INDIA - DIA 16. Baori de Abhaneri, Fatehpur Sikri y primer contacto con Agra

5 de Septiembre de 2025.

El nuevo día amaneció cubierto por un cielo gris, con densas nubes que presagiaban lluvia. El sonido de las gotas golpeando suavemente las ventanas marcaba el inicio de la mañana en Jaipur. La ciudad parecía despertar con calma, envuelta en una atmósfera tranquila y húmeda.

Sin mucho tiempo que perder, preparé mi equipaje mientras observaba cómo la lluvia empapaba las calles rosadas. Al salir del hotel, el aire fresco y el aroma a tierra mojada me acompañaron hasta el coche, donde Rajesh ya me esperaba para continuar el viaje hacia el siguiente destino.

BAORI DE ABHANERI

El viaje continuaba, avanzando por la carretera en dirección este, atravesando pequeños pueblos y campos donde la vida cotidiana transcurría ajena a mi paso. A unos 95 kilómetros de la Ciudad Rosa, después de aproximadamente una hora y cuarenta y cinco minutos de trayecto, hicimos una parada en un lugar tan inesperado como fascinante: Chand Baori, en el pequeño pueblo de Abhaneri.

Baori de Abhaneri

Baori de Abhaneri

A simple vista, la explanada donde se ubica este antiguo pozo escalonado parecía discreta, sin anticipar la maravilla arquitectónica que ocultaba. Pero al acercarme al borde, la vista se desplegó ante mí en una geometría hipnótica de escalones descendiendo en perfecta simetría hasta las profundidades. Construido en el siglo IX por el rey Chand de la dinastía Pratihara, este baori no era solo una obra de ingeniería para almacenar agua en tiempos de sequía, sino también un espacio de reunión y devoción.

Baori de Abhaneri

Baori de Abhaneri

Con más de 3.500 escalones distribuidos en trece niveles, su diseño jugaba con la luz y la sombra de una manera casi irreal. Intenté imaginar cómo, siglos atrás, los aldeanos descendían por aquellas escaleras para recoger agua, refugiándose del calor abrasador en su interior fresco.

Baori de Abhaneri

Baori de Abhaneri

Junto al pozo, el Templo de Harshat Mata añadía un componente espiritual a la visita. Dedicado a la diosa de la alegría y la felicidad, aún se percibía en sus ruinas la grandeza de lo que un día fue. Sus delicadas esculturas y relieves en piedra, aunque desgastados por el tiempo, seguían transmitiendo una sensación de devoción y serenidad.

Harshshad Mata Temple

Tras dedicar un buen rato a explorar el lugar y a perderme en la hipnótica visión de sus escalones, retomamos la marcha. La carretera volvía a extenderse ante mí, llevándome más cerca de mi próximo destino.

Chand Baori está abierto diariamente de 7:30 a 17:00, excepto en días festivos en los que permanece cerrado. La entrada es gratuita, aunque en el lugar hay guías locales que ofrecen sus servicios a cambio de una propina, siendo su contratación opcional.

FATEHPUR SIKRI

Tras la visita al Chand Baori en Abhaneri, volví al coche, donde Rajesh me esperaba pacientemente. Retomamos la carretera en dirección a Fatehpur Sikri, la majestuosa ciudad fantasma situada a unos 40 kilómetros al oeste de Agra. El trayecto de aproximadamente una hora transcurrió entre paisajes polvorientos y pequeños poblados, hasta que, finalmente, la silueta de la antigua capital mogol apareció en el horizonte.

Fundada en el siglo XVI por el emperador Akbar, Fatehpur Sikri fue concebida como la nueva capital de su imperio, símbolo de su poder y de su visión de un estado unificado bajo la tolerancia religiosa. Sin embargo, apenas dos décadas después de su construcción, la ciudad fue abandonada debido a la escasez de agua. Aun así, el esplendor de su arquitectura permanece intacto, y recorrer sus calles es como viajar a una época en la que el arte, la fe y la política se entrelazaban bajo la figura del emperador más carismático del periodo mogol.

Fatehpur Sikri

Fatehpur Sikri

Fatehpur Sikri

Ingresé al recinto principal a través de una de sus antiguas puertas y me encontré con una ciudadela monumental perfectamente planificada. Calles, patios, pabellones y templos se sucedían en armonía, mostrando el refinado gusto estético de la corte de Akbar.

Mi primera parada fue el Diwan-i-Khas, el salón de audiencias privadas. Este edificio de planta cuadrada destaca por su impresionante pilar central, una columna ricamente tallada que sostiene una plataforma circular conectada a las esquinas por pasarelas. En este espacio, Akbar debatía con sabios de distintas religiones y culturas, buscando puntos de encuentro entre el islam, el hinduismo, el cristianismo y el jainismo. El diseño del pilar, con sus elaborados relieves y símbolos de las diferentes fes, resume la filosofía de tolerancia del emperador, conocida como Din-i-Ilahi.

