OESTE EEUU - DIA 11. Gran Cañón (Parte II)

14 de Septiembre de 2010.

Aunque suponía un inmenso sacrificio, después de tantos días de ruta y de todos los madrugones que llevábamos a nuestras espaldas, no queríamos irnos del Gran Cañón sin contemplar uno de sus amaneceres, así que a las 05.00 pondríamos el despertador para no ir con el agua al cuello y de esta manera llegar a las 05.45 al mirador Mather Point, que sería el que nosotros elegiríamos para el espectáculo. Llegaríamos cuando todavía era noche cerrada y ya había gente en el lugar. Por un lado, como no podía ser de otra manera, un grupo de japoneses y por otro una madre y su hijo con los que pronto nos pondríamos a charlar, ya que nuestro idioma nos delató. Ellos eran de Sevilla y estaban por estas latitudes celebrando que el joven había terminado los estudios en el instituto. Magnífico regalo, sin duda.

A las 06.10 se haría el silencio, pues la claridad empezó a hacer acto de presencia y la bola de fuego ya empezaba a dar señales de que pronto aparecería por el horizonte. Efectivamente, no tardaría mucho más en empezar a mostrar los primeros rayos que resurgían fulgurantes del fondo del cañón, permitiendo que empezáramos a contemplar, de nuevo, la inmensidad, belleza y tamaño de esta obra magistral de la naturaleza, la cual te hace sentir insignificante a la par que parece darte una buena cura de humildad. Pocas veces en la vida he sentido tanta paz y tranquilidad como en estos breves pero intensos instantes.

Amanecer en Mather Point

Tras el increíble amanecer y dado que estábamos muy cerca, decidiríamos aprovechar para ir a ver otro mirador muy cercano llamado Yavapai Point, donde permanecimos hasta las 07.45 y gracias a la soledad del momento pudimos ver muy de cerca un enorme ciervo entre unos arbustos cercanos.

Yavapai Point

Alce en Yavapai Point

Se me olvidaba decir que las temperaturas que tuvimos durante el amanecer y después del mismo rondarían los 5 o 6 grados, pero al no soplar viento, la verdad, que no pasaríamos demasiado frío e incluso nada más salir el sol hasta se estaba a gusto.

Sobre las 08.15 volvíamos a estar en las inmediaciones del hotel para desayunar unos bollos cerca y diez minutos antes de que dieran las 09.00 encontrarnos en el aeródromo situado a las afueras de Tusayan. Efectivamente, era el momento de disfrutar de otra de esas actividades que esperas con ansia desde el primer minuto del viaje. Esta no era otra que sobrevolar en helicóptero el Gran Cañón.

Dicha actividad la contrataríamos con la empresa www.papillon.com, la cual me la habían recomendado los amigos que estuvieron por aquí. Además esta empresa tiene salidas desde Las Vegas y desde Page, por lo que pueden ser otras opciones a tener en cuenta. Entre los diferentes tours que se ofrecen en helicóptero nosotros optaríamos por la llamada ruta imperial que era la más completa de todas de unos 45 – 50 minutos de duración. El coste de cada billete fue de 204 dólares. Como se ve fue bastante caro pero creo que, si se puede, merece la pena hacer un esfuerzo ya que no todos los días se monta en helicóptero y menos sobre el Gran Cañón.

Tras pesarnos a los integrantes de la expedición en una báscula para luego distribuirnos, según el peso, en el interior de la nave, nos acompañaron a la pista desde donde se realizan los despegues y aterrizajes. Varios helicópteros se encontraban a la espera de recibir a sus pasajeros y uno de ellos era el nuestro. Uno de los encargados de pista procedería a guiarnos, dándonos instrucciones muy precisas de por dónde teníamos que ir y de permanecer siempre medio agachados. La emoción fue en aumento cuando descubrimos que a Raúl le tocaría de copiloto ya que era el que menor peso tenía de todos los integrantes del vuelo y a mí me tocaría justo detrás del piloto, que tampoco estaría nada mal dado que tenía una buena ventana sólo para mí sin ningún tipo de elemento que pudiera molestarme en esta gran aventura.

