¿Quién no reconoce a primera vista el perfil inconfundible
de Gibraltar? ¿A quién no le han hablado alguna vez de esos monos que campan a
sus anchas por la Roca? ¿Y qué decir de las gangas libres de impuestos? Ahí se
suelen quedar nuestros “vastos conocimientos” sobre el peñón más meridional de
la península ibérica, ese enclave británico que yace varado en la bahía de
Algeciras, de espaldas al mundo, tan cerca de España y a la vez tan lejos.
Peñón de Gibraltar |
Nuestra intención era conocerlo hoy y saber un poco más del
mismo, por lo que madrugaríamos y nos dirigimos directos a conquistarlo.
No se encuentra cerca El Peñón de la
capital gaditana, pues hay que recorrer casi 120 kilómetros para llegar,
tardando aproximadamente una hora y media en hacerlo.
Una vez en sus inmediaciones tendríamos la duda de si dejar
el coche aparcado en los alrededores y pasar la frontera caminando o si por el
contrario acceder con él y así tener mayor libertad de movimiento. Al final
dado que la cosa estaba tranquila y no se veían retenciones nos animaríamos a
hacer lo segundo. Todo iría rápido y tanto la policía española como la
británica mirarían rápido los DNI y nos permitirían pasar sin hacernos abrir el
maletero ni hacernos ninguna pregunta, algo que cuando la cosa está tensa entre
ambos países parece que es lo habitual.
Lo primero que nos llamaría la atención, nada más atravesar
la frontera, es la pista de aterrizaje del aeropuerto, que se encuentra casi
pegada al centro de la población y es que en tan poco espacio no podía ser de
otro modo.
Tras ello dejaríamos el coche en un parking y nos dirigimos,
sin pensarlo, al teleférico para
comenzar con las supuestas espectaculares vistas que se obtienen desde lo más
alto y digo supuestas porque una inquietante neblina parecía que nos iba a
jugar una mala pasada. Afortunadamente, esta sería algo condescendiente con
nosotros y se apartaría lo suficiente como para tener una visión razonable a
media distancia, aunque no podríamos disfrutar de las vistas de la costa
africana o de la totalidad de las que miran al interior de la provincia.
Vistas desde el Peñón de Gibraltar |
Vistas desde el Peñón de Gibraltar |
Tema aparte son sus famosos monos, los cuales pertenecen a una especie legendaria y única que
durante cientos de años ha vivido a sus anchas en las laderas frondosas de la
Roca, y que se caracterizan por no tener rabo. Mucho se ha escrito y hablado
sobre el origen de estos simios. Hay quien dice que llegaron desde el norte de
África a través de un túnel subterráneo bajo el estrecho, aunque circulan por
la Roca otras dos teorías más científicas: o vinieron hasta aquí con los
primeros invasores árabes, o bien son los últimos herederos de aquellos monos
que poblaron los bosques de Europa en tiempos inmemoriales. La población de
simios gibraltareños, que disminuyó de forma alarmante durante la Segunda
Guerra Mundial, se mantiene ahora en torno a los 200, teniendo cada uno su
número y su nombre, a modo de carnet de identidad.
Mono de Gibraltar |
Sorprende la naturalidad con la que se acercan a los
turistas y el descaro con el que alargan la mano para pedir algo comestible o
para sustraer lo primero que pillen.
Dado que no era el mejor día para disfrutar de las
panorámicas, optaríamos por no demorarnos demasiado y pasar a descubrir uno de
los secretos mejor guardados por los llanitos, que es como se conoce a los
autóctonos del Peñón. Este no es otro que el de sus mágicas cuevas, aunque la
única abierta al público es la conocida como gruta de San Miguel. Su fascinante interior, con gigantescas
estalactitas y estalagmitas, es el escenario ideal para un deslumbrante
espectáculo de luz y sonido.
