14 de Septiembre de 2019.
El cantón de Lucerna ocupa el corazón del país más montañoso
de Europa y, su capital, la ciudad de Lucerna encarna la esencia de Suiza,
siendo una de las ciudades más hermosas de los Alpes, con una apasionante
historia que acecha desde cada rincón de sus callejuelas medievales. La ciudad
nació al resguardo del convento benedictino de San Leodegario y en esta urbe se
fundó la Confederación Helvética a finales del siglo XVIII. Por si fuera poco
su entorno es realmente bello gracias al lago y a las cimas de los Alpes que lo
rodean.
Mucho antes de nacer el siglo XX, personajes como Richard
Wagner o Thomas Cook ya habían hecho de Lucerna un destino de sus viajes. Con
el nuevo siglo, la ciudad no perdió atractivo, y buena prueba de ello es que la
visitase uno de los escritores más universales que han existido: el checo Franz
Kafka. Yo no quería ser menos que todos ellos y aquí estaba dispuesto a
recorrer cada rincón y cada monumento durante buena parte de la jornada que me
ocupaba.
Amanecía nublado, lo que me pareció una broma de mal gusto,
evidentemente es broma, pues no podía pedir más al tiempo que estaba haciendo
en todas mis vacaciones, además no amenazaba lluvia, por lo que nada impediría realizar
mis planes. Volvería a dirigirme al centro histórico de la ciudad por la ribera
del lago de los Cuatro Cantones, como ya haría ayer y desayunaría algo de
bollería y un zumo comprado en el supermercado COOP, situado dentro de la
estación.
Sería inevitable comenzar la visita deteniéndome, una vez
más, en el Kapellbrücke o puente de la
Capilla, que se ha convertido en la imagen
más característica de la ciudad. Fue construido con madera en el año
1333 sobre el río Reuss y consta de dos tramos de unos 200 metros unidos por
una torre octogonal de piedra, la Wassertunm
o torre del Agua, que sirvió como defensa y también como archivo, prisión y
caja fuerte para guardar el tesoro de la ciudad. El techo de madera del puente
conserva únicamente treinta pinturas que Hans Wägmann realizó en el siglo XVII
para ilustrar la historia de Lucerna. Desgraciadamente, un incendio en 1993
destrozó el puente y sólo se pudo rescatar esa treintena para su
reconstrucción.
|
Kapellbrücke o puente de la Capilla |
Desde aquí me iría directo hacia la orilla norte del río y
del lago para visitar en primer lugar la Hofkirche
o catedral de Lucerna, donde te impresionan sus dos imponentes torres
góticas, únicas piezas que sobrevivieron al incendio que la asoló en 1633. A su
alrededor se fundaría la ciudad. Está dedicada a los patronos de Lucerna, los
santos Leogardo y Mauricio, que están representados en los paños de su puerta
principal. Se accede a ella por su escalinata frontal, pudiendo verse en su
interior una rica ornamentación y algunas capillas muy notables, destacando el
retablo dedicado a la Virgen María, así como un famosísimo órgano del siglo
XVII. En uno de sus flancos puede verse también un pequeño cementerio abierto
de ambiente romántico.
|
Hofkirche o Catedral de Lucerna |
|
Hofkirche o Catedral de Lucerna |
|
Cementerio Catedral de Lucerna |
Siguiendo por la calle Denkmalstrasse llegaría hasta otro
símbolo de la ciudad: el León Moribundo
en el parque Löwendenkmal. La
escultura se encuentra tallada en una gran roca y es un homenaje a los 800
soldados suizos que murieron en el asalto de las Tullerías de París, durante la
Revolución Francesa. La obra es sobrecogedora y puedo decir que se ha
convertido en mi escultura preferida hasta este momento.
|
León Moribundo. Parque Löwendenkmal |
|
León Moribundo. Parque Löwendenkmal |
Desde el mismo parque se tiene acceso al Jardín de los Glaciares (Gletschergarten),
cuyo nombre se debe a que sus decenas de pozos reciben el agua del glaciar del
río Reuss. Es un sorprendente conjunto de formaciones rocosas, marmitas de
gigante, fósiles y rocas provenientes de glaciares. También aquí se halla el Laberinto de los Espejos llamado
“Alhambra” por sus resonancias árabes.
