20 de Noviembre de 2021.
Todavía me
cuesta creer que por fin haya podido realizar este viaje, pues no han sido
pocos los obstáculos con los que me he ido encontrando en el camino, pero, sin duda,
el mayor de todos ellos han sido las continuas dificultades y trabas que me ha
impuesto, una vez tras otra, la compañía Iberia Express. Seguro que a más de
uno le cuesta creerse que haya tenido que realizar más de cuarenta llamadas en
dos años para que finalmente no perdiera mi dinero y mi billete, pero al final
la perseverancia, aunque no siempre, da sus frutos.
Intentando
resumir, el caso es que allá por septiembre de 2019, compraba un económico
billete con destino a Niza debido a la irresistible oferta de 74,30 euros ida y
vuelta. Las fechas en las que volaría sería en la Semana Santa de 2020, algo
que como imaginaréis fue imposible debido a que estábamos inmersos en pleno
confinamiento. La compañía Iberia Express me cancelaría el vuelo y me ofrecería
un bono por dicho importe o el reintegro en mi cuenta del mismo. Yo confiando
en ella y esperando que tras esos difíciles momentos no tuviera ya problema
alguno para volar, aceptaría el bono. Esta sería mi perdición.
Lo que
vendría a continuación serían otras tres cancelaciones más de los vuelos que
iría reservando sucesivamente, sin opción ya de poder cambiar a que me
devolvieran el dinero y con sólo una prórroga de la fecha de caducidad,
venciendo esta a finales de 2021. Tardando, cada vez que sufría una
cancelación, más de un mes en volver a tener el bono correspondiente disponible
y siempre después de más de diez llamadas en cada incidencia. Estaba claro que
lo que se pretendía es que perdiera el bono de una manera o de otra. Pero no,
no lo consiguieron. Y es que me niego a que las arcas de ninguna compañía aérea
se llenen a mi costa sin que me presten el servicio correspondiente. Aunque
hablemos de un céntimo de euro.
Afortunadamente,
sus perversas tretas no le sirvieron conmigo a Iberia Express, y hoy puedo
estar contando aquí el breve pero intenso viaje que realicé a este pequeño
tramo de la Costa Azul, que me ha dejado con muchísimas ganas de seguir
disfrutando de esta zona de Francia, pero por algo se empieza.
El viaje,
por tanto, lo he centrado sólo en dos ciudades. Por un lado, Niza, la quinta
ciudad más grande del país galo y uno de los destinos turísticos con más
tradición de Francia, a la que dedicaría un día y medio, y por otro, Mónaco, el
diminuto estado soberano que ha sabido preservar a lo largo de los siglos una
particular idiosincrasia: su elegancia, su aristocracia y lo selecto. A este
dedicaría otro día completo.
Mi vuelo de
Madrid a Niza aterrizaría diez minutos antes de la hora prevista, las 10:20,
una templada y soleada mañana de sábado del ya bien entrado mes de noviembre.
Según salí de la zona restringida del aeropuerto, me fui directo hacia la
parada del tranvía que se encuentra
enfrente de la puerta A0 de la terminal 1. Allí cogería la línea 2 (T2) que me dejaría en 25 minutos en la parada Jean
Médecin, delante del centro comercial Nicetoile.
Sólo iba
provisto con una mochila, por lo que de forma directa, sin más preámbulos y sin
pasar todavía por el alojamiento, empezaría a disfrutar de la ciudad, donde
tras cada esquina pronto me daría cuenta que se esconde una Niza diferente y
con distintas personalidades. Porque en ella conviven las caras tiendas de moda
en las grandes avenidas, los yates millonarios en el puerto deportivo y los
lujosos hoteles, con los mercados de barrio, las tascas escondidas en las
callejuelas del Vieux Nice y las playas públicas… Sólo hay que rebuscar un poco
para apreciarlo.
