El Mall de
Washington D.C. es una explanada verde esmeralda que sirve de calle principal y
plaza mayor de Estados Unidos. Es el lugar donde protestan los manifestantes,
donde los habitantes de la capital del país llevan a pasear a sus perros y
donde los becarios comen mientras toman el sol, pero ante todo es un santuario
en el que se rinde homenaje a los héroes estadounidenses y en el que a lo largo
de cuatro kilómetros se puede ver desde los edificios que albergan las
principales instituciones políticas del país hasta un sinfín de monumentos y
memoriales de presidentes y guerras, pasando por los principales y más interesantes
museos de la ciudad.
Así que como
se ve es imposible aburrirse en este inmenso espacio donde creo que para poder
disfrutarlo de forma tranquila y sin prisas, además de poder entrar en algunos
de sus edificios , lo ideal es dedicar dos días al mismo, como así haríamos.
Con una jornada daría tiempo pero es probable que se vaya a matacaballo y sólo
se puedan hacer una o dos visitas interiores a lo sumo.
Aunque desde
nuestro hotel al Memorial de Lincoln o la Casa Blanca sólo había unos veinte
minutos caminando, decidiríamos tomar el metro para dirigirnos al punto más
alejado con el que queríamos comenzar el día y desde allí ir deshaciendo el
camino hasta donde nos diera tiempo llegar y mañana continuar desde ese punto
hasta terminar el paseo completo.
Nada más
salir del hotel nos daríamos de bruces con la embajada española, la cual
siempre hace ilusión encontrarte cuando estás en un país extranjero. Muy cerca
también veríamos el importante hospital George Washington, con un gran
prestigio en las principales especialidades médicas.
Embajada Española |
The George Washington Hospital |
Sería aquí
donde tomaríamos el suburbano para bajarnos en la estación Capitol South, muy
cerca de la Librería del Congreso que era nuestro primer objetivo del día.
Al salir a
la calle nos llevaríamos la primera e impresionante visión del Mall y sus
edificios. Parecía mentira que antes de fundarse, allá por 1791, fuese una gran
explanada de bosques y pantanos.
Y, ahora sí,
tras esos primeros momentos de perplejidad que te causan los grandes monumentos
y tras andar no más de diez minutos nos plantaríamos en la mencionada
Biblioteca del Congreso, una de las más grandes e importantes del mundo.
Librería del Congreso |
En el
exterior se puede apreciar un diseño renacentista italiano cuya construcción
supuso uno de los mayores costes de la época. Sería inaugurada en 1897 y no
tardó en convertirse en Monumento Nacional.
En lo que es
especialmente notable es en la diversidad de sus fondos, y eso se lo debe a
Thomas Jefferson. La institución como tal fue creada en 1800 gracias a que el
presidente John Adams promovió una ley en el Congreso en el que se hacía
referencia a la creación de una biblioteca exclusiva para este, destinando 5000
dólares para la adquisición de libros.
Pero, como
decía, el mayor impulso llegaría con Jefferson, ya retirado de la presidencia,
que donó a la nación su biblioteca personal, muy extensa y rica, con obras que abarcaban
todo tipo de campos como la filosofía, la ciencia o la literatura. Si a esto le
sumamos la ley del copyright de 1870, que exigía a quienes solicitaban los
derechos de autor la entrega a la biblioteca de dos ejemplares de su obra, ello
haría que la colección creciera espectacularmente tanto en tamaño como en
diversidad, planteándose con el paso del tiempo la necesidad de un nuevo
edificio que iba a ser en el que hoy nos encontrábamos.
Lo que
realmente pudimos visitar sería su enorme e impresionante vestíbulo de dos
plantas con unas espectaculares escaleras que te conducen hasta un ventanal
acristalado, en la planta superior, desde el que sí que se observa la sala
principal de lectura de forma circular, distribuyéndose alrededor de ella las
grandes paredes repletas de estanterías con los correspondientes libros, de los
que se dice hay más de treinta millones.
Librería del Congreso |
Librería del Congreso |
A la salida
de la misma, y colindante con ella, podríamos visitar otra importante e
histórica institución en los Estados Unidos, nada más y nada menos que el
Tribunal Supremo. El gran edificio se eleva majestuoso en deslumbrante mármol
blanco con sus cuatro pisos de altura. Forma parte del eje del poder de
Washington y es el centro neurálgico de la equidad judicial. Pese a su estatus
como institución, pasarían muchos años antes de que el Tribunal Supremo
poseyera su propio edificio. Al principio tendría su sede en Nueva York para
posteriormente pasar a tenerla en Filadelfia. Más tarde estuvo alojado en la
Cámara de representantes y después en el City Hall.
