DIA 05. CADIZ. Gibraltar - Tarifa - Baelo Claudia - Bolonia

17 de Enero de 2007.

¿Quién no reconoce a primera vista el perfil inconfundible de Gibraltar? ¿A quién no le han hablado alguna vez de esos monos que campan a sus anchas por la Roca? ¿Y qué decir de las gangas libres de impuestos? Ahí se suelen quedar nuestros “vastos conocimientos” sobre el peñón más meridional de la península ibérica, ese enclave británico que yace varado en la bahía de Algeciras, de espaldas al mundo, tan cerca de España y a la vez tan lejos.

Peñón de Gibraltar

Nuestra intención era conocerlo hoy y saber un poco más del mismo, por lo que madrugaríamos y nos dirigimos directos a conquistarlo.

No se encuentra cerca El Peñón de la capital gaditana, pues hay que recorrer casi 120 kilómetros para llegar, tardando aproximadamente una hora y media en hacerlo.

Una vez en sus inmediaciones tendríamos la duda de si dejar el coche aparcado en los alrededores y pasar la frontera caminando o si por el contrario acceder con él y así tener mayor libertad de movimiento. Al final dado que la cosa estaba tranquila y no se veían retenciones nos animaríamos a hacer lo segundo. Todo iría rápido y tanto la policía española como la británica mirarían rápido los DNI y nos permitirían pasar sin hacernos abrir el maletero ni hacernos ninguna pregunta, algo que cuando la cosa está tensa entre ambos países parece que es lo habitual.

Lo primero que nos llamaría la atención, nada más atravesar la frontera, es la pista de aterrizaje del aeropuerto, que se encuentra casi pegada al centro de la población y es que en tan poco espacio no podía ser de otro modo.

Tras ello dejaríamos el coche en un parking y nos dirigimos, sin pensarlo, al teleférico para comenzar con las supuestas espectaculares vistas que se obtienen desde lo más alto y digo supuestas porque una inquietante neblina parecía que nos iba a jugar una mala pasada. Afortunadamente, esta sería algo condescendiente con nosotros y se apartaría lo suficiente como para tener una visión razonable a media distancia, aunque no podríamos disfrutar de las vistas de la costa africana o de la totalidad de las que miran al interior de la provincia.

Vistas desde el Peñón de Gibraltar

Vistas desde el Peñón de Gibraltar

Tema aparte son sus famosos monos, los cuales pertenecen a una especie legendaria y única que durante cientos de años ha vivido a sus anchas en las laderas frondosas de la Roca, y que se caracterizan por no tener rabo. Mucho se ha escrito y hablado sobre el origen de estos simios. Hay quien dice que llegaron desde el norte de África a través de un túnel subterráneo bajo el estrecho, aunque circulan por la Roca otras dos teorías más científicas: o vinieron hasta aquí con los primeros invasores árabes, o bien son los últimos herederos de aquellos monos que poblaron los bosques de Europa en tiempos inmemoriales. La población de simios gibraltareños, que disminuyó de forma alarmante durante la Segunda Guerra Mundial, se mantiene ahora en torno a los 200, teniendo cada uno su número y su nombre, a modo de carnet de identidad.

Mono de Gibraltar

Sorprende la naturalidad con la que se acercan a los turistas y el descaro con el que alargan la mano para pedir algo comestible o para sustraer lo primero que pillen.

Dado que no era el mejor día para disfrutar de las panorámicas, optaríamos por no demorarnos demasiado y pasar a descubrir uno de los secretos mejor guardados por los llanitos, que es como se conoce a los autóctonos del Peñón. Este no es otro que el de sus mágicas cuevas, aunque la única abierta al público es la conocida como gruta de San Miguel. Su fascinante interior, con gigantescas estalactitas y estalagmitas, es el escenario ideal para un deslumbrante espectáculo de luz y sonido.

