6 de Septiembre de 2022.
Tenía que comenzar la jornada tomando una decisión, llegar a Kalamata, mi siguiente destino, a través de autopistas, por tanto una opción llevadera, segura y cómoda que me supondría una hora y cuarto para realizar 104 km o llegar a través del paso Langada, una terrorífica carretera de curvas imposibles donde para recorrer poco más de la mitad de kilómetros que la anterior, es decir 55 km, se necesitaba una hora y veinte minutos.
PASO LANGADA
¿Cuál sería mi decisión? Pues está claro, la
segunda. Ya que no quería perderme las espectaculares vistas que había
escuchado que se obtiene detrás de cada curva y que, como no podía ser de otro
modo, la aventura es la aventura.
Ubicado en las montañas Taÿgetos, Langada Pass es un paso de alta montaña
a una altura de 1524 metros sobre el nivel del mar que afortunadamente se
encuentra asfaltado y que une Esparta con Kalamata. Se la considera una de las
carreteras panorámicas más impresionantes del país con acantilados que
sobresalen casi a cada kilometro.
Casi nada más empezar a conducir, la carretera no te da tregua y de forma inmediata comienzan las fuertes pendientes y los desniveles, aderezados con curvas de 180 grados que hacen que las ruedas chirríen y el coche no pueda pasar de segunda. Esta sería la constante durante casi todo el recorrido, con un desnivel positivo de 1400 metros.
Afortunadamente, cada pocos kilómetros se encuentra algún claro en el arcén donde, con cuidado, se puede parar para disfrutar de las panorámicas del entorno montañoso y el paisaje marino que se divisa a lo lejos.
La carretera continúa serpenteando en acrobáticos
malabarismos y se empina para descubrir el semblante más montaraz del
Peloponeso, hecho de profundos barrancos y desfiladeros.
Desde sus cimas los espartanos arrojaban a los niños enfermizos al vacío. El recorrido tiene algo de inquietante y salvaje.
KALAMATA
Al final, tras casi dos horas de desafiar la
gravedad y de continúas paradas para plasmarlo en fotografías, llegaría a Kalamata a las 09:30, envuelta en cumbres y leyendas, donde
podría aparcar no demasiado lejos del centro y dirigirme a este a desayunar, ya
que apenas había tomado nada al salir de Mystrás.
Ya con las fuerzas repuestas me dispuse a conocer
la capital de la región de Mesenia, famosa en el mundo entero por sus aceitunas
de color púrpura – negro que son recolectadas a mano, así como por sus higos
dulces. Es la segunda ciudad más grande del Peloponeso, después de Patras y una
importante ciudad portuaria.
Está claro que la visita la centraría en la parte
más encantadora de la ciudad: su pequeño casco antiguo que se encuentra al pie
de la colina del castillo, por donde
comenzaría a descubrirlo. Aunque su origen data de tiempos remotos, la
estructura que puede verse hoy es de la época de la ocupación franca, cuando
después de la Cuarta Cruzada y la caída de Constantinopla, los caballeros
francos conquistaron el Peloponeso y Kalamata.
Tras caer en diferentes manos, serían los venecianos y los turcos los que se intercambiaron su posesión, hasta que fue liberado definitivamente en el primer acto de la Guerra de la Independencia griega.
Aunque gran parte del mismo se encuentra cerrado
ya que se realizan representaciones y conciertos en su interior, sin embargo
merece la pena subir hasta el mismo por disfrutar de las vistas de la ciudad
histórica y por ver el propio exterior de la fortaleza.
A continuación destacaría tres edificios religiosos: el monasterio Kalograion (San Constantino y Elena) que data de más de 200 años y se le considera una pequeña joya ya que es conocido en todo el mundo por los tejidos de seda hechos por las monjas en el telar (manteles, cortinas, toallas o pañuelos), los cuales todavía se venden en la tienda del monasterio.
Monasterio Kalograion. Kalamata
Justo al lado de la anterior y debajo del castillo franco, está la iglesia metropolitana de Yapapanti, que aún no siendo muy antigua pues data de 1860, el iconostasio de su interior posee el icono milagroso de la Presentación de María, que es la patrona de la ciudad y de toda la prefectura de Mesenia. Según la tradición el icono fue encontrado en un establo, después de una visión de un mozo de cuadra. Lo más extraño es que el ícono se quemó por detrás pero el frente se mantuvo intacto.
Iglesia de Yapapanti. Kalamata Iglesia de Yapapanti. Kalamata
Finalmente habría que destacar la iglesia de Agioi Apostoloi, sin duda la más hermosa de las mencionadas, la cual tiene una gran relevancia histórica ya que se dice que los agnósticos juraron en ella lealtad a la revolución y fue aquí donde se inició el levantamiento en Kalamata. En su interior se hallan frescos de los siglos XVI y XVII.
Iglesia de Agioi Apostoloi. Kalamata
Aunque Kalamata posee también otros monumentos y museos, el resto de mi estancia en la misma la dedicaría a recorrer sus calles antiguas repletas de cafés y restaurantes, así como a caminar por su paseo marítimo con una gran ambiente y animación.