Tribunal Supremo |
En el
interior, y tras pasar los obligados controles de seguridad, podríamos ver la
sala en la que se reúnen los nueve jueces que componen el alto tribunal,
decidiendo acerca de los asuntos de máxima importancia para el país. Su
decisión es firme y no puede ser recurrida en ninguna instancia. Además son
nombrados de por vida, aunque pueden renunciar a su cargo de forma voluntaria.
Tribunal Supremo |
Tras la
primera toma de contacto con los edificios anteriores, había llegado el momento
de dirigirnos al símbolo por excelencia de Washington, cuya silueta de un
blanco inmaculado y su característica cúpula se pueden apreciar desde un buen
número de lugares de la ciudad. Efectivamente, estoy hablando del Capitolio,
situado casi en el centro de la misma y sobre una colina. Sin duda que se trata
del edificio cultural e histórico más importante de Norteamérica, siendo la
sede del Congreso de Estados Unidos desde 1800 y jurando en él su cargo, sólo
un año después, el tercer presidente Thomas Jefferson.
Capitolio |
Cúpula del Capitolio |
Capitolio |
Accederíamos
a su interior por el centro de visitantes que se encuentra en la parte trasera
del edificio y bajo el nivel de la calle, por lo no podíamos estar mejor
situados ya que estaba en frente de la Biblioteca del Congreso. Ya en el
interior nos encontraríamos con un amplio vestíbulo donde sólo tendríamos que
dirigirnos hasta el mostrador desde donde se organizan las visitas guiadas y
solicitar la nuestra. Tendríamos suerte y sólo tendríamos que esperar un turno
(se llevan a cabo cada veinte minutos) por lo que cuarenta minutos después nos
estaban repartiendo unos auriculares con los que poder escuchar perfectamente a
nuestra guía. A mí no me servirían de mucho, pero a cambio podría contar con el
excelente servicio de traducción simultánea facilitado por mi querida hermana.
Vestíbulo del Capitolio |
Vestíbulo del Capitolio |
En el grupo
éramos unas diez personas y tras la presentación oportuna y contarnos las
tradicionales medidas de seguridad, la mujer de edad media que nos correspondió
como guía, nos pediría que la siguiéramos.
Sus primeras
palabras serían para hacer referencia a que El Capitolio es uno de los
edificios de mayor fuerza simbólica y de expresividad del mundo y para
explicarnos que es la sede del poder legislativo compuesto por dos cámaras: la
de representantes y la del senado.
Nos
conduciría por diferentes pasillos, galerías y habitaciones que nos darían la
oportunidad de conocer una pequeña parte del inmenso edificio. De esta manera
visitaríamos la antigua sala de la corte suprema; la cripta; la sala llamada
“La Rotonda” que se encuentra justo debajo de la gran cúpula y en la que,
además de quedarte embobado admirando esta, se pueden ver las esculturas de
algunos de los ciudadanos destacables de los diferentes estados del país; la
sala de las estatuas en las que se encuentran representados varios presidentes
y personajes históricos relevantes, etc.
La Rotonda. Capitolio |
Cúpula del Capitlolio desde La Rotonda |
Sala de las Estatuas. Capitolio |
Por cierto
que se me había olvidado comentar que hasta este momento no habíamos sacado la
cartera para entrar a ninguno de los edificios visitados, todos son gratuitos,
por lo que ya podíamos aprender en Europa. También se permiten realizar todo
tipo de fotografías y vídeos siempre que no sean a nivel profesional.
A la salida,
rodearíamos el edificio, tomando varias perspectivas de este y nos plantaríamos
en su fachada principal, donde llevan a cabo el juramento para su cargo los
presidentes del país. Era emocionante estar en un lugar tan importante y que
tantas veces habías podido ver en la televisión.
Capitolio |
Capitolio |
Desde aquí
comenzaríamos a recorrer la gran explanada que teníamos por delante, no
tardando demasiado en volver a detenernos para contemplar, relajadamente, el
Grant Memorial con el imperturbable Ulysses S. Grant, ex presidente y general
en la guerra de Secesión, sobre su caballo. Esta considerada como la segunda
estatua ecuestre más grande del mundo.
Grant Memorial |
Capitolio desde Grant Memorial |
A
continuación se abría ante nosotros una gran pradera verde con el gran obelisco
a lo lejos como principal protagonista y al que todavía tardaríamos bastante en
llegar. Esta se encontraba flanqueada por un buen número de museos tales como
el de los Indios Americanos, la Galería Nacional de Arte, el de Historia
Natural, el de Historia Americana, etc.
