DIA 02. LIECHTENSTEIN, SUIZA Y AUSTRIA. Pueblos con encanto, reencuentro con Heidi y Feldkirch

10 de Septiembre de 2019.

Mientras disfrutaba tranquilamente del desayuno, incluido en el precio del hostel, podría enterarme de muchos y curiosos detalles de este país que parece sacado de un cuento. ¿Sabíais que Liechtenstein es el único país del mundo que lleva el nombre de la familia que lo compró? ¿O qué en el último conflicto bélico en el que participó no murió ninguno de sus 80 soldados, regresando con un militar más de nacionalidad italiana? ¿O que es la cuarta nación más pequeña de Europa, sólo por detrás de El Vaticano, Mónaco y San Marino? ¿Interesante verdad?

Si ayer visitaba su capital, hoy tenía pensado perderme por algunos de sus pueblos más hermosos y que tienen fama de estar en lugares únicos y espectaculares. Así que sin tiempo que perder me pondría en ruta, pues estaba deseando de descubrir este diminuto país.

Ya que me pillaba de paso, volvería a parar para contemplar el castillo y las vistas que se obtienen desde su ubicación y esta vez sin que me dejara la vista, dado que ayer el sol lo tenía de frente y era bastante incómodo poder quedarte mucho rato con la mirada perdida.

Castillo de Vaduz


Liechtenstein desde Castillo de Vaduz

No sé si seré yo que me estoy haciendo mayor, pero algo que me llamó la atención en el Principado es que, bajo mi punto de vista, conducen demasiado rápido, lo que unido al rugir de los motores de los vehículos, en su mayoría de gama alta, haría que me pegara más de un susto tanto como conductor como peatón.

Y es que mi camino continuaría por una estrecha carretera de fuerte pendiente donde había tramos que no cabían dos coches en paralelo, lo que haría que fuese algo nervioso cuando alguien venía detrás de mí y tenía que adelantarme o me encontraba algún conductor en sentido contrario. Afortunadamente es todo fachada y luego son bastante civilizados y se adaptan cuando se encuentran algún turista, torpe con el volante, en carreteras de montaña, como era mi caso.

Afortunadamente en sólo cinco kilómetros y diez minutos realizaba la primera parada en Triesenberg, una población casi colgada de la montaña, desde donde se consiguen unas vistas que te cortan la respiración. Da igual el lugar desde donde mires que el resultado será siempre el mismo: un entorno incomparable entre los picos de los Alpes y el discurrir del Rin por un valle de un intenso color verde.

Liechtenstein desde Triesenberg

Liechtenstein desde Triesenberg

Parece mentira que en el pasado la actividad principal de este municipio fuese la agricultura, efectivamente aquello quedó atrás y hoy una de sus principales fuentes de ingresos es el turismo de invierno.

Cuenta con una pequeña placita, en el centro de la villa, y muy cercana a esta se halla la iglesia de St. Joseph´s Parish, con una característica cúpula con forma de cebolla en cuyo interior se guardan antiguas reliquias.

Iglesia de St. Joseph´s Parish. Triesenberg

Pero me había propuesto llegar hasta el final de la carretera, hasta que las montañas me cortasen el paso, así que volví al coche y continué tan sólo otros cinco kilómetros hasta el cercano pueblo de Steg, aunque a decir verdad creo que ni puede dársele esa calificación, pues lo que me encontraría serían innumerables casitas de maderas desperdigadas por praderas infinitas tan verdes como la esmeralda. El entorno era idílico y no pude evitar hacer otra breve parada para contemplar lo que me rodeaba.