Diwan I Khas. Fatehpur Sikri

Diwan I Khas. Fatehpur Sikri

A poca distancia se alza el Panch Mahal, un pabellón de cinco pisos construido con columnas abiertas que disminuyen en número y tamaño a medida que ascienden. Su estructura ligera y simétrica servía como lugar de descanso y contemplación para las damas de la corte, que podían disfrutar de la brisa y las vistas sin ser vistas. Aunque hoy el entorno luce silencioso, resulta fácil imaginar el ambiente cortesano que debió de tener en tiempos de Akbar.

Panch Mahal. Fatehpur Sikri

Panch Mahal. Fatehpur Sikri

Continuando el recorrido, llegué al Birbal’s House, una de las residencias mejor conservadas del conjunto. Construida para Birbal, uno de los ministros más cercanos y sabios del emperador, destaca por sus intrincadas tallas en arenisca roja y la mezcla de elementos hindúes y persas. Sus balcones y celosías muestran un refinamiento arquitectónico que refleja la posición privilegiada de su propietario dentro de la corte.

Birbal´s House. Fatehpur Sikri

Junto a esta, se encuentra el Lower Haramsara, un conjunto de estancias cuyo uso original no está del todo claro. Algunos historiadores creen que formaba parte del harén imperial, mientras que otros apuntan a que pudo servir como caballeriza o área de servicio. Sus amplias galerías y estructuras aún visibles ofrecen una idea de la complejidad funcional de la ciudad.

Lower Haramsara. Fatehpur Sikri

Más adelante se extiende el Palacio de Jodh Bai, considerado la residencia principal de la reina hindú favorita de Akbar. Su arquitectura combina elementos rajput y mogoles con una armonía excepcional: columnas esculpidas, ventanas enrejadas, azulejos azules de influencia persa y amplios patios que servían para la vida cotidiana. Este edificio simboliza la política de integración cultural de Akbar, quien no solo unió reinos, sino también tradiciones y estilos bajo un mismo techo.

Hodhbai´s Palace. Fatehpur Sikri

Fatehpur Sikri

Fatehpur Sikri

Tras recorrer los principales espacios de la ciudad palaciega, me dirigí hacia la zona religiosa, dominada por la imponente Buland Darwaza. Esta monumental puerta de 54 metros de altura, construida para conmemorar la victoria de Akbar sobre Gujarat, me recibió con su impresionante escalera. Ascendí sus escalones sintiéndome diminuto ante su magnificencia, aunque apenas tuve tiempo de detenerme cuando varios vendedores se acercaron insistentemente, ofreciendo desde recuerdos hasta visitas guiadas no oficiales.

Puerta Buland Darwaza. Mezquita Jama Masjid

Puerta Buland Darwaza. Mezquita Jama Masjid

Al atravesar la puerta accedí al patio de la Jama Masjid, una de las mezquitas más grandes de la India. A pesar de la serenidad que transmitían sus arcos y su diseño simétrico, el constante ir y venir de gente rompía la calma del lugar. Desde aquí, caminé hacia la tumba de Salim Chishti, el impresionante mausoleo de mármol blanco que alberga los restos del santo sufí cuya bendición, según la leyenda, permitió a Akbar tener un heredero. Su delicado trabajo en celosías y la atmósfera espiritual del recinto eran sobrecogedores, aunque la aglomeración de devotos y turistas hacía difícil disfrutar el momento con tranquilidad.

Mezquita Jama Masjid

Mezquita Jama Masjid

Mezquita Jama Masjid

A pesar de la grandeza de cada uno de estos lugares, la insistencia de vendedores y guías no oficiales resultaba especialmente agobiante en algunos puntos. Aunque entendía que el turismo es su fuente de ingresos, la insistencia con la que se acercaban restaría tranquilidad a la visita.

Mezquita Jama Masjid

Mezquita Jama Masjid

A pesar de las pequeñas incomodidades, recorrer Fatehpur Sikri fue como caminar por las huellas de un imperio. Su grandeza sigue intacta, incluso en el silencio de sus muros abandonados. De vuelta al coche, me despedí de la ciudad con una última mirada antes de continuar el viaje hacia Agra.

Fatehpur Sikri abre todos los días desde el amanecer hasta el atardecer, aproximadamente de 6:00 a 18:00. Su precio es de 600 INR.