El primer
monumento que me encontraría, a pocos metros de donde me había dejado el
tranvía, sería la basílica de Notre Dame,
de estilo neogótico con una clara influencia de su colega parisina, con sus dos
características torres de 65 metros de altura, un impoluto color blanco y
pudiendo presumir de ser el edificio religioso más grande de la ciudad y el
primero en ser construido una vez que Niza se anexionara a Francia en 1860,
tras muchos siglos de pertenecer a reinos italianos.
Basílica de Notre Dame |
El interior también es espectacular con preciosas vidrieras, un increíble rosetón y una nave central donde es inevitable detenerse nada más entrar por su elevación que te hace sentir muy pequeño. A sus lados se abren ocho bonitas capillas laterales que merece la pena admirar.
Basílica de Notre Dame |
Al salir de la basílica comenzaría a caminar por la amplia avenida Jean Médecin, una de las más importantes de Niza, ya que en ella se concentra un buen número de comercios, grandes almacenes y tiendas, además de restaurantes, cafés y terrazas. Por lo que es ideal para ir de compras. Aquí se encuentran, por ejemplo, las Galerías Lafayette o el, ya mencionado, centro comercial Nicetoile.
Avda Jean Médecin |
Nicetoile. Avda Jean Médecin |
Llegado el momento optaría por cambiar de aires y adentrarme por una calle perpendicular a la que me encontraba llamada Rue de la Liberté y que tras atravesar dos animadas plazas conocidas como Magenta y Grimaldi, me acabarían haciendo desembocar en dos nuevas iglesias. Por un lado, la anglicana, cuyo recinto arbolado acentúa aún más su aura de paz. Por otro la iglesia del Sagrado Corazón, de estilo neoclásico y sin gran interés arquitectónico ni histórico. Sin embargo, la plaza en la que esta última se encuentra sí que es agradable de visitar, con un obelisco en uno de sus laterales.
Iglesia Anglicana |
Y con muchas ganas y casi sin poder esperar ya más, haría acto de presencia en el famoso, a la par que bello, paseo de los Ingleses, más conocido por estos lares como Promenade des Anglais. Este enorme paseo marítimo, adornado con macizos de flores y palmeras, debe su nombre a que su construcción se llevó a cabo por iniciativa de la enorme colonia inglesa que, ya a principios del siglo XIX, venía a pasar el invierno en Niza. Pasear por este emblemático lugar sería de lo más agradable, observando un gran ambiente, con todo tipo de personas, desde jóvenes a jubilados.
Promenade des Anglais |
Bahía de los Ángeles desde Promenade des Anglais |
A lo largo del paseo se levantan una serie de edificios bastante interesantes e históricos que tampoco quise perderme como por ejemplo el Hotel Negresco, el más emblemático de todos ellos, representante ideal de la arquitectura de la Belle Époque en la ciudad. Construido en 1906, fue durante mucho tiempo utilizado como residencia para atender a los convalecientes de la Gran Guerra. Aunque posteriormente en él se han alojado las estrellas más rutilantes de la cultura, la política y las artes (desde Hemingway a Picasso, pasando por Dietrich y Caballé entre otros).
Hotel Negresco. Promenade des Anglais |
Aunque no las tenía todas conmigo probaría a acceder a su interior, pues había leído que podías admirar las salas comunes. Sin embargo, esta vez no habría suerte, pues antes de poder sacar la cámara me estaban invitando a volver a salir, eso sí de forma muy amable, todo hay que decirlo, por lo que me quedaría sin poder admirar estancias tan lujosas como el salón Royal, del que cuelga una lámpara de araña de Baccarat de 16.000 piedras.
Otro
inmueble a destacar es Villa Masséna,
justo enfrente del anterior, de estilo italiano del siglo XIX, hoy convertido
en museo en el que se recrea la edad de oro del turismo aristocrático en Niza.
Sería construida por uno de los mariscales más importantes de Napoleón, cuyo
busto ocupa un lugar preferente en el vestíbulo.
