpo con un spray especial para
repeler osos y que estos no se te acerquen, lo que me resultó bastante curioso
y ya de paso hizo que no le perdiera la pista durante todo el camino y le
siguiera a una distancia prudencial, por si acaso.
En la ruta comienzas rodeando el
lago Bow por toda su orilla derecha,
mientras ves como sus aguas hacen de espejo de las montañas que se reflectan de
forma perfecta en estas.
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Lago Bow |
Poco después te adentras en un
pequeño bosque, donde gracias a mi amigo con olor a anti oso y un gesto por su
parte de silencio, ya que me esperó, pude ver a tan sólo unos pasos a una marmota y ya era la segunda que veía.
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Marmota en el Valle del Río Bow |
Después de agradecerle el detalle
del aviso, el continuó y yo al rato hice lo mismo para salir a un enorme valle
que me conduciría, siguiendo el curso de pequeños riachuelos provenientes de la
cascada, hasta esta misma, que se despeñaba con fuerza sobre las rocas del
suelo. Aquí permanecí un rato descansando y disfrutando del entorno y como
tampoco quería entretenerme mucho, pues me estaban esperando, comencé el camino
de vuelta para aparecer, de nuevo en el parking a las tres horas desde que salí
de él. A la vuelta pude ver a todo tipo de gente, desde personas con unos
cuantos años a sus espaldas, hasta familias con niños, lo que claramente
demostraba que a la gente no le importaban demasiado los carteles, pero oye
cada uno es libre de hacer lo que quiera. Allí me esperaba mi amigo, más relajado que la
leche y tan a gusto.
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Valle del Río Bow |
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Bow Glacier Falls |
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Bow Glacier Falls |
Continuamos por esta carretera de
ensueño, donde cada curva del camino, ofrece una vista todavía mejor que la
anterior y entre paisajes de cuento, llegamos a otra de las estrellas del
parque de Banff, el lago Peyto, uno de los lugares más famosos de las rocosas y
que más ha sido fotografiado y plasmado en millones de guías y publicaciones de
todo el planeta.
Llegamos a su mirador, tras un pequeño paseo de quince minutos
por un sendero asfaltado, cuesta arriba, que desemboca en una plataforma de
madera que da al lago. Lo que encontramos fue, antes que nada, una terrible
masa de gente, estaba a rebosar y no cabía un alfiler, por lo que estuvimos
esperando un buen rato hasta conseguir un puesto en primera fila, para así
poder deleitarnos con el paisaje como era debido y el tiempo que hiciera falta.
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Lago Peyto |
El lago es sin duda, uno de los
mejores, pues es perfecto, así, sin más, sus aguas de azul turquesa,
provenientes de glaciares y su entorno incomparable hace que tenga pocos
competidores y te deje boquiabierto. Cansado al final, de tantos empujones y de
que los japoneses te pusieran las cámaras en la boca, decidí saltarme la
pequeña valla de madera y me fui a un pequeño mirador natural de piedras que se encontraba más abajo, para aquí poder
deleitarme y extasiarme todo lo que me apeteció.
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Mirador del Lago Peyto masificado |
Una vez que conseguí salir del
trance en que me había dejado semejante belleza, pude volver a donde se
encontraba todo el gentío y ya desde aquí, al coche con el que seguiríamos la
ruta parando en diferentes miradores de la carretera para admirar más glaciares
y cascadas que salían de todas partes y así llegar hasta la ribera del lago
Waterfowl, donde unas cuantas fotos más serían suficientes, antes de hacer, de nuevo,
otra parada algo más larga en el Mistaya Canyon.
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Lago Waterfowl |
Este es un cañón de lo más chulo,
donde el agua lo ha moldeado todo a su antojo, creando todo tipo de curvas y
arcos naturales. Son sólo 400 metros desde el aparcamiento, por lo que llegas
en nada y lo mismo para volver. Además puedes acercarte hasta el mismo borde de
las grandes paredes de roca, siempre, por supuesto, con bastante precaución
pues hay algún cartel donde ya se avisa que alguien ha tenido un desafortunado
resbalón y no se ha salvado para contarlo. Aquí tocaría llevar a cabo el ritual
de los tradicionales sándwiches, que como todos los días no podían faltar.
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Mistaya Canyon |
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Mistaya Canyon |
Atravesaríamos después un área,
la Saskatchewan Crossing, desde donde se supone que tienes más posibilidades de
ver osos y algún que otro animal atravesando la carretera, pero no hubo suerte
en esta ocasión, ¡una pena!
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Saskatchewan River Crossing |
Y así continuamos otros cuantos
kilómetros para, un poco más adelante, afrontar otra nueva senda. Se trataba de
la Parker Ridge de 5 kilómetros (ida y vuelta) y que por una serie de
zigzag en continua subida te lleva hasta
la cima de una montaña. La verdad que es otra de esas rutas dura, especialmente
para mí, que hoy llevaba más kilómetros acumulados y empezaba a notar el
cansancio. Pero bueno, al final mereció la pena y la recompensa fue el poder
ver de lejos el glaciar Saskatchewan, una lengua de hielo proveniente del campo
de hielo de Columbia, además de un montón de picos nevados y más glaciares por
todas partes, todo esto mientras íbamos pisando la nieve, desde la última parte
del recorrido, sin ningún tipo de peligro ya que estaba blanda y son grandes
extensiones de terreno, por lo que no hay posibilidad de caer a ninguna parte.
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Icefields Parkway desde Parker Ridge |
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Saskatchewan Glacier desde Parker Ridge |
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Parker Ridge |
Cuando descendimos, dejándonos
deslizar suavemente con las botas sobre la nieve hasta que está desapareció, y
llegamos al coche, eran ya las 19.30 pasadas, por lo que decidimos hacer la
última parada del día en el increíble y descomunal glaciar Athabasca. Este es
otra gran lengua helada, procedente del campo de hielo de Columbia, que se
extiende desde lo alto de las montañas hasta muy cerca de la carretera. Sólo tienes que avanzar unos 750 metros desde
el segundo parking, para llegar hasta la barrera de la que no se debe pasar,
pues se corre el peligro de caer en alguna de las muchas grietas y fisuras que
esconde esta gran masa de hielo. La pena es que se estima que a consecuencia
del cambio climático, este fabuloso glaciar, desaparecerá para siempre en unos
cien años.
Desgraciadamente el hombre se está cargando el planeta y muchas de
sus maravillas. Es curioso ver como a lo largo de la pequeña carretera que te
lleva hasta este, hay placas situadas en la misma, indicando hasta donde
llegaba el glaciar y el año respectivo, con lo que te das cuenta del retroceso
tan espectacular que ha sufrido en tan poco tiempo.
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Athabasca Glacier |
Por hoy ya no podíamos más, así que nos quitamos los
cuarenta kilómetros que nos faltaban para llegar hasta nuestro alojamiento, el
Sunwapta Falls Rocky Hodge y después de una cena bien densa y un auténtico
homenaje consistente, por mi parte, en espaguetis con carne de búfalo que
estaban para chuparse los dedos (25 dólares por persona), nos iríamos a la
cama, no sin la duda de si durante la noche, algún oso vendría a hacernos una
visita, ya que delante de nuestra habitación había un espeso bosque, donde unos
días antes habían sido vistos hasta tres de estos merodeando por los
alrededores y llegando hasta casi las puertas de varias de las habitaciones.
¡Qué emocionante!
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