Lo primero que llama la atención de esta localidad, no es el
perfil almenado de sus dos fortalezas ni su vetusto caserío apretujado entre el
empinado cerro y el río Gallo. Lo primero es el nombre, porque Molina de Aragón
tiene un nombre engañoso. Molina de Aragón, que se yergue en el lejano oriente
de la provincia de Guadalajara, era y es castellana.
Aunque la reconquistó en 1129 el aragonés Alfonso I El
Batallador, muy pronto se la regaló a su mujer doña Urraca, que era reina de
Castilla. Los castellanos Condes de Lara, durante los siglos XII y XIII, y los
reyes de Castilla en lo sucesivo gobernaron con bastante éxito este señorío,
pero bastó un desafuero de Enrique II para que los molineses se pasaran durante
siete años al bando aragonés y para que la villa cambiase su viejo nombre de
Molina de los Caballeros por el que tiene hoy en día.
Molina de Aragón |
Otro episodio bélico se desarrolla en 1810 con la guerra de
la Independencia. Las tropas del general Roquet saquearon e incendiaron la
ciudad, llevándola a la desolación y la destrucción hasta que sus habitantes
con la ayuda del Empecinado consiguen expulsar a las tropas francesas hacia la
zona de levante. Por semejante valor heroico, Fernando VII y las cortes de
Cádiz otorgan en 1812 el título de ciudad a la población.
Tras este breve paso por la historia, ahora sí, veamos
cuales serían los lugares imprescindibles qué ver en Molina de Aragón.
1.
CASTILLO – ALCÁZAR.
En el lugar en que se asienta hubo en época prerromana un
castro, ciudad fortificada de construcción celtibérica. El actual es una
edificación medieval de los siglos XII y XIII y fue residencia de los primeros
señores de Molina. Llegó a tener hasta ocho torres, de las que conserva seis en
torno a su patio de armas, con capacidad para unos 2000 hombres.
Castillo-Alcázar |
Castillo-Alcázar |
El cinto, es decir el recinto exterior de la muralla que
baja desde el castillo hasta la población, en su momento albergó el casco
antiguo de Molina. Se caracteriza por su característico color rojizo, y
conserva en muchos de sus lienzos las almenas que remataban toda la cerca.
Castillo-Alcázar |
Torre de Aragón desde Castillo-Alcázar |
Cuando yo lo visité había horarios concretos de visita y un
cupo mínimo para poder realizarla, por lo que dado que no llegábamos a ese
número decidimos entre los que allí nos encontrábamos pagar las entradas que
nos faltaban para llevarla a cabo, ante la atónita mirada de la guía de la
oficina de turismo sorprendida ante tal decisión. Conviene por tanto informarse
bien de este asunto.
2.
TORRE DE ARAGÓN.
En 1281 el matrimonio entre María de Molina y Sancho IV
incorporó la villa a los dominios del rey castellano, menos de un siglo después
pasó a la corona de Aragón. De ahí el nombre de la población, como ya hemos
visto, y de esta hermosa torre – vigía pentagonal que estaba unida a la
fortaleza por una coracha o lienzo de muralla.
Ocupa el lugar más elevado de toda la población por lo que
las vistas que se consiguen desde ella son sencillamente espectaculares.
Torre de Aragón |
Castillo-Alcázar desde Torre de Aragón |
3.
IGLESIA DE SANTA CLARA.
Tras mi visita a las construcciones defensivas de la ciudad,
no tendría duda en dirigirme hasta la plaza de Santa Clara, uno de los rincones
más bellos y poéticos de la población, donde se encuentra la joya del románico
molinés: Santa Clara, con su extraordinario ábside y su fantástica portada,
ambos románicos. En el interior de la iglesia se superponen los elementos
románicos y góticos con fabulosas bóvedas de crucería, capiteles románicos y
arcos apuntados.
Iglesia de Santa Clara |
4.
MÁS IGLESIAS DE MOLINA.
En el siglo XII, tras la conquista de la plaza a los
musulmanes por Alfonso el Batallador, empezó la construcción de templos cristianos.
De esta manera además de Santa Clara, podrían destacarse Santa María la Mayor de San Gil, reedificada en el siglo XVI y aunque
fue románica en sus inicios ya no quedan restos ya que sufrió numerosas
reformas. Cuenta con un magnífico retablo renacentista. Al igual que la
anterior, del siglo XII y reedificada en el XVI, es Santa María del Conde con una portada clasicista recorrida por
pilastras. En la iglesia de San Pedro,
con cabecera y crucero góticos, una hermosa bóveda de crucería se eleva sobre
la intersección de las naves. El
convento de los franciscanos, por su parte, sería fundado por Doña Blanca
en el siglo XIII. Es gótico, con añadidos barrocos y su torre está coronada por
una monumental veleta de madera de sabina conocida como el Giraldillo.
Iglesia de San Gil |
Iglesia de San Pedro |
5.
JUDERÍA.
Molina de Aragón contó, hasta la expulsión de los judíos en
1492, con una notable presencia de estos, muchos de ellos influyentes
personajes locales. Se encontraba situada extramuros, al final de la actual
calle de Arriba. Sus estrechas arterias revelan el origen medieval del barrio.
Barrio Judío |
6.
PLAZA DE ESPAÑA.
Aquí se halla el Ayuntamiento, pudiéndose observar en su portada
la placa conmemorativa que hace referencia a la declaración de título de ciudad
en 1812 por las Cortes de Cádiz, que ya
comenté en la introducción.
Plaza de España |
7.
PALACIOS Y CASONAS.
Por las calles de Molina aparecen las fachadas de edificios
de distintas épocas que fueron propiedad de nobles y eclesiásticos en muchos
casos provenientes de familias hidalgas del País Vasco, Navarra y La Rioja.
Entre todas ellas cabría destacar “La
Subalterna”, que fue palacio de los Molina, hoy el mejor hotel del lugar; el palacio del Virrey de manila,
conocido como “la casa pintada” por los ajados frescos que decoran su fachada; el palacio de los Funes; el de
los Arias; el de los Garcés de
Marcilla; y muchos otros.
Palacio Nobiliario |
8.
PUENTE VIEJO.
Restaurado por el Rey Felipe IV, sus tres arcos de sillares
de piedra arenisca se alzan sobre el río Gallo. El puente es románico y está
bien conservado. En las orillas de la corriente abundaban los molinos harineros
- aún pueden verse una docena -, que aprovechaban la fuerza del agua para mover las grandes piedras. Hoy es otro de los
símbolos de la villa.
Puente Viejo y Río Gallo |
Así dejaba la importante ciudad castellana regada por el
Gallo, cabeza de un gran señorío, tras poder disfrutar de un impresionante
patrimonio que se desgrana en iglesias, palacios y arquitectura civil molinesa,
bajo la protección de su formidable castillo – fortaleza, uno de los más
hermosos de la Península, al que siempre será un placer poder volver.
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