DIA 05. CANADÁ / EEUU. Nuevas atracciones en Niágara Falls

17 de Agosto de 2009.

Está claro que la mejor manera de comenzar el día no es corriendo como locos, con la lengua fuera y después de un desayuno algo acelerado. Pero no nos quedaba otra si queríamos llegar a tiempo, a las 10:00, a la primera atracción que íbamos a visitar, después de que se nos pegaran las sábanas.

Esta se llamaba “Journey Behinds the Falls” y las entradas las habíamos sacado el día anterior en la oficina de turismo, sita en el paseo principal, para evitar filas innecesarias. Como su propio nombre indica este lugar te permite contemplar las cataratas de Herradura desde un ángulo menos típico, es decir, desde justo detrás de ellas.

El itinerario comenzaría en el interior de la oficina de turismo, bajando en un ascensor, construido en el interior de la roca, que desciende a través de esta para dejarte al inicio de varios túneles que te conducen a la parte trasera de las cascadas. Nada más abrirse las puertas del elevador el ruido es ensordecedor y te permite intuir que lo que te vas a encontrar no va a ser poca cosa.

Mientras vas recorriendo los mencionados túneles te encuentras paneles informativos en los que se explica cómo se hizo esta obra y las características principales de las cataratas, para después de andar 200 metros, darte de bruces con una brutal cortina de agua perteneciente a las Horseshoe falls.

Horseshoe Falls desde Journey Behind the Falls

Dos miradores, situados a diferentes alturas, te permiten, gracias a dos plataformas y varias barandillas de seguridad, salir al exterior y con casi estirar el brazo poder tocarlas, pero el precio por ello es calarte completamente, independientemente de llevar los chubasqueros que te proporcionan en la entrada. Como era verano y hacía calor la verdad que no nos importó lo más mínimo recibir esta buena ducha para terminar de despertarnos.

Horseshoe Falls desde Journey Behind the Falls

Horseshoe Falls desde Journey Behind the Fall

Maid of the Mist desde Journey Behind the Fall

Las cataratas son un espectáculo digno de admirar desde todas las perspectivas posibles y tanto canadienses como americanos se las han apañado para que esto puedas hacerlo una y otra vez y que rara vez la visión que obtengas de ellas sea semejante.

Así que ya que habíamos estado en el inframundo, ahora tocaba cambiar de aires y subir a los cielos, por lo que nos dirigimos hacia la moderna torre Skylon, situada a la friolera de 236 metros de altura y con una plataforma circular que te brinda una nueva visión panorámica del fenómeno natural. Tal vez sea esta la única razón que pueda justificar en parte el atentado estético que supone levantar un engendro así en este entorno. El día era claro y también pudimos distinguir los rascacielos de Buffalo, e incluso entrever los edificios de Toronto y el lago  Erie en la lejanía.

Skylon Tower

Rainbow Bridge desde Skylon Tower

Además las vistas del tumultuoso río Niágara, salpicado de rápidos, es perfecta junto con el gran arco de 800 metros de longitud que dibuja la cascada Horseshoe, así como los saltos de agua del lado americano.

Cataratas del Niágara desde Skylon Tower

Cataratas del Niágara desde Skylon Tower

Cataratas del Niágara desde Skylon Tower

Cataratas del Niágara desde Skylon Tower

Teníamos hambre por lo que no dudamos en concedernos un respiro y buscar un lugar para comer y así de paso recuperarnos de las emociones de la mañana. Aunque sólo era la una, estábamos como si fueran las tres, así que devoramos unos costillares con salsa de mostaza en una de las típicas cadenas canadienses – americanas.

Una vez reconciliados con nuestros estómagos volveríamos a la zona de las cataratas pero esta vez en dirección hacia el enorme Rainbow Bridge, el puente que une Canadá con Estados Unidos y desde el que también se consiguen muy buenas vistas en su conjunto del área de las cascadas de los dos países. Por supuesto que no dudaríamos en cruzarlo y con nuestros respectivos pasaportes acceder a los Estados Unidos. El trámite fue muy rápido y ni siquiera nos hicieron alguna pregunta.

Cataratas del Niágara desde Rainbow Bridge

Como se ve se puede llegar a todos los lugares caminando por lo que más cómodo no puede ser. Así haríamos, una vez más, para recorrer la poca distancia que nos separaba  de la Observation Tower, la primera atracción que íbamos a visitar en el lado estadounidense. Sin ser de la altura de la torre Skylon, también es un buen mirador para poder obtener una única panorámica de todo el lado canadiense junto con las horseshoe falls, en frente, y justo al lado y con sólo mirar hacia abajo poder ver como se precipitan al vació los saltos Bridal Veil y Rainbow.

Observation Tower y Rainbow Bridge

Cataratas del Niágara desde Observation Tower

Cataratas del Niágara desde Observation Tower

Aquí permaneceríamos otro largo rato recreándonos antes de dirigirnos a la llamada “Cave of the Winds”, un nuevo sitio para disfrutar, casi adosado al anterior. Para mí este sería el segundo lugar donde mejor me lo pasaría, después de la experiencia del barco “Maid of the Mist”.

Cave of the Winds

Una vez pagada la entrada y tras facilitarnos los chubasqueros amarillos, típicos del lado americano, sólo tendríamos que empezar a descender por unas pasarelas de madera que muy pronto nos dejarían a solamente ocho metros de la inmensa cortina de agua y de los torrentes que de desploman con fuerza desde las alturas.

Cataratas del Niágara desde Cave of the Winds

Cataratas del Niágara desde Cave of the Winds

Cataratas del Niágara desde Cave of the Winds

La experiencia, una vez más, fue excitante y fue una pasada sentir el tremendo poder del agua y el viento en la cara, como si de una tormenta tropical se tratara. Ni que decir tiene que cuando regresas otra vez al nivel superior, llegas hecho una auténtica sopa.

Cataratas del Niágara desde Cave of the Winds

Cataratas del Niágara desde Cave of the Winds

Cogeríamos entonces y nos iríamos a un banco que estaba al sol hasta que más o menos volvimos a estar secos y desde allí decidiríamos dedicar el resto de la tarde a pasear por las zonas verdes y boscosas que conforman el llamado Terrapin Point, en el extremo del lado americano y donde no hay ningún edificio o aberración arquitectónica que estropee el entorno. Tan sólo hay áreas de picnics, agradables miradores y lugares de descanso desde donde poder ver como discurre el río Niágara hasta que llega al precipicio por el que se desploma y cae al vacío.

Rainbow Bridge desde Terrapin Point

Río Niagara desde Terrapin Point

Río Niagara y Horseshoe falls desde Terrapin Point

Es este también un buen sitio para descansar y evadirse un poco del barullo y de la gente que hay en la mayoría de puntos de interés de la zona, por lo que si se tiene tiempo puede ser una buena opción para darse un respiro.

Río Niagara desde Terrapin Point

Río Niagara y Horseshoe falls desde Terrapin Point

Pronto se haría de noche, por lo que decidiríamos volver tranquilamente hasta el lado canadiense y ya en él buscar un lugar para cenar. En esta ocasión nos decantaríamos por unas pizzas en la famosa calle Clifton Hill que en estos momentos casi no cabía un alfiler. Había un ambientazo por todas partes y no dudamos, después de llenar el estómago, en quedarnos por allí un buen rato e incluso tomarnos unos inmensos helados para cerrar, por todo lo alto, otro fantástico día.

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