El mundo es un pañuelo y es que sería aquí donde me volvería
a encontrar con unos amables señores que me hicieron de fotógrafos improvisados
en la cima del Monte Pilatus el día anterior. No dudaron en pararme y
preguntarme que si me acordaba de ellos, a lo que tras dudar un poco asentí con
la cabeza y comenzamos a reírnos. Estaríamos un rato charlando y continuaríamos
nuestro camino, cada uno por su lado.
Continuaría mi camino por una de las arterias más famosas de
la urbe, la calle Hertensteinstrasse,
repleta de comercios, cafeterías y tiendas, recorriéndola hasta empezar a
encontrar las plazas más bonitas del centro histórico. Sería una visita
desordenada, dejándome llevar por la intuición y el momento, pero en mi camino
se cruzarían auténticas joyas como: Kapellplatz,
una plaza con interesantes fachadas retocadas según los gustos barrocos y
neoclásicos y la fuente que muestra la popular figura conocida como “Hermano
Fritschi”; Kornmartk, servía de
espacio comercial en la antigüedad, hallándose en ella el impresionante Ayuntamiento
Viejo (Altes Rathaus), con su característica torre cuadrada y su vistoso tejado
rojo de granja típicamente bernés; Weinmarkt,
considerado el principal foro de Lucerna, perpetuándose en ella la pintoresca
imagen medieval, con las fachadas de las casas pintadas de hermosos frescos; Mühlenplatz, que presenta una fuente
rococó y un edificio de la misma época, en el número nueve, que sirvió de
antigua casa donde se acuñaba la moneda; Hirschenplatz,
donde se aprecian bellos murales y adornos pictóricos que engalanan las
fachadas de los edificios que la flanquean; Sternenplatz, con nuevas ilustraciones en las paredes de sus
construcciones, como las del restaurante Fritschi; o Falkenplatz.
|
Altes Rathaus. Kornmartk |
|
Weinmarkt |
|
Weinmarkt |
|
Hirschenplatz |
Tras disfrutar de la infinidad de detalles que ofrecen las
entrañas de Lucerna, volvería a la ribera del río para observar el sistema de
esclusas y deleitarme con el Spreuerbrücke,
el otro viejo puente de madera que posee la ciudad, cubierto y adornado en su
interior con las famosas Danzas de la Muerte, de Kaspar Meglinger, en el que se
representa esta con diversos personajes socialmente representativos: reyes,
sacerdotes, burgueses. En su parte central conserva también una bonita capilla.
|
Río Reuss y Spreuerbrücke |
|
Spreuerbrücke |
Tengo que decir que toda la zona estaba plagada de mosquitos
debido a las altas temperaturas, lo que era realmente incómodo, haciendo que
permaneciera por esta zona lo imprescindible. Para librarme momentáneamente de
ellos, me parecería buena idea acabar de cruzar el puente y refugiarme en la iglesia de los Jesuitas (Jesuitenkirche),
la cual conserva su estilo barroco y sus torres rematadas en bulbo. Fue la
primera iglesia barroca construida en Suiza.
|
Jesuitenkirche o Iglesia Jesuita |
|
Jesuitenkirche o Iglesia Jesuita |
A la salida y apenas a dos manzanas encontraría una hermosa plaza llamada P.A. Von – Segesser, con una fuente en el centro de la misma, y
aprovechando la cercanía llegaría hasta Franziskanerkirche,
de estilo gótico con tres naves y un profundo coro cerrado por una bella reja.
