PERÚ - DIA 07. Ruinas del Valle Sagrado

25 de Agosto de 2011.

Se supone que hoy comenzaría el día, a las 07.30, quedando con el simpático taxista que me la había jugado el día anterior. Me tenía que haber recogido en la iglesia de San Blas pero, ni que decir tiene, que me daría el gustazo de dejarle plantado, lo cual me supo a gloria.

Yo a esas horas estaría tranquilamente bajando a desayunar al restaurante de mi hotel, para a las 08.20 tomar un taxi que me llevaría hasta la puerta de las ruinas de Sacsayhuamán. (15 soles) En tan sólo diez minutos nos habíamos plantado allí, teniendo la suerte que la taquilla ya se encontraba abierta y así pude sacar el boleto turístico por 130 soles. Con él tienes derecho a entrar en 16 lugares entre el valle sagrado y Cuzco y tiene una validez de diez días.

Nada más entrar un chico me ofreció hacerme de guía, a lo que en principio le dije que no, pero a los cinco minutos de adentrarme en las ruinas, me arrepentí porque me estaba dando cuenta que no me iba a enterar de nada con la información que llevaba, al ser las primeras ruinas y de tal categoría. Así que me di media vuelta y volví para ver por cuanto me dejaba la visita guiada. Conseguí que por 25 soles me enseñara todas las ruinas (la parte famosa y la que no lo es tanto) durante una hora y media.

Sacsayhuamán


Sacsayhuamán

Roberto, que así se llamaba el guía, resulta que era un profesor de primaria que en sus ratos libres, como tenía el título de guía turístico, pues se subía a las ruinas a estudiarlas y si de paso se sacaba algo de dinerillo, pues mira que bien. Así que se notaba muchísimo que al hacerlo más por vocación  que por necesidad, controlaba bastante del tema.

El recorrido lo comenzaríamos por la parte más desconocida de las ruinas, metiéndonos por una cueva por donde te tenías que guiar con la mano izquierda porque no se veía nada; me explicó que lo que parecía una enorme plaza, era en realidad un lago y como se aprovechaba el agua de éste por un sistema de canalización; me llevó como a una montañita, la cual no era otra cosa que magma petrificado con canales causados por la glaciación y que se habían convertido en improvisados toboganes por los que se tiraban los chavales. Me ofreció probarlos y por supuesto que me animé. ¡Joder, coges una velocidad de la leche!

Sacsayhuamán

Sacsayhuamán

Sacsayhuamán

Sacsayhuamán

También me enseñó dos bloques de piedra que hacían de relojes de sol y me estuvo explicando la manera de identificar la hora en la que nos encontrábamos.

Estaba encantado con todo lo que estaba aprendiendo de este importante yacimiento, pero por si todo esto fuera poco, encima a Roberto le gustaba la fotografía y me decía desde donde podía tirar las mejores fotos. ¿Qué más se podía pedir?

Sacsayhuamán

Sacsayhuamán

De la parte más famosa, lo primero que me dejaría claro es que me olvidara de las teorías extraterrestres de las que hablan por ahí. Sacsayhuamán es un hito de la ingeniería humana, aunque es cierto que existen un gran número de preguntas sin respuestas. Su historia y construcción es un misterio para los arqueólogos y es que es complicado explicar las entradas de más de tres metros de altura  y piedras angulares de más de ocho metros de lado. Es sorprendente saber que los bloques de piedra se colocaron sin argamasa, pareciendo inmóviles por naturaleza. También se tiene conocimiento que dichas piedras no son propias de la zona, y por tanto su procedencia como el medio de transporte se desconocen, al igual que cómo las alzaron para colocarlas en su lugar.

Sacsayhuamán

Sacsayhuamán

Sacsayhuamán

La verdad es que estaba impresionado, a la par que me sentía pequeño e insignificante por la atmósfera, la historia y la escala gigantesca de las rocas utilizadas.

Sacsayhuamán

Tras casi dos horas, me despedía de este gran guía y me daría otra vueltecilla yo sólo por allí, para a eso de las 11.15 dirigirme, dando un paseo de diez minutos, al Cristo Blanco, réplica del Cristo redentor de Brasil.

