AMSTERDAM - DIA 03. Por los barrios de los museos y de El Jordaan

31 de Octubre de 2010.


Nada más salir a la calle tendríamos que echar mano de las bufandas y abrocharnos los abrigos, pues la temperatura había descendido considerablemente con respecto ayer y es que no olvidemos que estábamos a punto de entrar en noviembre y ese detalle en estas latitudes es algo a tener en cuenta.

Lo mejor de nuestro alojamiento era, sin lugar a dudas, su localización y es que hasta este momento no habíamos tenido que coger ningún medio de transporte y así pensábamos continuar pues la distancia que teníamos que recorrer hoy hasta nuestro primer punto de interés era incluso menor. Este no era otro que la famosa plaza Leidseplein que aunque representa la vibrante vida nocturna de Amsterdam, también queríamos conocerla de día, pues además de destacar por su ambiente festivo, también es un lugar de gran importancia histórica.

Leidseplein

En la Edad Media los granjeros de camino al mercado descargaban aquí sus carros, a las afueras de la ciudad. A principios del siglo XIX los artistas y escritores se reunían en la plaza; en el año 1930 era un lugar de confrontación entre facciones políticas, y se convirtió en punto de encuentro de la oposición nazi durante la guerra, entre otros muchos acontecimientos.

Hay dos notables edificios clasificados como monumentos de protección oficial: el Teatro Municipal o Stadsschouwburg, de ladrillo rojo, con un amplio mirador y pequeñas torretas, y el hotel Amsterdam – American, estilo art nouveau, con su llamativo café art déco.

Teatro Municipal. Leidseplein

Después de una cuantas fotografías y de andarnos con mil ojos para que no nos llevara por delante uno de los muchos tranvías que circulan por este espacio, continuaríamos sin demorarnos hasta el importante museo Van Gogh, el artista holandés más importante del siglo XIX.

El museo no abría hasta las 10:00 y nos tocaría esperar casi cincuenta minutos, pero aunque casi acabamos congelados, merecería la pena, porque a esa hora la fila que había era casi kilométrica, así que es importante madrugar. Además creo que ahora abre una hora antes. La entrada nos costaría 14 euros por persona. Por cierto no se permiten fotografías en el interior.

Tenía muchas ganas de conocer la trágica vida y el magnífico trabajo de este gran artista holandés a través de la completa exposición de sus obras y, por fin, había llegado el momento.

Del total de 900 pinturas y 1200 dibujos del pintor, el museo expone 200 y 500, respectivamente, junto a 850 cartas y su colección de grabados japoneses. Por primera vez, en un mismo espacio, se pueden observar desde sus primeros trabajos, hechos en 1881 en los Países Bajos, hasta los realizados días antes de su suicidio en Francia cuando tenía treinta y siete años. “Me gustaría hacer retratos que fueran revelaciones para la gente, cien años después” escribió el prolífico artista a su hermana Wil justo antes de morir.

Poco a poco se irían sucediendo importantes obras como Los Girasoles, Los Lirios, Los comedores de patatas, Campos de trigo con vuelo de cuervos. Aunque en algunos casos los nombres no nos suenen, rápidamente reconoceremos las imágenes. La angustiosa vida de Van Gogh puede percibirse con facilidad, así como su final violento y fácilmente predecible en algunas de sus más turbulentas pinturas. También se hallan expuestos los trabajos de una docena de artistas que le influyeron o de famosos contemporáneos como Gauguin y Monet.

Pasaríamos en el interior dos horas, justo el tiempo necesario antes de que la cosa empezara a ponerse fea y no cupiese un alfiler, empezando los empujones y malas caras, por lo que salimos huyendo de allí.

Casi al lado del anterior, podríamos rodear el también famosísimo e importante Rijksmuseum, el museo más grande de los Países Bajos, repleto de grandes obras pictóricas. Sólo por ver “La ronda nocturna” de Rembrandt ya me hubiera gustado entrar, pero la falta de tiempo y el querer hacer otras actividades, nos obligaría dejarlo para mejor ocasión.

Explanada del Rijksmuseum

Rijksmuseum

Es así como seguiríamos caminando hasta otro edificio llamado Concertgebouw, destinado a importantes conciertos desde que fuera inaugurado en 1888 y al que tampoco podríamos acceder.

Sólo serían necesarias unas manzanas más para cambiar de aires y adentrarnos en el parque municipal más antiguo y grande de Amsterdam llamado Vondelpark. Pasear por él es una delicia, con largos paseos, grandes praderas de césped, preciosos lagos, tupidos bosques e importantes esculturas como la del autor teatral Joost van den Vondel y todo ello mientras observas como unos hacen deporte, otros leen un libro a la par que músicos, mimos y acróbatas amenizan el descanso de todos en este oasis de verdor próximo al centro de la ciudad.

