La señora
Paola es la dueña de la agencia Inka Tours y tuve el placer de conocerla el día
de mi llegada a Puno, cuando la pague el dinero de la excursión al lago
Titicaca. A ella recurriría, de nuevo, para que me asesorara a la hora de
realizar la ruta turística de Puno a Cuzco.
Al final,
aunque mi idea era realizarla con la empresa Inka Express, deposité la confianza
en esta señora y la haría con una empresa recién creada, no más de dos meses,
llamada Wonder Perú Expedition, con unos autobuses nuevecitos, espaciosos,
bebidas frías y guía. ¡Una pasada! Me costó 40 dólares con todo incluido (comida
y entrada a los distintos sitios en los que vas parando). Había gente que no
tenía incluida ni una cosa ni la otra y claro es cuando vinieron los cabreos y
las quejas.
Autobús Wonder Perú |
Autobús Wonder Perú |
Me imagino
que yendo directamente a esta empresa y sacando uno mismo los billetes saldrá
más económico. A mí no me apetecía calentarme mucho la cabeza y preferí que me
lo dieran todo hecho.
Además a las
siete de la mañana un taxi me llevaría a la puerta desde donde salen los
autobuses, cortesía de la señora Paola. Hay que reconocer que se lo curró
bastante conmigo, por lo que lo menos que puedo hacer es recomendar Inka Tours,
aparte de porque a mí me tratasen de maravilla, también porque realmente lo
tienen todo muy bien organizado.
Mira por
donde que aquí me encontraría con David y Nuria, de nuevo, que optaron por
hacer lo mismo que yo. Así que genial porque iríamos juntos en el viaje.
A las 07.20
saldríamos en el gran autobús, medio vacío pues todavía no se conoce mucho esta
empresa, camino hacia nuestra primera parada en el trayecto: Pukara (3876 m.),
que significa “Fortaleza” y fue donde se asentó una de las primeras culturas
del altiplano. Aquí llegamos tras 106 km de recorrido. En ella veríamos un
pequeño museo dedicado a la cultura pre-inca, el cual es curioso si te lo
explican. Al salir daría un breve paseo por su plaza y entraría a ver la
iglesia colonial.
Plaza de Armas. Pukara |
Catedral de Pukara |
Museo de Pukara |
Continuaríamos
la ruta, no sin estar quince minutos parados porque estaban reparando la
carretera, para tras otra hora y cuarenta minutos, parar en La Raya (4335 m.),
el punto más alto del recorrido. Pero ahora sí que ya daba igual la altitud, ya
que me había aclimatado y no tenía ningún problema. En este lugar acaba la
cordillera oriental de los andes y empieza la central. Las vistas merecen mucho
la pena.
La Raya |
La Raya |
La Raya |
El pueblo de
Sicuani sería el próximo en recibirnos para darnos de comer a base de buffet.
En la
siguiente parada encontraríamos el misterioso poblado inca de Raqchi, el lugar que más me gustaría sin dudarlo. Los
restos forman parte de la zona central del que fuera el templo sagrado más
grande del imperio inca. Y dicen que fueron los propios incas los que lo
destruyeron, para evitar que los españoles lo convirtieran en un templo
cristiano.
Raqchi |
Raqchi |
Raqchi |
Raqchi |
Tras otra
hora y media más de autobús llegaríamos hasta Andahuaylillas, el último lugar
que visitaríamos en la ruta que estábamos haciendo. Esta pequeña población
sería fundada por el virrey Francisco de Toledo en 1572 y cuenta con una
auténtica joya como es la iglesia de San Pedro Apostol, que recibe el
sobrenombre de la “Capilla Sixtina de América”. Nada me hacía sospechar que su
exterior sencillo y humilde, escondería en el interior un conjunto de
maravillosos artesonados, murales y pinturas, entre ellas un cuadro del
mismísimo Murillo, que hicieron que me quedara boquiabierto durante no menos de
cinco minutos.
Vistas llegando a Andahuaylillas |
Iglesia de San Pedro. Andahuaylillas |
Y con esta
última sorpresa terminaba lo que era la primera parte del valle sagrado. A
partir de aquí nos adentraríamos en el valle de Cuzco o valle sagrado II, je,
je, al que llegaríamos tras una media hora de viaje.
Habíamos
recorrido en total unos cuatrocientos y pico kilómetros en diez horas de viaje,
pero a decir verdad se hacen de lo más agradables y casi que ni te enteras.
Wonder Perú
nos dejaría a todos en la estación
central de Cuzco, donde me despediría de la pareja de Sitges y justo cuando iba
a coger un taxi para la plaza de Armas, unos chicos españoles me preguntarían que si no me importaba que se vinieran
conmigo, a lo que, por supuesto, les dije que no. De todas maneras, al final,
el taxista nos cobró lo mismo que si hubiéramos ido cada uno por nuestro lado
(5 soles a mi y 5 a ellos).
Mi primera
parada fue en la plaza de Armas, como he dicho, porque lo que quería era
quedarme tranquilo y sacar ya los billetes de tren para Machu Pichu desde
Ollantaytambo y al revés. La empresa que elegí fue Inca Rail en clase ejecutiva
por 100 dólares, ida y vuelta. (Carísimo, pero parece que los precios son
parecidos entre las tres opciones que existen).
Ya con mis
billetes le dije al taxista que me llevara a la dirección del hotel en el que
me alojaba, que estaba como a ocho minutos andando de la plaza de Armas. El tío
me acabó dejando en el barrio de San Blas, bastante más alejado de donde tenía
que dejarme. De esto me enteré al cabo de un rato, como ahora veréis.
Pues eso que
el simpático señor y aparentemente buena persona, me dejó en una plaza de este
barrio con una iglesia y me indicó muy amablemente que mi hotel era uno que se
encontraba en lo alto, sin acceso para vehículos, con una banderita peruana. Me
despedí de él hasta el día siguiente, pues mi intención era hacer algunas cosas
en taxi, y me fui para allá. Allí no coincidía nada, ni la calle, ni las fotos
que había visto por Internet, ni nada de nada. Vamos que olía a encerrona que
apestaba. Y mira que casualidad que en ese momento pasaban tres policías a mi
lado, por lo que aproveché y les pregunté, a lo que me respondieron que,
efectivamente, la intención del taxista era jugármela.
Muy majos me
dijeron como llegar y tras un paseito de quince minutos, por fin, conseguiría
entrar por las puertas del hotel Antanawasi, donde me alojaría las tres
siguientes noches. (114 dólares con desayuno).
Me
recibieron con un mate de coca, que no rechacé y me estuvieron asesorando un
poco de cómo hacerlo para ver todo lo que quería en los dos siguientes días. Un
trato estupendo que me hizo sentirme como en casa.
Tras dejar
el petate, me fui a ver sino estaba cerrada la oficina de turismo para comprar
el boleto turístico que te da derecho a entrar en casi todo, pero ya estaba
cerrada.
Así que me
senté un rato a recrearme con la espectacular plaza de Armas y a asimilar que
estaba en el ombligo del mundo: Cuzco, capital del imperio inca.
Tras la
emoción, me volví al hotel y reservé un taxi en recepción que pasaría a
buscarme a las 08.20 del día siguiente, antes era tontería porque las ruinas no
las abren hasta las 09.00 según me dijeron. Mi intención era estar justo a la
hora de apertura de Sacsayhuamán y sacarme allí el boleto turístico, el cual
puede obtenerse en cualquiera de las ruinas. Además me venía estupendo porque
estaba roto de las palizas de los días anteriores y necesitaba descansar un
poco.
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