Nada más salir a la calle
tendríamos que echar mano de las bufandas y abrocharnos los abrigos, pues la
temperatura había descendido considerablemente con respecto ayer y es que no
olvidemos que estábamos a punto de entrar en noviembre y ese detalle en estas
latitudes es algo a tener en cuenta.
Lo mejor de nuestro
alojamiento era, sin lugar a dudas, su localización y es que hasta este momento
no habíamos tenido que coger ningún medio de transporte y así pensábamos
continuar pues la distancia que teníamos que recorrer hoy hasta nuestro primer
punto de interés era incluso menor. Este no era otro que la famosa plaza
Leidseplein que aunque representa la vibrante vida nocturna de Amsterdam,
también queríamos conocerla de día, pues además de destacar por su ambiente
festivo, también es un lugar de gran importancia histórica.
Leidseplein |
En la Edad Media los
granjeros de camino al mercado descargaban aquí sus carros, a las afueras de la
ciudad. A principios del siglo XIX los artistas y escritores se reunían en la
plaza; en el año 1930 era un lugar de confrontación entre facciones políticas,
y se convirtió en punto de encuentro de la oposición nazi durante la guerra,
entre otros muchos acontecimientos.
Hay dos notables edificios
clasificados como monumentos de protección oficial: el Teatro Municipal o
Stadsschouwburg, de ladrillo rojo, con un amplio mirador y pequeñas torretas, y
el hotel Amsterdam – American, estilo art nouveau, con su llamativo café art
déco.
Teatro Municipal. Leidseplein |
Después de una cuantas
fotografías y de andarnos con mil ojos para que no nos llevara por delante uno
de los muchos tranvías que circulan por este espacio, continuaríamos sin
demorarnos hasta el importante museo Van Gogh, el artista holandés más
importante del siglo XIX.
El museo no abría hasta las
10:00 y nos tocaría esperar casi cincuenta minutos, pero aunque casi acabamos
congelados, merecería la pena, porque a esa hora la fila que había era casi
kilométrica, así que es importante madrugar. Además creo que ahora abre una
hora antes. La entrada nos costaría 14 euros por persona. Por cierto no se
permiten fotografías en el interior.
Tenía muchas ganas de
conocer la trágica vida y el magnífico trabajo de este gran artista holandés a
través de la completa exposición de sus obras y, por fin, había llegado el
momento.
Del total de 900 pinturas y
1200 dibujos del pintor, el museo expone 200 y 500, respectivamente, junto a
850 cartas y su colección de grabados japoneses. Por primera vez, en un mismo
espacio, se pueden observar desde sus primeros trabajos, hechos en 1881 en los
Países Bajos, hasta los realizados días antes de su suicidio en Francia cuando
tenía treinta y siete años. “Me gustaría hacer retratos que fueran revelaciones
para la gente, cien años después” escribió el prolífico artista a su hermana
Wil justo antes de morir.
Poco a poco se irían
sucediendo importantes obras como Los Girasoles, Los Lirios, Los comedores de
patatas, Campos de trigo con vuelo de cuervos. Aunque en algunos casos los
nombres no nos suenen, rápidamente reconoceremos las imágenes. La angustiosa
vida de Van Gogh puede percibirse con facilidad, así como su final violento y
fácilmente predecible en algunas de sus más turbulentas pinturas. También se
hallan expuestos los trabajos de una docena de artistas que le influyeron o de
famosos contemporáneos como Gauguin y Monet.
Pasaríamos en el interior
dos horas, justo el tiempo necesario antes de que la cosa empezara a ponerse
fea y no cupiese un alfiler, empezando los empujones y malas caras, por lo que
salimos huyendo de allí.
Casi al lado del anterior,
podríamos rodear el también famosísimo e importante Rijksmuseum, el museo más
grande de los Países Bajos, repleto de grandes obras pictóricas. Sólo por ver “La
ronda nocturna” de Rembrandt ya me hubiera gustado entrar, pero la falta de
tiempo y el querer hacer otras actividades, nos obligaría dejarlo para mejor
ocasión.
Explanada del Rijksmuseum |
Rijksmuseum |
Es así como seguiríamos
caminando hasta otro edificio llamado Concertgebouw, destinado a importantes
conciertos desde que fuera inaugurado en 1888 y al que tampoco podríamos
acceder.
Sólo serían necesarias unas
manzanas más para cambiar de aires y adentrarnos en el parque municipal más
antiguo y grande de Amsterdam llamado Vondelpark. Pasear por él es una delicia,
con largos paseos, grandes praderas de césped, preciosos lagos, tupidos bosques
e importantes esculturas como la del autor teatral Joost van den Vondel y todo
ello mientras observas como unos hacen deporte, otros leen un libro a la par
que músicos, mimos y acróbatas amenizan el descanso de todos en este oasis de
verdor próximo al centro de la ciudad.
