24 de Junio de 2017.
Viena fue, durante seis siglos, la capital de un imperio, el
austro-húngaro, que nos legó uno de los conjuntos monumentales más
impresionantes de Europa. La capital de Austria ha sido siempre cruce de
culturas. Por la ciudad han pasado los romanos, distintos pueblos germánicos,
italianos, franceses y otros que han dejado su impronta y han hecho de la
ciudad danubiana una gran capital europea y un gran centro económico, social y
político.
Los palacios, iglesias y construcciones civiles que forman
su centro histórico son de un gran valor arquitectónico. La mayoría se encuentran
enclavados en la avenida circular Ringstrasse, orgullo de los vieneses. A todo
ello hay que añadirle su más de medio centenar de museos que la llevan a ser
una ciudad cultural de primer orden con la que pocas capitales del mundo se
pueden comparar.
Si todo lo anterior lo combinas con los paseos por el
Danubio, la placidez que te proporcionan sus famosos cafés, la quietud y
hermosura de sus jardines, sus animadas y características cervecerías y la
música que está por todas partes, hacen que la estancia en Viena pueda ser una
experiencia inolvidable, que en mi caso iba a perseguir desde este mismo
instante.
Decidiría comenzar la jornada desayunando en el hostel, para
así despreocuparme ya de llenar el estómago e ir con suficientes fuerzas. Es
tipo buffet y cuesta 4,5 euros, constando de pan, yogures, mermeladas, nutella,
cereales, leche, café, zumos y poco más, por lo que tampoco tienes mucho donde
elegir.
A las ocho empezaba a caminar, fijándome, tras los primeros
minutos callejeando, en una placa que indicaba que, en el edificio que se
encontraba delante de mí, había vivido Beethoven durante casi un año. Interesante
detalle que indicaba que casi a cada paso que iba dar me iba a encontrar con
muchas e interesantes sorpresas.
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Casa de Beethoven |
Desde aquí no tardaría mucho en llegar, a través de la
animada calle Mariahilfer strabe, a la soberbia plaza rectangular Mariatheresienplatz,
donde en el centro de la misma, en medio de un pequeño jardín, se levanta el
grandioso monumento dedicado a la emperatriz María Teresa. Esta se encuentra
sentada en su trono sobre un elevado pedestal, rodeada por las estatuas
ecuestres de los estadistas y generales más importantes de su reinado. A los
lados de la plaza se alzan los dos grandes palacios simétricos, coronados por
sendas cúpulas, pertenecientes al museo de historia natural, a la derecha, el
cual alberga las colecciones de Francisco Esteban de Lorena conservadas en su
disposición original, y, a la izquierda, el museo de historia del arte, con una
de las mejores colecciones en Europa, encontrándose entre sus muros piezas del
tesoro imperial, la cuarta parte de la obra del pintor Bruegel y una fabulosa
sala egipcia. Pero tendría que esperar a mejor ocasión para poder entrar a
ellos y contemplar sus maravillas, pues eran tantas las cosas que quería ver
que a cambio tenía que renunciar a otras y ellos iban a ser los primeros
sacrificados, conformándome con admirar sus exteriores.
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Estatua de la Emperatriz María Teresa |
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Museo de Historia Natural.Maria Theresien Platz |
Dándole la espalda a la reina, detrás de mí y de ella, quedaría
el Museums Quartier, un inmenso centro cultural donde el arte moderno y
contemporáneo marcan la pauta, y justo delante, y hacía donde iba a iba a
dirigir mis pasos, la Burgtor, una puerta clásica con columnas dóricas que me
iba a permitir hacer la entrada triunfal en la inmensa plaza de los Héroes o
Heldenplatz, la cual era utilizada en el pasado como escenario de pomposos
desfiles militares. En ella me encontraría con la estatua ecuestre en bronce
del príncipe Eugenio de Saboya y el Neue Burg, la última ala del Hofburg que se
construyó (1914), un bello edificio curvo magníficamente decorado. Su interior
cuenta con el museo Etnográfico y el museo de Éfeso, los cuales tampoco
visitaría.
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Burgtor |
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Heldenplatz y Neue Burg |
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Neue Burg |
Y hablando del Hofburg, ahora sí, era el momento, de
comenzar a descubrir algunas de sus más antiguas e importantes dependencias. Este
era el palacio de invierno y residencia oficial de la dinastía de los
Habsburgo, y por tanto, el centro de su poder. El primer emperador, Rodolfo I,
inauguró una era que duraría seiscientos años por lo que en su arquitectura se
puede apreciar una mezcla de estilos que incluyen el neogótico, el renacentista
y el barroco, de hecho, nunca dejaría de ampliarse hasta la caída de la
monarquía en 1918.
