DIA 11. BRASIL Y PARAGUAY. Una jornada entre los países vecinos

5 de Septiembre de 2016.


Nuestro último día por la zona lo íbamos a dedicar a pasar otra vez la frontera y esta vez no contentos con cruzar a un país lo íbamos a hacer a dos, pero vayamos paso por paso.

Ayer cuando llegábamos a la estación de ómnibus, nos informábamos de que no había ningún bus directo a la Presa de Itaipú y que para llegar a ella teníamos que ir hasta Foz de Iguaçu, para desde allí tomar el primero que saliese hacia el famoso mega embalse. El problema era que desde Puerto Iguazú hacia la ciudad brasileña no salía ninguno hasta las siete de la mañana y teníamos que estar allí a las ocho por lo que era imposible intentar llegar utilizando el transporte público, por lo que no nos quedaba otra que contar con los servicios de Nicolás, el dueño de la casa, aunque ello nos supusiera dejarnos un dineral. Nos lo dejaría en 500 pesos y no llegaríamos a nuestro destino hasta las 07:50, ya que tendríamos que volver a pasar las dos fronteras y había tráfico.

Frontera entre Argentina y Brasil

Río Paraná desde la Frontera entre Argentina y Brasil

El centro de recepción de visitantes se encuentra en la avenida Tancredo Neves, 6731 y aunque sé que también se puede visitar desde el lado Paraguayo, es más complicado y se tarda más en llegar.

Las entradas las compraría en la página www.turismoitaipu.com.br y aunque en las mismas pone que hay que estar media hora antes, lo cierto es que no tuvimos ningún problema, llegando con la hora justa, en canjear nuestro boleto por la entrada original y la acreditación correspondiente. Es fundamental llevar el pasaporte tanto para este trámite como para los controles ya que si no es imposible la visita. Tienes varias atracciones para elegir, pero las que más destacan son la visita panorámica y el circuito especial. La diferencia entre una y otra es que en la segunda puedes acceder a las entrañas de Itaipú, mientras que en la primera no.

La normativa también exige que tengas al menos catorce años, ir con calzado cerrado y sin tacones, llevar pantalones por debajo de la rodilla y no portar mochilas o bolsos. Para este último caso te facilitan una ficha (8 reales) para poder utilizar las taquillas que allí se encuentran.

También hay que procurar, a ser posible, si se quiere llevar a cabo el circuito especial, reservarlo unos meses antes para garantizarse una plaza, ya que hay un cupo concreto y si se espera a comprar la entrada allí, es probable que no se consiga, sobre todo en las fechas de temporada alta.

Es interesante saber también que aunque se puede pagar la entrada con tarjeta, si se desea hacer en efectivo sólo admiten reales brasileños, por lo que si no se traen cambiados desde Puerto Iguazú, hay una pequeña casa de cambio, en los laterales de las taquillas, donde cambian a pesos argentinos, reales y guaraníes, lo que viene muy bien al estar en una zona tan fronteriza.

El idioma elegido para nuestro tour, como es evidente, sería el castellano así que tendríamos que esperar en la sala que da acceso a un pequeña sala de proyecciones a que dieran las 08:45, hora en la que se proyectaba un video en nuestro idioma de diez minutos, con el que se empieza el recorrido. Como se ve el tema de los tiempos es relativo, ya que te van organizando un poco sobre la marcha.

Centro de Recepción de Visitantes de Itaipú

Centro de Recepción de Visitantes de Itaipú

Maqueta en el Centro de Recepción de Visitantes de Itaipú

La represa de Itaipú es uno de los trabajos de ingeniería más ambiciosos del planeta. Una gigantesca presa hidroeléctrica que genera más  kilovatios que ninguna otra del mundo. Cuarenta mil trabajadores se enfrentaron a las fuerzas de la naturaleza, temperaturas extremas y la constante amenaza de inundaciones mortales y el evidente peligro de que se produjera una catástrofe. Su construcción duraría siete largos años.

Para construirla hubo que bloquear el curso del río Paraná, de 4000 kilómetros de largo y el segundo más grande de Sudamérica después del Amazonas, y miles de hectáreas de hábitat de valiosa fauna salvaje desaparecieron bajo las aguas.

Después de ver el documental saldríamos por el lado contrario por el que habíamos entrado y allí nos estaría esperando un guía que nos acompañaría a pasar los controles de seguridad y hasta el autobús que íbamos a utilizar para hacer el circuito y que nos conduciría hasta el área de la presa compartida por Paraguay y Brasil.

Con un objetivo común: la prosperidad energética, ambos países firmarían un tratado en abril de 1973 que iba a permitir suministrar electricidad a bastas zonas de ambos países. El presupuesto de 15000 millones de euros sería aportado por el gobierno brasileño e inversores extranjeros.