Papillon Grand Canyon Helicopters

Cuando todos estuvimos colocados, con los cinturones de seguridad abrochados y los cascos puestos, cerrarían las puertas y lentamente el aparato empezó a elevarse, tambaleándose ligeramente de un lado hacia otro. Cuando hubo ganado suficiente altura, aceleró y tras ganar velocidad en unos segundos, muy pronto nos encontraríamos sobrevolando el gran bosque que rodea el Parque Nacional. Tras unos minutos y casi por arte de magia, pasábamos del verde intenso de las copas de los árboles a la infinidad del Cañón. La sensación sería parecida a como cuando en una montaña rusa estás a punto de pasar de la lenta y tranquila subida a cuando vas a afrontar la primera gran bajada que te pone el corazón en un puño. Pues algo así pero multiplicado unas cuantas veces por dos.

Vuelo en Helicóptero sobre el Grand Canyon

Después vendría el tratar de no perder detalle de lo que tenía delante de mí. Poco a poco se irían sucediendo diferentes perspectivas, a cada cual más increíble, del borde este, de la confluencia de las aguas azules del río Little Colorado con las aguas verde oscuro del río Colorado, de kilómetros y kilómetros del Gran Cañón, del borde norte y las regiones centrales, etc. Todo transcurría de forma intensa y con la sensación de no querer que este sueño, que se estaba haciendo realidad, terminara nunca. Pero los cincuenta minutos acabarían y el pájaro de metal volvería a posarse sobre el asfalto. Estaba pletórico y con una inmensa felicidad y durante un rato no se me borraría la inmensa sonrisa dibujada en mi cara. Me encontraba saboreando todo lo vivido y grabando en mi memoria cada segundo del inolvidable vuelo sobre el Gran Cañón. Cuando, por fin, volví a la realidad, nos dirigimos hacia el coche para poner rumbo, de nuevo, al Parque Nacional y ya dentro de este aparcar cerca de una de las paradas de autobuses que señalaban el punto rojo.

Vuelo en Helicóptero sobre el Grand Canyon

Vuelo en Helicóptero sobre el Grand Canyon

Vuelo en Helicóptero sobre el Grand Canyon

Como comentaba en el capítulo anterior, la ruta roja es la única que no se puede hacer con tú vehículo particular, por lo que esta es la única posibilidad de conocer todos los miradores situados en la parte oeste. Bueno esta o caminando, dado q todos los puntos de observación se encuentran unidos por una senda muy bien habilitada para que pueda andar cualquier persona sobre ella.

De repente y antes de que llegara el autobús recordé que muy cercano a la zona más al oeste de Village, que era donde estábamos, comenzaba la ruta Bright Angel Trail, la cual descendía hasta las profundidades del Gran Cañón y te permitía ver de cerca el transcurrir del río Colorado. Así que dejamos para más tarde el tomar el autobús y nos encaminamos hacia ella. Cuando llevábamos como veinte minutos de descenso, Raúl decidiría que no iba a continuar con la ruta, pues consideraba que no iba a tener la suficiente fuerza como para luego desandar todo lo bajado, cuesta arriba y con un desnivel de unos mil metros. Así que como tampoco era plan de separarnos todo el día, yo también claudiqué y tras subir el pequeño tramo recorrido, volveríamos a la parada y ahora sí, en menos de 5 minutos, tomaríamos uno de los autobuses.

Vistas desde Bright Angel Trail

Estos serían el nombre de los miradores desde los que tendríamos la oportunidad de ver nuevas perspectivas del paraje del Gran Cañón: Trailview Overlook, Maricopa Point, Powell Point, Hopi Point, Mohave Point, The Abyss, Monument Creek Vista y Pima Point.

Dado que al final no habíamos bajado hasta las profundidades del Cañón, lo que haríamos sería hacer una mezcla entre ir andando de algún mirador de los mencionados al siguiente y coger el autobús para llegar hasta los que más lejos se encontraban y para regresar desde el más lejano de todos. Al llamado Hermits Rest, el último de todos, no llegaríamos, pues queríamos ir con calma para poder volver a ver atardecer e irnos con esta imagen del lugar.

Hopi Point

Mohave Point

Así que nada, una vez que el bus nos dejó donde teníamos el coche, nos iríamos directos, otra vez, al Grandview Point para presenciar por segunda y última vez la puesta de sol en el maravilloso Gran Cañón.

De esta manera decíamos adiós a este sector de los parques nacionales americanos, pues mañana cambiaríamos la grandeza de la naturaleza por el asfalto y la locura de Las Vegas, una nueva etapa que seguro nos depararía intensas y gratas experiencias.

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