Cuando allá por el mes de Febrero (el mes que siempre decido
donde voy a terminar en mis vacaciones), me ponía a deshojar la margarita de
los viajes, muchísimas dudas venían a mi cabeza acerca de donde quería terminar
este año. No lo tenía nada claro y, más que nunca, una montaña rusa de
sentimientos iban y venían sin decantarme por un continente o país concreto.
Era un mar de dudas sin saber muy bien si quería volver a Sudamérica, si iba a
ser capaz algún año de viajar a Asia en solitario, si me apetecía marcharme con
un planning largo por Europa o incluso si me quedaría por España conociendo los
cachitos que me faltan por descubrir de mi querido país. La verdad, que incluso
no sabía muy bien si tenía ganas de volver a viajar sólo o si me apetecía más
viajar acompañado. Todo era incertidumbre.
Muchas veces, es cierto que los acontecimientos se suceden solos,
sin complicarte demasiado la vida, y al final eso fue lo que pasó sin que yo
hiciera gran cosa.
En una de las comilonas que, de vez en cuando, solemos
organizar en casas de unos y de otros, me puse a hablar con mi amigo Tony, la
persona con la que viajaría a Egipto en el año 2008, sobre Japón y otros
destinos asiáticos, pues es una persona que le apasiona bastante el mundo
oriental y africano, y hablando y hablando, ya no recuerdo si fue él o fui yo,
planteamos la pregunta del millón, ¿por qué no repetimos el viaje del 2008,
pero a nuestra bola y sin ninguna agencia y a un destino completamente
diferente?
En unos minutos nos encontrábamos mirando el calendario para
poder coincidir en las fechas del viaje y decidir el destino. No podían ser ni
Indonesia ni China, donde habíamos estado uno y otro, por lo que tras viajar
por el mapa durante un rato, Japón, el país del sol naciente, acabaría ganando
a todos los demás.
Castillo de Himeji o de la Garza Blanca |
Otro tema que me preocupaba bastante era el tema del tiempo,
algo que si se me ha seguido en algún que otro diario, puede observarse que me
preocupa bastante cuando preparo un viaje y es que el tener que estar visitando
ciudades o parajes naturales con una lluvia de mil demonios sobre la cabeza, no
es algo que me entusiasme en exceso, como imagino que a cualquiera, salvo que
sea masoca. Pero también es cierto que si no empiezas a abrir la mente y te
arriesgas, abría muchos lugares que no se podrían conocer hasta la jubilación o
hasta que te tocara la lotería, ya que los calendarios vacacionales laborales
mandan. Así que dado que el año pasado ya me animaría a viajar por Chile en
fechas que no eran las más idóneas y la cosa no saldría mal, este año volvería
a arriesgarme y que saliera lo que tuviera que salir, porque esas fechas son en
las que en esa parte del continente asiático pueden producirse tifones.
Sería yo quien se ocuparía de los preparativos durante los
meses anteriores a la fecha del viaje, mirando, como siempre, vuelos, qué ruta
realizar, los alojamientos a reservar y tantas y tantas cosas que implican
viajes de esta envergadura.
Todo iba sobre ruedas, todo marchaba perfecto, hasta que en
un abrir y cerrar de ojos, una llamada me descompondría la cara, el estómago y
el cuerpo entero. Al otro lado del teléfono, Tony me comunicaba que por una
serie de cuestiones laborales, que no vienen al caso, tenía que suspender el
viaje con todo el dolor de su corazón. Aunque la razón era lo suficientemente
justificada y la empresa corría con todos sus gastos, lo cual es de agradecer
para los tiempos que corren, el asunto era ese, que cubría sus gastos pero no
los míos, como es evidente, por lo que mis opciones estaban claras: o afrontar
yo sólo el viaje entero o perder un auténtico dineral sin haberlo disfrutado.
Las horas y días posteriores a esa llamada serían un auténtico infierno para
mí, aunque pueda parecer exagerado, pues para ser sinceros no me sentía
capacitado para empezar yo sólo un viaje, a priori, tan complejo.
De acuerdo que todo lo llevaba muy bien atado, pero me
desanimaba mucho tanto que, de por sí, los japoneses no sepan demasiado inglés,
como que para alguno que sí lo supiera en taquillas y otros momentos en que se
me brindara esta oportunidad, encima yo fuese un problema para ellos, al no
tener una cierta fluidez para hacerme entender con rapidez.