Seguro que
todos ellos encierran entre sus paredes interesantes exposiciones, por lo que
fue una lástima, que por falta de tiempo, no pudiéramos visitarlas. Pero, sin
embargo, haríamos una excepción con un museo que todavía no he mencionado y al
que me refiero ahora: el museo Nacional del Aire y el Espacio, el cual muestra
la historia de la aviación, desde el primer vuelo motorizado hasta las
recientes misiones espaciales.
A él sí que
decidiríamos dedicar lo que nos quedaba de mañana y tengo que decir que no nos
arrepentiríamos de ello, pues entre todo lo que ofrece podríamos ver el Flyer
de los hermanos Wright, el avión con el que se consiguió romper la barrera del
sonido, la máquina en la que se realizó el primer vuelo sin paradas alrededor
del mundo, etc.
Museo Nacional del Aire y el Espacio |
Museo Nacional del Aire y el Espacio |
Y por si
todo eso no había sido suficiente también experimentaríamos lo que se siente al
tocar una roca lunar, veríamos el módulo de mando de la nave Apolo 11, nos
sorprenderíamos al contemplar el transbordador espacial Columbia y nos
llamarían la atención un sinfín más de objetos y aparatos de un mundo y un área
tan compleja y desconocida para muchos de nosotros.
Museo Nacional del Aire y el Espacio |
Museo Nacional del Aire y el Espacio |
Museo Nacional del Aire y el Espacio |
Antes de
abandonar este apasionante museo no dudaríamos en tomar algo en su cafetería,
para justo después salir al exterior y avanzar unos metros más adelante hasta
plantarnos delante del Castillo Smithsonian en el que se encuentran el punto de
información y las oficinas de la famosa institución con el mismo nombre, que
alberga tanto los museos que he mencionado antes como otros muchos,
distribuidos tanto por Washington como por otras ciudades de Estados Unidos. El
pabellón construido en piedra roja resalta entre el resto de edificaciones
cercanas por su originalidad y su arquitectura, más propias de construcciones
europeas.
Castillo Smithsonian |
Sería aquí
donde decidiríamos hacer un paréntesis y pegarnos un buen homenaje para comer,
por lo que saldríamos del Mall y nos dirigiríamos a las calles aledañas de la
avenida Pennsylvania, donde no tardaríamos en encontrar una hamburguesería en
la que poner fin al desfallecimiento que nos había entrado casi sin previo
aviso.
Pennsylvania Avenue |
Terminado el
banquete no dudaríamos en dirigirnos hacia el Teatro Ford, el lugar donde, el
14 de abril de 1865, el presidente Lincoln sería abatido por un disparo en la
nuca mientras presenciaba, en uno de los palcos, una obra. Aquí no tendríamos
suerte pues el edificio estaba cerrado a cal y canto y tuvimos que conformarnos
con ver el exterior.
Teatro Ford |
Desde este
punto decidiríamos volver otra vez al epicentro institucional de la ciudad,
encontrándonos en nuestro paseo con importantes edificios gubernamentales tales
como una de las sedes del F.B.I., el departamento de Justicia y el
característico edificio de correos con su alta torre.
Edificio de Correos |
Sin apenas
darnos cuenta habíamos llegado hasta la imponente construcción que alberga los
Archivos Nacionales, donde no dudaríamos en ponernos a la fila y esperar unos
veinte minutos para poder entrar en su interior, pues yo tenía especial ilusión
en poder ver algunos de los documentos originales más importantes de la
historia americana.
Archivos Nacionales |
Archivos Nacionales |
Aunque en
todos los lugares que visitamos hasta este momento vimos un gran número de
policías y seguridad, aquí era todavía mayor, lo que no es de extrañar pues
íbamos a tener delante de nosotros la Declaración de Independencia, la
Constitución y la Carta de Derechos. Todos protegidos en gruesas vitrinas con
alarmas además del personal humano que no bajaba de dos por sala.
Archivos Nacionales |
Archivos Nacionales |
Pero además
de los documentos mencionados también podríamos observar otros documentos,
mapas, películas y fotografías de acontecimientos nacionales importantes que
han marcado la vida de los ciudadanos americanos.
Cuando
salimos del museo, nos dirigimos hacia el monumento a Washington, una de las
estructuras exentas más altas del mundo.
Llevábamos
viéndolo a lo lejos en muchos momentos de la mañana y ahora por fin lo teníamos
casi encima de nosotros y la verdad que impresiona su envergadura. Tiene la
forma de un enorme obelisco egipcio blanco y se encuentra en uno de los
extremos de un estanque rectangular que lo refleja, pudiéndose ver al otro lado
el monumento a Lincoln, que hoy por falta de tiempo ya no nos acercaríamos
hasta él.
