14 de Septiembre de 2022.
Me marchaba de esta zona de Grecia con el corazón
encogido por todo lo que me había ofrecido en tan poco tiempo y con cierta
rabia por no haber podido disfrutar durante varios días más de todo ello. Aún
así y antes de dejar atrás esta sobrecogedora región aprovecharía para llegar
hasta dos nuevos miradores.
AGIA PARASKEVI
Nada más levantarme y después de desayunar, me
aproximaría al primero caminando, sin necesidad de tener que utilizar el coche,
pues sólo estaba a 800 metros de la plaza principal de Monodendri. Una pequeña
senda me permitía llegar hasta el monasterio
de Agia Paraskevi, situado al borde del desfiladero de Vikos. Este pequeño
edificio religioso cuenta con una hermosa capilla, un patio y una tienda de
recuerdos con artículos en su mayoría religiosos hechos de manera artesanal.
Desde una de sus terrazas se consigue una vista panorámica brutal del
desfiladero. Además subiendo por unos escalones cercanos se llega al mismo
borde del cañón, experimentando su caída a muy pocos metros, lo que no hace
recomendable esta experiencia a aquellos que tengan vértigo.
Cañón de Vikos desde Agia Paraskevi |
MIRADOR DE OXYA
Para el segundo mirador que comentaba, sí que
tendría que coger ya el coche, pues este se encontraba a seis kilómetros de
Monodendri. Se trataba del mirador de
Oxya, el cual me brindaría otra de las mejores panorámicas de toda la
garganta, donde los dos valles principales se juntan en forma de Y. Al regreso
me hubiera gustado parar también en el llamado bosque de piedra, pero al final descartaría esta posibilidad porque
me hubiera supuesto alterar los planes de la tarde.
Cañón de Vikos desde Mirador de Oxya
Después de un tiempo prudencial ante la maravillosa perspectiva del mirador anterior, ahora sí, me despedía de esta zona de Grecia y ponía rumbo hacia la siguiente región.
MONASTERIOS DE METEORA
Tenía por delante 146 kilómetros que realizaría
en dos hora y cuarenta minutos hasta llegar a Kastraki, localidad junto con
Kalambaka, son puerta de entrada a los famosos y únicos monasterios de Meteora
y que estaba claro no podía ni quería perderme en este viaje a Grecia. En el
viaje sólo haría una pequeña parada para deleitarme con las vistas del lago Pamvótida o llamado también lago
de Ioannina al bañar una parte de esta localidad. Una vez más la zona tenía muy
buena pinta y seguro que ofrece un montón de lugares maravillosos.
Nada más llegar a Kastraki, lo cual haría sobre las 13:00, me iría directo al alojamiento que me acogería durante las próximas tres noches. Este se llamaba Spartacus House y era un acogedor hotel con una ubicación privilegiada y una relación calidad precio como pocas veces me he encontrado. La habitación era de lo más confortable, con una cama muy cómoda y unas vistas alucinantes sobre unos de los monasterios. El baño era grande y todo estaba impoluto. La familia era muy amable y siempre estuvo dispuesta a ayudar y a hacerme sentir como en casa. Cada noche me saldría por cuarenta euros. El desayuno no está incluido y sale por siete euros. Lo probaría un día y la verdad que está muy bien pero es excesivo para una sola persona, ya que perfectamente puede ser para dos.
Dado que era una buena hora decidiría aprovechar para comer y así luego ya entrar en faena con las primeras visitas en la zona. Optaría por un restaurante llamado Meteora, en la plaza principal del pueblo y todo un clásico en la zona, donde pediría Pastitsio, es decir una lasaña de macarrones, y una coca cola. La calidad era buena y me saldría por 12,50.
Y ahora sí, había llegado el momento de empezar a
deleitarme con los únicos, maravillosos, inimitables y espectaculares:
monasterios de Meteora.
En el noroeste de la región de Tesalia, en una
fértil llanura, con el macizo de Pindo de trasfondo y el río Peneo surcando
entre estas montañas, se levantan una serie de pináculos rocosos que parecen
querer alcanzar el cielo y se yerguen como un bosque de roca. En ese mágico
lugar se encuentran ubicados los monasterios de Meteora, declarados Patrimonio
de la Humanidad por la Unesco desde 1988.
