Nuestro viaje tenía que haber concluido hoy, teníamos que
habernos levantado a la hora de siempre y dirigirnos a la que hubiera sido la
última visita de las vacaciones, ni más ni menos que el centro espacial John F.
Kennedy, más conocido como Cabo Cañaveral.
Teníamos muchas ganas de conocerlo porque suponía algo
totalmente diferente a lo que llevábamos visto hasta ahora y todos,
especialmente los niños, querían ver los inmensos cohetes que son propulsados
hacia el espacio, así como las plataformas de lanzamiento de los mismos, los
hangares e infinidad de objetos curiosos relacionados con la carrera espacial.
Hubiéramos estado allí toda la mañana, hasta la hora de
comer, aproximadamente, y sobre las 14:30 nos hubiéramos puesto en camino hacia
el aeropuerto de Miami, donde a las 23:00 teníamos previsto tomar nuestro vuelo
hacia Madrid, llegando a la capital de España el domingo a la hora de comer y
empezando nuestra jornada laboral al día siguiente.
Pero a veces los planes no salen como deseas y todo se viene
abajo por los imprevistos y los caprichos del destino y, sobre todo, por las
condiciones climatológicas, que en esta ocasión no eran como para tomárselas a
broma.
Efectivamente, y como ya he ido comentando días anteriores,
todo el estado de Florida se encontraba en máxima alerta esperando a que
llegara Irma, considerado como el huracán más poderoso que se ha formado en
toda la historia del Atlántico, calificándolo algunos expertos como de fuerza
seis, por encima de la máxima clasificación para este tipo de fenómenos
atmosféricos, que siempre ha estado en cinco.
Pronóstico del Huracán Irma |
Ya había dado muestra de su enorme potencial y fuerza
arrasando, días antes, algunas islas del Caribe como Barbuda, San Martín o
Puerto Rico y ahora sólo era cuestión de horas que llegara a la península
americana, donde estaba previsto que estuvieran en el ojo de la tempestad,
tanto los Cayos como la ciudad de Miami, entre otros muchos lugares.
Las predicciones no eran para nada tranquilizadoras pues
apuntaban que uno de los lugares más afectados iba a ser toda la costa del
Miami metropolitano donde habitan más de seis millones de personas,
considerándola una zona de peligro extremo.
Pronóstico del Huracán Irma |
Ante tal panorama teníamos varias opciones. Una, intentar
volver a Miami y esperar que el hotel que eligiéramos como alojamiento tuviera
refugio o nos garantizara la seguridad para pasar allí los días que durase el
huracán. Otra, permanecer en Kissimmee, en la casa que nos había servido como
centro de operaciones durante todos estos días, si es que estaba disponible
ampliar la reserva, aunque las previsiones eran que también pasaría por aquí el
temible Irma, dependiendo sólo de nosotros la seguridad. Y en tercer lugar huir
hacia el noroeste, escapando de la fuerza del poderoso fenómeno, aunque ello
supusiera un esfuerzo tanto físico como económico extra.
Después de valorar todas las opciones, consideramos que lo
más acertado y, teniendo en cuenta que también había niños pequeños, era
escapar.
Todas las páginas americanas de meteorología consultadas
indicaban que la trayectoria del huracán iba a continuar hacia el norte, más
concretamente hacia el estado de Georgia, por lo que había bastantes garantías
de que la zona más al noroeste de Florida quedara libre de los estragos que
pudiera causar Irma. Así que es por ello que decidiríamos dirigirnos hacia
allí.
En primer lugar intentaríamos reservar alojamiento en la
ciudad de Pensacola, pero ya no había disponibilidad, pues mucha gente pensó
exactamente lo mismo que nosotros, así que miraríamos un poco más hacia el
oeste, adentrándonos en el estado de Alabama, que posee una pequeña franja de
costa con salida al golfo de México y playas de arena blanca, de lo que éramos
totalmente desconocedores. Todo parecía indicar que aquí estaríamos a salvo y
podríamos pasar unos días tranquilos hasta que todo volviese a la normalidad en
las zonas afectadas.
