27 de Junio de 2017
Bratislava ha sido territorio austriaco, capital del reino
de Hungría y ciudad checoslovaca, guardando siempre un largo relato de
encuentros y enlaces históricos con el resto de Europa. Su corta tradición como
capital europea, pues es la primera ciudad de la República eslovaca desde 1993,
no la ha impedido crecer y desarrollarse como las demás, de hecho lo ha hecho
de una manera vertiginosa, haciendo que su actividad económica suponga el 50%
del Producto Interior Bruto de toda la nación.
Durante el primer tercio del siglo XX, la población de
Bratislava seguía siendo de mayoría alemana y húngara, encontrándote por ello
que hoy en día la mayoría de sus habitantes hablan sin dificultad tres idiomas
(alemán, húngaro y eslovaco).
Nada más salir a la calle, la primera percepción que tendría
de la ciudad sería que en sus calles se respira un ambiente relajado y cordial
y más que un centro administrativo y financiero, más parece una relajada urbe
alejada del estrés y el desenfreno que normalmente se da en cualquier capital
de un país.
Al estar casi en frente de mi alojamiento el primer lugar de
interés que conocería sería la iglesia
de Santa Isabel, de estilo barroco y con una hermosa fachada blanca, decorada
con las estatuas de dos de los gobernantes húngaros y una cúpula verde. El
interior lo podría ver desde los ventanales de cristal, anteriores a la nave, y
llamaban la atención sus hermosos frescos, pero no podría pasar de aquí al
estar las puertas cerradas.
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Iglesia de Santa Isabel |
Justo al lado, se encuentra también la iglesia de San
Ladislao, aunque con una sobria fachada que hace que apenas repares en ella.
Desde aquí daría un breve paseo, en dirección contraria al
centro histórico, para llegar hasta uno de los monumentos más hermosos de
Bratislava. Me refiero a la conocida como iglesia Azul, aunque oficialmente su
nombre sea el de Santa Isabel de Hungría, por tanto y en pocos metros, tenemos
dos iglesias de semejante denominación, como ya se habrá comprobado, así que
conviene no confundirlas. Esta última es la más famosa con diferencia, ya que a
la otra apenas se la hace mención en guías y folletos.
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Iglesia Azul |
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Iglesia Azul |
La iglesia Azul es un fantástico templo modernista de 1911,
donde el color blanco y el azul celeste se combinan a la perfección con el
diseño. Está inspirada en el antiguo arte magiar y turco, mezclando de manera
perfecta características orientales, románicas y clásicas. El interior
contemplado también desde unas cristaleras, menos da un piedra, también es
hermoso, destacando un mosaico que representa la revelación de Santa Isabel de
Hungría, a quien se encuentra consagrada. Su leyenda llama la atención y es que
la principal inquietud de Isabel era repartir pan entre los pobres, a pesar de
la oposición de su familia política, la cual en una ocasión le exigió que
mostrara lo que llevaba debajo del delantal. Ella, apurada, contestó que
llevaba rosas y no pan. Y efectivamente, bajo el delantal lo que aparecieron
fueron milagrosas rosas. Desde aquel día, santa Isabel consagró su vida a la
construcción de hospitales dentro de la orden franciscana, muriendo a la
temprana edad de 24 años.
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Iglesia Azul |
Todavía no había desayunado, así que era normal que
estuviese desmayado, por lo que me dirigí hacia el centro en busca de algún
sitio para poner solución al asunto, hallando un Mac Donald donde no dudaría en
entrar y pedirme un desayuno de huevos revueltos, pastel de patata y zumo de
naranja (3 euros), lo que me haría revivir de nuevo.
Después tomaría la avenida Stúrova, que me haría pasar por
delante de la universidad Comenius, la más antigua del país y en la que
estudian unos 20000 alumnos, para llegar poco después a un área bastante
moderna cuyo entorno me resultaría bastante atractivo, con espacios al aire
libre que rodean a sofisticados edificios como el centro comercial Eurovea con
peculiares esculturas, o el nuevo Teatro nacional, una construcción de tan sólo
diez años y que es una de las sedes de los grandes acontecimientos culturales
de la capital. Es una zona muy agradable para pasear, con fuentes y esculturas
como la de Milan Rastislav, un político y diplomático eslovaco que defendería
la autonomía de Checoslovaquia ante el Imperio Austro – Húngaro, antes de que
este desapareciera.
