DIA 02. EEUU. Washington D.C.: Corazón institucional de Norteamérica

14 de Agosto de 2009.

El Mall de Washington D.C. es una explanada verde esmeralda que sirve de calle principal y plaza mayor de Estados Unidos. Es el lugar donde protestan los manifestantes, donde los habitantes de la capital del país llevan a pasear a sus perros y donde los becarios comen mientras toman el sol, pero ante todo es un santuario en el que se rinde homenaje a los héroes estadounidenses y en el que a lo largo de cuatro kilómetros se puede ver desde los edificios que albergan las principales instituciones políticas del país hasta un sinfín de monumentos y memoriales de presidentes y guerras, pasando por los principales y más interesantes museos de la ciudad.

Así que como se ve es imposible aburrirse en este inmenso espacio donde creo que para poder disfrutarlo de forma tranquila y sin prisas, además de poder entrar en algunos de sus edificios , lo ideal es dedicar dos días al mismo, como así haríamos. Con una jornada daría tiempo pero es probable que se vaya a matacaballo y sólo se puedan hacer una o dos visitas interiores a lo sumo.

Aunque desde nuestro hotel al Memorial de Lincoln o la Casa Blanca sólo había unos veinte minutos caminando, decidiríamos tomar el metro para dirigirnos al punto más alejado con el que queríamos comenzar el día y desde allí ir deshaciendo el camino hasta donde nos diera tiempo llegar y mañana continuar desde ese punto hasta terminar el paseo completo.

Nada más salir del hotel nos daríamos de bruces con la embajada española, la cual siempre hace ilusión encontrarte cuando estás en un país extranjero. Muy cerca también veríamos el importante hospital George Washington, con un gran prestigio en las principales especialidades médicas.

Embajada Española

The George Washington Hospital

Sería aquí donde tomaríamos el suburbano para bajarnos en la estación Capitol South, muy cerca de la Librería del Congreso que era nuestro primer objetivo del día.

Al salir a la calle nos llevaríamos la primera e impresionante visión del Mall y sus edificios. Parecía mentira que antes de fundarse, allá por 1791, fuese una gran explanada de bosques y pantanos.

Y, ahora sí, tras esos primeros momentos de perplejidad que te causan los grandes monumentos y tras andar no más de diez minutos nos plantaríamos en la mencionada Biblioteca del Congreso, una de las más grandes e importantes del mundo.

Librería del Congreso

En el exterior se puede apreciar un diseño renacentista italiano cuya construcción supuso uno de los mayores costes de la época. Sería inaugurada en 1897 y no tardó en convertirse en Monumento Nacional.

En lo que es especialmente notable es en la diversidad de sus fondos, y eso se lo debe a Thomas Jefferson. La institución como tal fue creada en 1800 gracias a que el presidente John Adams promovió una ley en el Congreso en el que se hacía referencia a la creación de una biblioteca exclusiva para este, destinando 5000 dólares para la adquisición de libros.

Pero, como decía, el mayor impulso llegaría con Jefferson, ya retirado de la presidencia, que donó a la nación su biblioteca personal, muy extensa y rica, con obras que abarcaban todo tipo de campos como la filosofía, la ciencia o la literatura. Si a esto le sumamos la ley del copyright de 1870, que exigía a quienes solicitaban los derechos de autor la entrega a la biblioteca de dos ejemplares de su obra, ello haría que la colección creciera espectacularmente tanto en tamaño como en diversidad, planteándose con el paso del tiempo la necesidad de un nuevo edificio que iba a ser en el que hoy nos encontrábamos.

Lo que realmente pudimos visitar sería su enorme e impresionante vestíbulo de dos plantas con unas espectaculares escaleras que te conducen hasta un ventanal acristalado, en la planta superior, desde el que sí que se observa la sala principal de lectura de forma circular, distribuyéndose alrededor de ella las grandes paredes repletas de estanterías con los correspondientes libros, de los que se dice hay más de treinta millones.

Librería del Congreso

Librería del Congreso

A la salida de la misma, y colindante con ella, podríamos visitar otra importante e histórica institución en los Estados Unidos, nada más y nada menos que el Tribunal Supremo. El gran edificio se eleva majestuoso en deslumbrante mármol blanco con sus cuatro pisos de altura. Forma parte del eje del poder de Washington y es el centro neurálgico de la equidad judicial. Pese a su estatus como institución, pasarían muchos años antes de que el Tribunal Supremo poseyera su propio edificio. Al principio tendría su sede en Nueva York para posteriormente pasar a tenerla en Filadelfia. Más tarde estuvo alojado en la Cámara de representantes y después en el City Hall.

