Tenía claro que en cuanto me levantara lo primero que iba a
hacer era buscar a la encargada del alojamiento y tener una seria conversación
con ella, con la intención de que no nos cobrasen la noche de hoy, pues estaba
claro que preferíamos dormir a la intemperie que volver a quedarnos en este
lugar. Aunque no sería el caso porque ya teníamos asegurada la pernocta en la
misma casa rural que teníamos para mañana.
Tras exponerle el enorme descontento por todo lo que nos
encontramos ayer y recalcarle en varias ocasiones que en nada tenía que ver lo
que se ofrecía por internet a la realidad, no pondría casi ninguna objeción en
acceder a no cobrarnos más que la noche de ayer, por lo que nos marcharíamos al
menos tranquilos y empezando bien la jornada.
Castellfollit de la roca iba a ser nuestro primer destino
del día. La población se estira sobre un acantilado de roca basáltica y su
hermoso perfil se puede ver según te vas aproximando por la carretera, siendo
imposible que pueda pasar desapercibido. Resalta el campanario de la iglesia
gótica de San Salvador, así como las murallas, parcialmente conservadas y que
completaban las defensas locales junto al castillo. El centro de la villa se
encuentra en la plaza de Sant Roc donde se levanta la torre rosada del reloj y
de la que parten las dos principales calles bordeadas de casas de piedra.
Castellfollit de la Roca |
Castellfollit de la Roca |
Castellfollit de la Roca |
Después de un agradable y solitario paseo, pues no había un
alma por sus calles, subiríamos de nuevo al coche para plantarnos en tan sólo
nueve kilómetros en Olot, capital de la comarca de la Garrotxa, caracterizada
por el paisaje volcánico y la vegetación exuberante incluidos en el Parque
Natural de la Zona Volcánica que tendríamos oportunidad de ver mañana.
Respecto a Olot tiene una buena tradición artística y
artesanal, mereciendo la pena visitar el Museo Comarcal de La Garrotxa donde se
expone la obra de la Escuela de Olot, pintores paisajistas de finales del siglo
XIX que se inspiran en los bellos alrededores de la ciudad. Entre ellos se
encuentran Joaquím Vayreda, su hermano Mariá y Josep Berga.
Otro aspecto a destacar de la localidad son sus casas
modernistas realizadas en las primeras décadas del siglo XX en las cuales lucen
adornos florales y de cerámica, balcones de forja con imaginativas formas,
relieves y esculturas. De esta manera destacan la Casa Solá Morales, la Casa
Gassiot, la Casa Sibidí o la Casa Gaietá Vila.
Casa Gaietá Vila. Olot |
Casa Sola Morales. Olot |
La obra religiosa más importante es Sant Esteve, un gran
templo construido entre 1750 y 1763. Curiosamente, su trazado es obra de un
ingeniero militar. En su interior destacan algunos retablos.
Iglesia de San Esteban.Olot |
También se podría hacer referencia al hospital de Sant
Jaume, del XVI y con una iglesia barroca, así como a la iglesia Mare de Déu de
la Tura, del mismo estilo que la anterior.
Tampoco podríamos perdernos la visión del que iba a ser
nuestro primer volcán de la zona conocido con el nombre de Montsacopa, situado
dentro del casco urbano, con un gran cráter circular revestido de hierba y unas
vistas muy bonitas del entorno. En su parte superior hay una ermita del siglo
XVII, dedicada a San Francisco.
Volcán de Montsacopa. Olot |
Olot desde Volcán de Montsacopa |
Estábamos ya impacientes por conocer el destino estrecha del
día, así que hacia allí nos dirigimos, tardando un poco más de media hora en
recorrer los treinta kilómetros que nos separaban de Camprodón, un pueblo de
montaña regado por el río Ter que cuenta con un rosario de monumentos románicos
y góticos, y con muy buena arquitectura modernista.