Sí, es cierto que esta situación la iba a asumir la mitad
del viaje, pero después de ir con cierta experiencia a mis espaldas y no de
primeras como era el caso. Le daría muchas vueltas al asunto, muchas, y tras
una conversación muy larga con mi amigo Raúl, con el que me fui a Indonesia
tres semanas en 2013, acabé tomando la decisión de afrontar el mayor reto y
aventura que se ponía delante de mí en cuanto a viajes se refiere. La decisión
la tomaría a raíz de los muchos ejemplos que me pondría Raúl de situaciones
vividas en Indonesia a las que me enfrentaría yo sólo, sin que el interviniera
lo más mínimo, y que yo no había valorado o había olvidado y por tanto eran
buenas demostraciones de que era capaza de solventar los problemas que se me
fueran planteando sin ninguna ayuda.
Siempre que ocurren este tipo de cosas me juro, una y otra
vez, que me tomaré en serio el tema del inglés en cuanto vuelva del viaje
correspondiente, pero está visto que como al final voy saliendo de los
embrollos respectivos, luego la pereza puede más y me vuelvo a olvidar del
asunto. A ver si cuando vuelva de Japón y Corea, cojo al toro por los cuernos
de una santa vez, pero no prometo nada.
La decisión estaba tomada y todo estaba listo para viajar en
solitario a este fascinante país donde la tradición y los espacios milenarios
conviven en perfecta armonía con urbes ultramodernas y futuristas, donde la
modernidad extrema se combina con culturas ancestrales en una simbiosis
perfecta.
No obstante y antes de empezar a contar mis andanzas del
viaje, sin irme más por las ramas, conviene tener en cuenta algunas
consideraciones importantes sobre los asuntos de siempre:
REQUISITOS DE
ENTRADA: Es necesario el pasaporte en regla y un visado que se obtiene
a la llegada en el aeropuerto, cuando el viaje es de turismo.
CLIMA: La
forma alargada del país y el hecho de tener una de sus costas situada hacia el
océano Pacífico y la otra mirando hacia el continente, supone que se den climas
muy variados. En verano se suelen producir lluvias de origen tropical e incluso
tifones, especialmente a principios y finales de este.
MONEDA: La
moneda oficial es el Yen. Los bancos y las casas de cambio cambian sin
problemas euros o dólares americanos. Yo iba con la monada ya cambiada desde
España, gracias a mi amigo que trabaja en un banco y por tanto le aplican la
cotización interna del mismo. El cambio que conseguí fue de 1 euro = 145 yenes
Conviene llevar mucho dinero en efectivo ya que, aunque
pueda parecer mentira, no aceptan tarjetas en muchos lugares y en los que las
admiten, tienen preferencia por el metálico.
PROPINAS: No
forman parte de la tradición japonesa y no acostumbran a darse, ya que en
muchos casos se considera una ofensa.
ELECTRICIDAD: Es
de 100 V y los enchufes son de patillas planas como los norteamericanos.
GUÍAS UTILIZADAS
PARA PREPARAR EL VIAJE:
http://blogdetermico.blogspot.com.es
: Creo que es complicado superar la
información que da este bloguero especializado en Japón. Viene toda la
información práctica necesaria para poder preparar por libre un viaje a este
país. Además si tienes alguna duda, el responsable de la misma suele
contestarte siempre, lo cual es de agradecer.
http://viajes.chavetas.es
: Otro gran bloguero que da información útil e imprescindible para afrontar con
éxito este viaje. Además tiene tres guías con recopilación de datos muy
manejables y fáciles de usar. Todo ello permite que puedas hacer tu propio
borrador, sobre todo al principio que es cuando más perdido estás en la
preparación de un viaje de estas características.
JAPAN RAIL PASS: Es
este el nombre por el que se conoce al billete de tren que permite a los
viajeros extranjeros viajar de forma ilimitada por todo el país en los trenes
de la compañía Japan Railways (JR) durante un periodo de una, dos o tres
semanas. Sólo tienen derecho a poder acceder a este pase los extranjeros que
visiten el país por periodos no superiores a noventa días y con fines
turísticos. Es importante saber que no se vende en Japón, por lo que hay que
comprarlo antes de viajar al país en cualquiera de las agencias autorizadas
para venderlo. Cualquiera de estas te darán un bono que se deberá canjear en
alguno de los puntos autorizados, una vez en Japón, y como muy tarde tres meses
después de su emisión, por tanto se deberá comprar como muy pronto tres meses
antes de la llegada a Japón.
