OESTE EEUU - DIA 10. Gran Cañón (Parte I)

13 de Septiembre de 2010.

Tras desayunar con calma, volveríamos a coger el coche para dirigirnos a uno de los lugares más increíbles y famosos del mundo: el Gran Cañón.

Este parque nacional es uno de los espacios naturales más visitados del planeta. Se encuentra situado en el norte de Arizona, abarcando una extensión de 320 kilómetros de largo por unos 20 de ancho.

Existen dos accesos al Gran Cañón: el de la orilla sur, el más frecuente y con más servicios, y la entrada de la orilla norte, de acceso más difícil y cerrada de octubre a mayo. Entre los dos puntos hay tan sólo 29 kilómetros en línea recta, aunque para ir de una a otra entrada hay que recorrer 350 kilómetros de distancia.

Nosotros optaríamos por visitar, únicamente, la zona de la orilla sur, ya que intentar abarcar las dos nos hubiera supuesto dar un inmenso rodeo, de cinco horas de viaje, y tener que renunciar a otros lugares que no queríamos perdernos.

Tardaríamos unas dos horas y cuarto en recorrer los algo más de 200 kilómetros que separan Page de la entrada este del Gran Cañón. Cuando divisé por primera vez el cartel que indicaba que entrábamos en el Parque Nacional, una sensación mezcla de ansiedad y subidón total recorrió mi cuerpo. Tras parar para inmortalizar este momento con una foto con el cartel que nos daba la bienvenida, sólo tuvimos que avanzar unos cuantos kilómetros más hasta llegar al primer punto de recepción de visitantes con el que cuenta el parque en este sector: el Desert View. Tras aparcar el coche en la zona habilitada, tomaríamos una pequeña senda que poco a poco nos iría aproximando a uno de los momentos más esperados de todo el viaje. Tras no más de 400 metros el camino terminaría y delante de nosotros se postraría la inmensidad sobrecogedora del Gran Cañón. Me quedé mudo, sin aliento, costándome tragar saliva e intentando disimular una inmensa emoción que por momentos hacía que mis ojos se tornasen vidriosos. En el horizonte se divisaban infinitas crestas, escarpadas gargantas horadadas en la roca a lo largo de millones de años por el río Colorado que también podía verse diminuto en la lejanía, desfiladeros cuyo fin no podía abarcar la vista, esculturales rocas en intensos rojos y naranjas. Durante no sé cuánto tiempo estuve absorto en mis pensamientos y sin apartar la vista de esta obra colosal de la naturaleza, hasta que Raúl me propondría continuar dado que llevábamos cuarenta minutos en este mirador. Dándole la razón, nos encaminamos a la torre de vigilancia Desert View que estaba muy cerca del parking. Esta es una estructura de piedra de 21 metros de alto, cuyo interior está decorado con pinturas indias y en la parte superior se pueden ver nuevas vistas del Gran Cañón. También hace las funciones de tienda de recuerdos y de información.

Desert View Point

Desert View Tower

Tras la visita continuaríamos la ruta a lo largo de los muchos miradores que te vas encontrando en la carretera. El siguiente que nos esperaba se llamaba Navajo Point y como curiosidad decir que este es el punto más alto en el borde sur del cañón a excepción de la plataforma de observación de la torre Desert View.

Los siguientes miradores que nos esperaban se llamaban Lipan Point, Moran Point y Grandview Point. Desde ellos pudimos asistir a nuevas vistas panorámicas del Gran Cañón y de los rápidos del río colorado en la lejanía, además de las diferentes tonalidades de rojos y naranjas que, según iba avanzando el día, las rocas iban adquiriendo. El que más me gustaría de todos los que llevábamos vistos hasta ahora sería el Grandview Point por la perspectiva que ofrece de este a oeste.

Moran Point

Grandview Point

Sin darnos cuenta nos habíamos plantado en casi las tres de la tarde, por lo que tomaríamos el coche y nos marcharíamos hacia la zona de Village que es donde se encuentra el mayor centro de visitantes del Parque y donde hay un montón de restaurantes y alojamientos. Comeríamos en un inmenso buffet en el que yo probaría un delicioso sándwich de ternera con salsa barbacoa, donde se me caerían las lágrimas, además de la salsa al morder, de lo bueno que estaba. No había probado antes cosa tan rica.

