Hasta hace poco, toda mi experiencia en la inmensa isla de
Gran Bretaña se limitaba a dos visitas, ambas exclusivamente a Londres. Pero en
apenas dos años, esa relación con el país empezó a cambiar. El año pasado volví
por tercera vez y, además de Londres, tuve la oportunidad de conocer lugares
tan emblemáticos como Wimbledon, Stonehenge o Hampton Court. Y hace apenas tres
meses, por fin me animé a cruzar la frontera escocesa para descubrir la hermosa
Edimburgo, capital de Escocia. Ahora regresaba una vez más, con la ilusión de
conocer tres nuevas ciudades.
Y es que, aprovechando el festivo de la Paloma en Madrid,
decidí volver a escaparme al Reino Unido. Un país que, pese a mis visitas
previas, seguía siendo en gran parte desconocido para mí más allá de Londres y
Edimburgo.
Mi interés residía en Bath, una antigua ciudad termal
romana y Patrimonio de la Humanidad, sin duda la mejor conservada de todo el
territorio. Sus famosos baños romanos, junto con el impresionante complejo
termal y la elegante arquitectura georgiana del Royal Crescent, hacen de Bath
un lugar único que conserva viva la huella de Roma en tierras británicas.
Además, la majestuosa Abadía de Bath añade un valor histórico y artístico
incalculable a la ciudad.
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Great Pump Room. Bath |
Oxford, por su parte, es una de las ciudades universitarias más importantes del país y del mundo. Reconocida por haber formado a algunas de las personalidades más destacadas en diferentes campos, Oxford cuenta con lugares emblemáticos como el Radcliffe Camera, la histórica Biblioteca Bodleiana y el Christ Church College, que han sido escenario de grandes avances intelectuales y culturales a lo largo de los siglos.
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New College. Oxford |
Por último, Bristol fue la tercera ciudad que visitaría; quizá la menos impactante en comparación con las otras dos, pero con rincones igualmente interesantes. Su famoso puente colgante de Clifton, la revolucionaria nave SS Great Britain y su vibrante escena cultural la convierten en un punto clave para entender la evolución urbana y marítima del Reino Unido. Además, al ser mi punto de entrada y salida del país, me pareció una buena idea dedicarle un día para descubrirla a fondo.
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Millennium Square. Bristol |
Lo que me permitió llevar a cabo esta escapada fue el increíble precio del billete: saliendo el jueves anterior al festivo y regresando el domingo por la tarde, pagué tan solo 84 euros. Además, al optar por una habitación compartida en un hostel, conseguí mantener la escapada muy económica, especialmente teniendo en cuenta que era pleno agosto.
Dicho y hecho, el jueves despegaba de Madrid a las 22:15
para, tan sólo poco más de dos horas después, aterrizar en Bristol a las 23:30,
hora británica. Tras salir de la terminal, me dirigí directamente a coger el
autobús que conecta el aeropuerto con el centro de la ciudad: el AirportFlyer Express. Este
servicio funciona las 24 horas y pasa con bastante frecuencia, especialmente
durante el día, aunque por la noche las esperas pueden alargarse un poco más.
El trayecto hasta el centro dura unos 30 minutos y comprándolo con antelación
en su web el billete de ida y vuelta cuesta 15 libras.
YHA BRISTOL HOSTEL
El autobús me dejaría en pleno centro, yendo caminando hasta
el alojamiento, lo que no me llevaría más de cinco minutos. Había elegido el YHA Bristol, un hostel donde me
alojaría durante las tres noches. Como decía, el trayecto fue breve, lo cual
agradecí al ser ya bastante tarde. Todo estaba tranquilo y el silencio era la
nota dominante de las calles en penumbra, lo cual se agradece al llegar a una
ciudad nueva de noche. El hostel se encuentra junto al puerto, en una ubicación
excelente para moverse a pie por los puntos principales de la ciudad.
El YHA Bristol
resultó ser una opción muy cómoda y funcional: un edificio amplio, con zonas
comunes agradables, cocina compartida y habitaciones sencillas pero limpias. Me
tocó una habitación compartida para cuatro personas, bastante espaciosa y con
camas tipo litera. El baño no estaba dentro de la habitación, pero sí muy cerca
en el pasillo, y estaba en buenas condiciones: limpio, amplio y con buena
presión de agua, algo que siempre se agradece en este tipo de alojamientos. El
coste total por las tres noches fue de 116 libras,
lo que, para ser pleno agosto en Reino Unido, me pareció bastante razonable.