En Madrid me hice con un listado de ocho agencias turísticas
especializadas en Japón y que vendían el famoso pase y me dediqué a llamar una
por una a todas ellas para ver la diferencia de precios existentes. El
resultado es que aunque la mitad de ellas coincidían casi en el precio con una
diferencia de entre 3 y 4 euros, con el
resto podía oscilar hasta en 20 euros por lo que conviene comparar. Yo al final
me animaría a sacarlo con la agencia HIS, sita en la calle Chinchilla, 4 – 1ª
Planta, muy cercana a la Gran Vía. Era la más barata de todas las que miré y el
trato por su parte fue excepcional. Me explicarían todo con sumo detalle y
dedicándome todo el tiempo del mundo. Además a su favor tengo que decir que
también me ayudarían a sacar el billete de barco de Japón a Corea del Sur por
la web japonesa, ya que la inglesa estaba dando problemas en ese momento y todo
ello sin cobrarme más por ello. Así que recomendable 100%.
También es importante conocer que el precio del Japan Rail
Pass cambia cada semana pues aunque su precio en yenes es el mismo, en otras
monedas varía por la cotización de las mismas en ese momento. Por lo que conviene
informarse de las previsiones de cotización euro – yen si uno se quiere ahorrar
unos eurillos. En mi caso conseguiría ahorrarme 20 euros esperando un poco.
Otro tema importante es qué duración de Japan Rail sacar.
Este para mí fue uno de los quebraderos de cabeza más importantes durante la
preparación del viaje. Iba a permanecer en Japón tres semanas exactas, más el
día de llegada al aeropuerto. Aunque muchas webs recomendaban, permaneciendo en
el país tres semanas, que el billete por ese tiempo se amortizaba más que de
sobra, yo no lo tenía tan claro por lo que me puse en contacto con el bloguero
de la web blogdetermico para que me asesorase. Tras comentarle por mail cuales
eran mis intenciones, me afirmaría de forma tajante que con el de dos semanas
era suficiente para mis planes, ya que consideraba que los casi cien euros de
diferencia entre el Japan Rail de dos y de tres semanas no quedarían cubiertos
con la planificación que tenía en mente y ello porque hay zonas donde este
billete no llega como la zona del monte Fuji y parte del recorrido a Nikko.
Además de que si se permanece en Tokyo varios días, tampoco sale muy a cuenta.
Así que le haría caso y optaría, como he comentado por el de dos semanas
suponiéndome 330 euros. A lo largo del viaje iré haciendo un estudio para
comprobar si al final me hubiera salido rentable el de tres semanas o no.
Resumiendo, que conviene hacer un estudio utilizando páginas
como www.hyperdia.com/en para decidir
si la duración de tú Japan Rail Pass será de una, dos o tres semanas.
VACUNAS: No
son necesarias para viajar a Japón.
SEGURO DE VIAJE: Bien
es sabido que una vez fuera de Europa, la seguridad social no te cubre ni un
mísero euro de cualquier percance que te pueda ocurrir en el extranjero. Por lo
que salvo que se pertenezca a una sociedad médica privada, los gastos derivados
de cualquier problema médico corren completamente por tu cuenta. Ante esto y
como nunca se sabe lo que te puede ocurrir, un año más volvía a contratar el
seguro de viaje con MAPFRE, que seguía manteniendo un precio similar al de
otros años y con la cobertura de daños ampliada, lo cual está muy bien, pues en
caso de cualquier problema médico me cubría hasta los 50.000 euros, además de
todas las demás historias que incluyen este tipo de seguros. En esta ocasión y
al igual que el año pasado con Chile, volvía a contratar el quedar cubierto por
catástrofes naturales, dado el alto riesgo sísmico que tiene este país. Todo
ello por 86 euros.
En el caso de Japón es especialmente importante ir con un
seguro, pues los gastos médicos son altísimos y el ir sin él podría hacer
endeudarte de por vida.
Esta vez mi viaje comenzaría, el viernes 21 de Agosto,
despidiéndome de mis compañeros de trabajo a los que, si todo iba bien, no
volvería a ver hasta dentro de un mes exacto. Así que tomaría el metro con
dirección al aeropuerto de Barajas y allí que llegaría dos horas antes de
realizar el embarque.