Tribunal Supremo

En el interior, y tras pasar los obligados controles de seguridad, podríamos ver la sala en la que se reúnen los nueve jueces que componen el alto tribunal, decidiendo acerca de los asuntos de máxima importancia para el país. Su decisión es firme y no puede ser recurrida en ninguna instancia. Además son nombrados de por vida, aunque pueden renunciar a su cargo de forma voluntaria.

Tribunal Supremo

Tras la primera toma de contacto con los edificios anteriores, había llegado el momento de dirigirnos al símbolo por excelencia de Washington, cuya silueta de un blanco inmaculado y su característica cúpula se pueden apreciar desde un buen número de lugares de la ciudad. Efectivamente, estoy hablando del Capitolio, situado casi en el centro de la misma y sobre una colina. Sin duda que se trata del edificio cultural e histórico más importante de Norteamérica, siendo la sede del Congreso de Estados Unidos desde 1800 y jurando en él su cargo, sólo un año después, el tercer presidente Thomas Jefferson.

Capitolio

Cúpula del Capitolio

Capitolio

Accederíamos a su interior por el centro de visitantes que se encuentra en la parte trasera del edificio y bajo el nivel de la calle, por lo no podíamos estar mejor situados ya que estaba en frente de la Biblioteca del Congreso. Ya en el interior nos encontraríamos con un amplio vestíbulo donde sólo tendríamos que dirigirnos hasta el mostrador desde donde se organizan las visitas guiadas y solicitar la nuestra. Tendríamos suerte y sólo tendríamos que esperar un turno (se llevan a cabo cada veinte minutos) por lo que cuarenta minutos después nos estaban repartiendo unos auriculares con los que poder escuchar perfectamente a nuestra guía. A mí no me servirían de mucho, pero a cambio podría contar con el excelente servicio de traducción simultánea facilitado por mi querida hermana.

Vestíbulo del Capitolio

Vestíbulo del Capitolio

En el grupo éramos unas diez personas y tras la presentación oportuna y contarnos las tradicionales medidas de seguridad, la mujer de edad media que nos correspondió como guía, nos pediría que la siguiéramos.

Sus primeras palabras serían para hacer referencia a que El Capitolio es uno de los edificios de mayor fuerza simbólica y de expresividad del mundo y para explicarnos que es la sede del poder legislativo compuesto por dos cámaras: la de representantes y la del senado.

Nos conduciría por diferentes pasillos, galerías y habitaciones que nos darían la oportunidad de conocer una pequeña parte del inmenso edificio. De esta manera visitaríamos la antigua sala de la corte suprema; la cripta; la sala llamada “La Rotonda” que se encuentra justo debajo de la gran cúpula y en la que, además de quedarte embobado admirando esta, se pueden ver las esculturas de algunos de los ciudadanos destacables de los diferentes estados del país; la sala de las estatuas en las que se encuentran representados varios presidentes y personajes históricos relevantes, etc.

La Rotonda. Capitolio

Cúpula del Capitlolio desde La Rotonda

Sala de las Estatuas. Capitolio

Por cierto que se me había olvidado comentar que hasta este momento no habíamos sacado la cartera para entrar a ninguno de los edificios visitados, todos son gratuitos, por lo que ya podíamos aprender en Europa. También se permiten realizar todo tipo de fotografías y vídeos siempre que no sean a nivel profesional.

A la salida, rodearíamos el edificio, tomando varias perspectivas de este y nos plantaríamos en su fachada principal, donde llevan a cabo el juramento para su cargo los presidentes del país. Era emocionante estar en un lugar tan importante y que tantas veces habías podido ver en la televisión.

Capitolio

Capitolio

Desde aquí comenzaríamos a recorrer la gran explanada que teníamos por delante, no tardando demasiado en volver a detenernos para contemplar, relajadamente, el Grant Memorial con el imperturbable Ulysses S. Grant, ex presidente y general en la guerra de Secesión, sobre su caballo. Esta considerada como la segunda estatua ecuestre más grande del mundo.

Grant Memorial

Capitolio desde Grant Memorial

A continuación se abría ante nosotros una gran pradera verde con el gran obelisco a lo lejos como principal protagonista y al que todavía tardaríamos bastante en llegar. Esta se encontraba flanqueada por un buen número de museos tales como el de los Indios Americanos, la Galería Nacional de Arte, el de Historia Natural, el de Historia Americana, etc.

Seguro que todos ellos encierran entre sus paredes interesantes exposiciones, por lo que fue una lástima, que por falta de tiempo, no pudiéramos visitarlas. Pero, sin embargo, haríamos una excepción con un museo que todavía no he mencionado y al que me refiero ahora: el museo Nacional del Aire y el Espacio, el cual muestra la historia de la aviación, desde el primer vuelo motorizado hasta las recientes misiones espaciales.