En el siglo IX, los monjes empezaron a vivir en
las cuevas formadas en las rocas, pero fue en el siglo XIV cuando se empezaron
a construir los monasterios. En esa época comenzaba a declinar el poder del
imperio bizantino y las tropas turcas atacaban constantemente las comunidades
monásticas. Un grupo de monjes en busca de seguridad y soledad estableció una
pequeña comunidad en las cumbres rocosas, cerca de Kalambaka.
Se desconoce exactamente como llegaron por
primera vez los monjes a lo alto de las agujas de roca donde están construidos
los monasterios pero se cree que utilizaron clavijas de hierro o incluso
cometas que dejaban caer sobre las montañas. Después, hasta que se construyeron
las escaleras de acceso a los diferentes monasterios, sólo había dos
alternativas: usar largas escaleras de cuerda o ser izados en una gran red o cesto
colgados de una cuerda. Estos métodos eran muchas veces una prueba de fe
absoluta, ya que era costumbre entre los monjes no cambiarlas hasta que Dios
quería que se rompieran.
La comunidad llegó a abarcar un total de 24 monasterios de los que hoy en día sólo quedan seis entre los que se reparten unos sesenta monjes. Cada monasterio funcionaba como un complejo independiente y tenía su propia cosecha y sus rebaños de ovejas y cabras. Gracias a esos monasterios, las tradiciones helénicas pudieron mantenerse durante la ocupación del Imperio Otomano y se salvaron de perderse para siempre. En ellos se puede contemplar una amplia colección de obras de arte y objetos, y los monjes todavía se preocupan por la pervivencia de la cultura y las tradiciones ortodoxas antiguas.
Además de la visita a los seis monasterios y a
las propias localidades de Kalambaka y Kastraki, la zona invita a realizar un
buen número de rutas de senderismo y cuenta con espectaculares miradores desde
donde poder contemplar las formaciones rocosas y la puesta de sol, entre otras
muchas actividades, por lo que no está de más organizarse un poco para empezar
a disfrutar de la zona.
Creo que lo primero que hay que tener en cuenta
son algunas consideraciones y el horario de los monasterios, así como el día de
la semana que cierra cada uno de ellos, para así no llevarse decepciones cuando
se vayan a visitar. Por lo que a continuación detallo cuales serían los mismos:
Gran Meteora: De 09:00 a 16:00 en verano y
de 09:00 a 15:00 en invierno. Cierra los martes.
Santísima Trinidad (Agia Triada): De 09:00 a 17:00 en
verano y de 09:00 a 16:00 en invierno. Cierra los jueves.
Varlaam: De 09:00 a 16:00 en verano y
de 09:00 a 15:00 en invierno. Cierra los viernes.
Roussanou: De 09:00 a 17:00 en verano y
de 09:00 a 14:00 en invierno. Cierra los miércoles.
San Esteban (Agios Stefanos): De 09:00 a 13:30 y
de 15:30 a 17:30 en verano y de 09:30 a 13:00 y de 15:00 a 17:00 en invierno.
Cierra los lunes.
San Nikolaos Anapafsas: De 08:00 a 16:00 en
verano y de 09:00 a 16:00 en invierno. Cierra los viernes.
La temporada de verano va del 1 de abril al 31 de
octubre, y la de invierno, del 1 de noviembre al 31 de marzo.
El precio de la entrada en cada uno de ellos es
de tres euros.
Todos ellos tienen un código de vestimenta que es
necesario cumplir para entrar en los mismos. Se requiere pantalón largo para
los hombres y falta larga para las mujeres. Si no se dispone de ello en la
entrada te lo facilitan.
Los monasterios están en funcionamiento, lo que
significa que allí viven monjes, por lo que es necesario respetarles durante la
visita. Por lo que es aconsejable no hablar alto, no hacerles fotografías sin
permiso o realizar otros actos que sean de mal gusto o no acordes con el lugar.
Cada monasterio es único, tiene una historia diferente
y detalles increíbles por descubrir, por lo que creo que es importante disponer
de al menos dos días para tener tiempo suficiente para explorarlos todos y así
aprender más sobre los mismos, admirar frescos centenarios de pinturas
bizantinas, tomar fotografías y visitar sus pequeños museos y tiendas. Además
de tener en cuenta que todos cierran un día entre semana por lo que si sólo se
va una jornada no se podrá entrar en alguno de ellos, salvo que se vaya en
sábado o domingo que todos están abiertos, pero que es cuando más gente habrá.
Tras estas consideraciones y después de la estupenda comida, optaría por coger el coche y desplazarme hasta Kalambaka, donde aparcaría en las afueras, cerca de la carretera que comienza a ascender hacia los monasterios. La razón de no continuar con el vehículo es porque me apetecía ir caminando hasta los primeros edificios religiosos que quería conocer hoy y así ir disfrutando de las espectaculares panorámicas que ofrece el entorno.
