Cuarto día
en San Francisco y cuarto día con un cielo completamente despejado y radiante.
¿Quién decía que siempre estaba con niebla, bruma y demás inclemencias
meteorológicas? No lo dudo y la verdad que nos considerábamos auténticos
afortunados de poder estar disfrutando de este tiempo privilegiado tantos días
seguidos.
Por eso
mismo, hoy cambiaríamos el pegarnos largas caminatas por hacer algo diferente.
Alquilaríamos unas bicicletas en Fisherman´s Wharf y con ellas haríamos una
preciosa ruta que nos llevaría a algunos de los lugares míticos que nos
faltaban por conocer en la ciudad.
Tengo que
reconocer que montar en bici no es de las actividades que más me gusten, tal
vez porque, aunque parezca mentira, no lo controlo demasiado bien. No mantengo
bien el equilibrio y a veces soy un peligro público, en espacios no demasiado
anchos, pero aún así me animé alquilando una donde pude bajar el sillín y
ponerlo de tal forma que mis pies llegaran perfectamente al suelo. Una imagen
cómica pero, para mí, segura para poder afrontar con garantías el trayecto
hasta, seguramente el símbolo por excelencia de San Francisco: el Golden Gate.
Al alquilar
las bicis (empresa blazingsaddles) nos darían un plano con los lugares
interesantes para ver por lo que eso es lo que haríamos. Tomaríamos el paseo
marítimo e iríamos, tranquilamente, parando en varios puntos de Crissy Beach,
una playa de arena fina, desde donde se toman muy buenas perspectivas del
coloso rojo. Cuanto más cerca estábamos del puente más impresionante era. En la
zona también nos encontraríamos con el palacio de Bellas Artes rodeado de una
pequeña laguna artificial que provocaba su reflejo, convirtiendo la mezcla de
ambos en otra imagen destacable de la ciudad.
Fort Point
supone la entrada estratégica de la bahía de San Francisco y casi el inicio
para empezar a cruzar el Golden Gate. Es una fortaleza de ladrillo y granito
cuyos cañones tenían el principal objetivo de defenderse del ejército
confederado durante la guerra civil de Estados Unidos, aunque nunca tuvieron
que utilizarse. En este punto volveríamos a hacer una parada antes de
disponernos a atravesar la famosa estructura de metal.
Tras el descanso empezamos a pedalear de nuevo y en pocos minutos llegaríamos al corazón del puente, justo al centro del mismo. La sensación era sobrecogedora tanto por la altura, como por encontrarte debajo de las imponentes vigas de hierro, como por las vistas de San Francisco, Alcatraz y varios kilómetros más a la redonda.
Golden Gate Bridge Golden Gate Bridge
Hay que decir que atravesar el puente no fue tarea fácil ya que no hay demasiado espacio en la zona habilitada común a peatones y bicicletas pues están obligados a entenderse y hay que hacer constantes paradas para no llevarse a nadie por delante y para dejar pasar, muchas veces, a los que vienen de frente porque aunque también tienen habilitado su carril, la gente en muchas ocasiones lo invade y ya está el lío armado. Había más de una persona que se cabreaba, sobre todo americanos, que me imagino residían por allí y esta situación debe ser el pan de cada día para ellos. En nuestro caso no supuso ningún problema porque estábamos encantados en tirarnos lo que hiciera falta sobre el Golden Gate.
Al final
llegaríamos al otro lado y nada más salir del puente torceríamos a la derecha
para disfrutar de un nuevo mirador llamado Vista Point. Esta perspectiva del
puente me gustaría algo menos que las que llevábamos vistas, aparte de haber
bastante gente y tener que esperar durante un rato hasta conseguir un sitio en
primera fila desde donde poder hacer alguna foto y poder recrearnos unos
momentos.
Sausalito sería nuestra siguiente parada, pueblo al que llegaríamos, ya sin entretenernos, para pasar allí unas horas. La distancia que habíamos recorrido hasta esta villa había sido de trece kilómetros. Aquí existe un inmenso parking de bicicletas donde poder dejar estas amarradas y así poder marcharte a pasear tranquilo. Se encuentra además justo al lado de la terminal de Ferries que te vuelven a llevar hasta Fisherman´s Wharf en San Francisco.
Este pequeño
pueblecito porteño se caracteriza por su tranquilidad y los paisajes fabulosos
por los que se encuentra rodeado, además de tener un área comercial de lo más
elegante donde poder disfrutar comiendo en alguno de sus restaurantes de
marisco y pescado fresco. No sería nuestro caso, pues nosotros optaríamos por
comprarnos unas hamburguesas y comérnoslas sentados en un banco del paseo
marítimo con las vistas de la bahía como telón de fondo.
El Ferry de vuelta lo tomaríamos a las 15.45 y la gran preocupación que teníamos con el tema de las bicicletas, nos dimos cuenta que era una tontería, pues aquí está todo perfectamente pensado y planificado y las embarcaciones tienen su lugar para poder situar estas y olvidarte de ellas durante el trayecto de vuelta, el cual sería una auténtica pasada con nuevas y maravillosas perspectivas del entorno que nos rodeaba.
San Francisco desde Ferry de Sausalito
De nuevo en tierra, sería el momento de volver a separarse dado que Cristina estaba ya bastante cansada y quería descansar, por lo que Sergio se quedaría con ella y Raúl y yo nos marcharíamos con las bicicletas hasta un lugar que tenía especial interés en conocer: la playa de China Beach, una apacible ensenada arenosa que esconde una de las mejores vistas del Golden Gate.
El camino
hasta ese lugar fue duro pues suponía volver a recorrer todo el paseo marítimo
y casi antes de llegar al puente afrontar algunas subidas terroríficas de las
calles de San Francisco. Al final el esfuerzo merecería la pena pues esta
perspectiva sería la más espectacular del puente que había podido contemplar.
Aquí estaríamos algo más de media hora y tras pensárnoslo decidimos claudicar de
la idea que traíamos de bajar hasta la arena, pues eso nos hubiera supuesto un
sobreesfuerzo y no llegar a la hora a la que habíamos vuelto a quedar con
Sergio y Cristina.
Oceano Pacífico desde China Beach Golden Gate Bridge desde China Beach
Ni en el mejor de mis sueños hubiera podido imaginar que mi estancia en San Francisco acabaría tirado en la playa de Crissy Beach, sin camiseta y levantándome, de vez en cuando, a meterme hasta los gemelos en las frías aguas de la bahía. Quien me iba a decir a mí que la primera vez que probase las aguas del Pacífico iba a ser de esta manera y con la atenta y cómplice mirada de Alcatraz y el Golden Gate en la lejanía.
La tarde
empezaba a caer y era el momento de decir adiós, con esa mezcla de sentimientos
que te provocan muchas veces las despedidas, entre la alegría de lo que has
vivido y la tristeza de que algo grande se termina, pero siempre con la
esperanza de volver a repetirlo.
Aunque
habíamos podido cumplir muchos de los planes que llevábamos en la cabeza nos
íbamos a quedar con las ganas de visitar varios parques como Lincoln Park,
Golden Gate Park y Buena Vista Park, que sabíamos que merecían mucho la pena.
Quién sabe si algún día podremos volver para conocerlos.
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