Aunque
suponía un inmenso sacrificio, después de tantos días de ruta y de todos los
madrugones que llevábamos a nuestras espaldas, no queríamos irnos del Gran
Cañón sin contemplar uno de sus amaneceres, así que a las 05.00 pondríamos el
despertador para no ir con el agua al cuello y de esta manera llegar a las
05.45 al mirador Mather Point, que sería el que nosotros elegiríamos para el
espectáculo. Llegaríamos cuando todavía era noche cerrada y ya había gente en
el lugar. Por un lado, como no podía ser de otra manera, un grupo de japoneses
y por otro una madre y su hijo con los que pronto nos pondríamos a charlar, ya
que nuestro idioma nos delató. Ellos eran de Sevilla y estaban por estas latitudes
celebrando que el joven había terminado los estudios en el instituto. Magnífico
regalo, sin duda.
A las 06.10
se haría el silencio, pues la claridad empezó a hacer acto de presencia y la
bola de fuego ya empezaba a dar señales de que pronto aparecería por el
horizonte. Efectivamente, no tardaría mucho más en empezar a mostrar los
primeros rayos que resurgían fulgurantes del fondo del cañón, permitiendo que
empezáramos a contemplar, de nuevo, la inmensidad, belleza y tamaño de esta obra
magistral de la naturaleza, la cual te hace sentir insignificante a la par que
parece darte una buena cura de humildad. Pocas veces en la vida he sentido
tanta paz y tranquilidad como en estos breves pero intensos instantes.
Tras el
increíble amanecer y dado que estábamos muy cerca, decidiríamos aprovechar para
ir a ver otro mirador muy cercano llamado Yavapai Point, donde permanecimos
hasta las 07.45 y gracias a la soledad del momento pudimos ver muy de cerca un
enorme ciervo entre unos arbustos cercanos.
Yavapai Point Alce en Yavapai Point
Se me olvidaba decir que las temperaturas que tuvimos durante el amanecer y después del mismo rondarían los 5 o 6 grados, pero al no soplar viento, la verdad, que no pasaríamos demasiado frío e incluso nada más salir el sol hasta se estaba a gusto.
Sobre las
08.15 volvíamos a estar en las inmediaciones del hotel para desayunar unos
bollos cerca y diez minutos antes de que dieran las 09.00 encontrarnos en el
aeródromo situado a las afueras de Tusayan. Efectivamente, era el momento de
disfrutar de otra de esas actividades que esperas con ansia desde el primer
minuto del viaje. Esta no era otra que sobrevolar en helicóptero el Gran Cañón.
Dicha
actividad la contrataríamos con la empresa www.papillon.com, la cual me la habían recomendado
los amigos que estuvieron por aquí. Además esta empresa tiene salidas desde Las
Vegas y desde Page, por lo que pueden ser otras opciones a tener en cuenta.
Entre los diferentes tours que se ofrecen en helicóptero nosotros optaríamos
por la llamada ruta imperial que era la más completa de todas de unos 45 – 50
minutos de duración. El coste de cada billete fue de 204 dólares. Como se ve
fue bastante caro pero creo que, si se puede, merece la pena hacer un esfuerzo
ya que no todos los días se monta en helicóptero y menos sobre el Gran Cañón.
Tras
pesarnos a los integrantes de la expedición en una báscula para luego
distribuirnos, según el peso, en el interior de la nave, nos acompañaron a la
pista desde donde se realizan los despegues y aterrizajes. Varios helicópteros
se encontraban a la espera de recibir a sus pasajeros y uno de ellos era el
nuestro. Uno de los encargados de pista procedería a guiarnos, dándonos
instrucciones muy precisas de por dónde teníamos que ir y de permanecer siempre
medio agachados. La emoción fue en aumento cuando descubrimos que a Raúl le
tocaría de copiloto ya que era el que menor peso tenía de todos los integrantes
del vuelo y a mí me tocaría justo detrás del piloto, que tampoco estaría nada
mal dado que tenía una buena ventana sólo para mí sin ningún tipo de elemento
que pudiera molestarme en esta gran aventura.