Steg

Finalmente y tras tres kilómetros más llegaría hasta el primer parking de la localidad de Malbun, completamente desierto y sin apenas un alma por los alrededores y es que si por algo se caracteriza este pequeño pueblo es por ser el único centro de esquí del país, por lo que en estas fechas es temporada baja y no hay mucha actividad. No obstante, también es un importante punto para realizar hermosas rutas de senderismo y no voy a negar que, efectivamente, traía en la cabeza la realización de una de ellas (ruta de la princesa Gina o Fürstin – Gina – Weg) desde aquí, pero ¿qué sucedió? Que no me encontraba ni con ganas ni con ánimos de pegarme la paliza y afrontar ningún tipo de desnivel y que, sinceramente y después de las panorámicas que me estaba brindando el país, me apetecía más disfrutar del hermoso entorno de manera relajada y con pequeños paseos, como el que me llevaría a pasar el centro de la población hasta nuevas casitas que salpicaban el espacio existente hasta el límite de las infranqueables montañas que vigilaban desafiantes todo el valle. Un pequeño curso de agua que corría por el terreno irregular, hacía más placentera la vista, salvado por algún que otro puente de madera.

Malbun

Malbun

Liechtenstein me estaba fascinando y es que no esperaba encontrar tantas gratas sorpresas fuera de su capital.

Debía deshacer el camino, por lo que me puse a ello, pero esta vez con dirección hacia Balzers por lo que una vez en Triesenberg tomé el sentido contrario de la carretera por la que había llegado esta mañana. Ni que decir tiene que las vistas volvían a ser espectaculares.

Liechtenstein camino Balzers

Después de 17 kilómetros y algo más de veinte minutos, como se ve las distancias son de risa, entraba en la villa de Balzers, la población ubicada más al sur del Principado, y también la más cercana a Suiza.

Balzers y su Castillo de Gutenberg

Lo más significativo de esta es su antiguo castillo, el Castillo de Gutenberg, una construcción del siglo XI, que sirvió de residencia al Barón Frauenberg, para luego pertenecer a los Duques de Austria. Tras un periodo de dejadez y abandono, sería vendida a un escultor que le dio el aspecto actual, y finalmente, se utilizó como restaurante. Lástima que su interior esté cerrado al público, aunque sí que están abiertas las puertas que te conducen hasta el mismo patio interior de la fortaleza.

Castillo de Gutenberg. Balzers

Castillo de Gutenberg. Balzers

El acceso se realiza por un pequeño sendero que se encuentra algo escondido, pero que si se toma como referencia la iglesia de San Nicolás, el otro monumento importante de la población, es fácil encontrarlo, pues está sólo a unos metros del edificio religioso. Este último es de estilo neo-románico y se construyó a principios del siglo XX, sustituyendo al anterior y conservándose tan sólo la torre.

Iglesia de San Nicolás.Balzers

En apenas diez minutos se llega caminando hasta el castillo cuyo exterior está bien conservado y es digno de admirar, pero lo mejor son las espectaculares vistas que se obtienen desde la colina en la que está enclavado. No hay palabras y no tienen nada que envidiar a las que se obtienen desde Triesenberg, pues son dos perspectivas completamente diferentes del largo y ancho del país. Este es uno de esos lugares del que cuesta marcharse, de hecho me costaría más de la cuenta pues me hubiera pasado allí el resto del día, pero las ganas por conocer mi siguiente destino harían que consiguiera volver a ponerme en marcha.

Liechtenstein desde Castillo de Gutenberg. Balzers

Balzers desde Castillo de Gutenberg

Apenas tardaría unos minutos en abandonar la población y volver a la carretera, pero algo me haría frenar casi en seco, apenas dejaba atrás Balzers. Y es que resulta que pasé por uno de los puntos fronterizos entre Liechtenstein y Suiza, perfectamente señalizado, con las banderas y el nombre de cada país en su territorio, lo que me haría no poder evitar parar a fotografiarlo e inmortalizar el momento, pues todo lo referente a fronteras y líneas imaginarias me hacen bastante ilusión. Ni que decir tiene que no hay ningún tipo de garitas o de personas, pero está claro que a ambos países les gusta indicar perfectamente donde empieza y termina su espacio. Es una carretera poco transitada y se puede parar en el arcén o si no en un pequeño desvío que sale desde allí para molestar menos.