AGIA TRIADA
Por tanto, el primero de los monasterios al que
llegaría caminando sería el de la Santísima
Trinidad (Agia Triada). El sendero está bien señalizado y supone 1,3 km con
un desnivel de unos 220 metros. Tardaría unos cuarenta minutos en llegar a la
base del mismo. En el momento que se empieza a ganar altura las vistas
comienzan a ser espectaculares y es un deleite para los sentidos.
Ruta Monasterio Agia Triada o Santísima Trinidad Ruta Monasterio Agia Triada o Santísima Trinidad
Después de llegar a sus pies, todavía me quedaría afrontar el estrecho camino, excavado en la misma roca, con 140 escalones, que me llevarían hasta sus entrañas, donde podría disfrutar de la que dicen es una de las mejores vistas de todos los monasterios, con la llanura de Tesalia y la ciudad de Kalambaka a tus pies.
Monasterio Agia Triada o Santísima Trinidad Monasterio Agia Triada o Santísima Trinidad Vistas desde Monasterio de Agia Triada
Su iglesia o Katholikon, el edificio más importante, está dedicado a la Santísima Trinidad y se estima que se construyó a finales del siglo XV. Su interior posee magníficos frescos, entre los que predomina el Cristo Pantocrátor y los cuatro evangelistas. Es destacable también la capilla de San Juan Bautista, circular y con bóveda excavada en la roca.
Monasterio Agia Triada o Santísima Trinidad Monasterio Agia Triada o Santísima Trinidad
Como curiosidad comentar que el monasterio aparece en la película de James Bond, “Sólo para tus ojos”, de 1981.
AGIOS STEFANOS
Después de deshacer mis pasos y los sufridos
escalones, optaría por seguir caminando hasta otro monasterio cercano. En este
caso el de San Esteban (Agios Stefanos),
al que tardaría en llegar veinte minutos tras caminar un kilómetro. Lo mejor
que esta vez no tendría que subir ningunas escaleras ya que un pequeño puente
me daría acceso al mismo. En este caso las residentes en el monasterio son
monjas.
Monasterio de San Esteban o Agios Stefanos
Aquí destaca la iglesia de Agios Charamlabos, en cuyo interior se pueden ver frescos en la capilla de Agios Stéfanos, así como las reliquias del santo. Desde la parte trasera de la iglesia se puede disfrutar de nuevas panorámicas de la ciudad de Kalambaka, el monte Pindos y el río Pinios.
Monasterio de San Esteban o Agios Stefanos Kalambaka desde Monasterio de San Esteban
Justo eran las 17:30 cuando me invitaron a abandonar el lugar, ya que era la hora de cierre del mismo, así que regresaría hasta Kalambaka en busca del coche y aprovecharía para tomar algo y reponerme de las fuerzas perdidas.
Era el momento de concluir el día de una manera
muy especial. Para ello cogería el coche y me desplazaría hasta las
inmediaciones del monasterio de Roussanou, donde estacionaría en el arcén de la
carretera de su parte superior. Tras ello me aproximaría hasta las enormes
rocas cercanas y, junto con otras personas que ya habían tomado posiciones, me
dispuse a presenciar el espectáculo que estaba por llegar. Se trataba de una
maravillosa puesta de sol, donde una paleta de colores se iba intercambiando
entre sí, desde rojos hasta naranjas, pasando por violetas o amarillos de
diferentes intensidades. Todo ello mezclado con el perfil de algunos de los
monasterios en el horizonte, ofreciendo de esta manera un momento único e
irrepetible imposible de olvidar.
Puesta de Sol en el Mirador de Roussanou Puesta de Sol en el Mirador de Roussanou
Con las últimas luces del día llegaba a Kastraki donde decidiría cenar en el restaurante Boufidis Greek Tavern en el que pediría un espectacular souvlaki de pollo y una salsa Tzatziki con una cerveza Mythos. Todo estaba espectacular y fue uno de los lugares en los que mejor comí. Me costaría 18 euros.
Lo que llevaba visto en la zona me había dejado impresionado y lo mejor era que todavía me quedaban otros dos días completos para seguir disfrutando de todas las maravillas que ofrece esta mágica región de Grecia. Ya estaba deseando que amaneciera para ello.
No hay comentarios :
Publicar un comentario