Y  si la mano invisible de la naturaleza fue capaz de un prodigio como el de San Miguel, las manos curtidas de cientos de hombres perforaron la roca caliza para convertir Gibraltar en un bastión inexpugnable. Corría el año 1782 cuando el sargento al mando tuvo la genial idea de abrir unos ojos en la Roca que sirvieran como puntos de mira de sus potentes cañones. Así, a golpe de hierro y pólvora, se abrieron las famosas galerías, que penetran en la humedad del Peñón a lo largo de un kilómetro. En el interior se puede contemplar una recreación, con muñecos de trapo y cera, del sistema utilizado para defender la Roca durante el Gran Sitio realizado por los españoles.

Era el momento de dejar las alturas y tras hacernos, de nuevo, con nuestro vehículo dirigirnos al conocido como Europa Point o Punta Europa, el extremo sur del Peñón, otro punto obligado en la visita a Gibraltar. A poco más de 14 kilómetros se divisa el perfil recortado de la costa de África, desde Ceuta hasta Tánger.

Europa Point.Gibraltar

Punta Europa es también un lugar mítico que sigue congregando a cientos de marineros que quieren rendir culto a la Virgen de Europa. Cuanta la leyenda que piratas y contrabandistas solían frecuentar también estos parajes para pedir protección a su patrona.

En las inmediaciones de este lugar se puede ver también una mezquita a la que acuden a rezar un buen número de musulmanes.

Mezquita. Europa Point. Gibraltar

Sólo nos quedaba ya visitar el Casco Viejo, comenzando por Main Street, su calle principal, flanqueada por fachadas con sabor colonial. El primer tramo de la calle está repleto de comercios de todo tipo: joyerías, tiendas de sonido, surtidas bodegas con licores a precio de saldo, estancos que venden a mitad de precio…

Main Street. Gibraltar

Cabinas. Main Street. Gibraltar

Todo vale en este hormiguero por el que deambulan a diario miles y miles de turistas en busca de la ganga más insospechada.

A mano derecha de Main Street queda el barrio de IrishTown, tal vez la zona más puramente inglesa de la isla, llena de pubs, y con cierto sabor pesquero. Irish Town muere en las puertas de la casa del Parlamento, un curioso edificio situado al fondo de una plaza porticada, de gran influencia italiana, que obedece precisamente al nombre de La Piazza.

Se puede seguir el rastro de las múltiples iglesias del casco viejo callejeando por la misma zona. Sin salir de Main Street, nos encontramos con la flamante catedral de St Mary The Crowned, mandada construir por orden de los Reyes Católicos sobre la antigua mezquita musulmana.

Al final de la calle principal encontraríamos la King´s Chapel, unos de los templos más antiguos de la ciudad, integrado en el conjunto histórico de la casa del Gobernador, también conocida como El Convento, de origen español.

La puerta de Southport, con los escudos de armas británico y español, es el último eslabón  de Main Street, que deja paso al recoleto cementerio de Trafalgar, los frondosos jardines de la Alameda y la zona militar de la ciudad, esta última de escaso interés turístico.

Tras una última vuelta por las callejuelas y cuestas que serpentean a los pies de la montaña, donde se descubren algunos portales y patios que desprenden cierto sabor tropical, dejaríamos el Peñón, sin perder tiempo, y pondríamos rumbo hacia Tarifa.

Alrededor de una hora sería lo que tardaríamos en deshacer los 45 kilómetros que nos separaban de esta ciudad azotada continuamente por los vientos. Tarifa es la población más meridional de Europa, a sólo catorce kilómetros de las costas de África, visibles los días claros sobre el mar. Es por tanto, puerta y salida de un continente, además de rayar geográficamente entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo.

En Tarifa desembarcó Tarik, el caudillo bereber enviado a España como vanguardia de la conquista. De otro Tarik, primer jefe berberisco que vivió en la península, tomo el nombre la población. El rey Sancho IV el Bravo la conquistó a los moros, y allí tuvo lugar el famoso episodio de Alonso Pérez de Guzmán, conocido en la historia de España por Guzmán el Bueno, que arrojó el cuchillo para que degollaran a su hijo antes de entregar la plaza a los musulmanes que la sitiaban. De ahí el escudo de la ciudad, que representa un castillo sobre unas olas y una llave en su ventana. Y su leyenda: “sed fuertes en la guerra”.