Y si la mano
invisible de la naturaleza fue capaz de un prodigio como el de San Miguel, las
manos curtidas de cientos de hombres perforaron la roca caliza para convertir
Gibraltar en un bastión inexpugnable. Corría el año 1782 cuando el sargento al
mando tuvo la genial idea de abrir unos ojos en la Roca que sirvieran como
puntos de mira de sus potentes cañones. Así, a golpe de hierro y pólvora, se
abrieron las famosas galerías, que
penetran en la humedad del Peñón a lo largo de un kilómetro. En el interior se
puede contemplar una recreación, con muñecos de trapo y cera, del sistema
utilizado para defender la Roca durante el Gran Sitio realizado por los
españoles.
Era el momento de dejar las alturas y tras hacernos, de
nuevo, con nuestro vehículo dirigirnos al conocido como Europa Point o Punta Europa, el extremo sur del Peñón, otro punto
obligado en la visita a Gibraltar. A poco más de 14 kilómetros se divisa el
perfil recortado de la costa de África, desde Ceuta hasta Tánger.
Europa Point.Gibraltar |
Punta Europa es también un lugar mítico que sigue
congregando a cientos de marineros que quieren rendir culto a la Virgen de
Europa. Cuanta la leyenda que piratas y contrabandistas solían frecuentar
también estos parajes para pedir protección a su patrona.
En las inmediaciones de este lugar se puede ver también una
mezquita a la que acuden a rezar un buen número de musulmanes.
Mezquita. Europa Point. Gibraltar |
Sólo nos quedaba ya visitar el Casco Viejo, comenzando por Main
Street, su calle principal, flanqueada por fachadas con sabor colonial. El
primer tramo de la calle está repleto de comercios de todo tipo: joyerías,
tiendas de sonido, surtidas bodegas con licores a precio de saldo, estancos que
venden a mitad de precio…
Main Street. Gibraltar |
Cabinas. Main Street. Gibraltar |
Todo vale en este hormiguero por el que deambulan a diario
miles y miles de turistas en busca de la ganga más insospechada.
A mano derecha de Main Street queda el barrio de IrishTown, tal vez la zona más puramente inglesa de la
isla, llena de pubs, y con cierto sabor pesquero. Irish Town muere en las
puertas de la casa del Parlamento,
un curioso edificio situado al fondo de una plaza porticada, de gran influencia
italiana, que obedece precisamente al nombre de La Piazza.
Se puede seguir el rastro de las múltiples iglesias del
casco viejo callejeando por la misma zona. Sin salir de Main Street, nos
encontramos con la flamante catedral de St
Mary The Crowned, mandada construir por orden de los Reyes Católicos sobre
la antigua mezquita musulmana.
Al final de la calle principal encontraríamos la King´s Chapel, unos de los templos más
antiguos de la ciudad, integrado en el conjunto histórico de la casa del Gobernador, también conocida
como El Convento, de origen español.
La puerta de
Southport, con los escudos de armas británico y español, es el último
eslabón de Main Street, que deja paso al
recoleto cementerio de Trafalgar,
los frondosos jardines de la Alameda
y la zona militar de la ciudad, esta última de escaso interés turístico.
Tras una última vuelta por las callejuelas y cuestas que
serpentean a los pies de la montaña, donde se descubren algunos portales y
patios que desprenden cierto sabor tropical, dejaríamos el Peñón, sin perder
tiempo, y pondríamos rumbo hacia Tarifa.
Alrededor de una hora sería lo que tardaríamos en deshacer
los 45 kilómetros que nos separaban de esta ciudad azotada continuamente por
los vientos. Tarifa es la población más meridional de Europa, a sólo catorce
kilómetros de las costas de África, visibles los días claros sobre el mar. Es
por tanto, puerta y salida de un continente, además de rayar geográficamente
entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo.
En Tarifa desembarcó Tarik, el caudillo bereber enviado a
España como vanguardia de la conquista. De otro Tarik, primer jefe berberisco
que vivió en la península, tomo el nombre la población. El rey Sancho IV el
Bravo la conquistó a los moros, y allí tuvo lugar el famoso episodio de Alonso
Pérez de Guzmán, conocido en la historia de España por Guzmán el Bueno, que
arrojó el cuchillo para que degollaran a su hijo antes de entregar la plaza a
los musulmanes que la sitiaban. De ahí el escudo de la ciudad, que representa
un castillo sobre unas olas y una llave en su ventana. Y su leyenda: “sed
fuertes en la guerra”.