Villa Massena. Promenade des Anglais |
Algo más adelante me toparía con el Palais de la Mediterránée, inaugurado en 1927, sería durante mucho tiempo el Casino hasta que en 1978 cerró sus puertas. En 2004 fue reformado, reconstruyéndose todo su interior, pero conservando su original fachada art decó.
Palais de la Mediterranée |
En el paseo también destacan algunas esculturas como la réplica de la estatua de la Libertad o la más famosa “Chaise bleue de Sab” o silla azul, que con sus tres metros de altura se ha convertido en otro de los símbolos de la ciudad, rindiendo homenaje a las propias sillas azules que se distribuyen por todo el paseo y donde es un gusto sentarse durante un rato a admirar el horizonte o la puesta de sol.
Sillas Azules. Promenade des Anglais |
Escultura Chaise Bleue o Silla Azul. Promenade des Anglais |
Y ahora sí que se cruzaba en mi camino el soberbio conjunto arquitectónico de la plaza Masséna, probablemente, la más importante de la ciudad y de la que salen muchas de sus principales avenidas. Toda ella impresiona: las fachadas con soportales, pintadas en rojo y ocre, consiguen que un espacio tan enorme como este llegue a tener algo de acogedor y agradable, a pesar de que el caos automovilístico circundante no ayuda nada; su suelo ajedrezado y los palacios donde se aprecia la impronta piamontesa; la gran fuente “Fontaine du Soleil” que comprende cinco esculturas de la mitología griega con Mercurio, Venus, Tierra, Marte y Saturno rodeando a un magnífico Apolo de siete metros de alto en brillante mármol blanco.
Plaza Massena |
Plaza Massena |
Plaza Massena |
Por si acaso todo lo anterior supiese a poco, habría que añadir también la genial obra del artista catalán Jaume Plensa, realmente fresca y contemporánea, conocida como “Conversación en Niza”, donde se puede ver a siete estatuas en altos pedestales que representan los siete continentes. Efectivamente, por si alguien ya se ha dado cuenta, la obra es muy similar a la que pude ver el año pasado con mis amigos en Andorra la Vella.
Plaza Massena |
Preludio de la plaza, merece también la pena pasear por los agradables jardines de sus alrededores como los de Albert 1º o los de Yitzhak Rabin.
Había
llegado el momento de cambiar de aires y adentrarme en la Vieux Nice, es decir en su centro histórico y por tanto la zona con
mayor encanto de la ciudad, donde me perdería por sus callejones oscuros y
serpenteantes, entre viejos y estrechos edificios y fachadas de colores pastel.
Su distribución apenas ha cambiado desde el siglo XVIII, y hoy está repleto de
tiendas de delicatesen, restaurantes, boutiques y bares.
El primer
edificio interesante con el que me toparía sería con la iglesia Saint François de Paule, donde es curioso observar como la
fachada sobresale un poco y se eleva muy por encima del edificio real. Ello es
consecuencia de que la fachada se haría posteriormente a la propia iglesia. En
su interior destaca especialmente una bonita pintura donde se puede apreciar el
paisaje de Niza y los alrededores. Se encuentra a la izquierda, nada más
entrar, en el cuadro de Hércules.
Iglesia Saint François de Paule |
Acto seguido, sería el turno de admirar la Ópera de Niza, construida a principios del siglo XX, imitando el estilo de la parisina. Su interior está suntuosamente decorado con capiteles compuestos y cajas doradas sobre un fondo blanquecino y tapiz rojo. Es el hogar de la Orquesta Filarmónica, una compañía de ballet y dos coros, unos profesional y otro de niños.
Ópera de Niza |
Desde aquí tomaría la famosa Cours Saléya, una de las calles con más ambiente de todo Niza y en la que todas las mañanas se monta un popular mercado de flores, frutas y verduras. El lugar tiene un encanto especial gracias a las fachadas de vivos colores que lo flanquean, así como a los toldos que protegen los distintos puestos y el propio colorido que brindan el conjunto de plantas que se hallan por todas partes. El horario es de 08:00 a 17:00 de martes a domingo. Por cierto que en el número uno de esta calle, en el ático, estuvo viviendo Matisse algunos años, mientras que en la parte baja de este mismo edificio hay una tienda de antigüedades con objetos muy curiosos.