Washington Monument |
Washington Monument |
George
Washington fue el primer presidente de Estados Unidos y un hombre de una
extraordinaria calidad moral. Condujo a su país a la libertad frente al dominio
y sumisión inglesa, y estableció unos precedentes que le valieron admiración
universal. En este sentido el monumento levantado en su honor es uno de los más
importantes entre los de su clase, y
honra y recuerda a uno de los grandes líderes y auténtico padre fundador de
Estados Unidos.
Con sus 169
metros, es la construcción más alta de Washington D.C. y en el interior del
mismo hay un ascensor y una escalera que dan acceso a una plataforma que ofrece
una extraordinaria vista de la ciudad. Intentaríamos acceder a ella pero todas
las entradas se reparten a primera hora de la mañana por riguroso orden de
llegada y según la hora que cada uno elija si todavía queda libre. Así que ya
sabíamos lo primero que íbamos a hacer al día siguiente.
Aprovecharíamos
entonces para ir a comprar un helado y tomárnoslo tranquilamente allí sentados
mientras disfrutábamos de las vistas del Capitolio hacia un lado y del
monumento a Lincoln hacia el otro.
Lincoln Memorial desde Washington Monument |
Después de
este merecido descanso hubiéramos podido continuar en línea recta con más
memoriales de presidentes y de guerras, pero preferimos dejarlo todo para
mañana y torcer a la derecha en dirección hacia la Casa Blanca, pues nos
moríamos de ganas por verla. Pero antes de llegar hasta ella pasaríamos por
otra gran explanada verde con forma de circunferencia y que se la conoce como
La Elipse y en la que se llevan a cabo varios e importantes desfiles militares
a lo largo de todo el año o la ceremonia de graduación de la Universidad George
Washington.
Y ahora sí,
limítrofe a ese parque, llegábamos a las verjas que protegen la residencia y
lugar de trabajo del Presidente de los Estados Unidos. Se notaba que habíamos
llegado, pues había un montón de coches de policías por los alrededores además
de agentes a pie paseando por todas partes y luchando contra los turistas para
que no metieran las manos por las vallas para hacer fotografías. Una tarea más
que complicada ante el gran número de personas que había allí concentradas.
Casa Blanca |
En 1792 se
llevó a cabo un concurso para diseñarla y el presidente George Washington
elegiría a un irlandés para ello. Hoban, que así se llamaba, se basaría para su
construcción en el actual Parlamento de Irlanda. Quien le diría a él que la
famosa mansión se convertiría en un icono del país y en uno de los edificios
más fotografiados de los Estados Unidos.
Casa Blanca |
Los dos
únicos lugares para poder fotografiarla son por sus lados delantero y trasero
ya que el paso por los laterales está totalmente cubierto de parques y seguridad
y es casi imposible. La distancia, desde la que se puede contemplar, tampoco es
que fuera cercana pero más que suficiente para con algo de zoom poder hacer
alguna que otra toma y apreciar a los francotiradores paseando por la azotea,
al igual que en las películas. Además hay que decir que la policía es bastante
agradable y muchas veces hacía la vista gorda cuando te apoyabas en los
barrotes y metías la mano por ellos.
Policías en La Casa Blanca |
Las
siguientes paradas serían para ver los exteriores de las instituciones económicas más importantes del
Estado: la Reserva Federal, el departamento del Tesoro y el Banco de América.
Reserva Federal |
Departamento del Tesoro |
Banco de América |
Sería con
ellas y con algún que otro paseo por el centro de Washington con la que
daríamos por finalizada la jornada por esta zona, porque, efectivamente, sólo
terminaríamos las visitas por su centro neurálgico, decidiendo continuar
nuestros paseos por el barrio de Georgetown, muy cercano a nuestro hotel.
Este barrio
es para mi gusto el más bonito de Washington D.C más allá de sus grandes monumentos.
Tiene un aire europeo con calles adoquinadas y casas adosadas de dos pisos de
diferentes colores. Además está repleto de tiendas, comercios y restaurantes de
todo tipo y cuenta con un bonito canal en el que se podían ver pequeñas barcas
de madera navegar por él. Además es la sede de la famosa Universidad del mismo
nombre, pero que al empezar a anochecer dejaríamos para mañana, siempre que
diese tiempo.
Georgetown |
Y en eso que
mientras íbamos de aquí para allá, nos llamaría la atención una fila de gente
que esperaban ante una pequeña tiendecita, casi inapreciable si no llega a ser
por la mencionada hilera de personas. No dudaríamos en acercarnos hasta ella,
lo que sería la mejor decisión que podíamos haber tomado, pues se trataba de
una mini pastelería llamada “Georgetown Cupcake” donde sus dueños hacían
pastelitos caseros. Parecían de juguete y tenían una pinta espectacular. Pero
es que el sabor no le iba a la zaga a la apariencia y casi que se nos caen las
lágrimas cuando los probamos.
Pasteles de Georgetown |
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