CROACIA - DIA 11. Islas Pakleni: Marincovak y la playa de Mlini: un paraíso en la tierra

31 de Agosto de 2021.

Como comentaba en el anterior capítulo, el complejo del que formaba parte nuestro apartamento, incluía el desayuno, por lo que no tendríamos dudas en bajar a disfrutar del mismo. Este era buffet libre y ofrecía de todo: huevos revueltos, tortitas, tostadas, yogures, fiambre, fruta, zumos, etc. Disponía además de mesas al aire libre donde poder tomar este relajadamente, por lo que no se podía pedir más.

Tras dejar las maletas preparadas y entregar las llaves del que había sido nuestro apartamento, nos dirigiríamos caminando, una vez más, al centro histórico de Hvar y más exactamente al punto del paseo marítimo, cerca del Arsenal, desde el que parten los botes a las idílicas islas Pakleni.

Estas son una cadena de islotes rocosos frente a la costa de Hvar que ofrecen algunas de las calas más impresionantes y pintorescas de toda Croacia.

Su nombre a menudo es traducido como las islas del infierno, pero en realidad se deriva de “paklina”, una denominación arcaica para una especie de resina de pino, utilizada para impermeabilizar los barcos, que una vez se cosechó en este archipiélago.

Dicho archipiélago tiene  unos 10 km de largo y consta de 14 islas o islotes, pero sólo tres de ellas son realmente interesantes de visitar: Sveti Klement, Jerolim y Marinkovac.

De las diferentes opciones que existen para llegar hasta las islas nosotros optaríamos por coger un barco – taxi, la manera más barata y común de llegar al archipiélago. Es importante asegurarse de a qué destino viaja, ya que cada uno de ellos tiene uno específico, por lo que aunque hay carteles indicándolos, conviene preguntar y confirmarlo. Nos costaría 50 HRK por persona, ida y vuelta, siendo la duración del trayecto apenas de diez minutos. El único pero, por decir algo, es que la vuelta está limitada a unos horarios, pero todo es planificarse en base a estos. Es importante no perder el último salvo que tus planes pasen por volver nadando o quedarte a dormir al aire libre mirando las estrellas.

Nuestra elección sería la isla de Marinkovac, la segunda más grande del archipiélago y una isla de contrastes. Alberga dos de las playas más hermosas y familiares: Zdrilica y Mlini, a un breve paseo de donde te deja el bote.

Isla Marincovak. Islas Pakleni

Isla Marincovak.Islas Pakleni

El breve trayecto, donde compartiríamos la embarcación con otra pareja, siendo nueve personas las ocupantes, nos permitiría disfrutar de unas excelentes vistas de la ciudad de Hvar desde el agua, mientras nos alejábamos de ella, siendo una perspectiva difícil de olvidar, con sus dos fortalezas presidiendo todo el entorno que nos rodeaba.

Ciudad de Hvar desde Barco a Islas Pakleni

Ciudad de Hvar desde Barco a Islas Pakleni

Tras dejarnos en la isla elegida, anduvimos cinco escasos minutos y nos plantamos en la playa de Mlini, donde pasaríamos el resto de la jornada hasta la hora de irnos.

Aquello parecía el paraíso, una laguna salada perfecta, el agua azul brillante cristalina, la bahía rodeada de verdes pinos mediterráneos, completado con el dulce sonido veraniego de las cigarras.

Playa de Mlini. Isla Marincovak

Playa de Mlini. Isla Marincovak

No nos conformamos con extender las toallas sobre las piedras, sino que alquilaríamos unas cómodas hamacas de madera que nos facilitaría aún más la sensación placentera de la que estábamos disfrutando.

El agua tenía la temperatura perfecta, pudiendo sumergirnos no pocas veces en las cálidas aguas del Mediterráneo y nadar hasta la isla que teníamos enfrente en muy poco tiempo, pues se encontraba a muy pocos metros.

Playa de Mlini. Isla Marincovak

Playa de Mlini. Isla Marincovak

Para comer tampoco tendríamos que preocuparnos pues allí mismo teníamos un restaurante del mismo nombre que la playa donde podríamos pedir diferentes platos sencillos pero de buena calidad como pollo a la brasa, cevapi o alguna ensalada.

A las 16:30 volvíamos al mismo lugar donde nos había dejado el barco – taxi por la mañana, y sin tener que esperar, pues ya se encontraba allí, volveríamos a embarcar y regresaríamos a la ciudad de Hvar.

Desde el puerto volveríamos a recoger el coche y nos pondríamos en marcha hacia la otra punta de la isla, porque, efectivamente, no volveríamos ya a Split, siendo otros nuestros planes.

La isla de Hvar no es ni mucho menos pequeña y por delante teníamos algo más de 75 km a lo largo de la cresta de la isla, lo que unido a tramos con un buen número de curvas, haría que tardásemos casi una hora y media en realizar todo el recorrido. El camino además de sinuoso destaca por otra característica muy especial: el olor a lavanda y es que está plagado de esta planta que aquí crece de forma silvestre y no cultivada como puede pasar en otras zonas de Europa como La Provenza francesa. A esto hay que unirle también las vistas impresionantes de Brac y las montañas del continente, al norte, y Korcula y la península de Peljesac, al sur.

Cuando llegamos sólo había tres coches delante de nosotros para coger el ferry y es que todavía quedaban tres cuartos de hora para que este saliera, bueno para ser fidedignos este ni había llegado todavía. Optaría, por tanto, mientras mis amigos se quedaban reposando en el coche, en dar una pequeña vuelta por el pequeño casco antiguo de Sucuraj, un pueblo realmente pequeño que no se tarda casi nada en recorrerlo.

Sucuraj.Hvar

Sucuraj se estableció por primera vez alrededor del siglo XV, pero poco queda de ese periodo. Los monjes agustinos llegaron en 1573 y edificaron un monasterio, del cual sólo queda una parte. Los venecianos llegaron en 1631 y construyeron una fortaleza, bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, y la iglesia barroca de San Antonio.

Iglesia de Sucuraj. Hvar

Sucuraj. Hvar

Sucuraj.Hvar

A las 19:45 el ferry zarpaba rumbo hacia la localidad de Drvenik, tardando sólo cuarenta minutos en llegar hasta ella. Volvíamos a estar otra vez en el continente. Desde aquí teníamos otros cuarenta minutos más hasta llegar a nuestro alojamiento, situado en Metkovic, casi pegado a la frontera de Bosnia y Herzegovina. El motivo de cogerlo aquí es que era de lo más barato de la zona y al final para sólo dormir nos era más que suficiente, estando además cerca de donde debíamos continuar los planes mañana.

Habíamos elegido el Hotel Villa Neretva, situado junto al río del mismo nombre y en la misma carretera. Sus instalaciones parecían nuevas. Estaba todo impoluto y las habitaciones eran espaciosas y bien cuidadas. El desayuno estaba incluido y era generoso.

Para cenar optaríamos por el restaurante que estaba justo enfrente, propiedad del mismo hotel donde nos alojábamos y, sorprendentemente sería una de las sorpresas del viaje, pues nos pegaríamos un festín a base de una parrillada de carne de una calidad insuperable. Creo que la fotografía lo dice todo. La manera perfecta de terminar el día.

Restaurante Villa Neretva. Metkovic


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