Es probable que este sea el diario con menos datos prácticos
de todos los que hay en este blog, es por ello que es a lo primero que hago
referencia para que así te ahorres seguir leyendo si andas en busca de
información útil respecto a transportes, lugares curiosos, precios, hoteles,
etc. Ello es consecuencia de que esta escapada, de diez días de duración, en la
que recorrería Italia de norte a sur, la volvería a hacer con mi querida
abuela, pues me volvería a proponer sólo cinco años después del anterior viaje
con ella por Viena y Praga, la misma jugada con un nuevo destino. Es evidente
que no me lo pensaría dos veces y la diría que sí, pero la única condición para
realizarlo sería que tendría que ser con agencia, pues si no era de ese modo no
contemplaba llevar a cabo el recorrido, así que teniendo en cuenta este
importante y condicionante factor, que si ya me conocéis un poco sabéis que no
es que me haga dar saltos de alegría, me preparaba para estar condicionado al
más o menos estricto planning fijado por Halcón Viajes que nos llevaría, a los
integrantes del grupo, a las principales y más famosas ciudades italianas.
Teniendo en cuenta las anteriores líneas, si aún así sigues interesado en saber
cuáles fueron mis vivencias por este interesante país, será un placer poder
contártelas.
También pido aquí perdón por la calidad de las fotografías
pues en aquel entonces ni tenía cámara digital ni me preocupaba por
encuadrarlas mínimamente bien, por lo que brillan por apenas aportar nada.
Además al ser fotos de papel y estar escaneadas pierden más calidad todavía.
Italia lo es todo, elegante como un buen montaje de ópera,
exuberante como un desfile de carnaval, hermosa como el mejor de los paisajes.
Es casi un cliché listar sus muchas cualidades, archiconocidas en todo el
planeta. En el país de la bota lo puedes encontrar todo: ruinas romanas,
esculturas renacentistas, moda de pasarelas y la cocina más apasionada del
mundo. Lo único preocupante es cómo abarcar tantísimos y famosos sitios en tan
pocos días y elegir el circuito correcto de todos los que se ofrecen que satisfaga
tus expectativas más importantes.
Teniendo en cuenta que nunca antes ninguno de los dos
habíamos pisado Italia, estaba claro que optaríamos por conocer los grandes
clásicos, aquellos que llevábamos toda una vida viendo en películas y en
televisión tales como la Antigua Roma con el Coliseo, el Foro Romano, la colina
del Palatino y el Panteón; las incalculables obras maestras en los Uffizi de
Florencia y el David en la Galleria dell´Accademia; la plaza de San Marcos en
Venecia, embrujada por la decoración de la basílica de San Marcos; o los restos
románticos de Pompeya, una próspera ciudad mercantil hasta que el monte
Vesuvio entró en erupción en el año 79
d.C. Ellos son sólo algunos pocos ejemplos de lo que encontraríamos en nuestro
camino, unidos a muchos otros lugares únicos e increíbles.
El desembarco en el país italiano lo haríamos por el norte,
exactamente en el aeropuerto de Marco Polo de Venecia, donde nos esperaba un
autobús para llevarnos al hotel Svezia Scandinavia situado en la localidad vacacional
de Lido di Jesolo, localizada a unos cincuenta minutos de la ciudad de los
canales, donde llegaríamos justo para cenar una suculenta pasta al pesto. No
había mejor manera de recibirnos: ¡Benvenuti in Italia!
El hotel era de cuatro estrellas y todas sus instalaciones
estaban limpias y correctas, siendo las habitaciones bastantes amplias. El
personal era amable y servicial. El único pero, la distancia a Venecia pero el
motivo de estar tan alejados no era otro que un hotel de esa categoría en dicha
ciudad hubiera supuesto la mitad del presupuesto del viaje, por lo que lo vimos
justificado.