Mercado de las Flores |
Dos importantes plazas darían continuación a mi visita. Por un lado la Place du Palais, con el palacio de Justicia presidiendo el entorno. Se trata de un edificio de estilo neoclásico construido a finales del siglo XIX para sustituir a las instalaciones más pequeñas que se utilizaban antes de que Niza pasara a formar parte de Francia. El resto de laterales de la plaza también se encuentra flanqueado por otros importantes palacetes como el Rusca y el Spitalieri de Cessole, pertenecientes a algunas de las familias más adineradas y poderosas de la época.
Palacio de Justicia |
Sin embargo, no encontraría ya la fuente que adornó este espacio durante muchos años atrás, pues este mismo junio sería reemplazada por una nueva escultura conocida como “El Olivo”, característico del sur de Francia y un emblema de paz.
En
cualquier caso, la plaza es otro de esos lugares animados durante todo el día,
donde se encuentran los ociosos a disfrutar del sol y de la música que a menudo
regala algún artista callejero.
La segunda
plaza a la que quería referirme, casi adosada a la anterior, sería la Place Gautier, con el palacio de la Prefectura como su
edificio más emblemático, construido en el siglo XVII para alojar a los
príncipes de Saboya, aunque durante la Revolución Francesa haría las veces de
hospital, hasta que en 1860 se convertiría en lo que es ahora, cuando la ciudad
fue incorporada a Francia.
Palacio de los Duques de Saboya o de la Prefectura |
Cerrando el lado derecho de la plaza anterior hallaría la capilla de la Misericordia, una construcción de estilo rococó y en cuya sacristía se conservan algunos lienzos importantes. Lástima que me perdiera el interior ya que había leído que es realmente espectacular, por lo que bien merece la pena enterarse de cuando se va a celebrar misa para poder contemplarlo, ya que sólo abre cuando estas tienen lugar.
Iglesia de la Misericordia |
Aprovechando la cercanía también visitaría la iglesia de la Anunciación, aunque se la conoce popularmente como la iglesia de Santa Rita, la patrona de las causas imposibles. Es una de las iglesias más antiguas de Niza, construida originalmente en el siglo X, aunque la que se puede ver hoy es del siglo XVII.
Su interior
es grandioso, lo que te provoca un gran asombro en comparación con el insulso
exterior. La capilla dedicada a Santa Rita tiene frescos que representa la vida
de la Santa, y es el centro de celebraciones en su honor el 22 de mayo, cuando se bendicen rosas para ayudar en la
recuperación de los enfermos.
En la
manzana siguiente hallaría una interesante construcción civil, me refiero a la casa de Adán y Eva, el único testimonio
que queda de las casas pintadas de antaño. Muy bien conservada, en la fachada
se pueden ver un hombre y una mujer asimilados a Adán y Eva, desnudos en el
Jardín del Edén, amenazándose con palos. Su significado, según la tradición
popular, haría referencia a las incesantes disputas domésticas entre los
habitantes del edificio.
Casa de Adán y Eva |
Tras deleitarme un rato con el sublime fresco y terminar por ello con un ligero dolor de cuello, podría admirar dos de los edificios religiosos más importantes de Niza. En primer lugar, la catedral Sainte – Reparate, consagrada en el año 1699 a la patrona de la ciudad: una joven mártir cuyo cuerpo fue supuestamente traído por los ángeles a través del mar desde Palestina. El edificio está construido y decorado de forma suntuosa, como corresponde a un templo puramente barroco. Destaca la elegancia del pórtico y, en el interior, el altar mayor y la balaustrada de mármol del coro. Está inspirada en San Pedro de El Vaticano.