La primera parada que haríamos sería en la parte superior para ver las vistas del río Paraná y el mar de agua represado que sustituyó al valle del Paraná.

Represa de Itaipú

Represa de Itaipú

Tuberías de Presión. Represa de Itaipú

Tras estar un rato observando el panorama nos dirigiríamos a ver las colosales tuberías de presión y a la entrada al interior de la presa, donde te facilitan unos cascos de obra con lo que poder acceder. El recorrido nos llevaría por muchas de las zonas más interesantes de las instalaciones tales como el centro de control,  el eje de una de las turbinas y otras salas donde recibiríamos explicaciones técnicas, contadas de tal forma que pudiéramos hacernos una idea de lo que supone este logro de la ingeniería.

Represa de Itaipú

Represa de Itaipú

Centro de Control. Represa de Itaipú

Sin embargo para gente no ducha en la materia, como era nuestro caso, mucho más llamativos serían datos más sencillos como que en ella trabajan 3000 personas, siendo la mitad de cada país, que hay dos directores, uno de Brasil y otro de Paraguay, que la energía que se genera se reparte al 50% entre ambos países, pero mientras que Paraguay sólo necesita un 10% de lo que le corresponde para abastecer el 80% de su territorio, Brasil, sin embargo, cubre el 18% y eso que utiliza tanto su parte como el 40% que le sobra al país vecino, comprándole esa parte de la energía a un precio preferente.

Centro de Control. Represa de Itaipú

Eje de la Turbina. Represa de Itaipú

Represa de Itaipú

Tras el recorrido por las entrañas de Itaipú volveríamos a subir al autobús y nos dirigiríamos hasta un mirador panorámico que te permite ver una perspectiva global tanto de la presa como del entorno que la rodea. Aquí nos encontraríamos también con un simpático robot, símbolo de la obra arquitectónica.

Represa de Itaipú desde Punto Panorámico

Robot de la Represa de Itaipú

Para concluir la visita a las instalaciones seríamos testigos del inmenso canal construido por el que se desvió el río Paraná para erigir el embalse, veríamos donde se depositaban todos los escombros y residuos y, por último tendríamos oportunidad de observar el llamado aliviadero, es decir, el lugar por el que puede escapar el agua cuando el embalse está a su máxima capacidad.

Aliviadero. Represa de Itaipú

Itaipú Binacional

Habían sido casi tres horas de lo más apasionantes, conociendo algo completamente diferente a lo que llevábamos visto y por ello acabaríamos bastante satisfechos de la experiencia.

A las 11.30 nos dejaban de nuevo en el centro de recepción de visitantes, donde tras comprar unos recuerdos en la tienda y cambiar pesos argentinos a reales brasileños y guaraníes paraguayos, en la pequeña oficina de cambio que ya comentaba al principio del capítulo, nos dirigimos al exterior y cruzamos al otro lado de la inmensa avenida donde está situado el acceso a la represa de Itaipú.

Nuestro objetivo era tomar un autobús que te deja casi al lado del puente de la amistad, es decir el lugar donde se encuentran las fronteras brasileña y paraguaya y que puede cruzarse andando para entrar de un país a otro.

Efectivamente, la información que había leído en internet no era errónea y allí estaban las líneas 101 y 102 que te dejan en el mencionando lugar. Sólo tendríamos que esperar cinco minutos a que llegase el autobús de la línea 101, aunque lo cierto es que debió tardar bastante porque había muchísima gente. Subiríamos y lo curioso fue que por un lado estaba el conductor y por otro lado el cobrador, el cual estaba sentado al lado de un torno como el del metro y hasta que no pagaras o mostrases tu tarjeta de transporte no le daba al botón que te permitía girarlo. Curioso la verdad.

Sólo aceptan reales para pagar por lo que conviene haber cambiado antes porque como se va viendo cada país sólo admite su moneda en muchos sitios, por muy cerca de la frontera que se esté.

El trayecto que hay que recorrer es tan sólo una recta, pero inmensa y con tráfico, por lo que tardaríamos casi media hora en llegar hasta la parada cercana al puente de la amistad, donde el cobrador nos indicaría que teníamos que bajarnos, ya que no es la última. Una vez allí sólo tardaríamos unos segundos en saber hacia dónde teníamos que dirigirnos, pues sólo unos metros más adelante se encontraba la enorme frontera brasileña. La zona nos impactaría un poco, porque es cierto que desde el primer momento te sientes algo inseguro y tienes la sensación de que la gente te mira constantemente. Así que a paso ligero caminamos hasta la mencionada frontera y pasamos como Pedro por su casa, pues allí no tienes que sellar pasaportes ni hacer absolutamente nada. Luego nos enteraríamos de que el motivo por el que está permitido es por ser zona franca y mientras no te alejes más de determinados kilómetros hacia el interior de ninguno de los dos países no hay que hacer ningún trámite.

