17 de Agosto de 2009.
Está claro
que la mejor manera de comenzar el día no es corriendo como locos, con la
lengua fuera y después de un desayuno algo acelerado. Pero no nos quedaba otra
si queríamos llegar a tiempo, a las 10:00, a la primera atracción que íbamos a
visitar, después de que se nos pegaran las sábanas.
Esta se
llamaba “Journey Behinds the Falls” y las entradas las habíamos sacado el día
anterior en la oficina de turismo, sita en el paseo principal, para evitar
filas innecesarias. Como su propio nombre indica este lugar te permite
contemplar las cataratas de Herradura desde un ángulo menos típico, es decir,
desde justo detrás de ellas.
El
itinerario comenzaría en el interior de la oficina de turismo, bajando en un
ascensor, construido en el interior de la roca, que desciende a través de esta
para dejarte al inicio de varios túneles que te conducen a la parte trasera de
las cascadas. Nada más abrirse las puertas del elevador el ruido es
ensordecedor y te permite intuir que lo que te vas a encontrar no va a ser poca
cosa.
Mientras vas
recorriendo los mencionados túneles te encuentras paneles informativos en los
que se explica cómo se hizo esta obra y las características principales de las
cataratas, para después de andar 200 metros, darte de bruces con una brutal
cortina de agua perteneciente a las Horseshoe falls.
|
Horseshoe Falls desde Journey Behind the Falls |
Dos
miradores, situados a diferentes alturas, te permiten, gracias a dos
plataformas y varias barandillas de seguridad, salir al exterior y con casi
estirar el brazo poder tocarlas, pero el precio por ello es calarte
completamente, independientemente de llevar los chubasqueros que te
proporcionan en la entrada. Como era verano y hacía calor la verdad que no nos
importó lo más mínimo recibir esta buena ducha para terminar de despertarnos.
|
Horseshoe Falls desde Journey Behind the Falls |
|
Horseshoe Falls desde Journey Behind the Fall |
|
Maid of the Mist desde Journey Behind the Fall |
Las
cataratas son un espectáculo digno de admirar desde todas las perspectivas
posibles y tanto canadienses como americanos se las han apañado para que esto
puedas hacerlo una y otra vez y que rara vez la visión que obtengas de ellas
sea semejante.
Así que ya
que habíamos estado en el inframundo, ahora tocaba cambiar de aires y subir a
los cielos, por lo que nos dirigimos hacia la moderna torre Skylon, situada a
la friolera de 236 metros de altura y con una plataforma circular que te brinda
una nueva visión panorámica del fenómeno natural. Tal vez sea esta la única
razón que pueda justificar en parte el atentado estético que supone levantar un
engendro así en este entorno. El día era claro y también pudimos distinguir los
rascacielos de Buffalo, e incluso entrever los edificios de Toronto y el
lago Erie en la lejanía.
|
Skylon Tower |
|
Rainbow Bridge desde Skylon Tower |
Además las
vistas del tumultuoso río Niágara, salpicado de rápidos, es perfecta junto con
el gran arco de 800 metros de longitud que dibuja la cascada Horseshoe, así
como los saltos de agua del lado americano.
|
Cataratas del Niágara desde Skylon Tower |
|
Cataratas del Niágara desde Skylon Tower |
|
Cataratas del Niágara desde Skylon Tower |
|
Cataratas del Niágara desde Skylon Tower |
Teníamos
hambre por lo que no dudamos en concedernos un respiro y buscar un lugar para
comer y así de paso recuperarnos de las emociones de la mañana. Aunque sólo era
la una, estábamos como si fueran las tres, así que devoramos unos costillares
con salsa de mostaza en una de las típicas cadenas canadienses – americanas.
