1 de Septiembre de 2009.
El plan de hoy era altamente peligroso, no porque fuéramos a
realizar ninguna actividad de riesgo ni a descubrir alguna zona conflictiva,
sino porque los lugares que íbamos a visitar tenían fama de ser tan bellos que
corrías el riesgo de no quererte ir de alguno de ellos, perdiéndote así el
resto. Y aunque es cierto que en nuestro viaje ya habíamos pasado por pueblos
espectaculares, los de hoy siempre ocupan los primeros puestos en cualquier
ranking de “pueblos más bonitos de España”, por lo que todo parecía indicar que
el poder de atracción que iban a ejercer sobre nosotros, no iba a ser pequeño.
Por otro lado reconozco a posteriori que el planning de hoy
era bastante ambicioso y aunque lo cumpliríamos y nos serviría para una primera
toma de contacto, lo ideal es al menos separar en dos días lo que hicimos en
uno, para así poder saborear con calma cada detalle, cada rincón, cada mirador
de estos maravillosos escenarios que parecen sacados de película.
Pero sin irme más por las ramas empecemos por nuestra
primera parada que sería Peratallada, localizada a menos
de 40 kilómetros de Gerona. Uno de los más destacados atractivos de esta
localidad es haber sabido conservar su carácter rural, habiendo mantenido con
fidelidad uno de los núcleos de arquitectura medieval más importantes del
Ampurdán, que fue declarado en 1975 Conjunto Histórico Artístico.
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Peratallada |
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Peratallada |
Peratallada mantiene su antiguo aspecto feudal con la misma
distribución urbana medieval desde la plaza Mayor, con sus singulares porches,
hasta la trama de estrechas callejuelas, cruzadas por pasadizos volados y en
cuyas viviendas se descubrirán recuerdos de ventanas góticas, arcos, portones
dovelados y continuando con muros de tono rosado, pequeñas escaleras que suben
por las fachadas, macetas floridas en los portales y un sinfín de detalles más.
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Peratallada |
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Peratallada |
Su nombre parece que procede del gran foso de la
fortificación que rodea a la población, de piedra tallada, excavado en la roca
natural arenosa.
La plaza de Les Voltes es junto a la Plaza Mayor, rodeada de
casas románicas y góticas y muy bien restaurada, el espacio que organiza el
hermosamente caótico urbanismo medieval de Peratallada. Sus laterales están
cubiertos por arcadas profundas de baja altura que en su día servían como lugar
de refugio y de mercado.
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Plaza de Les Voltes. Peratallada |
El castillo es otro de esos edificios que embellecen la
población. Su torre cuadrada resalta imponente sobre los tejados, pero su
situación en el centro de la villa sugiere protección para los súbditos que vivían
en su entorno. Hay noticias de la existencia del castillo al menos desde el
siglo XI, y posteriormente se fue ampliando y convirtiendo en un espléndido
palacio.
La muralla que rodea el barrio del castillo forma un círculo
cerrado pudiéndose seguir a través de estrechos callejones con suelo de piedra.
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Peratallada |
Finalmente me referiré a la iglesia de Sant Esteve, que se
encuentra fuera del recinto amurallado y se reconoce por su espadaña almenada.
En su interior lo más curioso es la distribución del espacio en dos capillas. Los retablos son
más bien barrocos y con una rica policromía. El campanario resalta a los pies
de la iglesia.
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Iglesia de Sant Esteve. Peratallada |
Sólo diez kilómetros separan Peratallada de Pals, nuestra
siguiente visita.
Pasear por esta población es volver a un escenario medieval
perfectamente reconstruido tras la Guerra Civil, lo que hoy hace que aparezca
con una increíble homogeneidad. Nada desentona en sus calles adoquinadas, en
sus pasajes bajo arcadas, en las casas con portones, en los letreros de los
comercios o en los establecimientos hosteleros. El núcleo antiguo se levanta
sobre la colina llamada Mont Aspre, que remonta un paisaje de cultivos.
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Pals |
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Pals |
Una de las más bonitas postales del pueblo es su Calle
Mayor, a cuyos lados se levantan un conjunto de mansiones nobiliarias. Desde el
mirador del barrio se tienen unas completas panorámicas de las Islas Medas y el
Bajo Empordá.
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Pals |
La plaza Mayor está a la entrada del pueblo con el
Ayuntamiento en un lateral. Enfrente un arco gótico que se piensa formaba parte
de una lonja.
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Plaza Mayor. Pals |
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Pals |
La iglesia de Sant Pere, por su parte, también está en la
zona alta de la población. Es un templo de líneas sencillas. Buena parte de los
sillares con los que fue levantado provienen de los restos del castillo.
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Iglesia de Sant Pere. Pals |
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Pals |
Otro importante y característico elemento arquitectónico de
Pals es su Torre de las Horas, un elevado torreón circular asentado en la roca
viva. Fue la torre del homenaje del castillo y, después de la Edad Media, se
utilizó como campanario, de donde le viene el nombre. En su entorno se
encontraron numerosas tumbas de origen visigótico.