Al llegar al YHA
Bristol, me recibiría una joven muy agradable en recepción que
me explicó todo con paciencia y amabilidad: horarios, normas básicas del hostel
y cómo funcionaban las zonas comunes. La toalla se paga aparte al no estar
incluida. Tras subir a la habitación y organizar lo justo, sobre la una de la
madrugada ya estaba dispuesto a dormir. Al día siguiente comenzaría la visita a
la primera de las tres ciudades del viaje.
BATH
Bath, rodeada por las verdes colinas del valle de Avon, está
considerada unánimemente como una de las ciudades más elegantes de Gran
Bretaña, desprendiendo un aura especial de romanticismo, que se acrecienta por
la imagen de las agujas góticas de sus iglesias y las torres de sus edificios
más emblemáticos, visibles en la lejanía.
Llegué sobre las 07:45, en una mañana de tiempo excepcional,
con el cielo despejado y una temperatura agradable que rondaba los 18 grados,
previéndose alcanzar a lo largo del día los treinta. Al bajar en la estación,
empezaría a caminar sin prisa, disfrutando de las primeras vistas: las casas
georgianas, impecables y elegantes, que iban apareciendo poco a poco mientras
me acercaba a la primera parada interesante del día.
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Temple Meads Railway Station. Bristol |
ABBEY GREEN SQUARE
Esta no era otra que Abbey Green Square, un espacio
pequeño pero clave, situado justo frente a la Abadía de Bath. Desde la Edad
Media, esta plaza ha sido un punto central para la vida social de la ciudad,
escenario de mercados y de la vida cotidiana de quienes habitaban en torno a la
abadía benedictina que gobernó la zona durante siglos. Lo que más llama la
atención hoy es el enorme platanero que preside la plaza, proyectando su sombra
sobre los bancos y las fachadas que la rodean, donde se mezclan locales
tradicionales y pequeños comercios que aportan un aire pintoresco. En 2024 este
árbol fue distinguido con la primera placa del programa “Bath Urban Treescape”,
que reconoce a los ejemplares más valiosos de la ciudad.
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Abbey Green Square |
Abbey Green y sus alrededores forman parte de las rutas turísticas inspiradas en la escritora Jane Austen, quien vivió en Bath entre 1801 y 1806. Sus novelas reflejan el ambiente social de la ciudad en esa época, y la plaza aparece en varias adaptaciones de sus obras, lo que la convierte en un punto de interés tanto histórico como literario.
A esas horas ya había bastante vida en la ciudad, y es que
no hay que olvidar que era un día laborable. Aproveché para comprar algo de
desayuno en un supermercado que me pillaba de paso, antes de continuar el
recorrido.
BAÑOS ROMANOS
Y tras la breve parada anterior para abrir boca, no iba a
andarme más por las ramas antes de dirigirme a visitar el monumento más
importante e icónico de toda la ciudad. Me refiero, cómo no podía ser de otra
manera, a las Termas Romanas de Bath.
Según la leyenda, el padre del rey Lear, Bladud, descubrió
por casualidad las propiedades curativas de las fuentes termales. Enviado a
criar cerdos en soledad porque había contraído lepra, observó que a estos animales
les gustaba chapotear en el agua y, al probarlo, se curó.
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Baños Romanos |
En el manantial sagrado de Bath el agua caliente mineral forma burbujas desde el suelo a una temperatura que alcanza más de 40 grados y la fuente principal produce más de 1,3 millones de litros diarios. Los habitantes celtas anteriores a los romanos conocían la existencia de las aguas y adoraban a la diosa celta Sulis. Los romanos llamaron al lugar Aquae Sulis (es decir, agua de Sulis) y fundaron un balneario que se hizo famoso en todo el imperio.
El balneario tiene un templo de estilo clásico dedicado a la
diosa de la sabiduría Minerva, con quien los romanos identificaban a Sulis. El
complejo de baños resultaba extravagante por el agua caliente. Se amplió
gradualmente para acoger a los numerosos peregrinos que acudían desde tierras
lejanas y dio servicio hasta el siglo IV o, quizá, incluso hasta el siglo V.