Tras ello nos dirigimos, degustando lo que nos quedaba de las muffins de chocolate que habíamos pedido de postre, hacia la parada de autobús, donde cogeríamos uno de los del círculo verde.

Todos los autobuses que recorren el Parque son gratuitos y recorren tres rutas principales diferenciadas por colores. La roja te lleva hacia la parte oeste. La azul transcurre por todos los hoteles, restaurantes, campings y otras instalaciones de la zona principal y no es una ruta panorámica. Y la verde se dirige hacia la zona este pero sólo hasta los primeros kilómetros de la misma, teniendo ya que coger el coche si quieres continuar más allá. No se requiere billete para montar y las paradas están claramente marcadas con carteles con el símbolo del autobús. Se puede subir o bajar las veces que se quiera y el intervalo de paso de los mismos es de 15 minutos en las horas principales del día. También existe la línea morada, recién inaugurada este año, que conecta la localidad de Tusayan y el Parque Nacional, pero tampoco es panorámica y sólo funciona los meses de verano.

La parte oeste o de color rojo sólo se puede recorrer con autobús y el resto también puede hacerse con tú propio vehículo, pero además existe otra pequeña excepción donde tampoco puedes acceder con tú coche particular que es el mirador Yaki Point del circuito verde, razón por la que nos encontrábamos en la parada.

En menos de quince minutos estábamos bajando solos del autobús lo que unido a que no hubiera absolutamente nadie en esta zona, hacía que tuviéramos el mirador para nosotros solos, así que nos asentaríamos en una pequeña pared de roca protegida por la sombra y allí que nos dispusimos a hacer la digestión, con toda la tranquilidad del mundo, fascinados con las vistas que nos rodeaban.

Yaki Point

Tras casi una hora de relax, volveríamos a tomar el autobús hasta el parking donde teníamos el coche y ya con este nos dirigimos, de nuevo, hacia el mirador Grandview Point. Aquí queríamos ser testigos de la puesta de sol y llegamos con este lo suficientemente alto como para poder aparcar sin demasiados problemas y para buscar un punto de observación idóneo sin demasiada gente a nuestro alrededor. De todas maneras el espacio es bastante amplio y hay muchos riscos y rincones donde poder situarse sin sentirte agobiado por las masas.

Sólo restaba ya presenciar como la sombra iba devorando lenta pero incansable el Gran Cañón, mientras los rojos intensos de las paredes de piedra iban volviéndose naranjas y estos poco a poco iban palideciendo hasta volverse amarillos claros y finalmente violetas. Un espectáculo único e imposible de olvidar.

Atardecer en Grandview Point

Atardecer en Grandview Point

Cuando me di la vuelta, me quedé ciertamente sorprendido al comprobar que el número de personas que había cuando nosotros llegamos se había triplicado, por lo que decidimos esperar un rato a que aquello se despejase. Tras ello y cuando el único color que imperaba ya en el Gran Cañón era el gris, tornándose en negro, en pocos instantes, al caer la noche, nos dirigimos hacia el pueblo de Tusayan, donde teníamos nuestro alojamiento para las próximas dos noches.

Atardecer en Grandview Point

Si los precios en Tusayan son ya de por sí caros, los de cualquier alojamiento en el interior del Parque son casi que prohibitivos, por lo que optamos por esta opción, sin pensarlo, mientras preparábamos el viaje. El hotel elegido sería el Red Feather Lodge (125 dólares por cada noche). El personal del hotel fue muy amable y todo estaba muy limpio y cuidado, las habitaciones eran espaciosas y eso que las dos camas King eran inmensas, por lo que no se podía pedir más. Además muy cerca del mismo hay un montón de restaurantes, por lo que nosotros decidimos cenar en el Mac Donald, todo un clásico, que estaba justo en frente. Y con esta cena tan tradicional americana nos despedíamos de un día tan intenso y especial.


No hay comentarios :

Publicar un comentario