Vondelpark

Vondelpark

Vondelpark

Retrocederíamos sobre nuestros pasos para llegar al mismo punto con el que comenzábamos el paseo matinal, la plaza Leidseplein, pero esta vez para buscar un lugar para comer, eligiendo una pizzería cercana al canal del Príncipe, donde devoraríamos la comida.

Prinsengracht o Canal del Príncipe

Recuperadas las fuerzas optaríamos por dirigirnos al sector oeste de la ciudad y más concretamente hacia la conocida como Westerkerk, probablemente la iglesia más hermosa de la capital holandesa. Nuestro principal objetivo era conseguir subir a su torre de 85 metros de altura y así poder contemplar las magníficas vistas del centro urbano, pero nuestro gozo en un pozo, porque estaba cerrada a cal y canto.

Westerkerk o Iglesia del Oeste

Con cierta tristeza por no poder llevar a cabo nuestros planes anteriores, nos desplazaríamos muy cerca de allí, para poder hacer otra de las visitas imprescindibles en Ámsterdam. Hablo de la Casa de Ana Frank (8,5 euros la entrada). Esta vivienda holandesa, actualmente convertida en museo, fue escenario de un legendario episodio ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial. El hombre de negocios judío Otto Frank había huido de Alemania junto con su familia – su esposa y sus dos hijas – para dirigirse a Ámsterdam y escapar así de la persecución nazi. Pero tras la conquista de los Países Bajos por los alemanes en 1941, Otto y su esposa temieron que la familia acabase siendo deportada a los campos de concentración. Por ello, se ocultaron en un reducido anexo situado en la parte trasera del edificio donde Otto regentaba un negocio de alimentación, en el número 263 de la Prinsengracht. Entre 1942 y 1944, los Frank y cuatro personas más sobrevivieron gracias a los alimentos proporcionados por los amigos y los empleados de Otto. La hija menor, la adolescente Ana, empezó a escribir un expresivo diario que se convertiría en un clásico de la literatura.

Casa de Ana Frank

Traicionados por los colaboracionistas, los Frank y sus compañeros fueron arrestados por los nazis en agosto de 1944, y enviados a campos de concentración. Sólo Otto sobrevivió. Ana murió en el campo de Bergen – Belsen, pero su diario fue rescatado del cubículo, y su padre dedicó el resto de su vida a conseguir que fuera publicado (primera edición, 1947), y abrió un museo que fue inaugurado en 1960, y luego renovado y ampliado en 1999.

El museo recrea la atmósfera de la época en que Ana estuvo en la casa, y se exhiben los documentos y las pertenencias de los ocupantes del escondite. El original del diario también está expuesto.

La visita me dejaría un poco tocado por lo que mejor que cambiar de aires e irnos a pasear por el encantador y tranquilo barrio de El Jordaan. Esta zona popular y bohemia siempre ha tenido una personalidad propia y sus vecinos se sienten orgullosos de ello. Por ejemplo se han opuesto, frecuentemente, a proyectos de reestructuración urbanística que no tenían en consideración su opinión. Los estudiantes, artistas y periodistas son sus mayores protagonistas, pues fueron los primeros en ocupar este barrio, plagado de pequeños cafés, comercios y mercados. Nuestro paseo sería al azar y sin rumbo fijo, hasta que la noche se nos echaría encima.

Barrio de Jordaan

Herengracht o Canal de los Caballeros

Herengracht o Canal de los Caballeros

En estas fechas la llegada de la oscuridad no es sinónimo de que quede poco tiempo para irse a la cama, al contrario, todavía queda mucha tarde por aprovechar, por lo que no dudaríamos en volver a la plaza Rembrandt, que tanto nos gustaría ayer, y seguir degustando buenas cervezas frías.

Tras saciar la sed, pasaríamos un rato por el hotel para reposar la cebada y sobre las 22:00 volveríamos a la carga y nos marcharíamos a disfrutar de la vibrante vida nocturna de la plaza Leidseplein, uniéndole a ello que era Halloween. El ambiente era tremendo mirases donde mirases, todo el mundo iba disfrazado de vampiros, brujas, demonios, momias y mil personajes más. Todos los locales estaban perfectamente decorados y el buen rollo y la marcha se encontraba en cada rincón.

Fue una noche increíble, donde lo pasaríamos en grande, y prueba de ello es que no volveríamos a aparecer por el hotel hasta las tres de la madrugada.

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