Papillon Grand Canyon Helicopters
Cuando todos estuvimos colocados, con los cinturones de seguridad abrochados y los cascos puestos, cerrarían las puertas y lentamente el aparato empezó a elevarse, tambaleándose ligeramente de un lado hacia otro. Cuando hubo ganado suficiente altura, aceleró y tras ganar velocidad en unos segundos, muy pronto nos encontraríamos sobrevolando el gran bosque que rodea el Parque Nacional. Tras unos minutos y casi por arte de magia, pasábamos del verde intenso de las copas de los árboles a la infinidad del Cañón. La sensación sería parecida a como cuando en una montaña rusa estás a punto de pasar de la lenta y tranquila subida a cuando vas a afrontar la primera gran bajada que te pone el corazón en un puño. Pues algo así pero multiplicado unas cuantas veces por dos.
Vuelo en Helicóptero sobre el Grand Canyon
Después vendría el tratar de no perder detalle de lo que tenía delante de mí. Poco a poco se irían sucediendo diferentes perspectivas, a cada cual más increíble, del borde este, de la confluencia de las aguas azules del río Little Colorado con las aguas verde oscuro del río Colorado, de kilómetros y kilómetros del Gran Cañón, del borde norte y las regiones centrales, etc. Todo transcurría de forma intensa y con la sensación de no querer que este sueño, que se estaba haciendo realidad, terminara nunca. Pero los cincuenta minutos acabarían y el pájaro de metal volvería a posarse sobre el asfalto. Estaba pletórico y con una inmensa felicidad y durante un rato no se me borraría la inmensa sonrisa dibujada en mi cara. Me encontraba saboreando todo lo vivido y grabando en mi memoria cada segundo del inolvidable vuelo sobre el Gran Cañón. Cuando, por fin, volví a la realidad, nos dirigimos hacia el coche para poner rumbo, de nuevo, al Parque Nacional y ya dentro de este aparcar cerca de una de las paradas de autobuses que señalaban el punto rojo.
Vuelo en Helicóptero sobre el Grand Canyon Vuelo en Helicóptero sobre el Grand Canyon Vuelo en Helicóptero sobre el Grand Canyon
Como comentaba en el capítulo anterior, la ruta roja es la única que no se puede hacer con tú vehículo particular, por lo que esta es la única posibilidad de conocer todos los miradores situados en la parte oeste. Bueno esta o caminando, dado q todos los puntos de observación se encuentran unidos por una senda muy bien habilitada para que pueda andar cualquier persona sobre ella.
De repente y
antes de que llegara el autobús recordé que muy cercano a la zona más al oeste
de Village, que era donde estábamos, comenzaba la ruta Bright Angel Trail, la
cual descendía hasta las profundidades del Gran Cañón y te permitía ver de
cerca el transcurrir del río Colorado. Así que dejamos para más tarde el tomar
el autobús y nos encaminamos hacia ella. Cuando llevábamos como veinte minutos
de descenso, Raúl decidiría que no iba a continuar con la ruta, pues
consideraba que no iba a tener la suficiente fuerza como para luego desandar
todo lo bajado, cuesta arriba y con un desnivel de unos mil metros. Así que
como tampoco era plan de separarnos todo el día, yo también claudiqué y tras
subir el pequeño tramo recorrido, volveríamos a la parada y ahora sí, en menos
de 5 minutos, tomaríamos uno de los autobuses.
Vistas desde Bright Angel Trail
Estos serían el nombre de los miradores desde los que tendríamos la oportunidad de ver nuevas perspectivas del paraje del Gran Cañón: Trailview Overlook, Maricopa Point, Powell Point, Hopi Point, Mohave Point, The Abyss, Monument Creek Vista y Pima Point.
Dado que al
final no habíamos bajado hasta las profundidades del Cañón, lo que haríamos
sería hacer una mezcla entre ir andando de algún mirador de los mencionados al
siguiente y coger el autobús para llegar hasta los que más lejos se encontraban
y para regresar desde el más lejano de todos. Al llamado Hermits Rest, el último
de todos, no llegaríamos, pues queríamos ir con calma para poder volver a ver
atardecer e irnos con esta imagen del lugar.
Así que nada, una vez que el bus nos dejó donde teníamos el coche, nos iríamos directos, otra vez, al Grandview Point para presenciar por segunda y última vez la puesta de sol en el maravilloso Gran Cañón.
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