Catedral de Santa María y Santa Reparata |
Catedral de Santa María y Santa Reparata |
En segundo lugar, llegaría a la iglesia du Gésu, o conocida también como Saint Jacques, en la plaza du Gésu, otro claro ejemplo de estilo barroco, con un hermoso campanario inspirado en la arquitectura genovesa. La decoración interior es abundante, tratando de difundir en los fieles la idea de la gloria de Dios. Su bóveda romana, por ejemplo, ilustra varios episodios de la vida de Santiago el Mayor junto a Cristo. También se pueden ver numerosos angelotes pintados y esculpidos.
Iglesia de Saint Jacques le Majeur (Gesú) |
Iglesia de Saint Jacques le Majeur (Gesú) |
Eran casi las 15:00 y empezaba a tener hambre, con la suerte de que, en esta ocasión, se presentaría ante mí el lugar perfecto para comer sin tener que buscarlo. Y es que me toparía casi por casualidad con un establecimiento llamado Chez Theresa, donde había una fila de unas 4 personas. Aquí podría probar la famosa socca nizarda, preparada en auténtico horno de leña y recién hecha. Su sabor es algo similar a un créppe pero sin estar acompañado por nada más. La ración fue bastante generosa y me quedé lleno. Además de ser muy barato, ya que junto con una coca cola me supuso cinco euros.
Tras las
visitas anteriores optaría por recorrer el pequeño paseo conocido como Les Ponchetes, situado entre la Cour
Saléya y el promenade des Anglais, donde podría observar un grupo de edificios
del siglo XIX con dos salas abovedadas que han sido transformadas en galerías y
que es otra imagen tradicional de Niza.
Y casi sin
darme cuenta, me daría de bruces con las famosas letras de “I love Nice”, situadas al final del paseo marítimo o
para una mejor situación al final de la avenida Quai des Etats – Unis.
Desafortunadamente,
encontraría bastante gente, algo que es lo habitual, por lo que me costaría
esperar un buen rato hasta poder inmortalizar el momento.
Letras I Love Nice |
Decidiría seguir caminando más allá de las anteriores y de esta manera encontrar el monumento Aux Morts, situado justo debajo de la colina del castillo. Este rinde homenaje a los 4000 soldados de la ciudad que perdieron la vida durante la I Guerra Mundial. Se realizó en la década de 1920 y tiene una altura de 32 metros, además de estar realizado con muy buen gusto, ya que el blanco neutro se combina a la perfección con los arbustos verdes situados a sus lados y el color de la propia roca de la colina.
Monumento Aux Morts |
Otra escultura cercana, también me llamaría la atención. Tras investigar un poco sabría que se trataba de “Un Dimanche a Nice” de Stéphane Cipre. Traducido significa “Un Domingo en Niza” y muestra un pequeño Fiat 500 gris, íntegramente tallado en metal, que rinde homenaje a los recuerdos de la infancia del artista, cuando su tía iba a buscarle en dicho coche para ir a la playa. Es por tanto también una clara referencia a esos buenos momentos vividos entonces y que a la mayoría le hace esbozar una sonrisa.
Escultura Un Domingo en Niza |
Era el
momento de subir a la colina del
Castillo y para ello optaría por subir en el ascensor que tenía a tiro de
piedra en el paseo marítimo, ahorrándome así un tiempo de oro, ya que en breve
se haría de noche. Este es, sin duda, el mejor lugar para disfrutar de las
mejores vistas de la bahía de los Ángeles, la ciudad antigua, la nueva, el
puerto, etc. Es un verdadero espectáculo, especialmente al atardecer, como era
el caso, cuando el sol se esconde pronto y da tiempo a verlo antes de que
cierren las puertas del parque.
Niza desde Colina del Castillo |
Niza desde Colina del Castillo |
Del castillo de los Duques de Saboya, ubicado aquí en el pasado, no quedan más que algunos muros y la llamada torre Bellanda, ya que el resto fue destruido hace casi tres siglos por Luis XIV. En la actualidad es un paseo arbolado con una cascada artificial, en cuya parte trasera hay un camino desde donde alcanzar otro espectacular mirador de la zona.