Al llegar, lo primero que haría sería pasar por la zona del
museo, donde se exhiben una gran cantidad de objetos romanos recuperados en las
excavaciones, como monedas, herramientas, y piezas dedicadas a la diosa Sulis
Minerva, incluyendo una impresionante cabeza de bronce dorado. El museo funciona
como una introducción que te sumerge en la historia del lugar, mostrando
también maquetas y recreaciones que ayudan a imaginar cómo era el balneario en
su época de esplendor.
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Busto. Museo Baños Romanos |
Una de las cosas que más me llamó la atención fue la colección de más de 12.000 monedas romanas encontradas en el manantial sagrado, arrojadas allí como ofrendas para pedir favores o agradecer milagros. Este detalle revela lo importante que era este lugar para los antiguos, no solo como un sitio de relajación, sino como un espacio sagrado cargado de creencias y rituales.
Además, en el museo se puede observar una reconstrucción de
las estructuras originales y algunas herramientas de la época, lo que da una
idea clara de la avanzada ingeniería romana para manejar el agua termal, con
sistemas de tuberías y calefacción subterránea que aún hoy impresionan.
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Baños Romanos |
El bañista atravesaba el tepidarium o baño templado, y posteriormente una serie de baños cada vez más calientes, como el caldarium, donde el vapor lo envolvía por completo gracias al sistema de calefacción subterráneo conocido como hypocaustum, hasta que se sumergía en agua fría en el frigidarium. Este contraste térmico no solo se usaba para la higiene, sino también con fines terapéuticos y de relajación.
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Baños Romanos |
Tras este recorrido, lo más espectacular sería llegar al Great Bath, el corazón del complejo. Con cuatro peldaños en cada uno de los lados, el Great Bath, ubicado en una impresionante sala abierta al cielo —aunque hoy está cubierta por una estructura moderna que permite preservarla—, era además un lugar de reunión y tertulia. La gente paseaba por el suelo enlosado alrededor de la piscina, y en las paredes había hornacinas para sentarse a observar a los bañistas sin ser salpicado. Este espacio estaba decorado con columnas y estatuas, y tenía una atmósfera solemne pero también social, donde se discutía política, negocios o simplemente se charlaba entre amigos.
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Baños Romanos |
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Baños Romanos |
Los baños se abandonaron cuando los romanos dejaron la zona, pero el complejo volvería a excavarse en los años setenta del siglo XIX, después de siglos de permanecer enterrado bajo construcciones medievales y georgianas. La restauración fue cuidadosa, permitiendo recuperar no solo las estructuras visibles, sino también muchos objetos del día a día de los bañistas romanos.
La visita me resultó apasionante, de las que más he
disfrutado dentro de este tipo de construcciones, ya que permite profundizar de
manera excepcional en cómo los romanos pasaban su tiempo libre en estos
establecimientos. Todo está pensado para que el visitante recorra el espacio
casi como si fuera un ciudadano romano: caminando junto a las piscinas,
asomándose al vapor de las antiguas salas, y escuchando la audioguía que narra
las escenas cotidianas de la época con todo lujo de detalles.
La entrada a las Termas Romanas cuesta 28 libras si se
adquiere online con antelación —algo más cara en taquilla—, e incluye una
audioguía muy completa en español, que permite recorrer el complejo con calma y
entender cada rincón. El horario de apertura es bastante amplio, desde las 9:00
de la mañana hasta las 18:00 (última entrada a las 17:00), aunque en verano
puede alargarse. La visita, en total, puede llevar perfectamente entre una hora
y media y dos horas si se quiere disfrutar con detenimiento de todo lo que
ofrece el lugar. Para más comodidad, la entrada puede reservarse directamente a
través de su página oficial: https://www.romanbaths.co.uk.
Para quien lo desee, justo al salir del recorrido se puede
hacer una parada en el PumpRoom Restaurant,
un elegante salón de té situado en el mismo complejo, donde en su día se reunía
la alta sociedad georgiana. Es posible tomar algo ligero, probar la famosa agua
termal (aunque su sabor mineral no sea del gusto de todos) o simplemente
sentarse un rato y dejar que el ambiente haga el resto. Ideal para cerrar la
experiencia con un toque algo más reposado, sin alejarse todavía de esta joya
arqueológica.