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Centro Comercial Eurovea |
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Nuevo Teatro Nacional Eslovaco |
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Escultura Milan Rastislav |
Delante de esta última escultura, a muy pocos metros, está
el Danubio, por lo que en unos segundos estaba disfrutando de las vistas de su
caudal y de los barcos – hotel o de los cruceros que navegan por el río,
mientras paseaba por su orilla, llena de bares y locales de moda en los que ya
había alguna que otra persona sentada.
Sería una primera toma de contacto de lo más estimulante,
antes de pasar al lado del stary most o puente viejo, del más puro estilo
Eiffel, el cual era el único puente que
cruzaba el Danubio a su paso por Bratislava, y aún hoy puede rivalizar con el
Novy most, un poco más adelante, en cuanto a robustez, gracias a su estructura
metálica, por otro lado más atractiva que el hormigón socialista.
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Stary Most o Puente Viejo desde ribera del Danubio |
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Novy Most desde ribera del Danubio |
No llegaría hasta el puente Nuevo, sino que me quedaría a
medio camino entre los dos, justo en el punto donde estaba atracado el barco
que tenía que tomar a las diez en punto de la mañana, lo cual por cierto casi
no hago por recrearme demasiado en el paseo, como ya es habitual en mí.
¿Y por qué iba a coger un barco? Pues porque me pareció una
magnífica idea el llegar navegando por el Danubio hasta la fortaleza de Devín,
una de las más importantes de Eslovaquia. Y es que cuando preparaba mi estancia
en la capital me pareció que era un buen plan el permanecer dos días en la
misma para de este modo poder conocer algún lugar cercano y así hacerme una
idea de lo que puede llegar a ofrecer el país, para volver en un futuro a
conocerlo. Y, sin duda, de entre las diferentes opciones que contemplé esta me
pareció la más atrayente.
Aunque los billetes se tienen que comprar en un edificio
cercano, no me daría tiempo a ello, y se lo compraría directamente al capitán
al embarcar. (Siete euros, sólo ida). El pasaje estaría formado por una pareja
y varios profesores junto con sus alumnos, lo que haría que la cubierta
estuviese bastante animada todo el trayecto. Yo compartiría mesa con tres
jóvenes que sólo hablaban eslovaco, por lo que tampoco tuvimos oportunidad de
cruzar palabra alguna. Así que me dedicaría a disfrutar de la travesía,
comenzando por las fabulosas vistas que se obtienen del castillo desde
diferentes perspectivas según vas dejando la capital.
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Castillo y Parlamento desde Crucero por el Danubio |
Poco después el paisaje que se presenta es completamente
virgen, con gran vegetación en las orillas y pequeñas playas naturales, sin
presencia de ciudades ni construcciones hasta que vas llegando al pequeño
pueblo de Devín, donde ya se puede ver una antigua mina y en lo más alto,
dominando todo su entorno, el imponente castillo sobre una peña.
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Navegando por el Danubio hacia Devín |
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Navegando por el Danubio hacia Devín |
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Mina abandonada en la ribera del Danubio |
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Llegando al castillo de Devín |
El trayecto duraría una hora y cuarto y el barco te deja en
un pequeño muelle desde donde se camina durante unos diez minutos, rodeando la
fortaleza, hasta su entrada, antes de la cual te encuentras con un monumento
erigido en memoria de todos aquellos eslovacos que perderían la vida intentando
pasar a Occidente en los difíciles tiempos del comunismo, donde la vigilancia
en esta zona era extrema.
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Muelle de Devín |
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Faro de Devín |
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Monumento a los Eslovacos caídos.Devín |
No puede obviarse su privilegiada situación estratégica, en
la confluencia de los ríos Morava y Danubio, punto que marca la frontera
natural entre Eslovaquia y Austria. A su vez, este enclave puede decirse que es
la primera o la última montaña de la cordillera de los Cárpatos, la cual domina
el tramo fluvial en que el Danubio pasa de ser un río de montaña a ser un río
de llanura.
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Farallón rocoso de la Fortaleza de Devín |
El ticket de entrada me costaría cinco euros y lo primero
que te impacta es atravesar la impresionante entrada al recinto a través de la
llamada puerta de Moravia del siglo XV.