También destaca la capilla dedicada a San Antonio con una rica decoración de
estucos.
|
Franziskanerkirche |
Para ir concluyendo la visita buscaría las calles
Mariahilfgasse y sus aledañas que me permitirían llegar hasta la parte amurallada de la ciudad medieval
que rodea parte de la colina, en semicírculo, cerrando por el norte la zona más
antigua y peatonal.
|
Muralla y Torres de Lucerna |
|
Muralla y Torres de Lucerna |
Presenta nueve torres
defensivas, cuatro de las cuales están abiertas al público, ofreciendo una
visita fantástica y unas vistas maravillosas del centro histórico y los
alrededores. Todas las torres son distintas y tienen su nombre particular. Por
ejemplo, la llamada Zytt ostenta un
soberbio reloj, el más antiguo de Lucerna (de 1535), que tiene el curioso
privilegio de dar la hora un minuto antes que el resto de los relojes de la
ciudad.
|
Lucerna desde su Muralla |
|
Lucerna desde Torre Defensiva |
|
Torres Defensivas |
Además cuenta con un paseo de ronda que enlaza la mayoría de
las mismas sin necesidad de tener que volver a pisar el suelo. No obstante
conviene no olvidar acercarse hasta la más alejada y de más grosor llamada Nölliturm, separada totalmente del
resto y de casi treinta metros de altura, que se encuentra casi a las afueras
de la ciudad, y que además de tareas de defensa en el pasado, serviría como
almacén de pólvora.
|
Torre Nölliturm |
Eran las 14:15 cuando terminaría mi visita, por lo que no
dudé en dirigirme al Mac Donald cercano a la estación y comer allí antes de de
volver al hostel a recoger mi maleta, para ya con ella dirigirme a la estación
de nuevo. En esta compraría el ticket a Zurich (25 francos), aunque mis planes
no pasaban por ir directo hasta allí. Mi intención era parar en Zug y conocer
esta pequeña ciudad suiza el resto de la tarde, pues el trayecto sólo duraba 25
minutos. Con el mismo billete te puedes bajar tantas veces como quieras en las
paradas que haya hasta el destino final, siempre que sea el mismo día.
Ya en Zug,
dejaría la maleta en una de las taquillas que hay en la mayoría de estaciones
suizas (8 francos la grande y 5 la pequeña) y me fui a visitar la ciudad.
Esta pequeña ciudad situada en la ribera del lago del mismo
nombre tiene importantes señas medievales. En el pasado sufriría inundaciones
catastróficas por las crecidas constantes de la masa de agua. Hoy, bien situada
entre Zúrich y Lucerna, en el cantón más rico de Suiza, es una de las ciudades
más prósperas de la Confederación, sólo basta ver sus bancos y sus centros
comerciales.
Comenzaría paseando por la ribera del lago donde la gente se estaba bañando en las playas
fluviales hechas al efecto, otros retozaban en el césped, otros disfrutaban de
una cerveza en las terrazas. Era el mundo al revés, pues mientras en España
estaban sufriendo la peor gota fría de los últimos tiempos.
|
Zugersee o Lago de Zug |
|
Zugersee o Lago de Zug |
Después del paseo por el lago y admirar algunos edificios
interesantes que flanquean la misma como la Cancillería del Estado, el Casino
– teatro o la Liebfrauenkapelle,
considerada la iglesia más antigua de Zug, procedería a recorrer el corazón del
casco antiguo, el cual conserva el aspecto de sus tiempos de esplendor, los del
siglo XVI.
|
Zug |
|
Casino - Teatro. Zug |
|
Liebfrauenkapelle. Zug |
En la plaza
Kolinplatz impresiona la Zytturm,
la torre del Reloj con esfera lunar del siglo XVI y reloj astronómico. Los escudos pintados
pertenecen a los ocho cantones que pertenecieron primero a la Confederación.
Zug fue el séptimo.
|
Torre del Reloj o Zytturm. Kolinplatz. Zug |
Pasada la torre, enseguida vería la fuente de Kolinbrunnen, construida en honor W. Kolin, héroe que
murió en la batalla de Arbedo contra los milaneses, en 1422. A la derecha de la
fuente destacan el Stadhaus y Kolihaus, que junto a la fachada del
hotel, enaltecen la plaza.
Caminando por sus evocadoras calles encontraría el Rathaus o Ayuntamiento, el cual guarda
interesantes tallas de madera del siglo XVI. Sus alrededores están repletos de
casas de madera con balcones propicios para el idilio o el derrame de agua.