La compañía con la que volaría este año sería Emirates, la
cual ya había tenido oportunidad de probar en mi viaje a Indonesia de 2013.
Creo que es sin duda una de las mejores que existen, tanto por sus precios,
como por su servicio y comodidad. En esta ocasión el precio del vuelo combinado
Madrid – Tokyo a la ida y Seúl – Madrid a la vuelta con escala en ambos casos
en el aeropuerto de Dubai me saldría por 673 euros, lo cual creo que es una
auténtica ganga.
La facturación y los controles de seguridad los realicé sin
el mayor problema, encontrándome casi una hora antes sentado en la puerta de
embarque dispuesto a comerme el bocata que me había preparado el día anterior.
A las 15.30 en punto la nave se encontraba en la pista de
despegue dispuesta a realizar dicha maniobra, lo que suponía una puntualidad
absoluta.
Poco tiempo después procederían a servirnos el menú, lo que
me haría arrepentirme un poco del bocata que me había comido hacía unas horas,
pues no tenía demasiada hambre. No obstante, y como la comida que sirven está
buena al final me zamparía casi todo.
En esta ocasión nos dieron a elegir pollo a la plancha o
medallones de cordero, quedándome con lo primero. Además de una ensalada de
atún y tarta de chocolate de postre.
Menú de Emirates en el vuelo hacia Dubai |
El vuelo duraría casi siete horas en las que me entretuve
escuchando un poco de música, jugando a algún juego, leyendo el periódico y
viendo la película “ Niño 44”, por lo que no se me haría nada pesado el vuelo.
Da gusto volver a recuperar las pantallas individuales con todo tipo de
entretenimientos, después del coñazo del año pasado con Iberia.
A las 00.10 aterrizábamos en Dubai, hora ya de este país y
por tanto dos horas más que en España y por tanto recién entrado el sábado 22
de Agosto.
El vuelo hacia Tokyo no salía hasta las 02.50 y el embarque
tendría lugar a las 02.10, por lo que tenía dos horas para estirar las piernas
y pasear un rato por la terminal en la que me encontraba. Al igual que hace dos
años todo en esta parte del aeropuerto era puro lujo, por lo que no tuve tiempo
de aburrirme entre tiendas, expositores de coches, joyas y demás artículos
destinados para los bolsillos más pudientes.
Restaurante.Terminal del Aeropuerto de Dubai |
Coche expuesto en Aeropuerto de Dubai |
Tengo que reconocer que también tendría tiempo para la
nostalgia al recordar el buen viaje que me pegué con mi amigo Raúl a Indonesia
y las risas que no echamos en este mismo aeropuerto.
Tampoco daría tiempo a muchos más sentimentalismos porque
pronto estaría embarcando, de nuevo, con destino hacia Tokyo. El vuelo duraría
nueve largas horas, de las cuales pasaría durmiendo la mitad de ellas para el
resto dedicarme a ver la película “La teoría del todo”, cenar pollo con arroz,
darme algún que otro paseo por el avión y tratar de ver cómo me las apañaba
para llegar al que sería mi alojamiento en Tokyo.
A las 17.40 tomábamos tierra y poco tiempo después me
encontraba bajando de la nave, como un auténtico flan. Lo que son las cosas,
tantos viajes a mis espaldas y parecía el primero.
El hecho de pensar que no iba a poder comunicarme apenas y
de que cualquier desplazamiento me podía suponer un mundo, unido a otras mil
historias más que llevaba en la cabeza sobre el comportamiento, las comidas,
etc me hacían estar especialmente nervioso, pero bueno la suerte estaba echada
y el pistoletazo a la aventura nipona comenzaba, realmente, aquí.
El control de pasaportes sería rápido y sencillo, pues
aunque los japoneses también se han apuntado al sistema americano, de tomar las
huellas dactilares y la retina de los ojos, conmigo y el resto de pasajeros no
se anduvieron con tantas tonterías de preguntas y mirarlo todo minuciosamente,
por lo que me estamparon el sello de turista sin cruzar palabra alguna y ya
estaba en territorio japonés.