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Puerta de Moravia. Castillo de Devín |
Después una cuesta empedrada te lleva directamente al centro
de la construcción, o de lo que queda de ella, pues gran parte sería destruida
por las tropas napoleónicas en 1809, aunque gracias a su rehabilitación y a los
potentes relieves rocosos, la visita permite contemplar un escenario muy
sugestivo.
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Castillo de Devín |
Adquirió la condición de castillo feudal en el siglo IX como
propiedad del príncipe Ratislav, destacando de esta época los restos de una
iglesia y tumbas de los antiguos eslavos. Durante los siglos posteriores se
fueron añadiendo múltiples estancias y bastiones de diversos estilos. También
llama la atención un pozo de 55 metros de profundidad.
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Castillo de Devín |
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Castillo de Devín |
El camino continuaría y me llevaría hasta varias terrazas
panorámicas donde uno se queda ensimismado contemplando el entorno, con la
montaña austriaca de Braunsberg al otro lado del Danubio y la espectacular
desembocadura del río Morava a los pies. Aunque pueda parecer increíble, por
este punto llegaban a cruzar las caballerizas cuando el caudal del Danubio
presentaba su nivel más bajo, siendo uno de los pasos de conexión más
importantes entre los caminos del sur y del norte de Europa.
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Castillo de Devín y Río Danubio |
No sé el tiempo que dejaría pasar aquí, pero más de una hora
seguro, y es que la panorámica que se obtiene del famoso río perdiéndose en la
lejanía en dos direcciones diferentes, unido a lo ya mencionado antes, es
sensacional.
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Río Danubio a su paso por el Castillo de Devín |
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Río Danubio a su paso por el Castillo de Devín |
Por otro lado, la serenidad que se respira en este lugar
apenas permite imaginar que, no hace tantos años, por aquí discurría el telón
de acero, convirtiendo a este plácido tramo del Danubio y de los bosques
bañados por sus aguas en unos de los lugares más vigilados de Europa, estando
terminante prohibido construir cualquier
tipo de edificación. Gracias a ello, esta zona adquirió un alto valor natural y
paisajístico que perdura en virtud de la creación de un área protegida,
atravesada exclusivamente por un sendero cicloturista que arranca desde la capital.
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Devín desde su Castillo |
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Río Morava a su paso por el Castillo de Devín |
Cuando concluí la visita era ya la hora de comer, por lo que
dado que nada más salir del recinto amurallado hay dos restaurantes con sus
respectivas terrazas, optaría por sentarme en una de ellos y pedirme una pizza
grande con una buena jarra de cerveza. (7,20 euros)
Para regresar al centro de Bratislava podía haber optado
otra vez por el barco, pero preferí coger mejor el autobús para ahorrar algo de
tiempo y visitar alguna que otra cosa por la tarde. Se puede elegir entre los
números 28 y 29. El último se toma al lado del recinto del castillo y para el
28 hay que andar un poco más. Al final optaría por este ya que preguntaría a una
profesora que parecía saberse bien los horarios y me dijo que la siguiera y,
efectivamente, fue llegar y besar el santo, pues apareció inmediatamente el
autobús.
En veinte minutos estaba otra vez bajándome casi en frente
de la universidad Comenius, así que optaría por caminar por la ya familiar
avenida Stúrova hasta llegar a la plaza Hurbanovo Namesti, donde hallaría la
iglesia barroca de la Trinidad del siglo XVIII. Es uno de los monumentos más
peculiares de Bratislava debido a sus tres torres unidas en forma de medio arco
sobre la parte de entrada. Por cierto, que en este paseo podría fijarme más
detenidamente en algunos edificios del
pasado comunista, grises y sobrios, que forman parte del paisaje urbano de
muchos países de Europa del Este.
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Universidad de Comenius |
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Oficina del Fiscal General |
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Iglesia de la Trinidad |
Desde aquí sólo tendría que tomar otra avenida en línea
recta llamada Suché mýto, que me llevaría directamente hasta el Palacio
Grassalkovich en la plaza Hodzovo. La hermosa fachada presenta un pabellón
central del que parten dos alas y delante del mismo una moderna fuente completa
el decorado. La parte posterior del palacio todavía conserva los jardines
románticos de la época original, un remanso de paz que contrasta con el cruce
de avenidas del entorno. Desde 1996 es la residencia oficial del presidente de
la República.