Camino al Cristo Blanco

Cristo Blanco

Las vistas de todo Cuzco son espectaculares. Eso sí, no cambian mucho con respecto a la perspectiva que se tiene desde Sacsayhuamán.

Cuzco desde el Cristo Blanco

Cuzco desde el Cristo Blanco

Desde aquí me encaminé dando otro paseo de quince minutos hasta las ruinas de Q´enqo, que resultan curiosas porque en un espacio no demasiado grande puedes hallar desde un observatorio astronómico a un anfiteatro, pasando por una cueva ceremonial subterránea donde se llevaban a cabo diferentes sacrificios en honor al Sol, la Luna y las Estrellas. No me demoraría aquí más de media hora porque todavía me quedaba mucho por ver.

Q´enqo

Q´enqo

Q´enqo

A la salida me encontraría con un señor disfrazado de gran sacerdote y no podría evitar hacerme una foto de recuerdo con él para inmortalizar el momento. Tan sólo me cobraría dos soles por ello.

Como ya eran las doce pasadas y no iba muy bien de tiempo, paré un colectivo (1sol) y en cinco minutos me había dejado en las ruinas de Pukapukara. Existe controversia sobre cuál era la función real de este lugar, aunque son muchos los expertos que opinan que se trataba de una gran fortaleza con funciones defensivas, apoyándose para ello en su situación estratégica y la propia estructura. Ahora sólo quedan restos bien conservados, por los que pude pasear y observar sus dependencias, perfectamente diferenciadas. Pero lo mejor, sin duda, es su ubicación, pues ves unas vistas tremendas del valle de Cuzco.

Pukapukara

Pukapukara

Valle de Cuzco desde Pukapukara

Pukapukara

Tras recrearme un rato, sólo tuve que cruzar la carretera para entrar en las ruinas de Tambomachay, a las que se llega por una senda, en no más de diez minutos. Este templo se encuentra formado por muros escalonados y seguramente estaba dedicado al agua, que aún sigue manando de fuentes construidas en época inca. Desde mi punto de vista es en estas en donde reside su encanto. Un poco más arriba también podría ver unas hornacinas que, quizá, servían para colocar las momias de los reyes incas.

Senda a Tambomachay

Tambomachay

Aquí haría un poco la cabra y tiré al monte que está por encima, desde donde hay, de nuevo, unas panorámicas de campeonato.

Tambomachay

Cuando salí eran las dos de la tarde y tras cinco minutos de espera, en la explanada que está justo en frente de estas ruinas y desde la que se ven las de Pukapukara, cogí un colectivo con dirección a Pisac (2,60 soles). Basta con levantar el brazo y para.

Casi no cabía un alma, por lo que me tocó ir al lado del conductor, pero situado al revés y mirando a todos los pasajeros, sosteniendo una bolsa de frutas de una señora con una mano y viéndole la cara a una gallina que iba en una caja de cartón que llevaba otra señora que tenía casi encima. Así iría la mitad del trayecto, hasta que se fue despejando un poco. El bus iba parando en pueblecitos y era curioso ver como niños de siete u ocho añitos, subían y bajaban a su aire, sin sus padres.

La otra mitad del recorrido la haría sentado, al lado de un señor mayor, el cual se puso a hablar conmigo. Y casualidades de la vida, estuvo en el año 63 trabajando en Madrid, en la calle Serrano, durante un año. Además fue guía turístico y estuvimos charlando tanto de lugares peruanos como del Museo del Prado, la Cibeles, Neptuno, etc. ¡Qué pequeño es el mundo a veces!

A las 14.30 llegábamos a Pisac y bajé encantado del bus, estaba emocionado por las cosas que me estaban pasando.

El señor, cuyo nombre me quedé sin conocer, porque que entre unas cosas y otras no nos presentamos, me había dicho que por diez soles era un buen precio para que me llevaran a las ruinas en taxi. Lo intenté, pero fue imposible, se excusaban en la gasolina, el trayecto, etc. Así que al final conseguí  un taxista que me subió hasta arriba por 15 soles. Le pregunté que si era posible esperarme dos horas para luego volver a bajar, a lo que no hubo problema. Me cobraría otros 15 soles por la espera y por retornarme de nuevo hasta la parte baja del pueblo. La entrada a Pisac viene incluida en el boleto turístico.