A través de un pasadizo accedería a un amplio patio
rectangular denominado In der Burg(“en el castillo”), rodeado por interesantes
edificios renacentistas y barrocos, y cuyo centro está dominado por el
monumento en bronce dedicado a Francisco José I, en el que se representa al
emperador sobre un pedestal rodeado por las alegorías de la Fortaleza, la Paz,
la Fe y la Justicia. Atravesado este llegaría a un nuevo pasadizo, el que se
encuentra debajo de la gran cúpula verde que se puede apreciar desde muchos
puntos de la ciudad, que permite el acceso a la Escuela de Equitación Española,
a la derecha, y al museo de Platería de la Corte, el museo de Sisi y las
dependencias imperiales o Kaiser-appartements, a la izquierda. Siendo esta
última la primera visita interior que iba a realizar.
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Estatua del Emperador Francisco José. Palacio Imperial de Hofburg |
Con la Viena pass la visita está incluida sino supone
desembolsar 13,90 euros. También está incluida la audio guía. Se comienza
visitando la platería de la corte en la que se pueden admirar más de 7000
piezas expuestas que permiten hacerte una idea de lo importante que era el
momento de sentarse a la mesa en aquellos tiempos. Estas son las únicas
estancias en las que se permiten hacer fotografías, después están totalmente
prohibidas. Se continúa después con el museo de Sissí donde, gracias a la
información de la audio guía, uno podrá ser testigo de la triste e intensa vida
de la reina, mientras se van admirando vestidos, accesorios y cartas de la
emperatriz que ilustran su breve vida y hacen honor a su fama. Por último se
contemplan un buen número de las dependencias imperiales, con su refinada
decoración y repletas de tapicerías púrpuras y estucos dorados, destacando
entre todas ellas el salón de audiencias, el despacho donde trabajaba el
Emperador Francisco José o la sala donde hacía sus ejercicios de gimnasia la
Emperatriz Sissí.
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Platería de la Corte. Palacio de Hofburg |
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Platería de la Corte. Palacio de Hofburg |
Por cierto, que una de las alas a las que no se puede
acceder del Hofburg es donde tiene su despacho el Presidente de Austria, así
como otras importantes instituciones.
Terminada la interesante visita que me llevaría casi dos
horas, volvería al patio In der Burg,
para desde él acceder, por la puerta y
patio de los Suizos, a la sombría cámara del tesoro imperial o Schatzkammer, en
la que se guardan algunos de los mejores ejemplos de los símbolos del poder de
los Habsburgo, tales como la corona del Santo Emperador romano, tachonada de
piedras preciosas; la cuna del hijo de Napoleón, regalada en 1811 por la ciudad
de París; objetos utilizados en el bautismo de los miembros de la casa imperial
tales como una jofaina y una jarra de oro macizo; la mayor esmeralda tallada
por mano humana; así como dos piezas legendarias de la casa de los Habsburgo:
su unicornio y un cuenco de ágata de la Antigüedad tardía considerado por
algunos como el Santo Grial.
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Puerta de los Suizos |
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Corona y cetro. Cámara del Tesoro |
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Cuna del hijo de Napoleón. Cámara del Tesoro |
La entrada cuesta 12 euros sin la Viena pass, sino es libre.
Después de admirar tanta riqueza, decidiría salir por el
lado contrario al que había entrado del Hofburg, exactamente el que corresponde
a la puerta y la plaza de San Miguel o Michaelerplatz. Buena parte de ella aparece
dominada por la imponente fachada del palacio Imperial, con dos espectaculares
fuentes, que ocupa todo su flanco suroccidental. En frente se encuentra la
iglesia del mismo nombre que la plaza, de estilo gótico, en la que cabe
destacar su alto campanario rematado en una aguja.
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Palacio Imperial de Hofburg desde Michaelerplatz |
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Iglesia de San Miguel. Michaelerplatz |
Una vez visitado su interior, tocaba volver a descubrir el
interior de algún que otro edificio de los muchos que conforman el Hofburg, y
es que por algo se dice que este es una ciudad dentro de otra ciudad.