Traía desde España la idea de tomar el tren de la línea
Keisei que por algo más de 1000 yenes te deja en el centro de Tokyo, una buena
opción para evitar el JR Narita Express que cuesta una fortuna si no tienes el
famoso pase, es decir mi caso durante la primera semana en Japón.
Este pensamiento caería en saco roto a raíz de una pequeña
conversación que tendría con un argentino de la tripulación, el cual tras
preguntarle que si era muy complicado llegar hasta este tren, me sugeriría
tomar un autobús, más rápido, económico y sencillo de encontrar, por lo que no
lo dude y le haría caso.
No tardaría ni un minuto en encontrar las taquillas donde
venden los billetes del Keisei Bus, pues casi que te das de bruces con ellas,
nada más salir del control de maletas y una vez ya en la zona libre de la
terminal. El billete me costaría 1000 yenes. Las plataformas desde la que sale
este también está situada junto al resto de autobuses que van a otros destinos,
por lo que sólo tuve que desplazarme unos pasos ya en la calle y esperar a que
llegara el mismo.
Fue aquí donde ya empecé a darme cuenta de que había llegado
a otro planeta, pues cuando estaba esperando a que llegara el autobús, el
encargado de recoger los billetes y de guardar el equipaje, me pediría muy
amablemente que por favor me mantuviera dentro de las líneas de espera pintadas
en el suelo y eso que mi pie sólo sobresalía un paso de estas. Estaba claro que
esto era otro mundo y que la amabilidad por un lado y el respeto a las normas y
la disciplina de la gente en todo iban a ser características muy a tener en
cuenta en el viaje que acababa de empezar.
Eran las 19.45 cuando el autobús me dejaba en la estación central
de Tokyo. Justo una hora era lo que había tardado en hacer el recorrido desde
el aeropuerto, sin que nos pillase ninguna retención en el camino. Cuando bajé
del autobús me vi rodeado de gente y gente y más gente por todas partes. Estuve
paralizado, en un pequeño rincón, donde parecía que no estorbaba el continuo
trasiego de personas, mirando con cierta estupefacción a todas partes y
tratando de fijarme en todos los detalles de los edificios y luces de neón que
me rodeaban. Todavía no me creía que estaba en Japón, todavía me costaba
asimilar que había llegado a su capital y que estaba a las puertas de una de
las estaciones más importantes de la misma.
Tras unos diez minutos por fin reaccionaba y salía del
estado de abducción en el que había entrado y me encaminé hacia el suburbano,
donde llegaría hasta las máquinas expendedoras de billetes con los enormes
mapas encima de ellas indicando todas las estaciones en japonés e inglés y el
importe a pagar dependiendo del destino elegido.Tengo que reconocer que todo
esto ya me era familiar por todo lo que había leído de los blogueros de
internet y algún que otro vídeo relacionado con el tema.
Todas las máquinas tienen una opción donde puedes
seleccionar el inglés como idioma por lo que pude sacar mi primer billete sin
la mayor complicación (160 yenes).
La estación más cercana a mi alojamiento era Kuramae por lo
que me tocaba hacer un transbordo. Aquí sería donde, por primera vez, me
encontraba totalmente perdido y sin tener claro lo que tenía que hacer, pero
bueno la verdad que estaba bastante contento de hasta donde había conseguido
llegar sin ayuda.
En Tokyo existen infinidad de compañías de trenes por lo que
lo primero que hay que mentalizarse es que si quieres hacer transbordo de una
compañía a otra tienes que salir de los torniquetes de una para poder entrar en
otra. Algo que parece evidente pero que de primeras y con dos maletas y una
mochila y recién llegado, no tenía ni idea.
Tras ocho minutos de reloj mirando el mapa del metro y
tratando de comprender todos estos flecos, un amable señor se dirigiría a mí
para ofrecerme su ayuda, la cual aceptaría como si me hubiera tocado la
lotería. Le indiqué cual era la estación a la que quería dirigirme y me dijo
que le siguiera por los pasillos y recovecos del metro, mientras me iba
explicando en un inglés parecido al mío, es decir bajo, el cómo funcionaba el
tema de los transbordos. Tras salir de la línea en la que me encontraba e ir a
tomar otra, sacaría mi cartera para pagar el billete y ante mi sorpresa, una
más de todas las que llevaba en tan poco tiempo, el señor me decía que la
guardase, que por ser recién llegado me picaba él el billete. Me quedé flipado
y tras decir mis primeros diez aligatos seguidos, el señor me conducía por
nuevos pasillos hasta dejarme en el andén que me conduciría a mi estación.
