PIRINEO FRANCÉS - DIA 02. Ascensión al Vignemale

14 de Agosto de 2016.

¡Buenas noticias! El cielo amanece completamente despejado, sin una sola nube, por lo que en esta ocasión las predicciones meteorológicas aciertan de pleno. Esto hace que la disposición y las ganas que tenemos por empezar el ascenso se acrecienten, por lo que desayunamos lo más rápido que podemos en el refugio y nos ponemos en marcha a las 07:00, consiguiendo ser de los diez primeros que empiezan a caminar, algo importante para evitar las masificaciones.

Amaneciendo desde el Refugio de Bayssellance

Comenzaríamos descendiendo unos cien metros para pasar por debajo de la cresta del Petit Vignemale, como si nos dirigiéramos hacia la presa de Ossoue, es decir el camino que seguiríamos ayer. Tras unos dos kilómetros y medio tomaríamos un camino a la derecha, algo expuesto, que nos llevaría de forma directa a la base del glaciar d´Ossoue. Las condiciones de este eran buenas por lo que decidimos ponernos aquí los crampones y afrontarlo desde esta zona, pues ni había déficit de nieve, ni estaba seco.

Avanzaríamos en diagonal hacia la izquierda, evitando la sección con más grietas y ganando altura. Estas primeras rampas son las de mayor inclinación del glaciar y donde más sufrimos al no estar nuestros cuerpos muy entrenados todavía.

Llegando a la base del Glaciar de Ossoue

Glaciar de Ossoue

Glaciar de Ossoue

Estábamos teniendo mucha suerte en todos los aspectos y es que las características de la nieve del glaciar eran extremadamente favorables por lo que no necesitaríamos cuerda, sino es importante ir encordado y por tanto saber cómo manejar este instrumento, imprescindible para salvar tú vida en el caso de una posible caída en una grieta. También hay que saber manejarse bien con los propios crampones, así como con el piolet, y llevar casco, guetres y bastones.

Paso a paso continuaríamos el ascenso, sirviéndonos de las huellas más visibles fijadas en la nieve, alcanzando tras nuevos esfuerzos el enorme plateau o rellano, que tendríamos que cruzar en diagonal, esta vez hacia la derecha, para llegar al pie de la cumbre del Pique Longue.

Glaciar de Ossoue

Glaciar de Ossoue

Glaciar de Ossoue desde la trepada final a la Cima

Dejamos a nuestra derecha la piramidal y afilada cima del Piton Carré (“pico cuadrado” en francés), de 3197 metros.

En nuestro camino pasaríamos frente al Couloir de Gaube, una profunda falla en la cara norte del macizo y un acceso mítico al glaciar desde el valle de Gaube, pero sólo acto para los escaladores más expertos.

Como decía estábamos al pie del ascenso final y las vistas eran de infarto, viéndose pequeño hasta el Petit Vignemale y resultando vertiginosas las tímidas miradas lanzadas al glaciar por el que habíamos realizado la exhausta subida.

Glaciar de Ossoue desde la trepada final a la Cima

No es este el lugar más propicio para tomarse un descanso, pues si existen personas que ya están ascendiendo, hay que prestar especial atención a la caída de piedras sobre nosotros, por lo que lo mejor es afrontar la subida a la cima lo más rápido posible, como así haríamos en cuanto nos deshicimos de los crampones y los bastones, que volvimos a colocar en la mochila.

Sin prisas empezábamos a superar esta última trepada con buenos agarres y sin dificultad, pero siempre siendo conscientes de que es importante tener cuidado al colocar las manos y los pies porque algunos lugares están más expuestos que otros y cualquier caída aquí te puede suponer un disgusto. Insisto en la importancia de que en este tramo es fundamental el casco pues hay roca suelta y nuestros compañeros de montaña la pueden desprender contra nosotros, con mucha facilidad, en cualquier movimiento.

Por último nos enfrentábamos a la cresta final, algo expuesta pero nada que con ayuda de las manos no pueda hacerse frente, y hacíamos acto de presencia en la cima. Habíamos tardado unas tres horas y media desde el refugio y una vez más el esfuerzo y el sacrificio habían merecido la pena. Allí estábamos en la cumbre más alta del Pirineo francés, con un panorama impresionante a nuestro alrededor. Muchas de las grandes cumbres se iban sucediendo ante nuestros ojos, desde el Gamo Negro, los picos del Infierno y el Midi d´Ossau hasta la Gran Facha, el Balaitús o el Pic Long, pasando por el Monte Perdido y el Montferrat, entre otros muchos.

Glaciar de Ossoue desde la Cima del Vignemale

Cima del Vignemale

Refugio de Bayssellance desde la Cima del Vignemale

Es en estos momentos cuando sabes a ciencia cierta porqué merece hacer el enorme sacrificio de llegar a estas altitudes y es que el espectáculo es único y sobrecogedor.

Estaríamos más de una hora disfrutando de las panorámicas mientras saboreábamos unos sándwiches y varios snacks y es que la temperatura era perfecta, tanto que hubiéramos podido quedarnos allí el día entero.

Pirineos desde la Cima del Vignemale

Pirineos desde la Cima del Vignemale

Pirineos desde la Cima del Vignemale

El regreso lo efectuaríamos realizando el mismo itinerario y tengo que reconocer que lo pasaría un poco mal al destrepar la última pared que te lleva a la cima, tal vez por la impresión que te produce el patio que tienes a tus pies, así que trataría de no mirar demasiado e ir con mucha calma, superándolo al final sin el mayor problema.

Destrepada de la Cima del Vignemale

Destrepada de la Cima del Vignemale

El resto del camino lo afrontaríamos por la misma ruta de la ida, continuando con un tiempo excepcional que nos permitiría seguir disfrutando del paisaje.

Descendiendo por el Glaciar de Ossoue

De nuevo en el refugio de Bayssellance haríamos un alto en el camino para recuperar fuerzas y con las pilas cargadas continuaríamos, finalmente, hasta la presa de Ossoue, donde ayer había comenzado esta gran aventura.

Regresando al Embalse de Ossoue

Estábamos exhaustos pero felices pues nos llevábamos con nosotros la ascensión de otro de los grandes del Pirineo, así que no podíamos pedir nada más. Aunque en mi caso, tal vez, un último deseo, que no era otro que atravesar sin marearme el terrorífico puerto del Portalet, que como ya se vio a la ida me llevó por el camino de la amargura.

Y contra todo pronóstico lo salvaría sin desfallecer, tal vez como consecuencia de la euforia de haber conseguido la meta relatada.

Tardábamos tres horas en llegar a Formigal y recorrer los 140 kilómetros que nos separaban de esta localidad oscense, que ya conocíamos de veces anteriores, donde nos alojaríamos en el Aragón Hills Hotel & Spa esta última noche antes de volver mañana a Madrid.

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