PERÚ - DIA 23. ¡Hasta siempre, Perú!

10 de Septiembre de 2011.

Comenzaba mi último día, desayunado con Cecilia y Roger, una pareja, ella de Perú y el de Inglaterra, que llevaban media vida en Australia y estaban de vacaciones por estas tierras. Me estuvieron contando mil y una anécdotas de su país de acogida, de los canguros, los koalas, etc., y claro, yo embobado porque ese es otro de mis sueños por cumplir.

Como estaba descansadito, ya que había dormido doce horas seguidas, ¡qué gozada!, decidí irme andando hasta el barrio de Barranco que desde Miraflores son sólo cincuenta minutos de nada. Como hacía un día espectacular pude ir disfrutando del solecito y en manga corta.

Acantilados Barrio de Miraflores camino hacia Barranco

Barranco fue un antiguo balneario que a inicios del siglo XX reunía a la aristocracia limeña, convirtiéndose en la actualidad en el principal barrio bohemio de la ciudad, con acogedoras casonas y rincones que ofrecen espectáculos musicales y culturales.

Mi primera parada sería en el puente de los Suspiros, conocido así por las parejas de enamorados que lo frecuentan. Se supone que si lo cruzas aguantando la respiración, se te cumple el deseo que pidas. Yo conseguí pasarlo, así que ahora a ver si se cumple.

Puente de los Suspiros.Barranco

Seguí luego con la plazuela de Chabuca Grande, la cantautora peruana más internacional; la bajada de los baños flanqueada en ambos lados por un sinfín de casonas típicas; el parque municipal con sus esculturas de mármol de Carrara; la biblioteca y la iglesia de la Santísima Cruz; acabando mi visita con la iglesia de la Ermita, donde comenzó a construirse este barrio tan tradicional.

Plazuela de Chabuca Granda.Barranco

Monumento a Chabuca Granda. Barranco

Bajada de los Baños.Barranco

Plaza de Barranco

Para terminar que mejor que acercarme hasta el mirador, que se encuentra justo detrás de la iglesia de la Ermita, en el que podría deleitarme con una magnífica vista de la bajada de los baños y del océano Pacífico. Además de poder ver el viejo funicular que en estos momentos, el pobre, no funcionaba.

Plaza de Barranco

Plaza de Barranco

Mirador de Barranco

Funicular Barrio de Barranco

Como ya era más de la una de la tarde, me acerqué en cinco minutos, a ver si podía tomarme algo en el bar de moda del distrito, Ayahuasca, pero resulta que sólo abren a partir de las 20.00.

Así que nada, me cogí un taxi (5 soles) y volví al centro comercial de Miraflores, Larcomar. Allí acabaría comiendo en el Fridays, nada original pero era lo que me apetecía y como era el último día había que dejarse los últimos soles antes de volver (54 soles).

Centro Larcomar. Barrio de Miraflores

Luego me daría otro paseo hasta el hotel, donde había dejado la mochila en consigna y allí tomaría un nuevo taxi (35 soles) hacia el aeropuerto. Como tenía tiempo, fundiría en las tiendas todos los soles y dólares que me quedaban, hasta que llegaron las 19.45, hora en la que saldría mi vuelo con destino Madrid, donde llegaría el domingo a las 14.30 de la tarde y pondría fin a 22 días en solitario por Perú.

Atrás dejaba una de las mejores experiencias que había tenido. Había conocido un país increíble con unos contrastes, de unos lugares a otros, espectaculares; un pueblo maravilloso que desde el primer día te acogen con los brazos abiertos y te hacen sentirte como en casa;  un montón de viajeros con los que viví charlas y risas como si ya nos conociéramos de antes y que me hicieron sentir como uno más.

Perú emociona y sorprende casi a cada instante. Sus paisajes son de una grandeza singular y seducen al viajero como sólo pueden hacerlo los lugares únicos. La presencia de los incas se hace sentir a lo largo del viaje y se materializa tanto en monumentos, ciudades y caminos. Sin olvidarnos de las culturas y los pueblos que los precedieron cuya huella en el norte suscita también un sentimiento de curiosidad imposible de obviar.

En fin, tres semanas que no olvidaré nunca y que, por supuesto, trataré de repetir en un futuro, quien sabe dónde.


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