Elegiría acercarme a la cercana Josefsplatz, una de las
plazas más armoniosas de Viena, ya que está completamente rodeada por edificios
del siglo XVIII, estando presidido el centro de la misma por la estatua
ecuestre del emperador José II. Al fondo, detrás de dicha escultura, se halla
el acceso a la Biblioteca Nacional o Nationalbibliothek, el siguiente lugar que
tenía especial interés en conocer. Y es que se trata de una de las bibliotecas
barrocas más bellas del mundo (1726), encargada por Carlos VI, cuya estatua
domina el centro de la sala. La verdad que te faltan ojos para apreciar su
majestuosidad y sus detalles. La cúpula decorada con frescos, columnas de
mármol, estatuas de personajes notables de la historia de Austria, soberbios
globos terráqueos y celestes y más de 200.000 volúmenes de los siglos XVI y
XVII, justifican pagar los siete euros que cuesta la entrada sino se dispone de
la Viena pass, ya que con ella es libre.
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Josefsplatz o plaza de José II |
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Biblioteca Nacional Austriaca |
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Biblioteca Nacional Austriaca |
Nada más salir, a la derecha, encontraría la entrada a la
iglesia de los Agustinos o Augustinerkirche, la cual forma parte del convento
homónimo, anexo al palacio principal,
Hofburg. La iglesia fue la antigua parroquia de la Corte y en ella solían
celebrarse las bodas de los miembros de la casa de los Habsburgo. Lo más bonito
de su interior es su altar neogótico y el monumental cenotafio piramidal de la
archiduquesa María Cristina, hija de María Teresa, situado en la nave derecha.
Aquí también se encuentra la cripta de los corazones en la que se hallan 54
urnas de plata que contienen los corazones de otros tantos miembros de la casa
imperial, pero su visita sólo es guiada previa cita, así que me quedé con las
ganas de verla.
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Iglesia de los Agustinos o Augustinerkirche |
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Tumba de María Cristina de Austria.Augustinerkirche |
Como tenía la Viena pass y se hallaba bastante cerca, decidí
continuar la jornada, entrando, aunque no fuera por mucho tiempo, al Museo
Albertina, con una impresionante colección de artes gráficas que reúne los
nombres más importantes: Durero, Rafael, Rubens, Goya, Klimt, Picasso,etc. Me
centraría en unos diez cuadros que me apetecía ver y volví por donde había venido.
La entrada sin el pase supone 12,90 euros.
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Museo Albertina |
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Museo Albertina |
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The Towers de Paul Signac. Museo Albertina |
Justo en frente del anterior, tenía nada más y nada menos
que La Ópera, por lo que no dudé en dirigirme hacia ella y acceder a su
interior por la puerta lateral. En ese momento quedaban diez minutos para las
dos de la tarde y estaban organizando los grupos para visitar sus entresijos en
varios idiomas, entre ellos el castellano. Aquí no era válida la Viena pass por
lo que no me quedó otra que pagar los 7,5 euros que cuesta la misma.
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Ópera desde Museo Albertina |
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Ópera o Staatsoper |
El guía que tocaría a mi grupo se notaba que disfrutaba de
su trabajo y es que ponía pasión en lo que narraba. Comenzaríamos subiendo por
la fastuosa escalinata de honor, la única parte, junto con el vestíbulo, que se
salvó de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Aquí nos enteraríamos que
es una de las tres óperas más importantes del mundo y que fue erigida en 1869,
reconstruyéndose tras la mencionada guerra y reinaugurándose en 1955, el año de
la soberanía recuperada.
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Ópera o Staatsoper |
A lo largo de sus diferentes espacios, entre ellos la parte
trasera del escenario, los palcos y el patio de butacas, entre otros, nos
enteraríamos de curiosidades como que algunos de los bustos de los más afamados
compositores que pueden verse fueron realizados por el célebre Rodin; que todos
los asientos del mencionado auditorio son retirados para crear una gran pista
de baile al final del carnaval, en el que 180 parejas bailan vals, el cual han
dominar a la perfección tanto a la derecha como a la izquierda. Desde hace unos
años también se admiten parejas extranjeras las cuales han de mandar una
grabación para ser valoradas y decidir si se las admite o no; o una de las
cosas más interesantes y prácticas, como que se puede acceder a disfrutar de
cualquier representación realizada durante el año por el módico precio de 4 y 3
euros. Sí, esto último no es una broma y es que se reservan un número de
entradas para venderlas el mismo día de la obra, con el truco de que estas son
de pie. Pero puede ser una manera única de ver una ópera o un ballet en un
espacio tan increíble como este, a un precio irrisorio. En mi caso decidiría
dejarlo para mejor ocasión y es que ya eran demasiados los planes que tenía.
