PERÚ - DIA 04. Valle y cañón del Colca

22 de Agosto de 2011.

La noche para mí fue toledana, pues pasé un frío que te cagas, a pesar de la bolsa de agua caliente, y además algo me debió sentar mal y estuve fastidiado del estómago sin poder pegar ojo.

Cuando por fin empezaba a entrar en calor y a conciliar el sueño, unos golpes en la puerta deseándome los buenos días, serían para él, significaban que eran las 05.15 de la mañana y me tenía que levantar para prepararme, desayunar y estar listo a las 06.15, hora a la que pasaban a por mí. Comenzábamos el trayecto tan temprano con el objetivo final de ver a los famosos cóndores, pero hasta este punto  en el que se pueden ver los enormes animalitos, haríamos unas cuantas paradas.

Además del mirador de la cruz del cóndor, que es lo más famoso, también tienen su encanto los pueblecitos coloniales, fundados por los españoles, a lo largo del valle del Colca. Y para comprobarlo la primera parada sería en Yanque, en cuya plaza principal y única, hay una iglesia y una fuente donde, alrededor de la misma, hay señoras con puestos de ropa artesanal.

Plaza de Armas. Yanque


Plaza de Armas. Yanque

Plaza de Armas. Yanque

Media hora sería suficiente para pasear por ésta y por las calles aledañas y continuar el camino hasta llegar a dos miradores, uno llamado Choquetico donde se ven unas vistas espectaculares de todo el valle y el otro, ya en el cañón, del que no me acuerdo de su nombre, pero también muy chulo.

Valle del Colca

Valle del Colca

Y por fin, a las 08.40, llegábamos al ansiado mirador, donde permaneceríamos hora y media. No había demasiada genta, de hecho no pasarían de veinte personas las que se encontraban en ese momento en las inmediaciones. Todo estaba en calma, el cielo estaba casi totalmente despejado y por tanto se cumplían las condiciones necesarias para poder ver sobrevolar sobre nuestras cabezas al mítico animal de la cordillera andina. Y tras un rato de espera… ¡tachán!, aparecerían las impresionantes aves planeando de un lado a otro, aprovechando las corrientes de aire caliente, dado que debido a su peso no pueden volar demasiado rato y lo compensan de esa otra manera. Pudimos ver unos diez de estos majestuosos y emblemáticos animales, aunque realizando juntos los vuelos sólo a unos cuatro. Luego se turnaban para mostrarse al expectante público que no parábamos de fotografiarles. ¡Fue emocionante!

Vuelo del Cóndor. Cañón del Colca

También hay que destacar la enorme brecha que se abría bajo nuestros pies, la cual alcanza su máxima profundidad donde se encuentra la famosa Cruz del Cóndor. A ambos lados de la misma te vas encontrando diferentes miradores, tanto naturales como artificiales, que te permiten tener nuevas perspectivas de la grieta. Por allí me estaría moviendo durante todo el tiempo que nos dieron libertad de movimientos, tomando todas las perspectivas posibles tanto de los maravillosos  cóndores como de las vertiginosas caídas que te ponían los pelos de punta. Y todo ello desplazándome de un lugar a otro con pasos lentos y pausados y es que la altitud hay que reconocer que se notaba en el momento que hacías un sobre esfuerzo.

Cruz del Condor. Cañón del Colca

Cañón del Colca

Cañón del Colca

Sobre las 10.15 comenzábamos a deshacer el camino recorrido, parando al rato, en otro de los pueblos coloniales llamado Maca, donde nuestro guía, Persi, nos explicaría los detalles interiores de la iglesia de Santa Ana y podríamos sorprendernos con el sagrario y el altar barroco de la misma. También tendría tiempo para descansar un rato en la pequeña pero encantadora plaza de Armas de esta localidad andina.

Iglesia de Santa Ana. Maca

Iglesia de Santa Ana. Maca

Plaza de Armas. Maca

A eso de las 12.30 regresábamos, de nuevo, a Chivay para comer. Al igual que el día anterior me tocaría compartir mesa con una pareja de Barcelona, Carlos y Nuria, con los que me lo pasé bastante bien.

Para terminar el servicio, la empresa Colca Tours, a las personas que no volvíamos a Arequipa y seguíamos ruta hacia Puno, nos sacaría los billetes correspondientes con la empresa 4M, la cual se encarga de este recorrido por el altiplano peruano, realizando tres paradas. (El precio no lo sé porque ya me venía incluido en el tour).

De ellas haríamos dos, porque la gran mayoría ya habíamos pasado por el mirador de los volcanes y no queríamos perder más tiempo al ser un viaje de más de seis horas. Pero eso sí, nos ofrecieron la opción aunque la rechazamos.

Las dos paradas siguientes serían en un bar para darnos gratuitamente un sándwich de jamón y queso con una infusión de coca (esta había que pagarla, 3 soles) y, la segunda, en el paraje llamado Lagunillas, también dentro de la reserva de Aguada Blanca, para avistar a un grupo de flamencos. Serían tan sólo diez minutos, pero suficientes para disfrutar del entorno.

Lagunillas. Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca

Lagunillas. Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca

Lagunillas. Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca

Sobre las 19.30 llegaríamos a Puno a 3900 m., donde, ¡oh, sorpresa!, me empecé a encontrar un poco mal. Manda huevos, no me pasaba en altitudes superiores y me tenía que pasar ahora, después de varios días donde ya se supone que me había aclimatado.

Con algo de angustia me cogería un taxi (4 soles) que me dejaría en el Manzano Lodge, donde tenía hecha una reserva. (29 soles por noche con desayuno incluido). Como no había habitaciones simples me dieron una triple para mí sólo, así que mejor imposible.

Después de elegir la cama en la que dormiría, je, je, y una ducha calentita sólo me quedaba acostarme, pues con el malestar que tenía no tenía ganas ni de cenar ni de nada.

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