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Pals |
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Torre de las Horas. Pals |
Respecto a las murallas, datan de los siglos XII al XIV y
únicamente se conservan cuatro torres, todas ellas de planta cuadrada.
Como ya decía al inicio del capítulo tanto en Peratallada
como en Pals tuvimos tentaciones de quedarnos y pasar el día entre paseos y de
terraza en terraza y es que es verdad que sus cascos antiguos son tan bellos
que provocan una atracción de la que es complicado escapar.
Aún así conseguiríamos continuar nuestra ruta y dirigirnos
hacia la costa, más concretamente hacia Begur, situado a diez kilómetros de
Pals.
Esta localidad del Baix Empordá, amparada por el macizo del
Montgrí, es uno de los más selectos núcleos de veraneo de la Costa Brava y está
rodeada de maravillosas calas, aunque ella misma se encuentra a dos kilómetros
del mar.
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Begur |
Mi consejo es comenzar la visita desde su castillo, sobre un
roquedo, pues desde sus restos almenados, a algo más de 200 metros sobre el
nivel del mar, se contempla un espléndido panorama: el pueblo, en primer plano,
con su blanco caserío y la espadaña de la iglesia; más allá, la línea escabrosa
de la costa, los recovecos que amparan las calas y, a lo lejos, dirigiendo la
vista al norte, las dunas que rodean L´Estartit y las islas Medes.
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Castillo de Begur |
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Vistas desde el castillo de Begur |
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Begur desde su Castillo |
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Begur desde su Castillo |
Respecto al blanco casco urbano, adosado al pie de la colina
del castillo y con sus calles estrechas y en cuesta, tiene un gran sabor
mediterráneo. Junto a casas populares y atalayas, hay un buen número de villas
con galería, jardín y palmeras edificadas a finales del siglo XIX y principios
del XX por indianos enriquecidos en Cuba.
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Calle de Begur |
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Calle de Begur |
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Calle de Begur |
Se pueden ver también un buen número de torres, levantadas
la mayor parte de ellas en el siglo XVI para proteger la población de ataques
piratas. Todas tienen la misma estructura y se solía acceder a ellas por una
puerta a media altura para lo que había que utilizar una escalera, que se
retiraba una vez se estaba dentro.
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Casa de Begur |
Por último no está de más visitar la iglesia de Sant Pere
con una fachada muy sencilla de estilo gótico tardío. Dentro, en el retablo
mayor, una imagen de san Pedro y otra de santa Reparada, los dos patrones del
pueblo. También una imagen de la Virgen del Coral, recuerdo de la época en que
Begur vivía del Coral.
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Iglesia de Sant Pere. Begur |
En torno al pueblo, se reparten ocho calas y playas, de
norte a sur, que como mejor se contemplan es desde el mar, para ello se podrá
utilizar los barcos golondrinas, que hacen este recorrido. El acceso desde
tierra firme se puede realizar en coche o bien siguiendo alguno de los
seductores senderos que parten desde el mismo pueblo y que nosotros tendríamos
que dejar para mejor ocasión. Alguna de las mencionadas calas serían Illa Roja,
Sa Riera, Sa Tuna o Aiguafreda.
Donde sí que haríamos una breve parada para tomar algo sería
en el Parador de Aiguablava, situado sólo a cinco kilómetros, en un acantilado y
con unas vistas excepcionales de la Costa Brava.
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Cala de Aiguablava |
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Cala de Aiguablava |
Para terminar la jornada nos desplazaríamos a dos preciosos
enclaves costeros que probablemente sean de los más hermosos y emblemáticos de
todo el perímetro marino gerundense.
El primero de ellos, la aldea de Tamariu, que sigue
conservando el encanto de una villa de pescadores, viendo ondear la bandera
azul concedida a una de las playas más limpias de Europa.
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Tamariu |
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Tamariu |
El segundo y un poco más abajo (ocho kilómetros) sería
Calella de Palafrugell, la cual sigue poseyendo rasgos, como la anterior, de
una antigua población de pescadores. Tampoco ha perdido un ápice de su encanto
con lugares como Les Voltes, al borde del paseo marítimo. Se trata de una larga
calle con una sucesión continua de pórticos de color blanco. La desigualdad de
los arcos da un encanto especial al conjunto. Además es un animado espacio
donde se instalan puestos artesanos y orquestinas y donde tiene lugar el
Festival de Habaneras, un cante muy popular en la zona que se celebra todos los
meses de julio y donde los mejores conjuntos interpretan las tonadas al borde
del mar.
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Calella de Palafrugell |
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Calella de Palafrugell |
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Calella de Palafrugell |
También es interesante el jardín botánico de Cap Roig, a
pico sobre el mar, con más de mil especies exóticas.
Pero sería en su encantadora playa donde pondríamos
fin a este excepcional día, viendo una maravillosa puesta de sol de las que
difícilmente se olvidan.
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