Por cierto, que dichas entradas se pueden conseguir en el lateral izquierdo del
edificio y es necesario estar dos horas antes, como poco, si no te quieres
quedar sin ellas.
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Ópera o Staatsoper |
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Ópera o Staatsoper |
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Ópera o Staatsoper |
Eran las tres cuando salía de este espléndido mausoleo
musical, yéndome así con la música a otra parte, siendo el elegido el Burggarten o, para entendernos mejor, el
jardín del castillo el cual sería construido en el antiguo emplazamiento de las
murallas derribadas por Napoleón. Aquí me encontraría con el monumento a Mozart
a la salida por la gran avenida llamada Opernring, por la que caminaría,
dejando a los lados varios de los monumentos visitados durante la mañana, para
llegar hasta el Parlamento.
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Monumento a Mozart. Burggarten |
Estaba muerto de hambre, así que no dudaría en aprovechar
uno de los puestos callejeros de las cercanías para comerme un inmenso perrito
caliento y una fanta (7 euros), hecho lo cual, ahora sí, que me dispuse a
disfrutar de la increíble portada, inspirada en un templo griego con columnas
corintias, acompañada de la fuente de Palas Atenea. Pero no me iba a conformar
sólo con esto, pues si alguien ha leído algún que otro diario del blog, sabrá
que me encanta visitar, siempre que puedo, los parlamentos de los países por
los que viajo. Así sucedería en su momento con los de Suiza, Argentina, Japón,
Londres, entre otros y el austriaco no iba a ser menos y más con las
facilidades que dan para ello. Pues sólo hay que acceder a su interior por la
entrada que está detrás de la diosa y bajo las grandes columnas, y comprar tú
entrada desembolsando cinco euros, pues no está incluida en la Viena pass.
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Parlamento y estatua de Palas Atenea |
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Estatua de Palas Atenea |
Eran las 16:00 y era el último pase y el grupo tan sólo
estaba formado por una pareja japonesa, otra india y yo, así que el guía nos
daría la bienvenida y nos pidió que le acompañásemos para pasar los controles
de seguridad por los típicos detectores de metales. Creo que no hace falta
decir que el idioma en el que nos íbamos a entender era el inglés, pero lo
hablaba muy despacio y pronunciaba bastante bien y me enteré de bastantes
cosas.
El edificio cuenta con dos grandes salas de sesiones, unidas
por medio de un espacio central dominado por el Gran Salón de Pilares. Refleja
de este modo la estructura del Consejo Imperial establecido durante la
monarquía, compuesto por dos cámaras, que hoy corresponden al Consejo Nacional
y al Consejo Federal, los órganos legislativos de la República de Austria.
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Parlamento Austriaco |
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Parlamento Austriaco |
El guía nos explicaría las funciones de ambas cámaras y de
los muchas datos que daría, lo más llamativo para mí es que todos los
ciudadanos austriacos tienen derecho a voto a partir de los 16 años, con el fin
de que sean responsables y se comprometan con su país desde bien jóvenes.
Lo mejor de todo es que no hay restricciones para los
visitantes y puedes subir a la tribuna de oradores, sentarte en los bancos de
los diputados y hacerte todas las fotos que quieras, lo que para los tiempos
que corren es un auténtico privilegio en un país europeo.
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Parlamento Austriaco |
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Bundesrat o Consejo Federal.Parlamento Austriaco |
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Parlamento Austriaco |
En frente del Parlamento se encuentra el Volksgarten o
Jardín del pueblo, lo que aprovecharía para descansar un rato, pues tanto tute
empezaba a pasar factura. Este es un parque triangular en donde los vieneses se
acercan a pasear y a disfrutar del buen tiempo como el que estaba haciendo.
Además hay varios monumentos interesantes tales como el templo de Teseo o la
escultura de Sissí, la cual sería erigida inmediatamente después de su
asesinato en 1898.
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Volksgarten |
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Templo de Teseo.Volksgarten |
Más repuesto y habiendo recuperado las fuerzas perdidas,
sólo tendría que desplazarme una manzana para llegar hasta la retirada y
silenciosa Minoritenplatz, una de las pocas plazas vienesas que ha conservado
su elegante aspecto del siglo XVIII, rodeada por las fachadas de varios
palacios nobiliarios, entre los que se encuentra el Archivo del Estado que
reúne todos los documentos oficiales de la casa de los Habsburgo, considerados
de gran valor histórico. Lástima que no pueda visitarse.