FUERTE ROJO (AGRA)

Tras la visita de Fatehpur Sikri, volví al coche, donde Rajesh me esperaba pacientemente. Retomamos la ruta hacia Agra, antigua capital del imperio mogol y una de las ciudades más visitadas de la India. A medida que nos acercábamos, el tráfico comenzó a volverse más denso y caótico, incluso para los estándares del país. Ruidosos tuk-tuks, motocicletas, autobuses y vacas que se cruzaban sin aviso formaban un escenario de confusión constante. Sin embargo, aquel desorden habitual se veía agravado por una situación excepcional: el río Yamuna se había desbordado tras las últimas lluvias monzónicas, obligando al cierre de todos los accesos cercanos a sus riberas.

Las calles centrales de Agra eran prácticamente la única vía abierta, lo que convertía cada desplazamiento en una prueba de paciencia. El tráfico avanzaba a trompicones, entre bocinas, desvíos improvisados y calles anegadas. Aquella crecida no solo había afectado a la movilidad, sino también a algunos de los lugares que más ilusión me hacía visitar. El Itimad-ud-Daulah, conocido como el “Pequeño Taj” por su semejanza con el mausoleo más famoso de la ciudad, permanecía cerrado. Este elegante monumento de mármol blanco, considerado precursor del Taj Mahal, alberga las tumbas de los padres de Nur Jahan, la influyente esposa del emperador Jahangir. Su diseño refinado y los delicados trabajos de incrustaciones fueron un anticipo del esplendor que alcanzaría después la arquitectura mogol.

También el Chini Ka Rauza, con su fachada cubierta de azulejos persas de vivos colores, había quedado inaccesible. Este mausoleo, dedicado al poeta y ministro persa Allama Afzal Khan, es uno de los pocos ejemplos de ese estilo decorativo en la India, pero el nivel del agua había invadido por completo los caminos de acceso. Lo mismo ocurría con los Ram Bagh y Mehtab Bagh, los jardines que bordean el Yamuna y que ofrecen algunas de las mejores vistas del Taj Mahal desde la orilla opuesta. La fuerza de la naturaleza se imponía, y no quedaba más opción que adaptar el itinerario.

Ante aquella situación, opté por dedicar la tarde al Fuerte Rojo de Agra, una alternativa que, pese a la decepción inicial, prometía una inmersión profunda en la historia del imperio mogol.

Poco a poco, entre el ir y venir del tráfico, comenzaron a asomar las murallas rojizas de la fortaleza, adelantando la majestuosidad de lo que estaba por venir.

Construido principalmente por el emperador Akbar en el siglo XVI, este gigantesco complejo amurallado no solo sirvió como bastión defensivo, sino también como residencia de la dinastía mogol. Desde allí, grandes emperadores como Jahangir y Shah Jahan gobernaron su imperio, dejando su huella en cada rincón del recinto.

Atravesé la majestuosa Puerta de Amar Singh, el principal acceso para los visitantes, y me encontré rodeado de imponentes murallas que se extendían por casi tres kilómetros. Caminando por su interior, descubrí un complejo de palacios, mezquitas y patios que narraban la evolución del imperio mogol.

Puerta Amar Singh. Fuerte Rojo

Puerta Amar Singh.Fuerte Rojo

Puerta Amar Singh. Fuerte Rojo

El primer edificio en destacar fue el Jahangir Mahal, construido por Akbar hacia 1580 para su hijo y sucesor Jahangir. Este palacio combina con armonía la solidez rajput con la elegancia persa, empleando arenisca roja tallada con elaborados balcones en voladizo, chhatris octogonales y ménsulas ornamentadas. Las amplias galerías y patios interiores reflejan un equilibrio entre funcionalidad militar y refinamiento cortesano. En sus muros aún se aprecian inscripciones y relieves que testimonian la fusión artística característica de la época de Akbar.

Jahangir Mahal. Fuerte Rojo

Jahangir Mahal. Fuerte Rojo

El recorrido continuó hacia el Diwan-i-Aam, la gran sala de audiencias públicas. En este espacio abierto, el emperador impartía justicia y escuchaba peticiones de sus súbditos. Su estructura de columnas múltiples y arcos enmarcados en mármol blanco ofrecía una sensación de solemnidad, y en el extremo opuesto aún se conserva el trono imperial sobre una plataforma elevada, símbolo visible de la autoridad mogol. Resultaba fácil imaginar el bullicio de cortesanos y visitantes, los sonidos de los tambores anunciando la presencia del emperador y el murmullo expectante de quienes aguardaban su fallo.

Diwan I Aam. Fuerte Rojo

Diwan I Aam. Fuerte Rojo

Más adelante, el Diwan-i-Khas, de proporciones más reducidas, estaba reservado a las reuniones privadas con dignatarios y embajadores. Aquí, el mármol sustituye a la arenisca, y los detalles ornamentales se vuelven más sutiles. En el centro se encontraba el célebre Trono del Pavo Real, hoy desaparecido, desde donde Shah Jahan dirigía las conversaciones políticas más delicadas. El ambiente de este pabellón, silencioso y elegante, transmitía la imagen de un poder más íntimo, alejado de la multitud.

