Nuestra
última mañana en esta impresionante ciudad y también en U.S.A. sería ya de mero
trámite, pues entre que hicimos las maletas y el check out sólo tendríamos tiempo
de tomarnos unos refrescos en una terraza de Union Square antes de volver a
estar en la puerta del hotel para tomar el servicio al aeropuerto que habíamos
contratado con Andrew´s Hotel.
Nos recogería una furgoneta a las 12 en punto e iríamos haciendo varias paradas para recoger a más personas que, como nosotros, tenían que llegar al aeropuerto hasta que en una de esas paradas un impresentable tardaría la friolera de 40 minutos en salir de su apartamento. De momento, de ir sobrados ya habíamos pasado a ir normal de tiempo, pero es que, para colmo, la última persona que se montaría se olvidaría de su maletín y nos hizo volver a su hotel a por él. Aquí ya no pude evitarlo y con mi inglés macarrónico, dado que Cristina y Sergio se habían marchado de madrugada en otro avión, le diría al conductor: -“Por favor, date prisa, no quiero perder mi vuelo” Uno de los ocupantes de la furgoneta me diría que me tranquilizase y yo le respondería que era su culpa y que si no hubiera sido por ellos no estaría preocupado por perder mi avión. No hubo respuesta y al final con caras largas y de pocos amigos, llegaríamos al aeropuerto.
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