Cascada Colina del Castillo |
Torre Bellanda. Colina del Castillo |
No hay que olvidarse tampoco de llegar hasta la vertiente contraria de la colina, ya que desde ella se puede también disfrutar de una increíble panorámica del puerto y de las montañas circundantes.
Puerto Lympia desde Colina del Castillo |
Abandonaría el lugar por un camino diferente al que me había llevado hasta aquí, que no sería otro que por las calles que conectan, en continuo descenso, con el centro histórico. Esto lo haría con la intención de poder hallar en esta nueva ruta dos antiguos cementerios. Uno en el que se pueden ver espectaculares mausoleos con increíbles y colosales esculturas, que es el propio cementerio del Castillo, muy similar a los que se pueden ver en París, y el otro, el cementerio israelí, con un gran número de tumbas donde puede verse la estrella de David. Este último tendría que conformarme con verlo desde los barrotes de la puerta de acceso, ya que al ser sábado estaba cerrado. Recordar que para los judíos es su día semanal festivo.
Cementerio de la Colina del Castillo |
Cementerio de la Colina del Castillo |
Ya en el meollo del centro histórico, decidiría concluir la jornada acercándome a visitar tres nuevo e interesantes edificios: el palacio Cais de Pierlas, con bonitos relieves en su fachada y donde viviría el artista Henri Matisse durante varios años; la capilla de Saint Suaire o de la Santísima Trinidad, un lugar de calma y meditación, donde es interesante poder observar en su interior una reproducción de la Sábana Santa de Turín, así como otras obras de arte; y el antiguo palacio del Senado, que hoy alberga el centro del Patrimonio bajo sus antiguas bóvedas de ladrillo, un lugar de intercambios y encuentros culturales.
Capilla de Saint Suaire y Palacio del Senado |
No obstante, aunque sería una visita fugaz, la guinda realmente la pondría con un paseo por el puerto, aunque este me decepcionaría bastante tras haberlo admirado desde las alturas, por lo que pienso que se puede prescindir de esta zona si se ha podido contemplar desde la colina.
Puerto Lympia |
Era el momento oportuno, con la noche ya como protagonista, de pasear sin rumbo fijo por muchos de los lugares que se habían ido sucediendo a lo largo del día, viendo así Niza entre luces y sombras. Como siempre digo, las ciudades vistas de día y de noche parecen diferentes y no tienen nada que ver, sorprendiéndote, en no pocas ocasiones, muchos de esos monumentos iluminados que con luz diurna no te habían causado tanta impresión.
Plaza Massena |
Entre paseo y paseo llegaría la hora de la cena, optando por no complicarme y hacerlo en un Mac Donalds. Fue curioso que cuando fui a entrar me pidieron el pasaporte COVID -19. No me había pasado hasta ahora, por lo que lo mostré, escanearon el código QR y al estar correcto me dejaron pasar.
Finalmente,
me dirigiría al que iba a ser mi alojamiento durante las próximas dos noches.
Había elegido el Hostel OZZ Nice, situado
en Rue Paganini, 18, muy cerca de la estación Central de tren o de la basílica
de Notre Dame, por lo que es ideal para ir caminando a cualquier lugar. En
recepción me recibieron muy amablemente, además de que la chica hablaba un
castellano bastante aceptable. Las instalaciones estaban muy limpias y eran
confortables.
Sin
embargo, no me gustarían dos cosas. La primera la estrechez de las
habitaciones, donde era complicado moverse en el momento que había dos personas
de pié. Y la segunda era el calor exagerado que hacía dentro de la propia
habitación, donde encima no podría abrir la ventana porque a mis compañeros de
cuarto les molestaba. Así que no puedo decir que durmiera plácidamente.
Las dos noches en una habitación de cuatro personas me saldría por 46 euros. La toalla con posibilidad de renovarla cada día cuesta 5 euros. Es necesario llevar candado para la taquilla individual. Las sábanas están incluidas.
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