CANADA - DIA 16. Jasper: otro espectáculo natural

15 de Julio de 2012.

Amanecía cubierto en el mayor parque  de las Montañas Rocosas, el cual ofrece un paisaje escarpado y un ambiente menos turístico que otros lugares en los que ya habíamos estado. El cielo estaba plomizo y las temperaturas habían descendido unos cuantos grados, lo que nos obligaba a ponernos unos chubasqueros en previsión de que en algún momento del día una gran  tromba de agua pudiera caer sobre nuestras cabezas. Eso con suerte, ya que mis presagios eran que todo invitaba a que se pondría a llover en breve y ya no pararía durante todo el día. Al final, no ocurriría ni una cosa ni la otra, por lo que pudimos seguir con nuestros planes sin el mayor inconveniente. Los dioses seguían de nuestra parte.

Como nuestro alojamiento, perdido de la mano de Dios, estaba cerca de las cascadas de las que toma el nombre, las Sunwapta Falls, pues nos acercamos con el coche hasta el aparcamiento de las mismas y nos pusimos a hacer la ruta de las dos caídas: la alta, que está casi al lado del parking y la baja, que está sólo a dos kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Ambas caídas están bastante chulas e impresionan ante el caudal con el que baja el río.


Sunwapta Falls


Nosotros continuaríamos un poco más allá de ambas caídas, ya que tuvimos una pequeña confusión y creíamos que una de ellas estaba más adelante, continuando por una pequeña senda, que poco a poco se iba estrechando, hasta perderse entre la vegetación, los arbustos y algunos árboles caídos, por lo que nos dimos cuenta que el salto que creíamos que no era, sí que lo era, por lo que nos dimos la vuelta en cuanto llegamos a este punto. Fue este un momento de intranquilidad, ya que entre la densa vegetación parecía que algo o alguien nos acechaba, no sé si era nuestro subconsciente que nos jugaba un mala pasada entre aquella soledad y silencio, sólo roto por la corriente del río cercana, o si era real, pero lo que sí sé es que empezamos a acelerar el paso, a un buen ritmo y que no miramos para atrás y así llegamos de nuevo al que creíamos que no era el salto, dándonos cuenta de nuestro error al ver ya a varios turistas haciendo fotos desde una de las barandillas.


Sunwapta Falls

Retomamos, después, nuestra conducción por la Icefields Parkway, y al poco rato de ir conduciendo, veo en la distancia un bulto negro empezando a cruzar la carretera, sigo hacia delante, voy disminuyendo la velocidad y ¡Dios!, ¡un oso negro enorme! Fui deteniendo el vehículo poco a poco y él acabó de cruzar y bajó hasta la pequeña pradería que estaba debajo del arcén de la autopista, allí entre la maleza y los pequeños arbustos se pondría a saciar su apetito con las pequeñas vayas que colgaban de muchos de estos, ¡era un gozada ver a estos enormes animales moverse en total libertad!


Oso Negro camino hacia las Athabasca Falls

Después de estar como veinte minutos viendo sus movimientos, continuamos y ¡joder! En la parte derecha de la carretera había un montón de vehículos parados y la razón no podía ser otra que había, de nuevo, otro oso por allí rondando, un poco más lejos, pero se le veía perfectamente.

Poco después de estas dos sorpresas, pararíamos de nuevo, para acercarnos a contemplar las Athabasca Falls, una de las grandes cascadas y que con más fuerza van de las montañas rocosas. Tienen una caída de 23 metros y corren a través de una garganta arrastrando todo lo que se encuentran a su paso. Desde donde dejas el coche te encuentras seis miradores desde los cuales puedes ver distintas perspectivas. Fuimos parando en cada uno de ellos y leímos en paneles informativos, dispuestos en los mismos, que cada dos años se produce una muerte en las cataratas, ya que la gente se acerca demasiado a las orillas del río, ocurriendo la desgracia. Cada vez está más seguro y vallado, pero sigue habiendo recovecos por los que puedes acercarte hasta el borde de las cascadas y, la verdad, que impresiona bastante.


Athabasca Falls

Athabasca Falls

Bajaríamos después por unas escaleras para llegar hasta el fondo de un cañón, donde el río recupera la calma. Paseamos unos minutos por la orilla y volvimos al coche para seguir por esta misma carretera, por la que nos acabábamos de desviar para ver las Athabasca Falls, con dirección al Monte Edith Cavell, una enorme montaña a la que se llega después de hacer 18 km, primero, y luego otros 12 km en continua subida y con constantes curvas hasta el parking.


Jasper desde el Monte Edith Cavell

Su nombre se debe a una enfermera británica que fue condenada a muerte por los alemanes durante la primera guerra mundial por haber escondido en su hospital de Bruselas hasta a doscientos soldados belgas, franceses e ingleses y haberles ayudado a huir de Bélgica y reintegrarse después en sus puestos de combate.


Cartel Informativo. Monte Edith Cavell

Una vez en el aparcamiento, realizaríamos una pequeña ruta (4 km de ida y vuelta) que te lleva hasta un pequeño lago azul turquesa repleto de icebergs, provenientes del glaciar Cavell y, justo encima de este, el espectacular glaciar Ángel. El panorama era sobrecogedor y decidimos estar por allí disfrutando del entorno unas dos horas, ya que el espectáculo lo merecía. Decir que esos cuatro kilómetros son la suma de la ruta más sencilla hasta el lago Cavell y de otra llamada Cavell Meadows, que se encontraba cerrada a la mitad por nevadas. Si esto no es así, el recorrido si se quieren hacer ambas, es mayor.