A él sí que decidiríamos dedicar lo que nos quedaba de mañana y tengo que decir que no nos arrepentiríamos de ello, pues entre todo lo que ofrece podríamos ver el Flyer de los hermanos Wright, el avión con el que se consiguió romper la barrera del sonido, la máquina en la que se realizó el primer vuelo sin paradas alrededor del mundo, etc.

Museo Nacional del Aire y el Espacio

Museo Nacional del Aire y el Espacio

Y por si todo eso no había sido suficiente también experimentaríamos lo que se siente al tocar una roca lunar, veríamos el módulo de mando de la nave Apolo 11, nos sorprenderíamos al contemplar el transbordador espacial Columbia y nos llamarían la atención un sinfín más de objetos y aparatos de un mundo y un área tan compleja y desconocida para muchos de nosotros.

Museo Nacional del Aire y el Espacio

Museo Nacional del Aire y el Espacio

Museo Nacional del Aire y el Espacio

Antes de abandonar este apasionante museo no dudaríamos en tomar algo en su cafetería, para justo después salir al exterior y avanzar unos metros más adelante hasta plantarnos delante del Castillo Smithsonian en el que se encuentran el punto de información y las oficinas de la famosa institución con el mismo nombre, que alberga tanto los museos que he mencionado antes como otros muchos, distribuidos tanto por Washington como por otras ciudades de Estados Unidos. El pabellón construido en piedra roja resalta entre el resto de edificaciones cercanas por su originalidad y su arquitectura, más propias de construcciones europeas.

Castillo Smithsonian

Sería aquí donde decidiríamos hacer un paréntesis y pegarnos un buen homenaje para comer, por lo que saldríamos del Mall y nos dirigiríamos a las calles aledañas de la avenida Pennsylvania, donde no tardaríamos en encontrar una hamburguesería en la que poner fin al desfallecimiento que nos había entrado casi sin previo aviso.

Pennsylvania Avenue

Terminado el banquete no dudaríamos en dirigirnos hacia el Teatro Ford, el lugar donde, el 14 de abril de 1865, el presidente Lincoln sería abatido por un disparo en la nuca mientras presenciaba, en uno de los palcos, una obra. Aquí no tendríamos suerte pues el edificio estaba cerrado a cal y canto y tuvimos que conformarnos con ver el exterior.

Teatro Ford

Desde este punto decidiríamos volver otra vez al epicentro institucional de la ciudad, encontrándonos en nuestro paseo con importantes edificios gubernamentales tales como una de las sedes del F.B.I., el departamento de Justicia y el característico edificio de correos con su alta torre.

Edificio de Correos

Sin apenas darnos cuenta habíamos llegado hasta la imponente construcción que alberga los Archivos Nacionales, donde no dudaríamos en ponernos a la fila y esperar unos veinte minutos para poder entrar en su interior, pues yo tenía especial ilusión en poder ver algunos de los documentos originales más importantes de la historia americana.

Archivos Nacionales

Archivos Nacionales

Aunque en todos los lugares que visitamos hasta este momento vimos un gran número de policías y seguridad, aquí era todavía mayor, lo que no es de extrañar pues íbamos a tener delante de nosotros la Declaración de Independencia, la Constitución y la Carta de Derechos. Todos protegidos en gruesas vitrinas con alarmas además del personal humano que no bajaba de dos por sala.

Archivos Nacionales

Archivos Nacionales

Pero además de los documentos mencionados también podríamos observar otros documentos, mapas, películas y fotografías de acontecimientos nacionales importantes que han marcado la vida de los ciudadanos americanos.

Cuando salimos del museo, nos dirigimos hacia el monumento a Washington, una de las estructuras exentas más altas del mundo.

Llevábamos viéndolo a lo lejos en muchos momentos de la mañana y ahora por fin lo teníamos casi encima de nosotros y la verdad que impresiona su envergadura. Tiene la forma de un enorme obelisco egipcio blanco y se encuentra en uno de los extremos de un estanque rectangular que lo refleja, pudiéndose ver al otro lado el monumento a Lincoln, que hoy por falta de tiempo ya no nos acercaríamos hasta él.

Washington Monument

Washington Monument

George Washington fue el primer presidente de Estados Unidos y un hombre de una extraordinaria calidad moral. Condujo a su país a la libertad frente al dominio y sumisión inglesa, y estableció unos precedentes que le valieron admiración universal. En este sentido el monumento levantado en su honor es uno de los más importantes  entre los de su clase, y honra y recuerda a uno de los grandes líderes y auténtico padre fundador de Estados Unidos.

