28 de Agosto de 2020.
Andorra la Vella ostenta la
capitalidad del país. Está situada en un lugar estratégico cerca de la
confluencia de sus dos ríos más importantes: los Valiras. Atrás quedan las
descripciones realizadas por viajeros de siglos pasados que evocaban una
estampa de añeja villa rural elevada y aislada sobre un risco que la protegía
de incursiones que nunca existieron. Hoy se la puede calificar de ciudad
bulliciosa, de tráfico espeso, construcción alocada y comercio intensivo, por
lo que si todo eso te da vértigo es probable que acabes huyendo de ella sin
darle una oportunidad. Pero si rascas un poco, es posible encontrar más de una
sorpresa que no esperabas, como así nos sucedería a nosotros.
Si soy completamente sincero,
habíamos elegido pasar en su capital la totalidad de la última jornada porque,
tras casi una semana completa de un tiempo excepcional, desde la noche pasada
la cosa había empezado a cambiar considerablemente, con tormentas fuertes, una
cortina de lluvia constante y bajada de temperaturas importante. Era una señal
de que sin mucho tardar los lagos se empezarían a helar y los montes quedarían
nevados y reservados para rebecos y esquiadores.
Dejaríamos el coche en una amplia
explanada que hacía la función de parking público, justo debajo del primer
edificio importante que nos íbamos a encontrar. Me estoy refiriendo al Nuevo Parlamento de Andorra, el cual
acoge desde 2011 la nueva sede del Consell General, y es por tanto donde se celebran
las sesiones ordinarias del Parlamento. Por cierto que es una construcción
sobria que no destaca especialmente por su belleza.
Nuevo Parlamento de Andorra |
Adosada a la anterior se encuentra la curiosa plaza Lidia Armengol donde resaltan un conjunto de esculturas situadas en lo alto de enormes mástiles que representan a Siete Poetas y fueron realizadas por el escultor Jaume Plensa de prestigio internacional.
Escultura Siete Poetas. Plaza Lidia Armengol |
Desde este espacio sólo tendríamos que dirigirnos a una de sus esquinas para coger un ascensor que en unos segundos nos trasladaría a otra gran plaza donde además de observar en el suelo como se encuentra perfilado el mapa del Principado, nos daríamos de bruces con el edificio más importante y emblemático de la capital: la Casa de la Vall. Fue adquirido en 1702 para convertirse en sede del Consell General de los Valles de Andorra, manteniendo esta función hasta febrero de 2011, momento en que se celebró la última sesión del parlamento en este lugar, trasladándose desde entonces al insulso y contiguo edificio del Parlamento Nuevo con el que nos volvíamos a encontrar pero que ya habíamos visto hacía un rato desde la parte baja de la ciudad. Merece la pena rodear el edificio, pues en la parte trasera te encontrarás con una perspectiva muy diferente, además de unos jardines donde se levanta el palomar de la torre, así como esculturas conmemorativas modernas. Se puede visitar su interior pero era necesario hacerlo de forma guiada y con reserva previa, por lo que nos tendríamos que conformar con sus exteriores.
Casa de la Vall |
Casa de la Vall |
El Antic Carrer Major y el Carrer de la Vall, entre otras calles, nos permitirían pasear por el diminuto pero pintoresco centro histórico con un trazado urbano de origen medieval en el que se encuentran algunas mansiones, las casas más antiguas, coquetas plazuelas como la de nombre Monjó con un monumento al baile tradicional contrapás y pequeñas callejuelas empedradas, estrechas y poco luminosas.
Monumento al Contrapás. Placeta Monjó |
Ese laberinto improvisado nos haría terminar ante la iglesia parroquial de Sant Esteve, situada en un lateral de la plaza Príncep Benlloch que sirve de nexo con la plaza mirador del Poble. Se trata de un antiguo templo, levantado en el siglo XII, aunque como se puede observar ha sufrido modificaciones. La más importante se llevó a cabo en el siglo pasado cuando se agrandó la nave y se erigió una nueva torre campanario. El único vestigio arquitectónico que se conserva completo es el magnífico ábside semicircular de clara influencia lombarda.