Una vez
reconciliados con nuestros estómagos volveríamos a la zona de las cataratas
pero esta vez en dirección hacia el enorme Rainbow Bridge, el puente que une
Canadá con Estados Unidos y desde el que también se consiguen muy buenas vistas
en su conjunto del área de las cascadas de los dos países. Por supuesto que no
dudaríamos en cruzarlo y con nuestros respectivos pasaportes acceder a los
Estados Unidos. El trámite fue muy rápido y ni siquiera nos hicieron alguna
pregunta.
|
Cataratas del Niágara desde Rainbow Bridge |
Como se ve
se puede llegar a todos los lugares caminando por lo que más cómodo no puede
ser. Así haríamos, una vez más, para recorrer la poca distancia que nos
separaba de la Observation Tower, la
primera atracción que íbamos a visitar en el lado estadounidense. Sin ser de la
altura de la torre Skylon, también es un buen mirador para poder obtener una
única panorámica de todo el lado canadiense junto con las horseshoe falls, en
frente, y justo al lado y con sólo mirar hacia abajo poder ver como se
precipitan al vació los saltos Bridal Veil y Rainbow.
|
Observation Tower y Rainbow Bridge |
|
Cataratas del Niágara desde Observation Tower |
|
Cataratas del Niágara desde Observation Tower |
Aquí
permaneceríamos otro largo rato recreándonos antes de dirigirnos a la llamada
“Cave of the Winds”, un nuevo sitio para disfrutar, casi adosado al anterior.
Para mí este sería el segundo lugar donde mejor me lo pasaría, después de la
experiencia del barco “Maid of the Mist”.
|
Cave of the Winds |
Una vez
pagada la entrada y tras facilitarnos los chubasqueros amarillos, típicos del
lado americano, sólo tendríamos que empezar a descender por unas pasarelas de
madera que muy pronto nos dejarían a solamente ocho metros de la inmensa
cortina de agua y de los torrentes que de desploman con fuerza desde las
alturas.
|
Cataratas del Niágara desde Cave of the Winds |
|
Cataratas del Niágara desde Cave of the Winds |
|
Cataratas del Niágara desde Cave of the Winds |
La
experiencia, una vez más, fue excitante y fue una pasada sentir el tremendo
poder del agua y el viento en la cara, como si de una tormenta tropical se
tratara. Ni que decir tiene que cuando regresas otra vez al nivel superior,
llegas hecho una auténtica sopa.
|
Cataratas del Niágara desde Cave of the Winds |
|
Cataratas del Niágara desde Cave of the Winds |
Cogeríamos
entonces y nos iríamos a un banco que estaba al sol hasta que más o menos
volvimos a estar secos y desde allí decidiríamos dedicar el resto de la tarde a
pasear por las zonas verdes y boscosas que conforman el llamado Terrapin Point,
en el extremo del lado americano y donde no hay ningún edificio o aberración
arquitectónica que estropee el entorno. Tan sólo hay áreas de picnics,
agradables miradores y lugares de descanso desde donde poder ver como discurre
el río Niágara hasta que llega al precipicio por el que se desploma y cae al
vacío.
|
Rainbow Bridge desde Terrapin Point |
|
Río Niagara desde Terrapin Point |
|
Río Niagara y Horseshoe falls desde Terrapin Point |
Es este
también un buen sitio para descansar y evadirse un poco del barullo y de la
gente que hay en la mayoría de puntos de interés de la zona, por lo que si se
tiene tiempo puede ser una buena opción para darse un respiro.
|
Río Niagara desde Terrapin Point |
|
Río Niagara y Horseshoe falls desde Terrapin Point |
Pronto se haría de noche, por lo que decidiríamos
volver tranquilamente hasta el lado canadiense y ya en él buscar un lugar para
cenar. En esta ocasión nos decantaríamos por unas pizzas en la famosa calle
Clifton Hill que en estos momentos casi no cabía un alfiler. Había un
ambientazo por todas partes y no dudamos, después de llenar el estómago, en
quedarnos por allí un buen rato e incluso tomarnos unos inmensos helados para
cerrar, por todo lo alto, otro fantástico día.
No hay comentarios :
Publicar un comentario