Centro Histórico. Kalamata Centro Histórico. Kalamata
CASCADAS DE POLYLIMNIO
De esta manera ponía fin a mi paso por Kalamata y
me dirigía a un destino poco conocido pero que estaba convencido que me iba a
encantar por las referencias que tenía del mismo. Me refiero a las cascadas de Polylimnio, localizadas a
33 km y cuarenta minutos de aquella.
El propio nombre hace referencia a lo que
encontraría en este lugar, ya que su traducción significa “muchos lagos”.
Efectivamente, me esperaban quince lagos de agua dulce, con hermosas cascadas
en algunos de ellos que caen en hermosas pozas de aguas azul turquesa. Y lo
mejor de todo que te puedes bañar en ellos.
Las cascadas se encuentran muy cerca de un pueblo llamado Charavgi y se puede acceder hasta un parking desde donde sólo hay que recorrer 500 metros hasta el más grande de los saltos de agua.
Los senderos que te llevan hasta ellas son dos,
uno por el lado derecho y otro por el izquierdo, siendo el de la derecha el más
recomendable y con las mejores pozas. Aunque en mi caso acabaría haciendo los
dos y puedo decir que merece la pena hacer doble esfuerzo para verlo todo, ya
que no decepciona.
Cascadas de Polylimnio Cascadas de Polylimnio
Al ser una garganta existe cierto desnivel y el camino es escarpado por lo que conviene ir con calzado cerrado y una vez en los pequeños lagos descalzarse o cambiarse a las sandalias.
Afortunadamente al ser ya septiembre y ser entre
semana podría disfrutar del lugar con poca gente y refrescarme en el último
lago casi sólo.
Cascadas de Polylimnio Cascadas de Polylimnio
Es importante llevar crema para el sol, gorra, sandalias con suela que no resbale y comida, como hice yo, montándome el perfecto picnic para pasar el resto de la mañana y parte de la sobremesa.
Estaba claro que la comida de hoy sería sencilla
y consistiría en un sándwich y algo de picoteo que ya había comprado
anteriormente en un supermercado.
KORONI
Sobre las 16:00 emprendería el camino de regreso
al parking para dirigirme hacia Koróni,
donde llegaría tras cuarenta kilómetros y cincuenta minutos de recorrido.
Koróni es uno de los llamados “ojos de Venecia”
que, junto con Metoni, controlaba las rutas marinas entre el Adriático y Creta.
Se levanta al pie de un castillo
veneciano, comenzado en 1206, cuyas murallas protegían también de los
ataques piratas de la zona y aún hoy guarecen parte de la ciudad y el enorme
convento de Timíou Prodrómou, que
recaba la atención del recinto, al que se accede por una imponente portada
gótica. Existe un pequeño promontorio detrás del castillo que invita a dar
algún paseo tranquilo mientras se disfruta de un paisaje encantador.
Castillo Veneciano. Koroni Castillo Veneciano. Koroni Costa de Koroni desde su Castillo
La ciudad, por su parte, de calles escalonadas, data del siglo XIX y ha cambiado mucho desde entonces pero un buen número de sus casas encaladas conservan balcones de hierro forjado, postigos de lamas y picos de teja en los ondulados tejados. Dichas viviendas se agrupan contra la colina, separadas por calles estrechas y empedradas y conectadas por escaleras con escalones empinados.
Casa Típica. Koroni Puerta de la Muralla. Koroni
Entre sus iglesias cabria destacar las de Agios Charálambos y de Panagiá Eleistria, así como la bizantina de Agia Sofía.
Iglesia Agia Sofia. Koroni Iglesia Panagia Eleistria. Koroni
Finalmente, la estancia en Koróni la completaría en su tranquilo paseo marítimo, disfrutando de una buena cerveza mientras contemplaba la fortaleza, antes de dirigirme hacia la población que me acogería por las siguientes dos noches.
Para ello debería dirigirme al otro lado de la
península en la que me encontraba, donde está situada Methoni, separada de la anterior por treinta kilómetros que
tardaría en recorrer poco más de media hora.
El alojamiento que había elegido se llamaba Hotel Giota y su situación era
inmejorable en la plaza principal de la localidad, incluso hay una playa a
pocos metros. La habitación era sencilla pero limpia, al igual que el cuarto de
baño que estaba impoluto. Las dos noches me saldrían por 91 euros.
Al estar tan céntrico no podría evitar dar un
pequeño paseo por la localidad para una primera toma de contacto, aunque sería
mañana cuando me centraría con más profundidad en sus monumentos.
Tras ello cenaría en el restaurante Modon situado en la gran plaza abierta al paseo marítimo, decantándome por una ensalada griega y una ración de sardinas frescas, con la respectiva cerveza (15 euros), dando así por finalizado otro fantástico día en el Peloponeso.
No hay comentarios :
Publicar un comentario