La ciudad que nos acogería durante los próximos días se
llamaba Orange Beach, siendo la distancia desde Kissimmee hasta dicha ciudad de
casi 800 kilómetros y el tiempo estimado para recorrer dicha distancia de 7
horas y 20 minutos, pero nosotros lo acabaríamos completando en unas diez
horas.
Nos levantaríamos a las 06:00 de la mañana con el fin de
evitar los temibles atascos, algo que conseguiríamos durante las tres horas
siguientes, hasta que nuestros estómagos no pudieron más y tuvimos que parar a
desayunar. Lo hicimos en el típico restaurante de carretera grasiento, al lado
de una gasolinera, cerca de Tallahassee, la capital de Florida. Es aquí donde
empezaríamos a notar que la densidad de vehículos comenzaba a crecer cada vez
más, pues tardaríamos veinte minutos en echar gasolina y otros veinte en
conseguir mesa para tomar el desayuno. Merecería la pena esperar dado que nos
saciaríamos con los típicos huevos revueltos, beicon crujiente y tortitas,
acompañado todo ello por enormes batidos de chocolate, permitiéndonos reponer
fuerzas.
A partir de este momento el asunto se complicaría mucho más,
pues ya había muchos tramos con retenciones, lo que haría que nos tirásemos
tres horas más en completar el ya de por sí largo viaje.
Mientras permanecíamos parados en muchos de los tramos,
íbamos viendo como en sentido contrario, casi totalmente desierto, los únicos
vehículos que circulaban eran enormes grúas, convoyes de camiones del ejército,
coches de policía y algún que otro coche suelto de algún valiente o loco, según
se mire.
A las 16:00 conseguíamos llegar a nuestro apartamento
localizado en Perdido Beach, una de las zonas que conforman Orange Beach. Nuestra
urbanización se llamaba Phoenix VI y lo reservamos a través de www.booking.com sobre la marcha. El apartamento tenía dos
habitaciones amplias y un confortable sofá cama en el salón, desde donde se
accedía a una terraza desde la que se obtenían unas fantásticas vistas de la
playa y el mar y es que estábamos situados en el piso once. Todo estaba limpio
y correcto y era muy similar a cualquier apartamento que puedas alquilar en
España en zona de playa.
Perdido Beach. Orange Beach |
Estábamos agotados y comeríamos unos sándwiches antes de
echarnos unas horas a descansar. Cuando despertamos, la tensión y el cansancio
por la incertidumbre y por tantas horas de viaje había desaparecido y
aprovecharíamos para hacer una gran compra en un supermercado cercano para los
próximos días.
Luego iríamos a cenar a un restaurante cercano, situado en
el pequeño puerto, llamado Wolf Bay que aunque es famoso por su marisco, tienen
de todo en la carta, pudiendo optar cada uno por lo que quisiera, estando todo
delicioso. En la terraza exterior, mientras corría una suave brisa, y
saboreábamos cada trozo de comida, nos daríamos cuenta de la fortuna que
habíamos tenido, después de todo, y es que no tardamos en hacernos una
pregunta, ¿qué hubiese sucedido si el viaje lo hubiéramos realizado una semana
más tarde? Un escalofrío nos recorrió el cuerpo al responder y es que apenas
hubiéramos podido hacer ninguno de los planes que he ido relatando aquí, pues
con el paso de Irma, los Cayos y los Everglades quedaron bastante tocados, en
Miami nos hubiera pillados de lleno y los Parques temáticos cerraron durante
tres o cuatro días y al abrir tenían la mitad de las atracciones clausuradas
por revisión o con desperfectos, por lo que, sin duda, el no poder haber
visitado la NASA era un mal menor en comparación con todo esto.
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