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Great Pump Room |
ABADÍA DE BATH
Después de salir de las Termas, apenas unos pasos más allá y
aún con la atmósfera romana en la cabeza, me encontré de frente con otro de los
grandes emblemas de la ciudad: la majestuosa Abadía de Bath. La transición
entre épocas es casi inmediata. Donde antes quedaban los restos del mundo
romano, ahora se alza un imponente templo gótico que parece alcanzar el cielo
con sus torres y vidrieras.
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Abadía de Bath |
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Abadía de Bath |
Nada más entrar, lo que más impresiona es la verticalidad de sus bóvedas, diseñadas con una delicadeza increíble. El llamado "abanico de nervaduras" en el techo parece una obra de encaje esculpida en piedra, y hace que uno camine inevitablemente con la cabeza alzada, con cierto asombro. A pesar de ser un edificio grande, el interior transmite paz y claridad, gracias a la luz que se filtra por las vidrieras, algunas de ellas verdaderas joyas del arte religioso.
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Abadía de Bath |
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Abadía de Bath |
El edificio actual data en su mayor parte del siglo XVI, aunque se levanta sobre los restos de un monasterio anglosajón anterior, e incluso de una iglesia normanda. La historia del lugar es compleja y fascinante. Aquí fue coronado el primer rey de toda Inglaterra, Edgar, en el año 973, y ese momento marcó tanto el edificio como su simbolismo. De hecho, se considera que esa ceremonia estableció el modelo de coronación que aún se sigue en Westminster.
En las paredes laterales del interior, hay también numerosos
monumentos funerarios esculpidos, que narran historias de personajes de otras
épocas, algunos con epitafios conmovedores.
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Sepulcro. Abadía de Bath |
Además, existe la posibilidad de realizar el Tower Tour, una visita guiada de unos 45 minutos que permite acceder a la torre, el tejado y otras zonas restringidas del templo. Se sube por una escalera de caracol bastante estrecha, pero el esfuerzo se ve recompensado con una vista espectacular del centro de Bath, pudiéndose ver claramente la alineación entre la Abadía y las Termas, una especie de eje espiritual y monumental que une lo sagrado con lo cotidiano, lo romano con lo medieval. En mi caso, opté por el pase completo, incluyendo abadía y torre, y en este último caso elegí la subida de las 12:00 del mediodía, lo que me permitió disfrutar aún con la luz suave de la mañana.
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Bath desde Torre de su Abadía |
La entrada a la Abadía cuesta 8 libras, y el Tower Tour 16 libras para adultos, sumando un total de 24 libras si se adquiere el pase completo.Las entradas pueden comprarse en taquilla o en la página oficial: www.bathabbey.digitickets.co.uk.
El horario de apertura varía a lo largo de la semana, pero
en general abre de lunes a sábado de 10:00 a 17:00, y los domingos a partir de
las 13:00, una vez finalizados los servicios religiosos. Como en otros espacios
religiosos activos, puede haber cierres puntuales por actos litúrgicos o
eventos especiales.
PARADE GARDENS
Tras salir de la Abadía, y aún bajo el encanto de su
imponente arquitectura, me dirigí hacia los Parade
Gardens, uno de los rincones más agradables y tranquilos del
centro de Bath. Se accede mediante una pequeña entrada junto al río, y aunque
antes era un espacio de pago, lo cierto es que ya no lo es, mereciendo la pena
detenerse allí un rato, sobre todo si acompaña el buen tiempo.
Una vez dentro, me encontré con un cuidado jardín en
terrazas, con zonas sombreadas, césped perfectamente recortado y flores
dispuestas con mimo. Paseando por sus senderos, la vista se abre hacia el río
Avon, y desde aquí se disfruta unade las mejores panorámicas del Pulteney Bridge, uno de los
grandes emblemas de la ciudad, que más adelante merecerá su propio espacio.
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Pulteney Bridge desde Parade Gardens |
En el centro del jardín destaca el quiosco de música, que conserva ese aire nostálgico de las bandas de época. Si se tiene suerte, se puede coincidir con alguna actuación en directo, lo que convierte el paseo en algo aún más especial.