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Palacio Grassalkovich |
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Palacio Grassalkovich |
Es en esta misma plaza, justo en frente del palacio y sin
cruzar la calle, donde se encuentran varias paradas de autobús. A ellas me
dirigiría para esperar al número 207, aunque me pareció que también se podía
coger el 203. Con aquel llegaría tras unas nueve paradas, pasando al lado del
castillo, hasta la que tenía el nombre Budková. Después preguntaría a varias
personas la dirección que tenía que tomar para llegar a mi objetivo y tras
andar unos quince minutos y subir varios tramos de escalinatas más, me daría de
bruces con el colosal monumento de la Liberación situado, desde 1960, en lo más
alto de la colina de Slavín. Este conmemora el quince aniversario de la
victoria del ejército soviético sobre el alemán en Bratislava. Un cementerio
recuerda a los 6845 soldados soviéticos que murieron durante los combates para
liberar la Eslovaquia occidental. Junto a este, también destaca el gran
obelisco central que mide 37,5 metros de altura, y en cuya cúspide se puede ver
la simbólica estatua de un soldado pisando una esvástica.
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Monumento Slavín |
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Monumento Slavín |
A todo lo anterior hay que sumarle las magníficas vistas que
se obtienen de la ciudad y su castillo, de la torre de la televisión y de varios
kilómetros a la redonda, tanto desde la propia colina como desde algunos puntos
del paseo que te trae hasta aquí. Se aprecia también un edificio peculiar al
que en principio tenía pensado acercarme pero que al final me conformaría con
verlo desde aquí. Hablo de la Pirámide invertida, que alberga la radio y
televisión eslovaca y cuya forma no te deja indiferente. A los pies de la
colina se extiende una de las zonas residenciales mejor valoradas de la
capital. Salpicada de chalés con zonas verdes y residencias de diplomáticos
extranjeros.
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Bratislava desde Monumento Slavín |
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Cruz de madera Rusa. Monumento Slavín |
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Pirámide Invertida desde Monumento Slavín |
Tenía claro que ya que había hecho el esfuerzo de llegar
hasta aquí y dado que hacía buen tiempo, no era plan de llegar, hacer cuatro
fotos y marcharme, por lo que me lo tomaría con mucha calma, paseando y
disfrutando de las vistas y fijándome en los detalles de los relieves de bronce
y las estatuas que están desperdigadas por el gran espacio. Tampoco podría
evitar sentarme debajo del gran monumento y descansar, pues me había dado el
bajón de repente y es que recordemos que los días en Viena habían sido de lo
más intensos y al final el cansancio se iba acumulando. Así que con la tontería
me pasaría aquí más de una hora.
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Bratislava desde la Colina Slavín |
Para regresar haría lo mismo que para llegar. Recordad que
los billetes valen setenta céntimos y se pueden comprar en las máquinas
amarillas que están situadas siempre al lado de las paradas de autobuses y
tranvías. Llevad suelto porque no aceptan billetes ni tarjetas. Una vez arriba
no se os olvide validarlos en las máquinas respectivas porque si no la multa es
la misma que no llevando nada.
Me bajaba otra vez en el palacio Grassalkovich y tomaba la
histórica calle Obchodná, con la mayor concentración de tiendas, restaurantes y
comercios de la ciudad, la cual recorrería detenidamente de un lado a otro,
antes de tomar otra artería de lo más animada llamada Postová, donde no podría
evitar la tentación de sentarme en una de sus terrazas a tomarme una buena
cerveza bien fría.
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Calle Obchodná |
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Tranvía en la calle Obchodná |
Desde aquí volvería al hostel y aunque mi idea inicial era
no salir ya, porque estaba cansado, la verdad que me daba pena no ir a ver el
ambiente del centro histórico por la noche, que me habían dicho que merecía
mucho la pena, así que tras descansar un rato en la habitación me animaría a
ello.
Y fue todo un acierto, pues estaba repleto de terrazas
y restaurantes a rebosar de gente, sus calles estaban llenas de personas paseando
y el ambiente no podía ser mejor. Tanto que me costaría encontrar un sitio en
alguna de las terrazas al aire libre y eso que era yo sólo. Era cuestión de
tiempo y al final lo conseguiría, pudiendo cerrar la noche con dos típicas
cervezas eslovacas de las que, como es evidente, no recuerdo su nombre.
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Tomando una cerveza en el centro |
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