Su bella imagen sería popularizada a finales del siglo XIX entre
la clase alta barcelonesa debido a que se recomendaban sus aires para mejorar
la salud. Después, en las décadas de 1960 y 1970, sería elegido por un gran
número de personas para montar su segunda residencia (entre ellos hay que
mencionar al cantante Joan Manuel Serrat, quien tiene una casa en las afueras).
Su centro turístico invita al descanso entre paseo y paseo
por sus calles, en las que aún es posible respirar ese mismo aire sano que
antaño se recomendaba para mejorar la salud y disfrutar de una paz y un sosiego
típico de pueblo de los Pirineos.
El casco histórico está muy bien conservado y cuidado,
teniendo en el carrer Valencia su principal vía que termina en una plaza donde
una escalinata, entre setos verdes,
conduce al monasterio de Sant Pere. Está llena de tiendas de todo tipo y
cuenta con varios edificios de estilo modernista como la Casa les Monges. Las
casas colgadas que se asoman al río conforman una bella imagen.
Calle Valencia. Camprodón |
Pero si hay un elemento que se ha convertido en emblema del
pueblo ese es el Pont Nou, un puente románico cuyo origen se remonta al siglo
XII. Tiene un solo ojo con 20,30 metros de diámetro por 13,90 en su punto más
alto. Integrado en lo alto del puente, está el Portal de Cerdenya, que era en
su origen la puerta de acceso al castillo de Sant Nicolau.
Pont Nou. Camprodón |
Pont Nou. Camprodón |
Por otro lado, es también agradable detenerse en la plaza
Dr. Robert, la cual cuenta con un ligero desnivel, salvado por una escalinata.
En la parte de arriba hay un par de bares con sus terrazas, y abajo el Hotel
Camprodón, uno de los edificios modernistas más bonitos de la ciudad que en un
principio, 1914, fue hotel, más tarde cine y ahora otra vez hotel.
El monasterio de Sant Pere, en la plaza de Santa María, sita
en la parte alta, es otro lugar importante, pues hay que considerarle como el
origen de la población, debido a los asentamientos que se produjeron en su
entorno.
Monasterio de Sant Pere. Camprodón |
Otros sitios de interés serían la iglesia de Santa María, el
paseo de la Fuente Nueva, el passeig Maristany con las viviendas modernistas
levantadas por la burguesía barcelonesa a principios del siglo XX, el museo
Isaac Albéniz dedicado al compositor que nació aquí, la escultura Piano Suite o
las plazas del Carme y de Espanya.
Paseo de la Font Nova. Camprodón |
Iglesia de Santa María. Camprodón |
Como se ve es un pueblo que bien merece la pena dedicarle
tiempo y recorrerlo sin prisa, para disfrutar al máximo de todo lo que ofrece.
Para finalizar la jornada nos desplazaríamos unos diez
kilómetros hasta Setcases, pueblo que ya no hace honor a su nombre, pues no lo
forman sólo siete casas, sino que ha crecido con nuevos edificios de vocación
turística.
Se encuentra a 1280 metros de altura y su parte antigua
conserva su encanto a pesar de las muchas construcciones nuevas que,
afortunadamente, no rompen su aspecto de pueblo de montaña.
Setcases |
Setcases |
Pero lo mejor es que se encuentra enclavado en una zona
pirenaica de gran belleza al abrigo de los picos de Bastiments y Costanoba, que
se elevan sobre el circo glaciar de Ulldeter donde nace el río Ter.
No olvidéis pasear por el barrio de la Creueta desde donde
se disfruta de hermosas vistas panorámicas.
Setcases |
Setcases |
Aunque a nosotros ya no nos daría tiempo, una excursión
agradable puede ser la que te lleva desde la cercana estación de esquí Vallter
2000 hasta el circo de Ulldeter por un sendero arropado entre rocas y
coníferas. En ese paraje fue erigido en 1909 el primer refugio de montaña de la
Península Ibérica.
Era ya de noche cuando volvíamos a
montar en el coche, por lo que los 35 kilómetros que teníamos hasta las
cercanías de Ripoll los haríamos con la oscuridad como acompañante.
Casa Rural Mas Isoles. Ripoll |
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