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Quiosco de música. Parade Gardens |
No muy lejos, me toparía con un hermoso monumento floral dedicado a la afamada escritora inglesa Jane Austen, rindiendo así homenaje a los 250 años de su nacimiento. Junto al sonido tranquilo del río, no pude evitar detenerme también frente al antiguo molino, que aún conserva parte de su estructura visible desde la barandilla que bordea el parque.
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Río Avon desde Parade Gardens |
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Homenaje a Jane Austen. Parade Gardens |
Aunque la visita puede ser breve, lo cierto es que ofrece una calma difícil de encontrar en otras zonas más concurridas de la ciudad, y constituye un alto perfecto antes de seguir explorando.
La entrada a los Parade Gardens es ahora gratuita. El
horario habitual de apertura es de 10:00 a 18:00 en temporada alta, normalmente
desde abril hasta finales de septiembre, siempre que el tiempo lo permita.
PULTENEY BRIDGE
Tras descansar un rato en los Parade
Gardens, me animé a continuar el paseo cruzando el Pulteney Bridge, uno de los
lugares más reconocibles de Bath. Aunque ya lo había contemplado desde el
parque, que ofrece una de las mejores vistas del conjunto, quise cambiar de perspectiva,
así que lo atravesé con calma, fijándome en sus detalles y en el ambiente que
lo rodea.
No se trata de un puente cualquiera: el Pulteney Bridge es uno de los
pocos puentes habitados del mundo, una rareza arquitectónica que solo comparte
con lugares tan emblemáticos como el Ponte Vecchio de Florencia y, en cierta medida, con el
icónico Rialto
de Venecia. A ambos
lados del paso, se alinean pequeños comercios —desde tiendas de regalos hasta
una coqueta cafetería— que hacen que casi se olvide que uno está cruzando un
puente. Esta peculiaridad lo convierte no solo en un lugar de paso, sino en un
espacio con vida propia, suspendido sobre el río Avon.
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Interior Pulteney Bridge |
Al llegar al otro margen del río, me tomé un momento para volver la vista atrás. Desde allí, el puente revela toda su elegancia georgiana: sus tres arcos de piedra reflejándose en el agua, las fachadas simétricas, y justo debajo, la cascada en forma de herradura que rompe el cauce del río y completa una imagen de postal. La estampa es perfecta, serena y vibrante a la vez, y no es casualidad que este sea uno de los lugares más fotografiados de la ciudad.
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Pulteney Bridge |
GUILDHALL MARKET
Continuando con la ruta, me dirigí hacia el Guildhall Market, un mercado histórico
situado en el corazón de Bath. En el camino, pasé por la imponente puerta del Victoria Art Gallery, pero decidí no
entrar porque el tiempo apremiaba y prefería visitar otros lugares de mayor
interés para mí. Sin embargo, para quienes dispongan de más tiempo, esta
galería ofrece una magnífica colección de arte británico que abarca desde el
siglo XVII hasta la actualidad, con pinturas, esculturas y exposiciones
temporales que enriquecen la experiencia cultural de la ciudad.
El Guildhall Market, con su estructura victoriana y su
ambiente animado, es un lugar perfecto para empaparse del día a día local. En
sus puestos se puede encontrar de todo: desde productos frescos hasta
artesanías, ropa y souvenirs. Es un espacio que mezcla tradición y modernidad,
reflejando la esencia misma de Bath. Pasear entre sus pasillos es también una
oportunidad para observar la arquitectura del propio edificio, con su techo de
hierro forjado y grandes ventanales que inundan el mercado de luz natural. Su
pequeña placita central es de lo más agradable, no sólo por la decoración sino
por los indicadores que hay señalando a muchas ciudades del mundo indicando la
distancia entre Bath y las mismas.
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Guildhall Market |
Sería en este popular mercado donde aprovecharía para comer, optando, al igual que ya haría en Edimburgo, por un contundente English Breakfast, el cual me costaría terminarlo, pues estaba compuesto por huevos fritos, patatas, judías pintas, salchichas, etc. Vamos, todo súper sano. El precio junto con una coca cola me supondría 13 libras.