Frontera Brasileña

Cientos de personas iban y venían cargados hasta los dientes, con bolsas, carros y mochilas, mientras los agentes de la policía aduanera y federal brasileños charlaban entre ellos sin inmutarse.

Y sin darnos cuenta ya estábamos atravesando el famoso puente de la amistad, con el río Paraná bajo nuestros pies. La verdad que las vistas que se tienen desde él son bonitas, pero es cierto que te sientes como en una jaula, pues los 500 metros desde que accedes a él hasta que lo abandonas, te encuentras acompañado por gruesos y altos barrotes que hacen de separación entre el asfalto por el que circulan los vehículos, por un lado, y la caída hacia el río, por el otro. Así que no hay escapatoria posible si por un casual vienen a atracarte.

Puente de la Amistad entre Brasil y Paraguay

Río Paraná desde Puente de la Amistad

Puente de la Amistad y Ciudad del Este, al fondo

Cuando terminas de cruzarlo llegas a la frontera paraguaya, donde al igual que pasaba en la brasileña, no tienes que hacer nada, sino que pasas caminando tranquilamente y en unos minutos apareces en otro mundo diferente.  Es el reino del caos más absoluto, de puestos callejeros por doquier, de grandes centros comerciales, de calles colapsadas por vehículos y de cantidades ingentes de personas que salen de cualquier parte.

No veníamos con intención de comprar nada, sino sólo de ver el ambiente y vivir algo distinto y es que habíamos leído que en un gran porcentaje de casos mucha gente es engañada o estafada de mil maneras y formas diferentes, desde duplicando el importe del precio indicado en las tarjetas de crédito hasta darte cajas vacías sin la mercancía que has comprado dentro de ellas.

Ciudad del Este

Ciudad del Este

Aunque también es cierto que si tienes suerte puedes encontrar auténticas gangas en lo que a aparatos electrónicos y marcas de ropa se refiere.

Por otro lado, desde el primer momento que pones un pié en Paraguay, parece que llevas escrito en la cara que eres español, porque aunque no abras la boca, no paran de atosigarte ofreciéndote taxis y productos de cualquier tipo además de invitarte casi a cada minuto para que les acompañes a sus comercios. Son realmente pesados y pueden llegar a desquiciarte.

A todo esto, de repente, empezaría a llover con fuerza, por lo que decidiríamos meternos en un centro comercial de lujo llamado Monalisa para secarnos un poco y descansar de la gente. Como curiosidad, más allá de las marcas de siempre que están en cualquier parte del mundo, lo que más nos llamaría la atención sería ver, tanto en la puerta del centro como en las plantas, agentes de seguridad armados con fusiles, lo que nos hizo constatar, aún más, que esta ciudad paraguaya no era el lugar ideal para pasar unas vacaciones.

Centro Comercial Monalisa. Ciudad del Este

Tras media hora esperando a ver si escampaba, lo que no sucedió, volveríamos al exterior para marcharnos, pues la verdad que no estábamos a gusto, entre como nos miraban y lo insistentes que eran la gran mayoría de comerciantes. Además pudimos ver en un pequeño puesto escondido en una calle, como entre los productos que ofrecían había varias armas de bajo calibre y que tenía toda la pinta de que no eran de juguete, así que había sido suficiente.

Ciudad del Este

Nos encaminamos entonces hacia una parada de taxis oficiales que estaba en la avenida principal, donde queríamos tomar uno para llegar a nuestro siguiente destino: los desconocidos saltos del río Monday, también en territorio paraguayo.

En la parada había un encargado que era al que tenías que decir donde querías ir y el que te asignaba el taxi, además de cobrarte. Los saltos del Monday se encuentran a unos ocho kilómetros de Ciudad del Este en el distrito Presidente Franco y por el trayecto de ida y vuelta y la espera mientras los visitábamos quería cobrarnos 150000 guaraníes. Yo había preguntado a una chica de un puesto que por cuanto me podía salir todo ello a lo que me dijo que no pagase más de 90000 guaraníes. Cuando le dije que me habían dicho eso, pondría cara de pocos amigos y me respondería – “los comerciantes no deberían meterse en las profesiones de los demás”. Pero acto seguido me pediría 100000 guaraníes, lo cual aceptaría porque ya estaba la cosa algo tensa y no quería problemas.