Pisac

Pisac

Así que nada estuve hasta las cinco y pico de la tarde recorriendo las ruinas de la que un día fue una gran ciudadela inca. Paseé por las terrazas más altas, me dejé llevar por los caminos que cuelgan sobre los riscos, me detuve a admirar los vetustos puestos de vigilancia, observé los antiguos barrios de adobe y piedra y quedé hipnotizado por las vistas sublimes del río Urubamba perdiéndose en el fondo del valle, mientras regaba los diferentes campos de cultivo. Sin duda que este complejo es increíble, tanto por su entorno como por las construcciones que en él se encuentran, y desde este mismo momento, todo él, pasaba a posicionarse como mi preferido de los que llevaba vistos.

Pisac

Pisac

Pisac

Pisac

Desde mi humilde opinión, dos horas te saben a poco, pero yo o lo hacía así o no hubiera podido visitarlas. Creo que al menos hay que dedicar una mañana para ir con tranquilidad y sin prisas.

Sobre las 17.15, me pasé un cuarto de hora, el taxista me regresó de nuevo a Pisac, para dejarme, una vez allí, en la parada de los minibuses que te llevan a Cuzco por 4 soles.

Otra opción son los colectivos por 2,5 soles. Pero tardan una hora, frente a la media que tarda el minibús.

Si alguien echa de menos en este capítulo el famoso mercado de Pisac, no lo encontrará, porque es evidente que no me daría tiempo a visitarlo, a pesar de que cambié el día para intentar verlo. Pero bueno, como ya he dicho en otras ocasiones, los mercadillos no son una de mis prioridades, por lo que no supuso un trauma para mí.

A las 18.30 estaba, de nuevo, en Cuzco. Efectivamente, a lo largo de todo el día no he hablado nada de comidas y es que no cogí nada para llevarme a la boca y me mantuve a base de botellas de agua que iba comprando por 1 sol. Y claro estaba desfallecido. Así que en el paseo desde el hangar de las combis hasta el hotel paré en una tienda para comprarme una bolsa de doritos y una coca cola. El hombre de la tienda me cobraba 2,70 soles, por lo que hasta ahí sin problema. Yo cogí y le entregué 5,70 soles, para que en el cambio me redondeara a 3 soles. Pues tras un minuto esperando el mismo, ya se lo dije y el muy fresco me respondió que yo le había pagado con lo justo. Arggg, buff, me empecé a rebotar de una manera, no ya por los soles sino porque me da por saco que traten de tomarme el pelo. Al final como no quería problemas y sabes que ellos juegan con eso, desistí, no sin irme de allí llamándole mentiroso. El me dijo, perdone, ¿que es lo que dijo? Pero no me quedé a repetírselo, je, je

Por fin sobre las siete llegaba a mi hotel, para tirarme en la cama un buen rato y pegarme una buena ducha.

Ya más relajado, sobre las 21.00, saldría a cenar. Tenía claro que hoy iba a ser uno de esos días de homenaje, pues el hecho de casi no haber comido nada desde las siete y pico de la mañana, me hacía pensar que me lo merecía.

Me metí, tras un rato mirando sitios, en Tayta Inti, donde me tomaría Alpaca a la gorgonzola con un toque de vino, muy rico, y un cóctel de la casa, llamado Saqra Warmi (Pisco, licor de fresas y mandarina y jugo de cramberry, con cachitos de fresa) ¡Estaba tremendo! De postre una Créme Brûlée de coca, que dicen que es internacional. Delicioso. La broma me saldría por 80 soles, pero los pagué encantado, sabía a lo que iba.

Cuando fui a pagar, el camarero, un tío muy enrollado, en el cambio me trajo una moneda de un sol del centenario de Machu Pichu. -¡Difícil de encontrar! -Son de colección – me dijo. Así que yo feliz y por supuesto que la guardé como oro en paño. Le dejaría una buena propina y di por terminado el día.

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