Tarifa

En su punta más saliente, los árabes construyeron el castillo, reforzado en tiempos cristianos, un monumento sencillamente magnífico, cargado de historia. Está salpicado de torreones, caminos de ronda y patios de armas, construidos en diferentes épocas. Sería mandado construir por el califa cordobés Abderramán III y terminado en el año 960.

Castillo de Guzmán el Bueno. Tarifa

A Sancho IV El Bravo. Tarifa

La plaza de Santa María es la más importante de la ciudad gaditana y conocida popularmente como “la ranita”. En ella toma asiento el Ayuntamiento, un edificio de tono neoclásico, situado al lado del museo de la ciudad, que acoge importantes piezas arqueológicas, aunque este último no lo visitaríamos.

Al lado de la plaza anterior y paseando por las calles que la circundan se observan un buen número de edificios historicistas inspirados en la arquitectura tradicional del norte de África, un estilo ecléctico a medio camino entre Occidente y el mundo árabe.

La iglesia de San Mateo es el templo mayor de Tarifa. Su exterior tiene cierto aire de fortaleza, apenas suavizado por una portada de estilo barroco. Por dentro, luce capillas de alto interés y un retablo mayor de estilo barroco repleto de imágenes del Nuevo Testamento.

También son interesantes las murallas exteriores que fueron levantadas en el siglo XVIII, cuando la ciudad se convirtió en centro de operaciones para tratar de recuperar Gibraltar, cedida a Gran Bretaña a través del tratado de Utrecht. Destacar igualmente la puerta de Jerez, una de las puertas árabes que quedan del primitivo perímetro amurallado. Fue reformada en época cristiana y da acceso a las calles del Peso y de Colón, en uno de cuyos lados toma asiento el mercado neomudéjar.

No había tiempo para más en Tarifa si queríamos llegar a nuestro siguiente destino, antes de que lo cerraran, lo que sucedería a las 18:00. Me estoy refiriendo al conjunto arqueológico de Baelo Claudia, situado junto a las arenas finas y doradas de la playa de Bolonia y del que nos separaban unos veinte kilómetros, por lo que sobre las 17:15 conseguíamos llegar y poder acceder al recinto.

Estas ruinas muestran una de las huellas mejor conservadas del paso de la civilización romana por tierras de Cádiz. Es así como se pueden contemplar los restos de la antigua ciudad de Baelo Claudia, una vieja colonia ligada a las fábricas de salazón de donde partía a las grandes ciudades del imperio  la codiciada salsa garum, de propiedades afrodisiacas, y algo así como una salsa marinera aliñada con entrañas de pescado.

Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia

El trazado actual y el apellido fueron concesión del emperador Claudio en el siglo I d. C.

En el centro y ligeramente elevada hacia el norte se extiende la plaza del foro. Su forma rectangular revela la presencia de tres templos quizá dedicados a la triada capitolina – Júpiter, Minerva y Juno - , teoría que vino reforzada por el hallazgo de una estatua de este último en unos de los templos.

Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia

Pero la pieza más monumental de Baelo Claudia es su teatro, levantado según el modelo romano tradicional. Sólo conserva en pie parte de las gradas destinadas a los espectadores.

Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia

Caminando hacia la playa, se extiende un grupo de casas excavadas en la tierra, donde se localizan las dependencias dedicadas a la salazón del pescado, una de las principales actividades de sus habitantes.

Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia

Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia

Obligados por los encargados de las ruinas a tener que marcharnos dado que pasaban varios minutos de la hora de cierre, decidiríamos acabar la jornada con un paseo por la playa de Bolonia, ya que las ruinas están adosadas a una parte de la misma.

Sin duda que esta es otra de las playas más espectaculares de la provincia de Cádiz, por lo que si a ello le añadimos una espectacular puesta de sol sentado en sus dunas, puede hacer que sea otro de esos momentos inolvidables que añadir a la lista de ellos en tu vida.


Puesta de sol en la Playa de Bolonia


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