El trayecto hasta los saltos nos llevaría por zonas marginales y desiertas, con viviendas construidas con materiales precarios como cartón o plástico y chapas metálicas. Tengo que reconocer que en algún momento pensé que si el taxista nos la hubiera jugado y nos hubiera dejado en alguna de estas zonas, es probable que lo mismo no lo hubiéramos contado, pero afortunadamente era un señor legal y nos llevó sanos y salvos a nuestro destino.

Parque Salto Monday

El río Monday nace 170 kilómetros aguas arriba de donde nos encontrábamos y su recorrido concluye uniéndose con las aguas del río Paraná en la Triple Frontera. Su nombre proviene del idioma guaraní y significa “agua que roba”. Es un curso de agua pequeño en comparación con los titanes que hay en Sudamérica, pero como ya se sabe, aquí en América del Sur, lo más diminutos de la naturaleza ya es soberbio si lo comparas con otros lugares del mundo y este sitio no iba a ser menos.

Tras pagar la entrada de 12000 guaraníes por persona, accederíamos a un recinto al aire libre y cerrado en el que a través de una senda nos acercaríamos hasta varios miradores desde los que poder contemplar la fuerza con la que baja el río y como se precipita al vacío durante cuarenta metros, rompiendo brutalmente contra el fondo y creando una inmensa nube de vapor.

Saltos del Monday

Saltos del Monday

Seguía lloviendo con fuerza y los chubasqueros que llevábamos apenas hacían ya efecto, pero aún así permaneceríamos allí unos veinte minutos, disfrutando del espectáculo.

Lástima que el tiempo no nos acompañara porque es un lugar increíble donde estuvimos en completa soledad lo que invita a perderte en tus pensamientos y disfrutar al máximo de la naturaleza. Y es que al final es verdad que Iguazú se lleva toda la fama y muy poca gente tiene conocimiento de este rincón perdido en territorio paraguayo, pero es una opción de lo más recomendable si uno cuenta con tiempo suficiente y quiere salirse un poco de los destinos más turísticos.

Saltos del Monday

Saltos del Monday

Saltos del Monday

Aunque lo que habíamos pactado era volver hasta Ciudad del Este, no teníamos ninguna gana de volver a atravesar diluviando el puente de la Amistad, por lo que pactaríamos con el taxista que nos llevara hasta el centro de Foz de Iguaçu por 30.000 guaraníes que nos quedaban y 12 reales, lo que al cambio vienen a ser unos ocho euros.

El centro de Foz no nos entusiasmaría y para mi gusto está mucho mejor Puerto Iguazú, pero no quería marcharme de esta área sin conocer esta ciudad tan renombrada y que constantemente está en boca de todo el mundo que viene a conocer las cascadas. Pero también es cierto que la razón principal de llegar hasta aquí era que se me había antojado probar alguna especialidad de comida brasileña, al hablarme de ella la novia de un buen amigo, así que dado que esta era la ciudad que mejor nos pillaba, pues aquí que haríamos la búsqueda. Nos decantaríamos, al final, por un restaurante familiar que ofrecía comidas caseras y que encontraríamos de casualidad en la Avenida de Brasil, en una de las calles principales. En esta ocasión se me olvidaría apuntar el nombre. Comeríamos Feijao que son pequeñas judías negras y Picanha de carne y pollo, mezcladas con cebolla y queso y todo revuelto. Estaba buenísimo y nos saldría por 80 reales todo con la bebida incluida. (Unos 10 euros por persona).

Comiendo Picanha de Carne en Foz de Iguaçú

Comiendo Feijao en Foz de Iguaçú

Al terminar de comer seguía lloviendo, para variar, por lo que nos iríamos directos hasta la estación de autobuses y allí tomaríamos el bus hasta la frontera con Argentina (4 reales), donde bajaríamos para hacer los respectivos trámites fronterizos y volver a coger un nuevo autobús (si lo coges con la compañía que has empezado el viaje, no tienes que volver a pagar si enseñas el ticket), que nos dejaría en la terminal de ómnibus de Puerto Iguazú.

Eran casi las 18:00 cuando llegábamos, por lo que aprovecharíamos para ir a cambiar euros a pesos argentinos, que casi no nos quedaban ya y descansar un rato en el apartamento hasta la hora de la cena. Hoy decidiríamos repetir en el restaurante Color, donde volveríamos a las pizzas, aunque esta vez medianas, más la bebida. (500 pesos).

Y aquí terminaba nuestra etapa en Iguazú, un lugar mágico y único en el mundo, donde espero poder volver algún día, pues es cierto que hay destinos de los que es imposible no quedar fascinado y querer volver a ellos una y otra vez.

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