Frontera Liechtenstein - Suiza

Frontera Liechtenstein - Suiza

Frontera Liechtenstein - Suiza

Sólo ocho kilómetros después de atravesar la frontera y ya en territorio suizo llegaba a Maienfeld, lo que a primera vista parece un destino que no dice nada y desconocido a todas luces, aunque dicho sea de paso, posee un agradable centro histórico donde destaca su castillo, reconvertido en restaurante y el bonito Ayuntamiento lleno de murales en sus fachadas.

Maienfeld

Pero, efectivamente, no había llegado a Maienfeld, para centrarme en su centro histórico, de hecho paré lo imprescindible para comprar algo de beber y coger de nuevo el coche para seguir los carteles que indicaban Heididorf, apenas a escasos cinco minutos en coche del pueblo y donde dos parkings habilitados al efecto permiten estacionar tanto autobuses como vehículos privados.

¿Quién no recuerda las siguientes estrofas?: “abuelito dime tú, que sonidos son los que oigo yo, abuelito dime tú, porqué yo en la nube voy…” ¿Verdad que los que ya tenemos una edad no podemos evitar sonreír y que cierta nostalgia nos envuelva al recordar aquella mítica serie de televisión japonesa llamada Heidi, en la que una niña vivía mil aventuras en el idílico e incomparable entorno de los Alpes suizos?

Aquellos dibujos animados se inspiraron en el libro de la escritora suiza Johanna Spyri, la que a su vez tendría el entorno del pueblo de Maienfeld como referencia para escribir la exitosa novela. Así que podréis imaginar la tremenda ilusión que me sobrecogería al llegar a este lugar.

Heididorf

Heididorf

Desde el aparcamiento sólo es necesario andar diez minutos por un agradable sendero de tierra para llegar hasta el pueblo de Heidi. Aquí sería donde me encontraría al primero de los muchos grupos de japoneses que se acercan hasta este emblemático lugar. Van entusiasmados y no paran de exclamar y hacer aspavientos con cada detalle nuevo que observan. Es realmente divertido observarles.

Prados de Heididorf

En la aldea te encuentras algunas construcciones simbólicas de la serie, desde la casa – museo de Heidi hasta la casa del abuelo, pasando por el establo. Puedes pasear por los exteriores de todas ellas libremente, que sería lo que haría yo. No entraría a los interiores ya que la entrada cuesta la friolera de 14 CHF y sinceramente me parecía una barbaridad y más después de ver en la tienda de recuerdos como eran las habitaciones, a través de las cámaras de seguridad, instaladas en todas ellas, y no decirme gran cosa, por lo que prescindí de ello.

Heididorf

Heididorf

Así que seguí disfrutando del entorno idílico de los Alpes, divirtiéndome con las fotos que se tomaban los japoneses y como tarareaban la musiquilla de la serie. También optaría por comerme aquí los sándwiches de rigor.

Heididorf

Mainfeld desde Heididorf

Existe también una ruta de dos horas de duración que te lleva hasta la auténtica casa de Heidi en plenos prados alpinos y que a lo largo de doce paradas te van ilustrando sobre la vida de la autora suiza y de su personaje, pero yo no sé que me estaba sucediendo en este viaje que no tenía fuerzas para caminatas un poco más largas de lo normal, así que acabé desistiendo de la idea.

Era el momento de volver al coche y también al Principado de Liechtenstein, pues todavía quería darme una vuelta por algunos pueblecillos que se me habían quedado en el tintero. Sólo tendría que recorrer treinta kilómetros, parte de ellos por autovía, para llegar hasta Planken, el primero de los lugares que había elegido. Es otro de esos pueblos colgado en la montaña con un entorno sin igual y cuya característica principal son sus preciosas casas de madera, diferentes a las de otras aldeas y de un gusto especial. Hay auténticas joyas y creo que merece la pena la parada y afrontar la estrecha carretera de curvas que te lleva hasta aquí.

Planken

Planken

El pueblo en sí se distribuye a ambos lados de la carretera que te lleva hasta él, estando las casas a ambos lados de la misma y desperdigadas por la montaña, por lo que no se tarda mucho en verlo, así que pronto continuaría mi ruta.

Schellenberg es el nombre de mi siguiente parada, localizado a once kilómetros de la anterior. Tengo que confesar que aquí pincharía, pues no me aportaría gran cosa este pueblo. Es cierto que el centro está bien cuidado, al fin y al cabo estamos en Liechtenstein, pero tampoco te dice nada. Y el lugar que más me interesaba que era su castillo, cuesta encontrarlo, está en ruinas, la mitad con andamios y las perspectivas que ofrece no son buenas, por lo que no merece perder el tiempo en visitarlo.

Castillo de Schellenberg

Algo parecido al anterior me ocurría con el último lugar que conocería en el Principado, denominado Hinterschellenberg, a sólo tres kilómetros, famoso por el monumento conmemorativo a los soldados rusos desertores. Lo que no me podía imaginar es que este consistía en una placa circular con inscripciones, similar a una moneda gigante. Así que la decepción fue grande. Afortunadamente, justo enfrente hay un parking, desde donde se obtienen unas vistas preciosas de toda la comarca y especialmente de Austria, por lo que compensa el jarro de agua fría del monumento.

Austria desde Hinterschellenberg

Austria desde Hinterschellenberg

Placa a a los soldados rusos desertores. Hinterschellenberg

Estaba a sólo unos metros de abandonar Liechtenstein, un hermoso país, que todavía no ha sido afectado por las garras del turismo frenético que se ha apoderado de tantos lugares en otras partes de Europa. Un país pequeño en extensión pero grande en lo que ofrece con bellos paisajes, una historia única y un sinfín de actividades para realizar y que bien merece detenerse en él unos días para saborearlo y vivirlo, más que sólo para marcarlo como un país más visitado. No tengo dudas que para aquellos que anhelan una sensación de escape y autenticidad este es su lugar, una joya encantadora en plena Europa central.

Frontera Liechtenstein - Austria

Como decía, en menos de un kilómetro atravesaba la frontera austriaca y en sólo siete kilómetros más llegaba a Feldkirch, la ciudad austriaca con la iba a dar por finalizadas las visitas del día, antes de encaminarme a mi alojamiento en Alemania.

Tras más de quince minutos intentando encontrar un parking gratuito, dejé de perder el tiempo y terminé por meterlo en uno privado. (4,40 euros por algo más de dos horas en pleno centro histórico).

Feldkirch es una ciudad de aspecto medieval, caracterizada por sus numerosas torres y su imponente castillo, situada en la orilla derecha del río Ill, cerca de su desembocadura en el Rin, además de estar completamente rodeada de altos acantilados y espesos bosques. Es un notable nudo de comunicaciones entre Suiza, Austria y Alemania, y sede de famosas instituciones culturales. Fundada en el año 830 por los romanos, quienes la llamaron Clunia, fue ciudad libre desde 1218 hasta 1390, y posteriormente,  puesto de vanguardia de los Habsburgo.

Mi visita se ceñiría a sus principales monumentos entre los que se encuentran los siguientes:

Markplatz: esta alargada e irregular plaza es el centro neurálgico del centro histórico. Está flanqueada de edificios con pórticos que la hacen aún más bella y las fachadas están decoradas con torrecillas, frescos y emblemas de hierro forjado. En uno de sus extremos se encuentra la sencilla iglesia gótica de Johanneskirche.

Markplatz

Markplatz

Puertas y torres medievales: para tener un centro histórico no demasiado grande es increíble la gran cantidad de estas que posee. Detrás de Johanneskirche, en la amplia Leonhardsplatz, que se abre a la derecha, se halla la Mühletor (Puerta del Molino), y un poco más alla, cerca de la ribera del río Ill, la Pulverturn (Torre de la Pólvora), mientras que al otro lado del curso de agua, se observa la imponente mole del palacio del Conservatorio regional, aunque no tenga nada que ver a lo que estoy haciendo referencia ahora. Siguiendo por la orilla, se encuentran después la Wasserturm (Torre del Agua) y la Diebsturm (Torre de los Ladrones), cerca del puente por el que pasa la carretera. Siguiendo la calle Hirschgraben, a la altura de la Monfortgasse, se encuentra la Churertor (Puerta de Chur), en cuyas cercanías se halla también la Frauenkirche, una iglesia gótica. Más adelante se encuentra la redonda y poderosa Katzenturm (Torre de los Gatos). Esta todo muy cerquita y en un agradable paseo se ve sin problema.

Wasserturm o Torre del Agua

Katzenturm o Torre de los Gatos

Catedral de San Nicolás: Fue reconstruida en 1478, constituyendo un gran ejemplo de transición entre el gótico tardío y el Renacimiento. Está acompañada en el lateral izquierdo, por una alta torre coronada por una estilizada aguja. Su interior está dividido en dos alargadas naves de igual altura, donde destaca en el lateral izquierdo una gran capilla en cuyo altar se puede ver una bonita estatua de la Virgen con el Niño. También es interesante un retablo del Descendimiento, así como un púlpito de hierro forjado gótico.

Catedral de San Nicolás

Ayuntamiento (Rathaus): Es uno de los mejores edificios para poder apreciar secuencias de preciosos murales, creados con la intención de retratar un ambiente más cálido y acogedor, además de escenas históricas o de cierta importancia.

Ayuntamiento o Rathaus

Ayuntamiento o Rathaus

Fortaleza de Schattenburg: La que fuera residencia de los condes de Montfort, domina la ciudad desde un promontorio y conserva, a pesar de las modificaciones, su aspecto de castillo medieval. Las vistas que se obtienen de la ciudad y el valle hacen que merezca la pena afrontar el desnivel para llegar aquí. La planta baja alberga un restaurante, además de un notable patio con galerías de madera. El primer piso alberga un museo con parte del mobiliario original, colecciones de arte, cerraduras y objetos de la cultura popular de la región. Lo mejor es que los residentes insisten en que está embrujado. Dice la leyenda, que hace mucho tiempo, Schattenburg era el hogar de Ida, la doncella más bella del país. Un día un trovador viajero llegó a la ciudad y capturó su corazón. Cuando el músico siguió adelante, dejó atrás una triste y muy embarazada Ida. Temerosa del escándalo que vendría de un niño bastardo, mató al bebe cuando nació y se arrastró por la escalera de los mendigos para quitarse la sangre de las manos. Los lugareños afirman que su triste fantasma sigue el mismo camino todos los sábados por la noche.

Fortaleza de Schattenburg

Feldkirch desde Fortaleza de Schattenburg

Dejaba Feldkirch, gratamente sorprendido, pues no esperaba encontrar tal cantidad de edificios e iglesias exquisitamente conservados, para dirigirme hacia Lindau, ya en Alemania y situado a casi cincuenta kilómetros de donde me encontraba.

Sobre las 21:00 llegaría a mi alojamiento: el Jugendherberge Lindau  Youth Hostel, situado a unos veinte minutos caminando del centro histórico de Lindau. Posee parking gratuito para dejar el vehículo y te permiten dejarlo el tiempo necesario hasta que tengas que irte el día de la partida, lo que es un ahorro y una comodidad. Las instalaciones están limpias y son amplias, incluidas las habitaciones, que posee amplias taquillas para dejar el equipaje y los objetos de valor y funcionan con monedas. Cuentan también con un pequeño lavabo que te permite no tener qué salir para lavarte los dientes o las manos. Los aseos también estaban bien cuidados. Tendría, una vez más, suerte y en la habitación de seis personas sólo se alojarían tres, por lo que sería una estancia agradable. Lo mejor sería el desayuno, que nada tendría que envidiar al de cualquier hotel de tres estrellas o incluso superior, permitiéndote incluso poder llevarte bocadillos o fruta para la comida. La ropa de cama estaba incluida, mientras que el precio de alquiler de las toallas era de 1,5 euros. El precio por una noche sería de 28,40 euros, desayuno incluido.

Sobre las 23:00 estaba apagando la luz, durmiendo sin ruidos y de un tirón hasta casi las ocho del día siguiente.

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