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English Breakfast en Guildhall Market |
El Guildhall Market abre de lunes a sábado, generalmente desde las 9:00 de la mañana hasta las 17:30 horas. La entrada es gratuita y no se requiere reserva previa para visitarlo, por lo que puedes pasar en cualquier momento dentro del horario. Sin embargo, algunos puestos pueden cerrar antes, especialmente los sábados.
QUEEN SQUARE
Después de reponer fuerzas en el Guildhall Market, me dirigí
a Queen Square, un espacio verde en pleno corazón de Bath que ofrece un respiro
dentro del bullicio urbano. Esta plaza, creada en el siglo XVIII, está rodeada
por elegantes edificios georgianos que mantienen intacto ese aire señorial que
caracteriza a la ciudad. Al llegar, lo primero que me llamó la atención fue el
equilibrio entre la tranquilidad del parque y la vida que lo rodea; es un lugar
donde locales y turistas se mezclan para descansar, pasear o simplemente
disfrutar del sol.
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Queen Square |
El césped perfectamente cuidado invita a sentarse y observar el ir y venir de la gente, mientras que los árboles y los bancos distribuidos estratégicamente ofrecen sombra y un espacio para la reflexión.
Justo al borde de Queen Square se encuentra el Theatre Royal, un majestuoso
edificio neoclásico que ha sido el centro de la vida teatral de la ciudad desde
el siglo XVIII. Aunque no entré en esta ocasión, su imponente fachada y la
historia que guarda hacen que merezca una visita para los amantes del arte y la
cultura. En él se presentan desde obras clásicas hasta producciones
contemporáneas, convirtiéndose en un punto cultural imprescindible para quien
quiera sumergirse en la vida local.
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New Royal Theatre |
THE JANE AUSTEN CENTRE
Después de disfrutar de la serenidad de Queen Square y dejar
atrás la elegante fachada del Theatre Royal, me dirigí hacia un lugar por el
que sentía curiosidad: el Jane Austen Centre.
Y es que en su momento podría ver las exitosas películas de época victoriana
Sentido y Sensibilidad y Orgullo y Prejuicio, con sus personajes intensos y
diálogos brillantes, por lo que mejor que acercarme a la casa georgiana en la
que se rinde homenaje a una de las figuras literarias más icónicas de
Inglaterra y donde se traza la relación entre la escritora y la ciudad,
profundizando en como influyeron sus años en Bath en sus novelas.
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The Jean Austen Centre |
En mi caso me conformaría con hacerme una foto en la puerta de entrada con una escultura de la escritora y entrar a la pequeña tienda de recuerdos de la misma, por ver un poco el ambiente, pero desistiría de visitar el museo ya que suponía 17 libras y me parecía exagerado para el interés que a mí, personalmente, me suscita la autora.
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The Jean Austen Centre |
Para quienes sí estéis interesados podréis encontrar desde personajes de sus libros vestidos con sus respectivos trajes de época hasta distintas salas que recrean el ambiente de principios del siglo XIX, con exposiciones sobre su vida, su familia, y detalles cotidianos que ayudan a entender mejor el contexto en el que escribió.
Parece que pueden observarse también algunas de sus cartas,
retratos, y hasta una réplica del vestido que podría haber llevado, lo que
permite poner rostro y textura a su figura. Todo está pensado para ofrecer una experiencia
inmersiva a todo aquel que decida visitarlo y sea un auténtico seguidor de Jane
Austen.
El centro abre todos los días de 9:45 a 17:30, aunque
durante los meses de verano el horario puede alargarse hasta las 18:00, con
última entrada una hora antes del cierre. La entrada general cuesta 17 libras,
con tarifas reducidas para estudiantes y mayores de 60 años.
MILSOM STREET
Al salir del Jane Austen Centre, decidí continuar mi
recorrido descendiendo por Milsom Street,
una de las calles más elegantes y reconocibles de Bath. Flanqueada por
edificios georgianos impecablemente conservados, esta vía ha sido, durante
siglos, el corazón comercial de la ciudad.
Mientras paseaba, no me resultaba difícil imaginar a
personajes de novela —o incluso a la propia Jane Austen— recorriendo este mismo
camino entre escaparates y carruajes. Hoy en día, la calle mantiene ese aire
distinguido, aunque adaptado al presente: tiendas de moda, librerías,
perfumerías, boutiques independientes y alguna que otra cadena internacional
conviven entre fachadas de piedra clara, con un equilibrio sorprendente entre
lo histórico y lo moderno.