Vondelpark |
Vondelpark |
Vondelpark |
Retrocederíamos sobre
nuestros pasos para llegar al mismo punto con el que comenzábamos el paseo
matinal, la plaza Leidseplein, pero esta vez para buscar un lugar para comer,
eligiendo una pizzería cercana al canal del Príncipe, donde devoraríamos la
comida.
Prinsengracht o Canal del Príncipe |
Recuperadas las fuerzas
optaríamos por dirigirnos al sector oeste de la ciudad y más concretamente
hacia la conocida como Westerkerk, probablemente la iglesia más hermosa de la
capital holandesa. Nuestro principal objetivo era conseguir subir a su torre de
85 metros de altura y así poder contemplar las magníficas vistas del centro
urbano, pero nuestro gozo en un pozo, porque estaba cerrada a cal y canto.
Westerkerk o Iglesia del Oeste |
Con cierta tristeza por no
poder llevar a cabo nuestros planes anteriores, nos desplazaríamos muy cerca de
allí, para poder hacer otra de las visitas imprescindibles en Ámsterdam. Hablo
de la Casa de Ana Frank (8,5 euros la entrada). Esta vivienda holandesa,
actualmente convertida en museo, fue escenario de un legendario episodio ocurrido
durante la Segunda Guerra Mundial. El hombre de negocios judío Otto Frank había
huido de Alemania junto con su familia – su esposa y sus dos hijas – para
dirigirse a Ámsterdam y escapar así de la persecución nazi. Pero tras la
conquista de los Países Bajos por los alemanes en 1941, Otto y su esposa
temieron que la familia acabase siendo deportada a los campos de concentración.
Por ello, se ocultaron en un reducido anexo situado en la parte trasera del
edificio donde Otto regentaba un negocio de alimentación, en el número 263 de
la Prinsengracht. Entre 1942 y 1944, los Frank y cuatro personas más
sobrevivieron gracias a los alimentos proporcionados por los amigos y los
empleados de Otto. La hija menor, la adolescente Ana, empezó a escribir un
expresivo diario que se convertiría en un clásico de la literatura.
Casa de Ana Frank |
Traicionados por los
colaboracionistas, los Frank y sus compañeros fueron arrestados por los nazis
en agosto de 1944, y enviados a campos de concentración. Sólo Otto sobrevivió.
Ana murió en el campo de Bergen – Belsen, pero su diario fue rescatado del
cubículo, y su padre dedicó el resto de su vida a conseguir que fuera publicado
(primera edición, 1947), y abrió un museo que fue inaugurado en 1960, y luego
renovado y ampliado en 1999.
El museo recrea la
atmósfera de la época en que Ana estuvo en la casa, y se exhiben los documentos
y las pertenencias de los ocupantes del escondite. El original del diario
también está expuesto.
La visita me dejaría un
poco tocado por lo que mejor que cambiar de aires e irnos a pasear por el
encantador y tranquilo barrio de El Jordaan. Esta zona popular y bohemia siempre
ha tenido una personalidad propia y sus vecinos se sienten orgullosos de ello.
Por ejemplo se han opuesto, frecuentemente, a proyectos de reestructuración
urbanística que no tenían en consideración su opinión. Los estudiantes,
artistas y periodistas son sus mayores protagonistas, pues fueron los primeros
en ocupar este barrio, plagado de pequeños cafés, comercios y mercados. Nuestro
paseo sería al azar y sin rumbo fijo, hasta que la noche se nos echaría encima.
Barrio de Jordaan |
Herengracht o Canal de los Caballeros |
Herengracht o Canal de los Caballeros |
En estas fechas la llegada
de la oscuridad no es sinónimo de que quede poco tiempo para irse a la cama, al
contrario, todavía queda mucha tarde por aprovechar, por lo que no dudaríamos
en volver a la plaza Rembrandt, que tanto nos gustaría ayer, y seguir
degustando buenas cervezas frías.
Tras saciar la sed,
pasaríamos un rato por el hotel para reposar la cebada y sobre las 22:00
volveríamos a la carga y nos marcharíamos a disfrutar de la vibrante vida
nocturna de la plaza Leidseplein, uniéndole a ello que era Halloween. El ambiente
era tremendo mirases donde mirases, todo el mundo iba disfrazado de vampiros,
brujas, demonios, momias y mil personajes más. Todos los locales estaban
perfectamente decorados y el buen rollo y la marcha se encontraba en cada
rincón.
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