Tarifa |
En su punta más saliente, los árabes construyeron el castillo, reforzado en tiempos
cristianos, un monumento sencillamente magnífico, cargado de historia. Está
salpicado de torreones, caminos de ronda y patios de armas, construidos en
diferentes épocas. Sería mandado construir por el califa cordobés Abderramán
III y terminado en el año 960.
Castillo de Guzmán el Bueno. Tarifa |
A Sancho IV El Bravo. Tarifa |
La plaza de Santa
María es la más importante de la ciudad gaditana y conocida popularmente
como “la ranita”. En ella toma asiento el
Ayuntamiento, un edificio de tono neoclásico, situado al lado del museo de la ciudad, que acoge
importantes piezas arqueológicas, aunque este último no lo visitaríamos.
Al lado de la plaza anterior y paseando por las calles que
la circundan se observan un buen número de edificios
historicistas inspirados en la arquitectura tradicional del norte de
África, un estilo ecléctico a medio camino entre Occidente y el mundo árabe.
La iglesia de San
Mateo es el templo mayor de Tarifa. Su exterior tiene cierto aire de
fortaleza, apenas suavizado por una portada de estilo barroco. Por dentro, luce
capillas de alto interés y un retablo mayor de estilo barroco repleto de
imágenes del Nuevo Testamento.
También son interesantes las murallas exteriores que fueron levantadas en el siglo XVIII, cuando
la ciudad se convirtió en centro de operaciones para tratar de recuperar
Gibraltar, cedida a Gran Bretaña a través del tratado de Utrecht. Destacar
igualmente la puerta de Jerez, una
de las puertas árabes que quedan del primitivo perímetro amurallado. Fue
reformada en época cristiana y da acceso a las calles del Peso y de Colón, en
uno de cuyos lados toma asiento el mercado neomudéjar.
No había tiempo para más en Tarifa si queríamos llegar a
nuestro siguiente destino, antes de que lo cerraran, lo que sucedería a las
18:00. Me estoy refiriendo al conjunto arqueológico de Baelo Claudia, situado junto a las arenas finas y doradas de la
playa de Bolonia y del que nos separaban unos veinte kilómetros, por lo que
sobre las 17:15 conseguíamos llegar y poder acceder al recinto.
Estas ruinas muestran una de las huellas mejor conservadas
del paso de la civilización romana por tierras de Cádiz. Es así como se pueden
contemplar los restos de la antigua ciudad de Baelo Claudia, una vieja colonia
ligada a las fábricas de salazón de donde partía a las grandes ciudades del
imperio la codiciada salsa garum, de
propiedades afrodisiacas, y algo así como una salsa marinera aliñada con
entrañas de pescado.
Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia |
El trazado actual y el apellido fueron concesión del
emperador Claudio en el siglo I d. C.
En el centro y ligeramente elevada hacia el norte se
extiende la plaza del foro. Su forma rectangular revela la presencia de tres
templos quizá dedicados a la triada capitolina – Júpiter, Minerva y Juno - ,
teoría que vino reforzada por el hallazgo de una estatua de este último en unos
de los templos.
Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia |
Pero la pieza más monumental de Baelo Claudia es su teatro, levantado
según el modelo romano tradicional. Sólo conserva en pie parte de las gradas
destinadas a los espectadores.
Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia |
Caminando hacia la playa, se extiende un grupo de casas
excavadas en la tierra, donde se localizan las dependencias dedicadas a la salazón
del pescado, una de las principales actividades de sus habitantes.
Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia |
Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia |
Obligados por los encargados de las ruinas a tener que
marcharnos dado que pasaban varios minutos de la hora de cierre, decidiríamos
acabar la jornada con un paseo por la playa
de Bolonia, ya que las ruinas están adosadas a una parte de la misma.
Puesta de sol en la Playa de Bolonia |
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