Aislada en el centro del cuadrilátero se encuentra la
Minoritenkirche o iglesia de los Hermanos Menores, la cual, después de la
catedral de San Esteban, es uno de los edificios religiosos de mayor relevancia
histórica de la ciudad. En 1691 se celebró en ella el solemne Te Deum por la
victoria definitiva sobre el Imperio otomano.
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Minoritenkirche |
Y sin quererlo, porque me equivocaría de calle, acabaría
delante del Burgtheater, uno de los escenarios más prestigiosos del mundo de
habla germana. Aunque una bomba lo destruyó en 1945, dejando intactas sólo las
alas laterales y las grandes escalinatas, la consecuente restauración fue tan
concienzuda que hoy es difícil apreciar los daños.
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Burgtheater o Teatro Imperial |
Tras las correspondientes fotos, ahora sí, tomaría la
dirección correcta para llegar a dos interesantes plazas. Por un lado la
llamada Freyung, atípica y desigual, en el centro del antiguo barrio señorial
de Viena. Posee un imponente convento e iglesia de los Escoceses, de delicado
interior barroco, donde los extranjeros y los ladrones encontraban refugio y
libertad. No hay que perderse los palacios Daun – Kinsky y Ferstel, poseyendo
este último un patio y un pasillo que acaba en la Herrengasse o calle de los
Señores. Por otro lado, la Am Hof, la cual se destinaba a la celebración de
torneos durante la Edad Media. Su nombre recuerda que en ella se encontraba la
primera residencia de los duques de Austria cuando instalaron en Viena la
capital. En el centro se encuentra la columna de la Virgen. Al este, la iglesia
de los Nueve Coros de los Ángeles. Es un espacio solemne y tranquilo en el que
reina un ambiente de pueblo, dicen que más aún los días de mercado.
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Herrengasse |
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Plaza Am Hof |
Seguí caminando, primero por la Herrengasse, después por
otras calles de nombre impronunciable, para terminar en la famosa Graben,
traducida como “Antiguo foso” romano y hoy convertida en la arteria simbólica
de la Viena de principios del siglo XIX. En la planta baja de los altos
edificios burgueses, hay elegantes tiendas de estilo antiguo y terrazas de
cafés. En el centro se erige la gigantesca columna votiva de la peste, de una
expresividad barroca única. La imagen de la epidemia derrotada, una vieja
hechicera derribada por un ángel y la estatua de Leopoldo I orando, impresiona.
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Graben y Columna de la Peste |
Pero antes de llegar hasta el final de la célebre arteria,
tendría que hacer un alto en el camino para desviarme unos metros a la
izquierda, pues escondida en un pequeño rincón se encuentra la Peterskirche o
Iglesia de San Pedro, con su característica cúpula verde grisácea y su estrecha
fachada. Rodeando la misma hallaría un monumental relieve que representa la
legendaria fundación del edificio de la iglesia medieval por Carlomagno, y ya
en su interior, el barroco llevado al paroxismo, destacando el retablo del altar
mayor, la magnífica cúpula y el órgano, uno de los más hermosos de toda
Austria.
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Iglesia de San Pedro o Peterskirche |
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Iglesia de San Pedro o Peterskirche |
Después de la anterior visita, retomaría el paseo por la
calle Graben, llegando al final de la misma, donde se abre en una inmensa plaza
en la que se encuentra la soberbia catedral de San Esteban o Stephansdom. Esta
es el mejor ejemplo del gótico flamígero en todo su esplendor: bóvedas con
nervaduras, arcos terceletes y muchos otros elementos. Tampoco puede pasar
desapercibido su imponente pórtico de los gigantes, así como las innumerables
estatuas policromadas de ángeles, santos y los padres de la Iglesia. La entrada
al interior es gratuita por lo que no dudaría en entrar para contemplarlo y no
sólo no quedar defraudado, sino, una vez más, sobrecogerme ante tal derroche de
medios.
