Comenzaba mi
último día, desayunado con Cecilia y Roger, una pareja, ella de Perú y el de
Inglaterra, que llevaban media vida en Australia y estaban de vacaciones por
estas tierras. Me estuvieron contando mil y una anécdotas de su país de
acogida, de los canguros, los koalas, etc., y claro, yo embobado porque ese es
otro de mis sueños por cumplir.
Como estaba
descansadito, ya que había dormido doce horas seguidas, ¡qué gozada!, decidí
irme andando hasta el barrio de Barranco que desde Miraflores son sólo
cincuenta minutos de nada. Como hacía un día espectacular pude ir disfrutando
del solecito y en manga corta.
Acantilados Barrio de Miraflores camino hacia Barranco |
Barranco fue
un antiguo balneario que a inicios del siglo XX reunía a la aristocracia
limeña, convirtiéndose en la actualidad en el principal barrio bohemio de la
ciudad, con acogedoras casonas y rincones que ofrecen espectáculos musicales y
culturales.
Mi primera
parada sería en el puente de los Suspiros, conocido así por las parejas de enamorados
que lo frecuentan. Se supone que si lo cruzas aguantando la respiración, se te
cumple el deseo que pidas. Yo conseguí pasarlo, así que ahora a ver si se
cumple.
Puente de los Suspiros.Barranco |
Seguí luego
con la plazuela de Chabuca Grande, la cantautora peruana más internacional; la
bajada de los baños flanqueada en ambos lados por un sinfín de casonas típicas;
el parque municipal con sus esculturas de mármol de Carrara; la biblioteca y la
iglesia de la Santísima Cruz; acabando mi visita con la iglesia de la Ermita,
donde comenzó a construirse este barrio tan tradicional.
Plazuela de Chabuca Granda.Barranco |
Monumento a Chabuca Granda. Barranco |
Bajada de los Baños.Barranco |
Plaza de Barranco |
Para
terminar que mejor que acercarme hasta el mirador, que se encuentra justo
detrás de la iglesia de la Ermita, en el que podría deleitarme con una
magnífica vista de la bajada de los baños y del océano Pacífico. Además de
poder ver el viejo funicular que en estos momentos, el pobre, no funcionaba.
Plaza de Barranco |
Plaza de Barranco |
Mirador de Barranco |
Funicular Barrio de Barranco |
Como ya era
más de la una de la tarde, me acerqué en cinco minutos, a ver si podía tomarme
algo en el bar de moda del distrito, Ayahuasca, pero resulta que sólo abren a
partir de las 20.00.
Así que
nada, me cogí un taxi (5 soles) y volví al centro comercial de Miraflores,
Larcomar. Allí acabaría comiendo en el Fridays, nada original pero era lo que
me apetecía y como era el último día había que dejarse los últimos soles antes
de volver (54 soles).
Centro Larcomar. Barrio de Miraflores |
Luego me daría
otro paseo hasta el hotel, donde había dejado la mochila en consigna y allí
tomaría un nuevo taxi (35 soles) hacia el aeropuerto. Como tenía tiempo,
fundiría en las tiendas todos los soles y dólares que me quedaban, hasta que
llegaron las 19.45, hora en la que saldría mi vuelo con destino Madrid, donde
llegaría el domingo a las 14.30 de la tarde y pondría fin a 22 días en
solitario por Perú.
Atrás dejaba
una de las mejores experiencias que había tenido. Había conocido un país
increíble con unos contrastes, de unos lugares a otros, espectaculares; un
pueblo maravilloso que desde el primer día te acogen con los brazos abiertos y
te hacen sentirte como en casa; un
montón de viajeros con los que viví charlas y risas como si ya nos conociéramos
de antes y que me hicieron sentir como uno más.
Perú
emociona y sorprende casi a cada instante. Sus paisajes son de una grandeza
singular y seducen al viajero como sólo pueden hacerlo los lugares únicos. La
presencia de los incas se hace sentir a lo largo del viaje y se materializa
tanto en monumentos, ciudades y caminos. Sin olvidarnos de las culturas y los
pueblos que los precedieron cuya huella en el norte suscita también un
sentimiento de curiosidad imposible de obviar.
En fin, tres semanas que no olvidaré nunca y que, por supuesto, trataré de repetir en un futuro, quien sabe dónde.
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