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Milsom Street |
Más allá de su atractivo comercial, Milsom Street ofrece también pequeños rincones con encanto, como pasajes cubiertos o patios interiores que invitan a detenerse y curiosear. A mitad de camino, me dejé llevar por el ritmo pausado de la calle, dejando que la propia atmósfera guiara mis pasos, sin más objetivo que disfrutar del entorno.
THE CIRCUS
Después de recorrer Milsom Street y empaparme de su ambiente
señorial, puse rumbo hacia uno de los conjuntos arquitectónicos más fascinantes
de Bath: The Circus. Diseñado por John
Wood el Viejo e inspirado, según dicen, en el mismísimo Coliseo de Roma, este
círculo perfecto de elegantes casas georgianas no deja indiferente. Tres
segmentos curvos, idénticos, que se unen en una rotonda casi mágica, rematada
por hileras de columnas y motivos decorativos en las fachadas que representan
emblemas del pasado, como serpientes, conchas o símbolos masones.
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The Circus |
Aunque la vista desde el centro de la plaza ya resulta impresionante, decidí dar un pequeño rodeo y dirigirme a la parte trasera de las viviendas. Desde allí, mucho más resguardado del bullicio, se accede a un jardín georgiano escondido, una suerte de oasis que conserva el espíritu refinado del siglo XVIII. Para llegar, tomé el sendero conocido como The Gravel Walk, un discreto paseo peatonal que discurre paralelo a los jardines privados y que en su día recorrían las damas y caballeros de la alta sociedad en sus paseos vespertinos.
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Jardín Georgiano. The Circus |
Caminar por este sendero fue como retroceder en el tiempo. A un lado, vegetación cuidadosamente mantenida. Al otro, vistas a los jardines traseros de las casas del Circus, que ofrecen una cara menos conocida —pero igual de encantadora— de esta joya arquitectónica. Aquí el ritmo se vuelve más pausado, casi íntimo, y el aire parece cargado de historia.
Aunque el paseo no lleva demasiado tiempo, quise disfrutarlo
con calma, observando los detalles, escuchando el crujido de la grava bajo los
pies y sintiendo esa mezcla de elegancia y tranquilidad que tan bien define a
esta parte de Bath.
THE ROYAL CRESCENT
Desde TheCircus retomé el paseo hacia The Royal Crescent,
que se encuentra apenas a unos minutos andando y representa una de las estampas
más reconocibles de Bath. Esta majestuosa hilera de casas georgianas forma un
arco perfecto que abraza un gran espacio verde, donde tanto locales como
turistas suelen sentarse a descansar, leer o simplemente contemplar la
arquitectura. La armonía de su fachada curva, con columnas jónicas y piedra
dorada típica de la ciudad, da la impresión de estar ante una obra escénica más
que ante un conjunto residencial.
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The Royal Crescent |
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The Royal Crescent |
Quise descubrir algo más, así que me dirigí al número 1 del conjunto, convertido en una casa-museo. El interior está cuidadosamente ambientado para mostrar cómo era la vida en una vivienda aristocrática del siglo XVIII, con muebles originales, vajillas, salones decorados al detalle y hasta los espacios del servicio. La visita permite hacerse una idea muy completa de cómo se distribuía una casa georgiana por dentro, diferenciando claramente las zonas de lujo de las más funcionales. El museo abre todos los días de 10:00 a 17:30, con la última entrada a las 16:30, y la entrada general cuesta 15 libras, con reducciones para estudiantes y mayores de 65.
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Casa Georgiana. The Royal Crescent |
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Casa Georgiana. The Royal Crescent |
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Casa Georgiana. The Royal Crescent |
Muy cerca de allí me acerqué también a las Bath Assembly Rooms, pero se encontraban cerradas. Para quienes se lo encuentren abierto podrán encontrar varias salas concebidas como centro de reuniones, bailes y tertulias de la alta sociedad que pasaban temporadas en Bath. Todas ellas están decoradas con lámparas de araña, techos ornamentados y una disposición que sigue transmitiendo elegancia.