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Catedral de San Esteban o Stephansdom |
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Catedral de San Esteban o Stephansdom |
Eran ya las 19:30 por lo que los accesos a las torres estaban
cerrados, así que las dejaría para otro momento de los días que me quedaban, y
ahora seguiría paseando por las animadas calles repletas de gente. En mi
andadura pasaría por la puerta de más de un palacio, acabando delante del Haus
der Musik, que era propiedad del archiduque Karl, donde residía Otto Nicolai,
el fundador de la prestigiosa orquesta filarmónica de Viena, y que hoy en día
es un museo dedicado a la célebre orquesta, valga la redundancia, y a cuyo
interior no me pensaría mucho entrar, pues estaba incluido en la Viena pass.
Sin ella la entrada cuesta 13 euros.
Tengo que reconocer que entraba al mismo con cierto recelo y
pensando que iba a durar en él poco tiempo, pero iba a estar muy equivocado,
pues desde el primer momento sus instalaciones te atrapan, al ser estas
interactivas y estar repletas de curiosidades que hacen que te sorprendas y
entretengas una vez tras otra.
Desde el comienzo de la visita hasta el final de la misma,
todo son sorpresas, como la escalera musical donde un piano en el mismo acceso
de un piso a otro ya hace que te lo pases en grande intentando enlazar unas
pocas notas, mientras subes y bajas las escaleras.
Un juego de dados del vals en el que tirando aquellos puedes
componer tú propia sinfonía; un laboratorio de la percepción en el que se
investigan los más distintos fenómenos sonoros; la galería del sonido en el que se escuchan
sonidos de cuatro áreas distintas como el microcosmos, el cuerpo humano, el
medio ambiente y el macrocosmos; instrumentos gigantes representativos de los
cuatro grandes grupos de instrumentos musicales, son muchas de las actividades
que te vas encontrando.
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Casa de la Música o Haus der Musik |
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Casa de la Música o Haus der Musik |
Pero es que además en otra de las plantas te trasladas a la
época de los grandes maestros de Viena, donde te presentan la vida, obra y
entorno de una selección de importantes compositores de esa época. Y aunque
esta parte podría parecer aburrida tampoco lo es, pues en cada sala se hace
hincapié en algunos aspectos centrales de la vida del compositor de forma amena
y didáctica, con agradables decorados, mientras su música lo envuelve todo. Si
a ello le sumas que al final puedes dirigir la mundialmente conocida Orquesta
Filarmónica de Viena, llevando tú mismo la batuta, pues no se puede pedir más.
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Casa de la Música o Haus der Musik |
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Casa de la Música o Haus der Musik |
Después de dos horas saldría de allí a las 21:45 y la verdad
que tampoco tenía mucha hambre al haber comido tarde. Sólo me apetecía dulce
así que no tenía dudas hacia donde me iba a dirigir. Ese sitio no era otro que
el Hotel Sacher, famoso por ser uno de los muchos lugares donde puedes degustar
la tarta sacher, esa delicia de bizcocho de chocolate con una capa fina de
mermelada de albaricoque, todo ello cubierto por un glaseado de chocolate
negro. Casi nada.
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Tomando Tarta Sacher en el Hotel Sacher |
Mis expectativas eran grandes, sobre todo por el lugar, pero
tengo que reconocer que quedé algo defraudado, pues me pareció que estaba algo
reseco el bizcocho, aun así la devoré. De beber pediría una coca cola. Todo me
saldría por 11,30 euros. Así que fue un verdadero capricho, pero no todos los
días se viene a Viena.
Para bajar la tarta decidiría regresar caminando al Hostel, pero
volvería a hacer un alto en el camino ya que me encontré que uno de los
laterales de la Ópera se encontraba de lo más animado, pues estaban proyectando
en una gran pantalla, colgada de una de las fachadas, el concierto que se
estaba produciendo en esos momentos en el interior, así que no podría evitar
quedarme allí hasta que terminó. No cabía un alma y lo único que se oía eran
los acordes de la música y las voces de los tenores. Fue emocionante.
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Concierto en la Ópera |
Ahora sí, acompañado por la luz tenue de los monumentales
edificios, y encontrándome ya las calles semidesiertas, cuando dejé el barullo
del centro, continuaría hasta mi alojamiento.
Había sido un día realmente intenso y cuando me tumbé en la
cama no tardaría más de un minuto en quedarme profundamente dormido.
Respecto a los gastos que me hubiera supuesto el no
tener la Viena pass, estos hubieran ascendido a 58,8 euros. Si tenemos en
cuenta que esta me saldría por 89,10, creo que era más que probable que iba a
quedar amortizada sin problema.
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