Glaciares Cavell y Angel.Monte Edith Cavell

Glaciar Angel.Monte Edith Cavell

Como decía aquí estaríamos un buen rato, cada uno a su bola. Yo me entretendría paseando por la orilla del pequeño lago a rebosar de enormes trozos de hielo, cogiendo alguno de ellos y haciendo fotos hasta hartarme. También me entretuve acercándome hasta el glaciar Cavell, hasta tenerlo muy muy cerca. Para ello pasé por debajo del glaciar Ángel, lo cual impresiona bastante, al tener esa inmensa mole helada, encima de ti y porque además ves un montón de rocas y trozos de hielo como pelotas que se han ido desprendiendo de este. No permanecí mucho tiempo allí, ya que era bastante peligroso y hay carteles que no aconsejan hacerlo.


Glaciar Cavell.Monte Edith Cavell

Glaciar Cavell.Monte Edith Cavell

Cuando estábamos a punto de irnos, de hecho ya le habíamos dado la espalda al glaciar y nos encaminábamos hacia el camino de vuelta, de repente escuchamos el sonido de un trueno. Pensé “mira, va a caer una tormenta de la leche”, Pero no, no era una tormenta. Las voces de asombro y de emoción de la gente, nos hicieron darnos cuenta de que estaba equivocado. Nos dimos la vuelta y vimos lo que pasaba, se estaba produciendo un pequeño desprendimiento del glaciar Ángel, pudiendo observar como arrastraba rocas, piedras y pedazos de hielo de todo tipo hacia abajo con una tremenda fuerza. Todo ello con dirección hacia donde unos veinte minutos antes había estado haciendo unas fotos. Se me pusieron los pelos de punta. Después de ver algún que otro desprendimiento más de mucha menor intensidad, nos encaminamos hacia el coche y como eran ya las tres, tocaba lo de siempre: los sándwiches, los iba a acabar aborreciendo.


Glaciar Angel.Monte Edith Cavell

Pequeñas gotitas empezaban a caer de camino hacia la siguiente ruta, pero afortunadamente sería sólo una falsa alarma, por lo que pudimos empezar sin problema la famosa caminata de los cinco lagos. Aquí nos encontramos que podíamos elegir entre dos variantes, la larga y la corta. Ya que no queríamos tentar a la suerte con el tiempo, decidimos hacer la segunda de ellas, que eran 5 km de ida y vuelta, además la primera de ellas lo único que tiene con respecto a la segunda es que rodeas por completo el enorme primer lago, dedicando para ello  otros 6 o 7 km más, por lo que creímos que tampoco iba a aportarnos nada nuevo el hacerla, ya que este también lo ves desde una de sus orillas en la ruta corta.


Ruta de los Cinco Lagos

Pudimos disfrutar de todo tipo de tonalidades de colores: turquesa, esmeralda, azules más o menos intensos, etc. Fuimos por una tranquila vereda, bordeando por sus orillas los lagos y disfrutando de la paz y tranquilidad que había, ya que al estar entrada la tarde y el hecho de que el cielo amenazase tormenta, hacían que no hubiera casi nadie.


Ruta de los Cinco Lagos

Ruta de los Cinco Lagos

Ruta de los Cinco Lagos

A las 18.30 acabaríamos la excursión y como sólo se encontraba a veinte kilómetros en coche, retrocedimos estos y nos acercamos a ver el Horseshoe Lake, un lago en forma de herradura, por el que puedes pasear por su orilla. Pero la sorpresa que este nos tenía guardada, era que tanto por un lado como por otro, la senda estaba inundada y si queríamos evitar esos encharcamientos para retomar el camino, nos tocaba meternos hasta las rodillas en el agua. Así que desistimos y nos conformamos con las vistas que teníamos de él, desde el principio de la ruta donde comienzas a bordearlo y con la perspectiva que tienes desde el arcén de la carretera.

Estábamos bastante cansados, ya que tantos días y tan intensos empezaban a pasarnos factura, por lo que decidimos irnos hacia el pueblo de Jasper y así llegar un poco antes de lo normal y descansar algo. Pero quien nos iba a decir a nosotros que, al final, casi tardamos una hora más en llegar de lo previsto. El motivo sería que en el lado derecho de la carretera, en un pequeño bosquecillo, pudimos ver a una osa con sus dos crías.  Así que claro, allí estuvimos viendo como jugaban e iban de un lado para otro. Intentamos sacar alguna foto pero como se encontraban un poco lejos, tampoco salieron muy allá. Y como las rocosas son mejor que cualquier zoo, no pudimos avanzar ni diez kilómetros, al encontrarnos en esta ocasión con una manada de ciervos pastando, a los que casi pude acariciarles el lomo, pues se encontraban rodeados de una marea de turistas y prácticamente ni se inmutaban. Ellos tan tranquilos y pastando que era lo suyo.


Ciervo en Jasper

Después de tantas emociones, por fin llegaríamos a nuestro hotel en Jasper, donde pasaríamos las dos siguientes noches: el Whistler´s Inn, muy confortable y céntrico. Nos relajamos un buen rato en la habitación, fuimos a cenar a una pizzería, la Jasper Pizza Plaza (22 dólares por persona) y a descansar, que ya no podíamos con nuestras almas.


Cartel de Bienvenida a Jasper


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