ROYAL VICTORIA PARK
Tras disfrutar de la elegancia y la historia en The Royal
Crescent, me dirigí a un espacio que ofrece un contraste refrescante: The Royal
Victoria Park. Este enorme parque público es un verdadero pulmón verde en el
centro de Bath y un lugar perfecto para pasear, relajarse o simplemente desconectar
del ajetreo turístico.
Entrando por la entrada principal, me encontré con amplias
zonas de césped donde familias, corredores y visitantes se mezclan en un
ambiente tranquilo y animado a la vez. El parque cuenta con jardines cuidados,
áreas de juegos para niños, y varios caminos para recorrer a pie o en
bicicleta. Uno de los puntos más destacados es el área botánica, con
invernaderos que albergan plantas exóticas y un precioso jardín japonés que
invita a la calma.
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Royal Victoria Park |
Además, desde distintos puntos del parque se obtienen vistas panorámicas de Bath, con la ciudad extendiéndose hacia las colinas circundantes, una perspectiva que invita a detenerse y contemplar el paisaje.
El parque es ideal para hacer un descanso en mitad de la ruta y disfrutar de un picnic o simplemente sentarse en uno de sus bancos a observar la vida local. La entrada es gratuita y está abierto todos los días desde el amanecer hasta el anochecer, lo que permite aprovecharlo a cualquier hora.
THERMAE BATH SPA
Para poner el broche de oro a mi paso por Bath, decidí
dedicar las últimas horas de la jornada a relajarme en el Thermae Bath Spa, un moderno
balneario que, pese a su estética contemporánea, bebe directamente de la
tradición romana del bienestar termal. Nada me parecía más apropiado tras un
día lleno de caminatas, historia y arquitectura que sumergirme en aguas
termales naturales, tal y como lo hicieron siglos atrás los antiguos habitantes
de Aquae Sulis.
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Thermae Bath Spa |
Aunque me hubiera gustado visitar Prior Park y su famoso Palladian Bridge, decidí renunciar a ellos para poder aprovechar al máximo la experiencia del spa, que consideraba el mejor cierre para mi día.
Llegué al spa a las 18:30, la última hora de reserva disponible, y el
edificio ya impresiona con su fusión de cristal, piedra y líneas modernas que
contrastan con el entorno histórico. Una vez dentro, la sensación de calma lo
envuelve todo: los espacios invitan al silencio, al descanso, a la desconexión.
Primero disfruté de la piscina interior Minerva Bath, cuyas aguas cálidas y el
ambiente tranquilo preparan el cuerpo para la experiencia completa. Más tarde,
subí a la piscina de la azotea, quizás el mayor reclamo del complejo, donde,
flotando en las aguas termales y contemplando las torres de la Abadía bañadas por
la luz dorada del atardecer, la sensación de paz alcanzó su punto máximo.
Además del baño exterior y la piscina Minerva, el complejo
ofrece varias salas con tratamientos de vapor aromático y una zona de
relajación con tumbonas térmicas. La experiencia no es solo física, sino
también sensorial: entre el vapor, las luces suaves y el rumor del agua, el
tiempo parece detenerse por completo.
La entrada al Thermae Bath Spa cuesta entre 40 y 48 libras
dependiendo del día y la hora, e incluye dos horas de acceso a las
instalaciones principales. Es altamente recomendable reservar con antelación a
través de su página web, ya que la demanda suele ser muy alta, especialmente
los fines de semana. El balneario está abierto de 9:00 a 21:30, siendo la
última entrada a las 18:30. Las instalaciones cuentan con vestuarios, taquillas
y te facilitan albornoz y toalla si no se lleva propio, estando ya incluido en
la entrada.
Tras esa última pausa de tranquilidad, recuperé mi mochila y
me dirigí hacia la estación para tomar el tren de vuelta a Bristol, no sin
antes mirar una última vez hacia los tejados de Bath. La ciudad me dejaba una
mezcla de sensaciones: admiración por su riqueza histórica, satisfacción por
todo lo vivido durante el día y ganas de volver pronto.
Después de la copiosa comida no tenía mucha hambre, así que optaría por comprar algo ligero en un supermercado cercano y me retiraría al hostel a descansar, pues mañana tenía por delante otro intenso día.
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