Iglesia de Sant Esteve |
Iglesia de Sant Esteve |
Era el momento de afrontar la avenida Meritxell, continuación de la avenida del Príncep Benlloch, la calle comercial por excelencia donde los escaparates, tiendas y comercios cobran el protagonismo y donde alguno de nosotros no podría evitar caer en la tentación de sucumbir a las compras.
Avenida Meritxell |
Rodeados de ese ambiente consumista y comercial llegaríamos hasta el Pont de la Rotonda, la principal plaza de la ciudad que salva el caudaloso río Valira en dirección al núcleo de Escaldes – Engordany. Desde aquí se observa en primer plano el famoso puente con el letrero de Andorra la Vella en letras blancas, pero lo que más llama la atención es la escultura Nobleza de los Tiempos de Salvador Dalí, cuya composición no deja ninguna duda de que es una creación suya. La pieza sería donada al gobierno de Andorra por Enric Sabater, quien fuera agente de Dalí entre 1968 y 1982. Dado su inmenso valor, me asombró que esté al aire libre, sin seguridad visible.
Escultura Nobleza de los tiempos de Dali. Plaza de la Rotonda |
Río Valira a su paso por Andorra la Vella |
Tras las fotos de rigor continuamos por la avenida Meritxell hasta llegar a otra plaza donde lo que más te impacta visualmente son unas enormes letras blancas desperdigadas y formando la palabra Andorra. Sería aquí donde aprovecharíamos para comer en la terraza de un restaurante de Kebabs.
Letras en Avenida Carlemany |
Luego enlazaríamos con la avenida Carlemany, perteneciente ya a la localidad de Escaldes – Engordany, una prolongación urbanística de Andorra la Vella, donde se suceden, igualmente, hoteles, restaurantes y comercios. De hecho hasta nos animamos a entrar en uno de los centros comerciales más modernos de Andorra conocido como Illa Carlemany.
Avenida Carlemany |
A la salida y pocos metros después hallaríamos otro ajetreado punto de reunión de la parroquia: la plaza dels Coprínceps, moderno espacio donde se encuentran emblemáticos y tradicionales hoteles que incorporan servicios termales. Aunque lo que llama especialmente la atención es la escultura Nefer 2.0, un moderno busto en homenaje a Nefertiti, la que fuera esposa del faraón Akenatón y uno de los personajes más seductores del Antiguo Egipto. Su emplazamiento le permite observar todo lo que sucede a su alrededor.
Escultura Nefer 2.0. Plaza dels Coprinceps |
Cerca quedaba ya la iglesia de Sant Pere Mártir, dedicada a los tejedores, que muestra una recia torre neorrománica en granito y bonitas serigrafías en la fachada.
Iglesia de Sant Pere Mártir |
Un feo cielo gris y el potente sonido de los truenos, harían que nos diésemos aquí la vuelta y regresáramos por las mismas avenidas por las que ya habíamos caminado, ahora desiertas, señal de que un importante aguacero estaba por caer. Omitiríamos así el último de los planes que nos hubiera gustado hacer que no era otro que volver por el paseo Rec del Solá, un camino que bordea Andorra la Vella y Escaldes – Engordany desde lo más alto, permitiéndote así obtener unas panorámicas de infarto. Me daría mucha pena no poder concluir así la visita al Principado, pues hubiera sido la manera perfecta, pero la cordura de mis amigos haría que tomásemos la mejor decisión, pues tan sólo unos pocos minutos después de llegar al coche empezaría a caer el diluvio universal, habiéndonos pillado de lleno si hubiéramos optado por aquella opción. Como se suele decir, siempre será esa una excusa para volver, entre otras muchas.
Una vez en casa era el momento de
hacer las maletas y dejar todo listo para mañana, donde debíamos afrontar el
largo regreso a Madrid, lo que nos supondría casi ocho horas con paradas
incluidas.
Andorra nos había permitido desconectar y olvidarnos de los terribles meses pasados y es que aunque pueda ser uno de los países más pequeños del mundo, su magnífico paisaje montañoso, su vigorizante aire fresco, sus impresionante aguas termales, sus lagos de aguas cristalinas, demuestran que las cosas buenas vienen en paquetes pequeños.
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