El metro llegaría en breves minutos y cuando pensaba que el
señor montaría conmigo porque era casi evidente que era el camino que él
también tenía que seguir, me encuentro que me dice que tiene que volver a casa
y que tenga una buena estancia en su país. Tras otros mil aligatos y dejarme
los ojos como platos, tomaba este metro que en apenas cinco minutos me
trasladaba a la estación de Kuramae.
Tengo que recordar que iba cargado con una maleta, una bolsa
y una mochila y todavía no sabía que en todas las estaciones hay un elevador
que te permite siempre evadir las escaleras. Así que mientras empezaba a hacer
malabares para subir las mismas con todo el equipaje, de repente una chica me
ofrecería su ayuda para subir uno de los bultos y sin casi darme tiempo a
decirla nada, me estaba quitando la maleta más grande, a lo que fue imposible
negarme. Tengo que reconocer que todo me parecía un show de cámara oculta,
porque no estaba dando crédito a lo que me estaba sucediendo. Había leído muchas
cosas sobre la amabilidad japonesa, pero no podía pensar ni en el mejor de mis
sueños que la gente tuviera la calidad humana con la que me estaba encontrando.
Ya en el exterior me despedía de nuevo con unas cuantas
reverencias y sus respectivos gracias en japonés y comenzaba a andar hacia mi
alojamiento que se encontraba a menos de diez minutos. Eran ya las 21.00 y no
tenía muchas ganas de dar vueltas así que viendo la amabilidad de la gente no
tardaría mucho en volver a preguntar y así no complicarme la vida y, de nuevo,
no me defraudarían. Esta vez sería una chica coreana, ya que hasta tuve tiempo
de entablar una pequeña conversación con ella, la que con su teléfono móvil me
conducía hasta las puertas del hostal. Verlo para creerlo.
Mi alojamiento durante toda mi estancia en Tokyo y sus
alrededores sería en K´s House Tokyo. Uno de los alojamientos, de este tipo,
más limpios que me he encontrado de los muchos en los que me alojado en
diferentes países. El precio por noche en habitación compartida, de siete
personas, fue de 23,42 euros. Tiene un aseo en el interior y las duchas están
en el baño del pasillo a compartir con otras habitaciones. Todas disponen de
Gel, Champú y acondicionador, por lo que vuelves con los botes de baño llenos, si
quieres.
Es una pasada lo bien cuidado, ordenado y limpio que está
todo. Si a esto le unes la amabilidad de las personas que lo regentan, la plena
disponibilidad que siempre tienen para ayudarte ante cualquier asunto y lo bien
ubicado que está para ir caminando a algunos de los barrios más importantes de
Tokyo y con el metro a sólo unos pasos para ir a cualquier otra zona, sin duda
que lo hacen uno de los lugares más recomendables para alojarse barato en la
capital de Japón.
También a sólo unos metros se encuentran un Seven Eleven y
otro supermercado de otra cadena donde poder comprar todo lo que quieras para
cenar en la zona común del Hostal, que también es de lo más agradable y
confortable. Eso sí, como en casi todos los lugares de Japón, recordad quitaros
los zapatos nada más entrar.
En esta ocasión mis compañeros de cuarto iban a ser un
coreano y dos parejas inglesas y una cama que quedaría sin ocupar durante los
siguientes días, todos correctos y formales pero sin muchas ganas de charla.
Tan sólo me restaba ya organizar un poco la maleta y colocar
mis pertenencias en el casillero personal. Tienen candados, si tú no traes, a
un módico precio. Estaría preparando la mochila para los dos siguientes días
durante un buen rato, para no olvidar nada y a eso de las 22.30 por fin podía
derrumbarme sobre el cómodo colchón de mi cama, agotado pero con unas
increíbles vibraciones de que este iba a ser uno de los viajes más
espectaculares de los realizados hasta ahora. Y creo que mucha culpa de ello la
iban a tener las personas, pues en muy poco tiempo ya me habían demostrado, en
más de una situación, que la forma de ser y los valores de los japoneses son de
otra dimensión.
Hola, he estado buscando información sobre destinos asiaticos japon, ya que quiero visitar Japón y conocer sus hermosos paisajes.
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