Con sus 169 metros, es la construcción más alta de Washington D.C. y en el interior del mismo hay un ascensor y una escalera que dan acceso a una plataforma que ofrece una extraordinaria vista de la ciudad. Intentaríamos acceder a ella pero todas las entradas se reparten a primera hora de la mañana por riguroso orden de llegada y según la hora que cada uno elija si todavía queda libre. Así que ya sabíamos lo primero que íbamos a hacer al día siguiente.

Aprovecharíamos entonces para ir a comprar un helado y tomárnoslo tranquilamente allí sentados mientras disfrutábamos de las vistas del Capitolio hacia un lado y del monumento a Lincoln hacia el otro.

Lincoln Memorial desde Washington Monument

Después de este merecido descanso hubiéramos podido continuar en línea recta con más memoriales de presidentes y de guerras, pero preferimos dejarlo todo para mañana y torcer a la derecha en dirección hacia la Casa Blanca, pues nos moríamos de ganas por verla. Pero antes de llegar hasta ella pasaríamos por otra gran explanada verde con forma de circunferencia y que se la conoce como La Elipse y en la que se llevan a cabo varios e importantes desfiles militares a lo largo de todo el año o la ceremonia de graduación de la Universidad George Washington.

Y ahora sí, limítrofe a ese parque, llegábamos a las verjas que protegen la residencia y lugar de trabajo del Presidente de los Estados Unidos. Se notaba que habíamos llegado, pues había un montón de coches de policías por los alrededores además de agentes a pie paseando por todas partes y luchando contra los turistas para que no metieran las manos por las vallas para hacer fotografías. Una tarea más que complicada ante el gran número de personas que había allí concentradas.

Casa Blanca

En 1792 se llevó a cabo un concurso para diseñarla y el presidente George Washington elegiría a un irlandés para ello. Hoban, que así se llamaba, se basaría para su construcción en el actual Parlamento de Irlanda. Quien le diría a él que la famosa mansión se convertiría en un icono del país y en uno de los edificios más fotografiados de los Estados Unidos.

Casa Blanca

Los dos únicos lugares para poder fotografiarla son por sus lados delantero y trasero ya que el paso por los laterales está totalmente cubierto de parques y seguridad y es casi imposible. La distancia, desde la que se puede contemplar, tampoco es que fuera cercana pero más que suficiente para con algo de zoom poder hacer alguna que otra toma y apreciar a los francotiradores paseando por la azotea, al igual que en las películas. Además hay que decir que la policía es bastante agradable y muchas veces hacía la vista gorda cuando te apoyabas en los barrotes y metías la mano por ellos.

Policías en La Casa Blanca

Las siguientes paradas serían para ver los exteriores de las  instituciones económicas más importantes del Estado: la Reserva Federal, el departamento del Tesoro y el Banco de América.

Reserva Federal

Departamento del Tesoro

Banco de América

Sería con ellas y con algún que otro paseo por el centro de Washington con la que daríamos por finalizada la jornada por esta zona, porque, efectivamente, sólo terminaríamos las visitas por su centro neurálgico, decidiendo continuar nuestros paseos por el barrio de Georgetown, muy cercano a nuestro hotel.

Este barrio es para mi gusto el más bonito de Washington D.C más allá de sus grandes monumentos. Tiene un aire europeo con calles adoquinadas y casas adosadas de dos pisos de diferentes colores. Además está repleto de tiendas, comercios y restaurantes de todo tipo y cuenta con un bonito canal en el que se podían ver pequeñas barcas de madera navegar por él. Además es la sede de la famosa Universidad del mismo nombre, pero que al empezar a anochecer dejaríamos para mañana, siempre que diese tiempo.

Georgetown

Y en eso que mientras íbamos de aquí para allá, nos llamaría la atención una fila de gente que esperaban ante una pequeña tiendecita, casi inapreciable si no llega a ser por la mencionada hilera de personas. No dudaríamos en acercarnos hasta ella, lo que sería la mejor decisión que podíamos haber tomado, pues se trataba de una mini pastelería llamada “Georgetown Cupcake” donde sus dueños hacían pastelitos caseros. Parecían de juguete y tenían una pinta espectacular. Pero es que el sabor no le iba a la zaga a la apariencia y casi que se nos caen las lágrimas cuando los probamos.

Pasteles de Georgetown

Fue el mejor descubrimiento que habíamos hecho en todo el día y la mejor manera de regresar al hotel, aunque volveríamos a comprar alguna que otra cosa en el supermercado de ayer, para no quedarnos escasos con la cena antes de irnos a dormir.

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