Muy cercana también se encuentra St. Oswald, la iglesia gótica. Su portada gemela o puerta del Rey
está bien decorada con figuras y relieves del siglo XV. El retablo de la nave
izquierda y la sillería del coro son las partes más llamativas del interior.
|
Iglesia de St. Oswald.Zug |
Junto a la iglesia, a su izquierda quedó encerrado el castillo o Burg, tras la doble e
inexpugnable muralla. Su interior alberga un museo con objetos y enseres
identificados con la vieja ciudad y el cantón. No podría entrar a verlo por una
buena razón y es que cual sería mi sorpresa que todos los alrededores del mismo
estaban tomados por el mercado medieval
que se celebra todos los años en el mes de Septiembre, por lo que no dudaría en
quedarme a disfrutar del mismo. Había un ambientazo y todo se encontraba
recreado a la perfección.
|
Castillo o Burg. Zug |
Artesanos, músicos, animales, guardias, guerreros. Todos
ellos con sus trajes de época y ubicados en escenarios perfectamente adaptados
a la época histórica correspondiente. Llamativas también eran las grandes hoyas
en las que varias mujeres preparaban guisos que luego degustarían sobre mesas
habilitadas al efecto, extraordinariamente bien montadas con todo lujo de
detalles.
|
Mercado Medieval. Zug |
|
Mercado Medieval. Zug |
|
Mercado Medieval. Zug |
No dudaría en tomarme un buena cerveza y un plato de algo
parecido a ñoquis con queso y champiñón que estaba espectacular (18 francos),
mientras disfrutaba de la música y los bailes en los alrededores del castillo,
antes de dar un último paseo para contemplar algunas torres que formaban parte
de la antigua muralla como Kapuzinerturm,
Knopfliturm, Huwilerturm y Pulverturm.
|
Cenando en Mercado Medieval. Zug |
|
Pulverturm. Zug |
|
Kapuzinerturm. Zug |
Finalmente y aprovechando la cercanía me dejaría caer por la
iglesia de St. Michael, en lo más alto
de la ciudad y dedicada a su patrón. Mezcla diferentes estilos y es relativamente
nueva, de principios del siglo XX.
|
Iglesia de St. Michael. Zug |
Pasaban ya las 20:00, por lo que decidiría volver a la
estación y dirigirme hacia Zurich,
dejándome el tren, sin realizar paradas, en pleno centro de la ciudad en media
hora. Otros diez minutos serían suficientes para llegar hasta mi alojamiento.
Elegiría el Hostel Biber, en la
calle Niederdorfstrasse, 5, probablemente la calle con más marcha de toda la
ciudad, a rebosar de terrazas, bares y restaurantes y en la que, a las horas
que llegaba, no cabía un alma. El hostel por su parte era cutre y algo
cochambroso, por lo que la sensación que tuve desde el principio no fue
demasiada buena, sin duda la peor del viaje en cuanto alojamiento se refiere.
El chico de recepción era amable y las habitaciones eran estrechas para tener
seis camas y justas de limpieza. Afortunadamente sólo pasaría esta noche, por
lo que no me supuso demasiado disgusto. La contraprestación era estar situado
en pleno centro del casco histórico de Zurich, un privilegio que podía
permitirme por 41 CHF. Eso sí, ojo con los sibaritas del ruido, pues se escucha
todo, por lo que si este tema te afecta, mejor huir de aquí.
Tras acomodarme no dudaría en salir a la calle y dar una
vuelta por los alrededores, celebrando el éxito del viaje y lo bien que había
salido todo, sentándome en una terraza de un bar de moda llamado Monkey Bar. Me pediría un Gin tonic,
aunque realmente era con jugo de limón, pero estaba muy bueno. Eso sí la broma
me saldría por 17 francos, pero bien lo valía, sobre todo por el ambiente y la
música con que, en la plaza contigua, un músico nos amenizaba la copa a los que
allí estábamos.
A las 23:30 decidiría retirarme, pues mañana tocaba el
último madrugón para ver Zurich durante buena parte del día, ya que hasta las
18:40 no salía el avión hacia Madrid, así que había que aprovecharlo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario