MALAHIDE - DIA 04. Descubriendo un misterioso castillo a las afueras de Dublín

16 de Julio de 2018.


No hay refrán más cierto que “A quien madruga, Dios le ayuda” y es que la capacidad de reacción que tienes si te ocurre cualquier incidente o las cosas no salen como tienes previstas a la primera, el levantarse temprano es clave como ahora se verá.

Aunque podía haber continuado en la capital irlandesa este último día, estaba más que satisfecho con todos los lugares que había podido conocer y aunque siempre quedan sitios y museos por visitar, me apetecía más hacer una pequeña escapada fuera de la capital y más después de que un amigo del trabajo me hubiese aconsejado que no me perdiera un lugar llamado Malahide donde se podía visitar un bonito castillo.

Pero lo que en principio debía ser coser y cantar para llegar hasta allí, se me complicaría un poco por las malas indicaciones que me daría la chica de recepción del albergue y por no haberme informado yo como es debido y anticipadamente. Su consejo había sido que me dirigiera hasta la estación de Heuston que estaba como a quince minutos caminando desde el alojamiento, así que dicho y hecho ese fue lo que hice. Nada más llegar me dirigiría a la máquina respectiva para sacar el correspondiente ticket y aquí sería cuando me daría cuenta de que algo no iba bien, pues no aparecía la ciudad como destino, sólo el condado al que pertenece, además de que el importe del billete suponía doce euros, el doble de lo que debía costarme. Tras ojear un poco la estación me daría cuanta que, en uno de los puestos, había una chica con rasgos sudamericanos, por lo que no dudé en acercarme hasta ella y preguntarla, acertando de pleno, pues hablaba perfectamente castellano.

Y, efectivamente, no estaba en el lugar correcto pues desde aquí parten los trenes de medio y largo recorrido por el país, teniendo en mí caso que haberme dirigido a la llamada línea DART, el tren de cercanías. Muy amablemente me explicaría cómo hacerlo, debiendo volver a salir al exterior y tomar justo delante de la estación el tranvía (2,10 euros) hasta la estación de Abbey Street, justo en pleno centro, al lado de la famosa O´Connel Street. Aquí cruzaría el río Liffey y, en menos de diez minutos, llegaría hasta la estación de Tara Street, correspondiente a la mencionada línea DART. No tiene pérdida porque el tren pasa por encima del río, viéndose las vías desde cualquier punto, además se encuentra pegada a la Custom House.

Estación de Tara Street

De nuevo ante las máquinas para sacar el billete, esta vez sí que aparecería a la primera Malahide, por lo que seleccioné ida y vuelta e introduje los 6,25 euros que costaba el billete. Sólo me quedaba ya esperar al tren correspondiente, ante el que tampoco tuve suerte porque se acababa de ir el anterior, teniendo que esperar cuarenta minutos hasta el siguiente. Esto lo sabría, no porque lo indicase ningún panel, sino porque preguntaría a una chica que pasaba por allí y me lo miraría en su móvil. Así que cuidado con montarse en el primer tren que pase.

A las 09:51 llegaba puntualmente el que me correspondía, yendo bastante vacío. El trayecto hasta la pequeña localidad dura exactamente media hora, por lo que a las 10:20 estaba bajando en su estación, así que al final no se me había dado tan mal.

Las indicaciones hacia el castillo te las encuentras a las primeras de cambio así que no tiene pérdida, pero en mi caso decidiría no utilizar el camino más corto y optar por otro algo más largo pero que te permite caminar por las grandes extensiones de praderas verdes de la finca en la que está situado. Son tan inmensas que hay hasta campos de golf.

Jardines de Malahide Castle

Jardines de Malahide Castle
Tras un paseo de unos veinte minutos, esta vez sí llegaba hasta el centro de recepción de visitantes que es donde hay que comprar las entradas (12,50 euros) y no en la puerta del castillo. A este sólo se puede acceder con visita guiada, no hay otra opción, y estas tienen una frecuencia de horarios más o menos amplia, con la suerte de que la próxima era a las 11:00, así que sin perder tiempo me dirigiría a la entrada principal de la fortaleza. Nada más entrar hay un pequeño mostrador donde a los que no sabemos bien inglés nos ofrecen una audioguía en nuestro idioma, así que es de agradecer.

Malahide Castle

Malahide Castle

Malahide Castle

Poco después y a la hora en punto la visita comenzaba, pidiéndonos nuestro guía que le acompañáramos, subiendo unas estrechas escaleras.

Irlanda tiene fama por la gran cantidad de fortalezas que se distribuyen por todo su territorio, siendo muchas de ellos poseedoras de una importante historia y no pocas leyendas. Malahide podría estar perfectamente entre una de las más importantes y es que siempre aparece en los primeros puestos de los rankings referentes a estas construcciones en el país.

Esta fortificación sería la residencia de la familia Talbot durante casi ocho siglos, desde que Enrique II de Inglaterra le otorgase estos terrenos a un caballero llamado Richard Talbot por acompañarle en un viaje a estas tierras. Este linaje iría adaptando el edificio en base a sus necesidades y al paso del tiempo, hasta que en 1976, su última heredera, Rose Talbot, se vería obligada a venderlo al estado como consecuencia de los grandes impuestos derivados de la herencia de su hermano. Afortunadamente el gobierno irlandés lo restauraría invirtiendo una gran suma de dinero hasta el año 2012, pudiendo ahora disfrutar de él todos aquellos que lo deseen.

Malahide Castle

Durante una hora se nos mostrarían estancias tan interesantes como el gran vestíbulo de entramado de roble; la Oak Room, una estancia forrada de madera tallada; salas de estar con decoración georgiana, donde se celebraban diferentes eventos y fiestas; el gran salón con una enorme chimenea y una destacable colección de retratos, procedentes algunos de ellos de la National Gallery; o incluso los dormitorios en los que pudimos observar camas con dosel, utensilios de la época, los aseos e incluso los juguetes de los niños.

Malahide Castle

Malahide Castle

Malahide Castle

Malahide Castle
Terminada la anterior, tendría todavía algo de tiempo para pasear por la gran explanada que se encuentra delante de la fortaleza, así como para observar las ruinas de la abadía y su cementerio que están delante del centro de interpretación, antes de dirigirme hacia los jardines privados, incluidos también en el precio de la entrada. En estos destacan su excelente colección de plantas que Lord Milo Talbot, del que se piensa fue un espía soviético, se encargaría de recopilar a lo largo de los años. No hay que perderse tampoco el pequeño recinto en el que se haya el campanario, llamado así por una campana encontrada en las almenas, pero que no corresponde a las antiguas fortificaciones medievales. Rodeándolo hay muestras de plantas, arbustos y flores de lugares tan lejanos como Australia o Chile. Por último destacar la que se conoce como Victoria House, el invernadero más hermoso de todo el jardín, con más de un siglo de historia, aunque sólo lleva en Malahide desde 1990. Ha sido totalmente restaurado por lo que se le puede ver luciendo sus mejores galas.

Malahide Abbey

Bell Tower. Jardines de Malahide

Jardines de Malahide

Victoria House. Jardines de Malahide
Eran las 13:00 cuando concluía la visita a todas las instalaciones, por lo que regresaría a la estación, ya por el camino más corto, y antes de tomar el tren me pararía a ver la destacable iglesia que se encuentra adosada a la misma, aunque el interior no me dijo gran cosa.

Iglesia de Malahide Village

El tren ya se encontraba en la estación por lo que no tendría que esperar mucho a que partiera, así que en media hora volvía a estar en el centro de Dublín. Tenía el tiempo justo para dirigirme, atravesando otra vez la famosa Grafton Street, hasta el centro comercial de Saint Stephen´s Green, cuya arquitectura interior me dejaría impresionado pues su espectacular techo acristalado que recuerda a un invernadero. Pero mi verdadera intención aquí era encontrar la tienda de Carrolls, la mejor tienda de recuerdos de la ciudad y con los precios más competitivos, pues quería hacerme con algunos regalos antes de regresar a Madrid. Hay otras sucursales en otros puntos de la ciudad, no variando casi los precios de unas a otras.

Stephen´s Green Shopping Center

Con las compras hechas, volvería a Grafton street  para comer en un Burguer (9 euros) y regresaría hasta el hostel para recoger mi maleta y desde allí, en cinco minutos, plantarme en la parada del autobús 747 que me llevaría hasta la terminal del aeropuerto. Recordar que el billete ya lo había comprado de ida y vuelta cuando aterricé y que fueron 12 euros, por lo que te ahorras dos euros al hacerlo de esta manera. El vuelo saldría, una vez más, en hora, por lo que a las 21:50 estaba aterrizando en el aeropuerto de Barajas de Madrid.

Me he llevado muy buenas impresiones de Dublín y tengo que reconocer que ha sido como volver a descubrirla, pues apenas me acordaba de nada de aquella primera estancia en plena adolescencia. Además esta breve visita ha despertado en mí mucha curiosidad por los secretos que esconde la isla esmeralda a la que espero poder volver pronto para recorrer sus rincones y ciudades más increíbles, ya con la tranquilidad de haber podido conocer la esencia y los lugares más emblemáticos de la capital.

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