Después de dormir a pierna suelta y un buen desayuno, un
autobús nos llevaría al muelle desde donde salen los barcos que te trasladan al
centro histórico. Las primeras imágenes que tienes de agua y embarcaciones de
todo tipo, incluyendo, por supuesto, las góndolas son un regalo para los
sentidos. Ni coches, ni humos, ni tráfico. Sólo calles para pisar y canales
para navegar. Palacios y casas bañados por las aguas. La ciudad plasmada
millones de veces en reportajes y programas, la que dicen que está hecha para
enamorados y nostálgicos, para melancólicos y románticos. En esta maravillosa
ciudad acabábamos de desembarcar con permiso de todos ellos.
Arribando a la Plaza de San Marcos |
La ciudad de Venecia se creó gracias a los bárbaros ya que,
ante el empuje de estos pueblos que venían del norte, los vénetos no tuvieron
más remedio que refugiarse en las múltiples islas cercanas a sus costas. Poco a
poco, fueron desarrollando un sistema comercial, político y económico que les
hizo situarse como una importante potencia mercantil. Sus naves surcaban todo
el Mediterráneo, no en vano el gran navegante Marco Polo partió de esta ciudad.
Hoy en día, Venecia tiene el gran encanto de conservar todos aquellos recuerdos
de épocas pasadas, lo que ha hecho que personalidades ilustres como Byron,
Goethe, Tolstoi, Wagner, Verdi o Hemingway se rindieran ante sus encantos.
Nosotros lo haríamos muy pronto también y es que tras los
primeros pasos y una fugaz mirada a la derecha, en uno de los primeros canales
que podíamos ver, nos daríamos de bruces con el Puente de los Suspiros,
revestido de piedra y llamado así porque los presos suspiraban al pasar de la
cárcel a la sala donde iban a ser juzgados. La gente se amontonaba en uno de
los mejores puntos para contemplarlo por lo que después de unos breves minutos
de lucha y con el objetivo conseguido, continuaríamos nuestro camino vencidos
por las masas.
Sin mucho tardar haríamos la entrada triunfal en “el salón
más elegante de Europa” y no es que sea yo quien la defina así, sino nada más y
nada menos que lo haría Napoleón con la plaza de San Marcos, la postal
inconfundible de la ciudad, un amplio y bullicioso espacio donde podríamos
admirar alguno de los símbolos de la urbe, como la basílica de San Marcos, la
Torre del Reloj, las Procuradurías viejas y nuevas, o el Palacio Ducal. La
primera de ellas es la que mayor impacto visual te produce con sus cinco
enormes cúpulas e inspirada en el arte bizantino. Cuenta con el León dorado de
San Marcos adornando la puerta mayor. El templo, modificado varias veces, se
consagró como catedral en 1807. En su interior prevalece el color áureo y bajo
el altar reposa el cuerpo del santo apóstol que da nombre al templo.
Plaza de San Marcos y Campanile |
Otro de los edificios que impresionan sobremanera, y que a
diferencia del anterior no pudimos entrar a él por falta de tiempo, es el
Palacio Ducal, que fue sede del gobierno y palacio de justicia de la República
de Venecia hasta su disolución, en 1797. La sucesión de arcos en su fachada gótica
lo hacen inconfundible.
Pero la plaza no son sólo grandes edificios arquitectónicos
sino que también está repleta de tiendas de moda y elegantes cafés que se
mezclan con aquellos.
Es cierto que durante estos primeros instantes en la ciudad
nos habíamos olvidado de que veníamos en un viaje organizado, pero pronto el
guía se encargaría de recordárnoslo, pues había llegado el momento de volver a
juntar a todo el grupo para realizar la visita a una tienda donde se realizaban
demostraciones de la creación de forma artesanal de las famosas figuras de
cristal de Murano. La exhibición sería interesante pues un experto nos
mostraría los secretos de esta técnica, soplando y esculpiendo frágiles obras
de cristal.
Sería en esta demostración el primer lugar donde empezaríamos
a entablar algo de amistad con varias personas del grupo, por lo que
aprovechándolo y después de comprar algunas figuras del famoso cristal por las
que nos quitaron un ojo de la cara, nos encaminaríamos a unos muelles cercanos
para realizar una de las actividades más famosas y también caras de Venecia:
montar en Góndola.