Diwan I Khas. Fuerte Rojo

Pero fue al llegar al Khas Mahal y los balcones del Musamman Burj cuando el recorrido adquirió un matiz más personal. Desde aquí, encarcelado por su propio hijo Aurangzeb, pasó sus últimos días Shah Jahan, el creador del Taj Mahal. Se dice que, desde este punto, miraba a diario la silueta de su obra maestra, el mausoleo donde yacía su amada Mumtaz Mahal. Me detuve un instante, observando el mismo horizonte que él contempló en su ocaso.

Khas Mahal. Fuerte Rojo

Khas Mahal. Fuerte Rojo

Khas Mahal. Fuerte Rojo

Khas Mahal. Fuerte Rojo

Y entonces, entre la bruma ligera del atardecer, vi por primera vez el Taj Mahal asomando sobre la línea del río. Su cúpula parecía flotar, distante pero inconfundible, como si la luz que caía sobre ella estuviera hecha a medida.

Torre Musamman Burj. Fuerte Rojo

Río Yamuna y Taj Mahal desde Fuerte Rojo

A medida que avanzaba por los distintos patios y palacios del Fuerte Rojo, la visita se convirtió en un recorrido pausado y agradable. En su interior reinaba una calma que contrastaba con el bullicio de la ciudad; solo el eco de los pasos y el canto lejano de alguna bandada de aves rompían el silencio de los muros rojizos. La combinación de arquitectura mogol y detalles decorativos en mármol ofrecía una imagen de equilibrio entre poder y refinamiento. Me detuve varias veces, observando cómo la luz cambiaba el tono de las paredes y acentuaba los relieves de los arcos.

Fuerte Rojo

Khas Mahal. Fuerte Rojo

A las 18:30, los encargados de seguridad comenzaron a invitar a los pocos turistas que aún permanecíamos en el recinto a encaminarnos hacia la salida, acotando poco a poco las salas abiertas. Fue una bonita sensación abandonar casi al anochecer el Fuerte Rojo, entre la quietud del lugar y las últimas luces del día. No se podía pedir más.

El horario del fuerte es de 09:00 a 18:30 y el precio de la entrada para extranjeros es de 600 INR.

ATULYAA TAJ HOTEL

Después de una jornada tan intensa, era momento de dirigirme a mi alojamiento: el Atulyaa Taj Hotel, el cual sería mi base en la ciudad, un establecimiento que, sin ser lujoso, ofrecía todo lo necesario para una estancia cómoda y bien ubicada.

Ubicado a menos de un kilómetro del Taj Mahal, su mayor atractivo residía precisamente en su proximidad al gran mausoleo, lo que permitiría visitarlo al amanecer sin necesidad de largos desplazamientos. Desde la azotea del hotel, además, se podía disfrutar de una vista privilegiada del monumento, una ventaja nada despreciable en una ciudad donde el Taj es el epicentro de todo.

Atulyaa Taj Hotel

Al llegar, me recibió un edificio de líneas sencillas pero modernas, con una recepción funcional y un personal amable que gestionó rápidamente el check-in. La habitación, sin grandes pretensiones, ofrecía un espacio limpio y acogedor, con una cama amplia, aire acondicionado, baño privado y todo lo necesario para descansar después de un día agotador.

Atulyaa Taj Hotel

Además, contaba con un restaurante que, sin grandes alardes, servía tanto comida india como opciones internacionales, algo que siempre se agradece cuando se pasa mucho tiempo en el país y el estómago pide variedad.

RESTAURANTE DAAWAT E NAWAB

La jornada en Agra llegaba a su fin, y qué mejor manera de cerrarla que con una cena en Daawat-e-Nawab, un restaurante que prometía estar a la altura del ambiente regio que había envuelto todo el día. Al cruzar sus puertas, me encontré con una atmósfera refinada, donde la iluminación tenue y la cuidada decoración evocaban el esplendor de la época mogol. Elegí platos tradicionales, dejándome llevar por los sabores intensos y especiados. Era una cena digna de la ciudad que me acogía, una última pausa antes del gran momento que me aguardaba.

De vuelta en el hotel, intenté relajarme, pero la emoción era innegable. En apenas unas horas, estaría ante el Taj Mahal. Un lugar que tantas veces había imaginado, que había visto en fotografías y documentales, pero que ahora iba a descubrir con mis propios ojos. ¿Sería tan sobrecogedor como decían? ¿Sentiría ese impacto al verlo surgir en la bruma del amanecer?

Poco a poco,  la expectación se fue mezclando con el agotamiento, y antes de darme cuenta, caí rendido al sueño, con la certeza de que la mañana me traería una de las imágenes más inolvidables de mi vida.


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