Hacía un día caluroso en San Sebastián, donde disfrutábamos
de muchas de sus ofertas culturales y gastronómicas durante varias jornadas
festivas y hoy como los días anteriores pensábamos continuar con los baños en
la playa de La Concha, las preciosas vistas que se obtienen desde sus montes,
así como seguir degustando los sabrosos y originales pinchos de su parte
antigua. ¿Tenía buena pinta el plan, verdad?
Pero tendríamos la mala suerte de que justo antes de salir
de nuestro alojamiento nos enteraríamos que “los de siempre” habían organizado
una manifestación por el casco histórico de San Sebastián y era probable que
hubiera algún problema. Ante esto no nos lo pensamos y decidiríamos irnos a
pasar el día a Francia y dejarnos el dinerito en tierras francesas que por lo
menos no están montandola día sí y día también. Lástima que al final los
hosteleros tengan que pagar justos por pecadores.
Entre las múltiples opciones del sur de nuestro país vecino,
al final nos animaríamos por conocer Biarritz que sólo distaba cincuenta
kilómetros de donde nos encontrábamos por lo que en menos de una hora estábamos
ya aparcados en la ciudad francesa.
Hace un siglo, Biarritz no destacaba por nada en particular.
Puerto ballenero en su origen, sus playas atraían a gente de la cercana Bayona,
pero la fama llegó de repente, con las visitas de la emperatriz Eugenia y
Napoleón III, a los que siguieron los nombres más ilustres de la época. La
reina Victoria del Reino Unido estuvo aquí en 1889 y, a partir de 1906, Eduardo
VII se convirtió en visitante asiduo.
Biarritz |
Al oeste de Bayona, Biarritz posee un espléndido centro, que
se ha ido expandiendo a lo largo de la costa en forma de zonas residenciales.
Nosotros nos ceñiríamos a conocer sus lugares más importantes, comenzando por
una de sus inmensas playas conocida como Grande Plage, dominada por el Casino
Municipal. Esta es la más grande y popular de la ciudad. En el pasado sólo los
bañistas más osados se atrevían a nadar en sus aguas, lo que la hizo merecedora
del apodo ya olvidado de Plage des Fous (playa de los Locos). Al norte se
convierte en la Plage Miramar.
Grande Plage. Biarritz |
Grande Plage. Biarritz |
Para aquellos que prefieran algo más tranquilo pueden acudir a la Plage du Port – Vieux, que
es una playa más pequeña y familiar, así como la favorita de los lugareños al
encontrarse protegida por dos peñascos.
Después de unos refrescantes baños, varias calles sombreadas
y ajardinadas nos llevarían desde la playa principal a la Rocher de la Vierge o
Roca de la Virgen, coronada por una estatua de la Virgen María, que es el
principal emblema de Biarritz. Está rodeada de arrecifes y unida a tierra por
una pasarela intransitable con mala mar.
Roca de la Virgen. Biarritz |
Tampoco quisimos perdernos el pequeño puerto pesquero que se
hizo repentinamente popular en la segunda mitad del siglo XIX al construirse en
sus alrededores suntuosas villas de lo más llamativas para la época.
Incluso tendríamos tiempo de visitar varios monumentos
religiosos como la iglesia de Saint Eugenie y otra de estilo ruso cuyo nombre no
identifiqué.
Iglesia Ortodoxa. Biarritz |
Saint Eugenie. Biarritz |
Después de varios paseos más siguiendo los contornos de los
acantilados, sobre las rocas y decorados con hortensias, que mejor qué terminar
nuestra estancia haciendo una breve visita al mercado Les Halles, donde se
pueden encontrar auténticas exquisiteces locales tales como quesos, pates,
ostras, trufas, mariscos y un sinfín de productos más, por lo que bien merece
la pena darse una pequeña vuelta y saciar así el apetito.
Biarritz |
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