Navegaríamos por los pequeños y misteriosos canales,
cruzaríamos por debajo de decenas de puentecillos y nos sentiríamos como los
protagonistas de una película de Hollywood con momentos y lugares que parecen
creados adrede para la realización de escenas. Y todo ello mientras el
gondolero remaba y su ayudante cantaba y tocaba a la vez el acordeón, aunque
para ser sinceros no tenía una voz idílica ni que invitara a pedirle un nuevo
tema.
En Góndola con acordeonista |
Dado que habíamos hecho buenas migas, con el grupo que
acabábamos de conocer, decidiríamos continuar juntos la visita a la ciudad. Lo
formábamos un matrimonio de Madrid, una pareja de recién casados de Valladolid,
unos primos de Sevilla y nosotros. Una mezcla peculiar pero muy salada.
Nuestro siguiente punto de interés estaba claro que tenía
que ser el Puente Rialto, el más antiguo de Venecia y único punto de unión
entre las dos orillas del Gran Canal hasta la mitad del S.XIX. Primero se
construiría con madera y en 1588 adquirió la forma que hoy luce. Las tiendas
que lo flanquean a ambos lados serían la perdición para más de uno, mientras el
resto aprovecharíamos para disfrutar del ajetreo y actividad diaria que se ve
desde lo alto del puente.
Puente Rialto |
Continuaríamos después sin rumbo fijo, atravesando sus
calles decadentes, viendo cómo pasado y presente se confunden ante la mirada
del visitante, como si el paso del tiempo hubiera convenido con la ciudad que
durará para siempre.
Sería durante ese vagar donde nos encontraríamos, de pura
casualidad, con la iglesia de Santa Madonna dell´Orto, en cuyo interior
podríamos ver la tumba de Tintoretto, ubicada en la capilla derecha del
presbiterio.
El tiempo se nos terminaba y no queríamos irnos de Venecia
sin realizar un último paseo en barco por el Gran Canal, el brazo de agua que
serpentea por medio de la ciudad, desde Plaza de Roma hasta San Marcos.
Podríamos así deleitarnos, a lo largo de sus casi cuatro kilómetros de
longitud, con algunos de los más de 200 palacios góticos, renacentistas y
barrocos de gran belleza que se muestran en sus orillas, así como de los
puentes que lo atraviesan.
A las 19:00 de la tarde era la hora que nuestro guía nos
había pedido que volviéramos a estar en el mismo punto cercano al puente de los
Suspiros al que habíamos llegado por la mañana, así que cogeríamos un autobús
acuático para dirigirnos hacia allí, pero nuestra sorpresa sería que este nos
dejaría en un lugar completamente diferente al que esperábamos siendo una señal
clara e ineludible de que nos habíamos perdido, siendo justo las 19:00 en este
momento. Afortunadamente éramos ocho las personas que formábamos nuestro
pequeño grupo y sabíamos que al ser tantos no nos dejarían en tierra, así que
eso nos daba cierta tranquilidad. Intentaríamos reaccionar lo más rápidamente
posible tomando un taxi acuático a cuyo conductor pediríamos que nos dejara en
la Plaza de San Marcos, consiguiendo plantarnos en el punto de encuentro a las
19:40. Lo que nos esperaba era una buena bronca del guía y un conjunto de
miradas penetrantes y caras de mala leche por parte del resto del grupo. Así
que pediríamos disculpas, agachamos la cabeza y nos metimos en el barco que nos
llevaría hasta donde estaba estacionado el autobús que nos había traído a
primera hora de la mañana hasta allí, para volver a trasladarnos al hotel
situado en Lido di Jesolo.
En la casi una hora de camino de vuelta me daría tiempo a
tener multitud de sensaciones con respecto a Venecia. Pensé en el continuo
comentario, que no dejaban de hacer unos y otros, de que la subida de las aguas
acabará con la ciudad más pronto que tarde, pero creo que se equivocan pues la
urbe flotante más famosa del mundo es indestructible, pues ya es legendaria,
inmaterial, prodigiosa y eterna. También me prometería a mi mismo que volvería
por mi cuenta y trataría de poner mucho más énfasis en descubrir tantos
rincones y miradores que con apenas una jornada fueron imposibles de visitar,
la vida dirá cuando se producirá el esperado reencuentro.
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